Cuba: Genaro Rafael González Baltrón, "El Cojo". Hacer, conocer y ser. Agroecología en primera persona

País Cuba

Esta historia de vida se complementa con una serie de videos documentales que retratan como se hace y se vive la agroecología en las lomas del Escambray. En ellos se puede observar la experiencia productiva del Cojo y de otras/os campesinas/as inspiradas/os por él, así como también la dimensión organizativa, simbólica y cultural de la agroecología como alternativa de producción y de vida.

“Yo hacía agroecología sin saber que era”
El Cojo

Introducción

Esta historia de vida se complementa con una serie de videos documentales que retratan como se hace y se vive la agroecología en las lomas del Escambray. En ellos se puede observar la experiencia productiva del Cojo y de otras/os campesinas/as inspiradas/os por él, así como también la dimensión organizativa, simbólica y cultural de la agroecología como alternativa de producción y de vida. En este sentido, este intenta ser un ensayo “interactivo”, en el que el/la lector/a se vaya aproximando a esta historia a través de la articulación creativa entre el texto y los audiovisuales.

La historia del Cojo es un testimonio importante para la memoria de la agroecología en Cuba, Nuestra América y el mundo. La vida del Cojo y su familia refleja en gran medida la historia del campesinado cubano. Una trayectoria rica y extraordinaria que expresa elementos de la historia de muchas/os campesinos/as cubanas/os; historia(s) cruzada(s) por el proceso revolucionario y la reconfiguración de la sociedad cubana. Retrata los cambios en el medio rural a raíz de la Revolución; el acceso a salud, educación y vivienda, pero también el proceso de “obrerización”, tecnificación y mecanización de las cooperativas de la mano de la revolución verde, guiadas por las ideas de desarrollo, progreso y modernidad.

Es también una historia que refleja en primera persona cómo impactaron las medidas adoptadas ante la crisis del periodo especial, cómo se desplegaron las estrategias alternativas al modelo convencional, cómo se fue reconfigurando el espacio rural, cómo se estimuló un proceso de (re)campesinización, cómo fue paulatinamente recuperándose la producción agroalimentaria, y consolidando el modelo campesino agroecológico de producción y de vida. Es la historia de un campesino y a la vez la de miles.

En esta historia se condensan y entretejen muchos de los elementos que caracterizan al Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino (MACAC) impulsado por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) como movimiento social rural, y la agroecología como alternativa al paradigma del desarrollo de la modernidad hegemónica. Es la historia de un promotor, y a su vez el retrato de cómo se ha ido construyendo y articulando el MACAC hasta su configuración actual. En la historia de vida del Cojo se manifiestan tanto la historia del movimiento agroecológico, como la alternativa de vida que representa.

Más allá de sus particularidades, esta es una historia que refleja una forma de ver, sentir y hacer agroecología. Da pistas sobre los aportes campesinos a la agroecología como propuesta integral de vida desde sus prácticas, reflexiones e innovaciones. Aportes concretos y simbólicos para una agroecología desde el surco. Acercarnos brevemente a ella puede darnos pistas sobre cómo se ha ido configurando el MACAC desde una perspectiva privilegiada. Cuba, la ANAP y El Cojo han sido protagonistas fundamentales en la conformación de uno de los movimientos agroecológicos más importantes y exitosos del mundo.

Guajiro, obrero, campesino agroecológico: Una trayectoria de vida.

Genaro Rafael González Baltrón–“Rafaelito” para la familia, “El Cojo” para el resto del mundo-, nació prematuro y asmático el año de 1949, en Rodas, un paraje rural de Cienfuegos, antigua provincia de Las Villas, Cuba. A los ocho años se mudó a Río Negro, Consejo Popular de Jibacoa, comenzó a observar el trabajo de su abuelo en el campo y, poco a poco, empezó a ayudarle en labores menores.

El apodo que lo habría de acompañar el resto de su vida es consecuencia de la cornada de un toro que a los quince años le lesionó la cadera. Un año después en 1966, se incorporó como voluntario en la zafra con la “Columna Juvenil del Centenario”, a los pocos meses de incorporarse se cae de un tractor y se profundiza la lesión. Aún lastimado continuó trabajando, pero hacia finales de 1966 lo dieron de baja y lo trasladaron a La Habana para ser operado. Dos tornillos y un yeso desde el torso a las piernas, lo dejaron inmovilizado en una cama por más de 3 meses, y otros 9 meses más de recuperación con muletas. Como resultado de la suma de lesiones la cadera le quedó desplazada y desde entonces camina revoleando la pierna derecha.

A raíz de su lesión lo decretan “minusválido” y le ofrecen una pensión vitalicia, pero la rechaza y regresa a trabajar a la finca de su abuelo. Los primeros meses siembra con las muletas. Es entonces cuando empieza a experimentar con policultivos “(…) me llamaban “conuquero” porque sembraba de todo”. Hacia 1970 se estaba promoviendo en Cuba la colectivización, tecnificación y “obrerización” del campo (PCC, 1975; ANAP, 1977), y El Cojo se incorpora a una empresa estatal como “arriero” (transporte con mulos), ligado a la producción intensiva de café.

