Las empresas piscícolas hacen un débil intento por resolver su gran problema de deforestación

Por GRAIN
Idioma Español

En diciembre, tres grandes actores en la industria mundial de productos del mar —Tesco, Nutreco y Grieg Seafood —anunciaron un plan para obtener soja sostenible de una región brasileña al sur del Amazonas, notoria por la deforestación y el acaparamiento de tierras. Su Iniciativa de Financiamiento para los Productores de soja en el Cerrado se propone detener la deforestación en la sabana tropical del país pagándoles a los agricultores para que no expandan la producción de soja a las áreas boscosas. 

Se trata de un reconocimiento indirecto de que la oscura industria de la acuicultura está profundamente implicada en los problemas asociados con la producción de soja en el Cerrado de Brasil y se preocupa por su imagen.

La industria de la acuicultura es uno de los consumidores de soja con más rápido crecimiento, pues la utiliza principalmente como alimento para peces. Aunque hoy menos de la mitad del pescado que se consume en el mundo proviene de la acuicultura, la FAO afirma que esto aumentará a 60% para 2030. Esto, en el contexto de un creciente consumo mundial de alimentos del mar, también ejerce una mayor presión para expandir la producción de soja en Brasil.

El Cerrado del Brasil, con su gran diversidad biológica, ha sido una de las principales zonas del mundo donde se expandió el cultivo de la soja en los últimos 15 años. Su tamaño es cercano al de México, y se extiende entre la sección media del Brasil desde su frontera occidental con el Paraguay, rumbo al noreste y hasta la costa atlántica. En los últimos cincuenta años cerca de la mitad de los bosques y pastizales nativos del Cerrado se han convertido en granjas, pastos y zonas urbanas. Gran parte de esto se debe al auge de la soja. Hoy en día, sólo 20 por ciento del ecosistema original permanece intacto. Aunque la atención mundial se centra en a Amazonía, la conciencia sobre la deforestación en el Cerrado aumenta, al igual que los esfuerzos para tratar de detenerla.

Esto ha creado un problema para las empresas que quieren beneficiarse de la oferta mundial de soja barata pero que son sensibles a su imagen pública. Así que han estado pujando para encontrar modos de para que la soja siga fluyendo mientras se distancian de la devastación del Cerrado. En 2017, 100 empresas al menudeo de alimentos de marca y financiadoras, incluidas McDonalds, Walmart, Unilever y Tesco, salieron en apoyo del Manifiesto de El Cerrado y se comprometieron a eliminar la deforestación de sus cadenas de suministro (sin decir nada sobre reducir su dependencia de la soja de del Cerrado). Ahora tres empresas líderes del sector de alimentos del mar que formaban parte del grupo de partidarios del Manifiesto, lo llevan más lejos al proponer un mecanismo de financiamiento que proporcione incentivos financieros a los agricultores que produzcan soja únicamente en las tierras agrícolas existentes y no en zonas naturales.

Tesco, una enorme cadena británica de supermercados, compradora de pescado de factorías piscícolas, promete donar 13 millones 100 mil dólares a la iniciativa en los próximos 5 años. Nutreco, uno de los mayores productores mundiales de piensos para la acuicultura, ha comprometido mil cien millones de dólares anuales durante el mismo periodo. Grieg Seafood, que cultiva salmón en Noruega, Canadá y el Reino Unido, dice que aportará 2 dólares por tonelada de soja utilizada anualmente en sus piensos durante los próximos cinco años. Aún queda mucho camino por recorrer para alcanzar los 250 millones de dólares que, según los promotores del programa, son necesarios para garantizar que los agricultores produzcan soja únicamente en las tierras agrícolas existentes durante un periodo de cinco años. Pero la falta de fondos comprometidos es sólo una pequeña parte del problema de la iniciativa.

Vemos tres razones principales para dudar de que efectivamente esta nueva iniciativa detenga la deforestación.

1. Cuando los pagos cesan, también lo hace la conservación.

Éste es el principal defecto de este tipo de iniciativas voluntarias. No hay certeza sobre quién paga y por cuánto tiempo. Si tras cinco años, las empresas abandonan la iniciativa o dejan de pagar, ¿quién va a impedir que los productores de soja vuelvan a deforestar? Eso, suponiendo que en realidad hayan dejado de hacerlo, lo que no es probable debido a la mezquindad de las ofertas financieras que hoy están sobre la mesa.

Hay quien sostiene que la cuestión puede resolverse si se le asigna un valor económico a las plantas, animales y ecosistemas por conservarse, pero tal enfoque conlleva toda una serie de otros problemas. Ponerle precio a la naturaleza convirtiéndola en mercancía que se comercializa en las bolsas de valores para competir con los mismos productos agrícolas que provocan la destrucción del ambiente es un enfoque de solución muy cuestionable y controvertido. Así, las iniciativas voluntarias basadas en pagos, sean por donaciones o por la creación de mercados, simplemente no son eficaces para frenar el problema de la deforestación.

2. Desplazamiento de la deforestación

Es probable que una iniciativa voluntaria como ésta, centrada en un producto y una región, acabe desplazando la deforestación a zonas donde no hay incentivos económicos para la conservación. Esto es exactamente lo que ocurrió con la Moratoria de la Soja, firmada en 2006, que se orientó específica y únicamente a producir soja en el bioma amazónico y excluyó la ganadería, que es la principal fuente de deforestación en esa región. Así, la soja se expandió sobre las áreas ya deforestadas por el ganado, mientras que éste avanzaba más sobre la selva. Al mismo tiempo, el cultivo de la soja se expandió masivamente en el Cerrado, donde no existían programas de este tipo.

