Suplemento Ojarasca N° 201

Despojo es la herencia del capitalismo: la mayor expoliación territorial y humana de la Historia. Desde el siglo XVI sus embates arrasaron América, África, buena parte de Asia, Oceanía y de la misma Europa para enriquecimiento de las metrópolis imperiales. Si el XX —escribió John Berger— fue el siglo de las migraciones, ¿será el XXI el de los destierros a gran escala y el despoblamiento industrial?

En el México que inauguró en 1992 la contrarreforma del artículo 27 y liquidó el derecho agrario, el arrebatamiento de territorios y bienes naturales es la constante.

Ahora se anuncia el relanzamiento de los Acuerdos de San Andrés, firmados y deshonrados hace 18 años por los mismos que hoy despachan arriba. Qué fácil. Una vez amarrado el negocio, castradas la Constitución y sus leyes secundarias, una autonomía indígena de papel ya no muerde, piensa el Ejecutivo ante un país de rodillas y en liquidación. Demasiado tarde. Las autonomías, ya se vio, son cosa de soberanía colectiva, a estas alturas sólo viable por la vía directa. Al poder nadie le cree.

Inversionistas y maquinarias estatales cumplen los negocios garantizados por el vergonzoso Congreso de la Unión, expulsan como sea (policías, Ejército, Armada, paramilitares, narcos, porros de las compañías) a los pobladores, en ocasiones de antigüedad centenaria. ¿A dónde van los desterrados, para quienes además la frontera del norte está semicerrada o preñada de riesgos?

Ahora el presidente Enrique Peña Nieto promete de año nuevo una “reforma profunda en beneficio del campo”. Viniendo de quien viene, ¡ay nanita!

Suplemento Mensual Número 201, Enero 2014 (leer online)

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Temas: Acaparamiento de tierras, Agronegocio, Pueblos indígenas

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