Argentina: Horizonte Sur, editorial del domingo 16 de marzo

Idioma Español
País Argentina

La inminencia de ser sacados de la programación de Radio Nacional, nos obliga a interrogarnos sobre qué fue lo que hicimos o qué fue lo que generamos, así como, qué se volvió lo suficientemente insoportable para el poder, y qué vale el alto precio político que algunos altos funcionarios, están dispuestos a pagar para acallar nuestras voces... ¿Nuestras voces? ¿Nuestras voces solamente, o también, las muchas que a través de Horizonte Sur han venido manifestándose durante los últimos años y que probablemente no tendrán otro canal en que expresarse? Esos también, son interrogantes legítimos.

¿Es por nosotros mismos que se nos sanciona o acaso es por el espacio de representación y de expresión que generamos? Son todas preguntas genuinas, preguntas que tratamos de responder a diario con esfuerzo, porque los llamados y los correos de los oyentes y de los amigos del interior que se siguen informando de que este ciclo termina, son incesantes, y en verdad, no tenemos respuestas para ellos, sino tan sólo el poder compartir la reflexión política y la decisión de continuar y de hallar nuevos caminos.

Es cierto que siempre supimos del riesgo de pensar, y en especial de pensar en voz alta, y aún mucho más todavía, de pensar en voz alta desde los micrófonos de Radio Nacional. Lo sabíamos. Y disfrutamos cada sábado primero y después cada domingo, con la disposición absoluta de servicio de aquel que sabe que el final camina a su costado y que debe vivir cada instante como si fuese el último... Es algo que aprendimos en épocas bastante más difíciles que estas, cuando teníamos la vida hipotecada y se trataba de vivir el presente con la mayor intensidad posible. Porque esta es, en realidad, y nos lo debemos confesar, una vieja pelea que heredamos de otros, de aquellos que nos antecedieron. De otros mucho más antiguos que nosotros. Y me viene a la mente ahora Don Pedro Albizu Campos, aquel héroe sublime del nacionalismo puertorriqueño que pasó una gran parte de su vida encarcelado y al que sus carceleros irradiaban con una cámara de Rayos X a través de las paredes de su celda en la cárcel de “La Princesa”, para que enfermase de cáncer. En los años sesenta tuve ocasión de tener amistad con su viuda, Doña Laura Meneses y con sus hijos exiliados en la Habana, alguno de ellos ya casado con muchacha cubana. En los primeros años de la Revolución, ellos habían sido

privilegiados por el Che con la representación de Cuba ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, pero luego de marcharse el Comandante de la isla, habían sido olvidados por el gobierno cubano. En esos tiempos en que yo los traté y en que el bloqueo y el aislamiento se hacían sentir con verdadera fuerza, vivían en la mayor pobreza, sufriendo muchas privaciones, y las representaciones revolucionarias de Puerto Rico habían sido dadas en la isla, a grupos marxistas que no provenían del campo independentista, es decir que, mientras el nacionalismo lanzaba su guerra de liberación entre los años treinta y los cincuenta, esos grupos habían aceptado el régimen colonial que impusieran los EEUU, para la isla mártir de Puerto Rico, pero priorizando sus propuestas de Socialismo. De tal manera que cuando el pensador mexicano Gustavo Esteva, nos propone en febrero de este año y según publica en la Jornada, llevar adelante lo que él denomina: un funeral al Socialismo, del Socialismo al menos en cuanto propuesta alternativa e inconducente, y que generalmente no conduce como en el caso de China a la liberación sino al Capitalismo, o al menos a un Socialismo de mercado, nosotros comprendemos perfectamente de qué se nos está hablando.

Y en cierta manera estoy comenzando a responder a los interrogantes que tantos nos hacemos respecto al programa en Radio Nacional. Porque si hay algo que caracterizó a Horizonte sur, es hacerse preguntas y relacionar las cosas, romper la fragmentación y los diques que no permiten que el conocimiento y las asociaciones fluyan ¿Qué tiene que ver el apóstol nacionalista de Puerto Rico, el héroe que en 1950 declara la República de Puerto Rico, con los derrames de cromo en las napas del gran Buenos Aires?¿Qué tiene que ver el modo en que se definió en el campo ideológico la segunda guerra mundial en Europa con los paradigmas y con las estrategias revolucionarias que nos condujeron a sucesivos fracasos y derrotas en los años sesenta y setenta a todo lo largo de América Latina?¿Qué tiene que ver la soja transgénica con las propuestas de una patria socialista y en especial con el largo y penoso camino de China popular hacia el Capitalismo Globalizado de hoy en día?¿Qué tiene que ver, en definitiva, la posibilidad de ser capaces de pensar una sociedad más justa, con la comprensión de los problemas y amenazas ecológicas que nos rodean, y con entender y aceptar las reglas de los ecosistemas en que desenvolvemos nuestras vidas y de los que dependemos?

Alguna vez en estos micrófonos dijimos que si hay algo que el poder de las corporaciones no soporta, son aquellas miradas que no los legitiman, porque no se conforman con la justificación de una mera reivindicación determinada, y es el caso de los que practican una cierta alternancia de lo rural y de lo urbano, de lo neocampesino, del Ecolocalismo y de todo aquello que no se deja atrapar por los circuitos de las mercancías y de la mercantilización de la vida; los que no consumen y los que vive a su aire en una sociedad cada vez más dominada por la uniformidad y por la enajenación. Ahora estamos descubriendo con mayor especificidad, que hay algunas otras cosas que también se hacen insoportables al poder, al menos cuando comienzan a tener un público importante que reaprende a tener memoria y la utiliza. Me refiero a vincular el pasado con el presente, y me refiero también, a vincular la Ecología con los desafíos de la Globalización y en especial con las nuevas luchas antiglobales que se multiplican por doquier.