En este contexto, el ciclo de deforestación y acaparamiento de tierras en el bioma amazónico y la expansión de la soja en el Cerrado estaban en plena consonancia con la Moratoria de 2006. Ésa es exactamente la razón por la que las principales corporaciones agroindustriales y de procesamiento de granos, como Cargill y Bunge, firmaron la Moratoria del Amazonas pero se mantuvieron lejos del Manifiesto del Cerrado.

Vale la pena señalar que la deforestación en el bioma amazónico ya había caído en más de 40% en 2005, justo al iniciarse un amplio plan de acción para prevenir y controlar la deforestación en Amazonía en 2004 —pero las corporaciones obtuvieron todo el crédito (e incluso un premio medioambiental) por su apoyo a la Moratoria.

No se trata tan sólo de cómo se desplaza la deforestación de una región a otra dentro de Brasil. La deforestación provocada por los agronegocios también es rampante en otras áreas de los países aledaños: el Chaco argentino y paraguayo, los llanos colombianos y el bosque seco chiquitano en Bolivia.

Entornos en riesgo por la expansión de la soja

En los últimos 50 años, el área agraria destinada a la soja creció diez veces hasta cubrir un millón de km2

Brasil: La mayor amenaza actual es al Cerrado; hay impactos indirectos y residuales (y futuras amenazas potenciales) a la Amazonía y la Mata Atlántica

Bolivia: los más altos riesgos de conversión están en los bosques secos chiquitanos. También en el Gran Chaco, el Cerrado y hay impactos de polución río abajo en el Pantanal.

Paraguay: Una oratoria temporal al cambio de uso de suelo ha disminuido dramáticamente el clareo en el Bosque Atlántico aunque los restos permanecen en riesgo; no obstante, la expansión de la soja sobre la tierra agrícola en el Bosque Atlántico desplaza la producción de ganado hacia el Gran Chaco y el Pantanal.

Argentina: Los impactos primarios son sobre el Gran Chaco y en varias partes de los pastizales de las Pampas. También hay impacto en los bosques de Yunga.

Uruguay: El impacto primario es sobre los campos pastizales, en particular alrededor del río Uruguay, con impactos de contaminación en los humedales y en la vida silvestre.

Fuente: WWF

3) ¿Es factible una cadena de soja global sustentable en las condiciones actuales?

Lo dudamos seriamente.

A nivel mundial, el área plantada con soja crece rápidamente. Entre 2009 y 2018, la superficie mundial de soja creció a 123 millones de hectáreas, un 22%. La proyección es que para 2028 crecerá un 23% más, a 151 millones de hectáreas. La expansión se debe principalmente al aumento de la producción industrial de carne, lácteos y pescado en todo el mundo, y a un aumento alarmante en las ventas de alimentos ultra-procesados. ¿Dónde se plantará toda esta soja extra?

La respuesta: casi toda en Brasil.

Superficie plantada con soja: ( https://ussoy.org/long-term-world-soybean-outlook/)

A principios de la década de 1960, Brasil tenía menos de un cuarto de millón de hectáreas de soja plantadas. En 1990, esta cifra se disparó a más de 11 millones de hectáreas, y en 2018 se triplicó a 34 millones de hectáreas ( Faostat). Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, antes del final de esta década, Brasil cultivará unos 50 millones de hectáreas de soja, otro aumento enorme de más del 40%. (ver gráfico) Gran parte de esta expansión es impulsada por compañías extranjeras que especulan sobre el aumento de los precios de la tierra y están implicadas en el aumento de los brotes de incendios en el Cerrado en 2019.

Simplemente no hay forma de que Brasil pueda llevar a cabo tal expansión de manera sustentable. Algunas compañías de productos del mar que arrojan dinero en efectivo a los productores de soja en la región del Cerrado pueden conseguirle algunos puntos de relaciones públicas a sus compañías, pero eso no va a frenar la deforestación.

Bajarnos del carro de la mercancía

La campaña brasileña en defensa del Cerrado registra innumerables conflictos territoriales provocados por la expansión de la soja y de la infraestructura construida para activar las exportaciones. Las comunidades locales han sido devastadas por el acaparamiento violento de tierras y las expulsiones, la contaminación y los problemas de salud provocados por la fumigación aérea con agroquímicos, por la contaminación y el agotamiento de sus fuentes de agua debido al riego, sólo por mencionar algunos de los problemas.

Proporcionar pagos e incentivos económicos a aquellos históricamente responsables de la deforestación del Cerrado es un enfoque bastante injusto y, al final, nunca funcionará. Por el contrario, Brasil (y el resto del mundo) debería preguntarse cómo podemos bajarnos de este carro cada vez más destructivo de productos básicos de soja, y dejar de expandir estas plantaciones. Esto implica alejarnos de la producción industrial de ganadería y acuicultura que hoy impulsa gran parte de la expansión de la soja. Y requerirá retornar al respeto y apoyar el trabajo, el conocimiento, las técnicas y las prácticas intergeneracionales de los pueblos y comunidades tradicionales del Cerrado.

Fuente: GRAIN

Temas: Agronegocio, Extractivismo

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