Días pasados confirmaba en ameno diálogo con Beba Balvé, algunas intuiciones intelectuales que he plasmado en estas editoriales en años anteriores, y que por su extrema gravedad resulta dificultoso esclarecer. No sería la memoria de la dictadura ni las consecuencias del genocidio, la piedra de molino que arrastramos y que nos impide reencontrar un camino y un proyecto de país. Todo lo contrario, la predica constante sobre los derechos humanos en función excluyente de los años de plomo y de sus consecuencias, parecería intentar ocultar el gran proceso del desgarramiento argentino que viviéramos en los años setenta, desgarramiento, desvaríos y luchas insensatas por el poder, que fueran anteriores al golpe militar y que crearan en su momento, las condiciones propicias para que ese golpe se produjera. Me estoy refiriendo, a una ruptura entre generaciones como no existirían antecedentes en la historia argentina, un quiebre de los imaginarios y un cuestionamiento de las continuidades de los liderazgos, como hasta ahora no guardábamos memoria. Sobre ese desgarramiento, tanto en el plano de lo social como en el campo del pensamiento, devino la represión militar. Y en los marcos de la represión y de su derrota en Malvinas, sobrevino la posterior legitimación del desgarramiento y su perdurabilidad y reproducción en las discontinuidades de las memorias actuales, en el rechazo hacia el pasado, en la falta de disposición de las nuevas generaciones para valorar la historia mediata que no sea posterior al 76, y las dificultades para desarrollar miradas globales que nos permitan escapar de lo particular y visualizar los modelos coloniales que nos han instalado.

No llegamos a convertirnos en el país sojero por excelencia y en un laboratorio de eventos transgénicos porque sí nomás, como no llegamos a ser el paraíso de los proyectos mineros con cianurización por mera casualidad, sino en razón de una derrota interior de los argentinos que, más allá de las alegrías del advenimiento de la Democracia, fuéramos incapaces de revisar, y que nos predispuso para que una dirigencia desprovista de proyecto moral y acicateada por la idea de progreso y crecimiento, condujera la política en la Argentina, relevándose a lo largo de los últimos 25 años de manera ininterrumpida. Desde estos abordajes revisionistas de capítulos de la historia que se dan habitualmente por cerrados, es que el programa Horizonte Sur se hace también insoportable, al menos en la medida que muchos de los que pretenden decidir sobre nuestra suerte o buscan reemplazarnos, se encuentran absolutamente implicados en aquellas rupturas de las continuidades y de las herencias, en las que fueron partícipes o protagonistas destacados.

El desafío argentino pareciera continuar estando pendiente de las orientaciones que tomen sus sectores medios, y cuando digo sectores medios, lo expreso en un sentido tan amplio que engloba a buena parte de los trabajadores con empleo y en especial a todos aquellos que aún en las mayores estrecheces, se esfuerzan todavía por aportar suficientes proteínas y sueños de progreso a su descendencia. Golpeados, empobrecidos, con sus vástagos emigrados al país de los ancestros, convencidos que todo pasado habrá sido mejor que el futuro que les aguarda a sus descendientes, desarraigados de los campos y de las ciudades en que se radicaron sus abuelos, con sus propiedades devaluadas y sus tradicionales esquemas de vida y de seguridad hechos pedazos, continúan pese a todo, siendo en América Latina una población excepcional, una masa de gente que persiste en leer y en informarse, también en tratar de pensar y de soñar un país mejor. Desde los años setenta se da en el seno de esos sectores una batalla sorda por la hegemonía. Los actuales pensamientos dominantes van desde el marxismo al psicoanalismo, del liberalismo al individualismo empresarial, pero todos evaden la responsabilidad de asumir un Proyecto Nacional que englobe al conjunto de la población. Imaginar un destino de ciencias aplicadas a una Biotecnología con patentamientos argentinos, y disponer de Ministros como Tedesco y Barañao, es el sueño artificial que les propone cierta izquierda progresista. La derecha no se queda atrás en propuestas de crecimiento y de debilitamiento de los roles del Estado, si bien añade a todo eso la crispación del miedo y de la creciente inseguridad.

Nosotros, desde Horizonte Sur, incorporamos a esos escenarios las miradas globales que develan las tramas de las nuevas dependencias y en especial las preocupaciones por la Ecología, a la vez que propusimos retornar al arraigo y a propuestas desde la Cultura Fue como modificar abruptamente las reglas del juego y eso lógicamente irrita a quienes se acostumbraron desde jóvenes a encerrar las manifestaciones populares en corrales de soga, como a la hacienda baguala. Hoy usan trajes caros y en Restaurantes lujosos practican el comensalismo con los gerentes de las Corporaciones, pero son los mismos de antaño. Conversos, dados vuelta, pragmáticos, aburguesados, adaptados a las realidades del mundo global, persisten en alimentar el anecdotario de una etapa que les proporciona disciplina y camaradería, para servir un proyecto de crecimiento y de fortalecimiento institucional, que no es más que la continuidad de la vieja estudiantina revolucionaria que vivieran exultantes en los años setenta. Sí, les molestamos y somos peligrosos, lo sabemos, y eso nos confirma en nuestras posiciones y además nos alegra, porque en el país en que todo se metaboliza o se recicla, parece que hemos hecho suficientes méritos como para ser indigeribles.

Fuente: Horizonte Sur

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