El café, junto con la caña de azúcar y el tabaco han sido históricamente los principales cultivos de exportación. Desde el triunfo de la Revolución se buscó intensificar estos cultivos adoptando el modelo convencional tipo “revolución verde”, incorporando tecnología, maquinaria, combustibles, insumos químicos y formación científico-técnica provista por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y sus satélites en el marco del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y diversos acuerdos de cooperación para el desarrollo.

Las enseñanzas de El Cojo

El Cojo recuerda muy bien ese momento: “(…) Después vino la época de los químicos, de la “revolución verde”, que yo diría la “revolución muerta”, porque ahí todo lo acababan, mataron la biodiversidad, acabaron con todo…”. Las transformaciones en el medio rural implicaban no sólo la transformación de las formas productivas (intensificación y monocultivo, incorporación de paquetes tecnológicos de semillas híbridas y agroquímicos, “tractorización”, etc.) (Figueroa, 2006, Machín et al, 2011) sino también la transición hacia “formas superiores de producción” (cooperativas, Unidades Básicas de Producción (UBP), grandes granjas estatales, etc.) (González-Mastrapa y Susset, 2010; Pérez-Rojas et al, 2000).

Paralelamente se inició un programa de concentración de población en pequeños centros de características urbanas, con el fin de garantizar el acceso a infraestructura (vivienda, salud, educación, entretenimientos, etc.) y servicios básicos (agua potable, electricidad, correo, teléfono, etc.) (Pérez-Rojas, 2001; Nova-González, 2006; González-Mastrapa y Susset, 2010). Este proceso de “modernización” del medio rural fue desarticulando y reconfigurando parcialmente la estructura de la población campesina, tradicionalmente asentada en unidades con un patrón “familia-vivienda-finca” dispersas (Val, 2012).

En conjunto, este proceso de priorización de cultivos industriales a gran escala, la creciente migración a centros urbanos (en muchos casos asociada al acceso masivo a la educación y a nuevas oportunidades laborales), la transformación in situ de mano de obra campesina a obrera impulsada por la incipiente industrialización, y el ingreso -vía CAME- de alimentos subsidiados, provocaron una fuerte caída en la producción agroalimentaria nacional, impactando no sólo en el mercado, sino también en la producción de autoconsumo. En palabras del Cojo “(…) imagínate tú, todo, todo, todo… hasta los pollos venían de la Unión Soviética”.

En 1976, ya casado y con Martica, su primera hija aún pequeña, se muda a Veguitas, Manicaragua. Allí se convierte en arriero particular en vinculación con el Estado. A través de su trabajo se relaciona activamente con las/os campesinas/os (muchas/os de ellas/os formalmente “obreras/os agrícolas”) de la zona y empieza a promover intercambios en su rol privilegiado de transportista. Al observar el avance de la agricultura intensiva, el monocultivo de café y el abandono de la producción de autoconsumo, comienza a desarrollar ideas conservacionistas, de diversificación y cuidado de la naturaleza. Al tiempo del nacimiento de su segunda hija (Dunia), empieza a aconsejar a los/as campesinos/as sobre la asociación de cultivos, a promover el policultivo y otras innovaciones, obteniendo respuestas diversas, desde la aceptación y reconocimiento, al rechazo y estigmatización: “(…) ya desde entonces ya la agroecología venía metida en mi cabeza, sin saber que era lo que yo buscaba ¿no?. Cómo no se debían tumbar los arboles de al lado del rio, cómo se debía de cuidar el suelo, eso les explicaba. No sabía lo que era la agroecología, sabía cómo cuidar la tierra. Unos me decían “mira que tú eres comebolas”; otros me decían “¡coño, es verdad lo que me dijiste, me dio resultado!” [risas] … y así fue prendiendo”.

En 1986, se incorpora como jefe a la “Brigada de Producción y Defensa” de la zona, y continúa intercambiando y aconsejando campesinos desde este nuevo rol voluntario. En ese marco, y ante la marcada degradación ambiental de la zona, desde el Estado le solicitan que promueva la siembra de frutales en los patios, y la reforestación en las lomas. Para entonces ya está casado -en terceras nupcias- con Blaza, quien fuera su novia en la adolescencia, y con quien tuvo dos hijos varones Rafael “Pitoli” (1985) y Yaisel (1995).

A principios de la década de los ‘90 se compra un carro (tracción animal), se convierte en cochero y se dedica al transporte de personal y materiales de la Empresa Agropecuaria Municipal (EMA) de Jibacoa. Paralelamente sigue promoviendo la siembra de frutales en carreteras y solares, incorporando niñas/os y jóvenes a las siembras de frutales; “(…) Yo trasportaba de todo, a los trabajadores, matas, posturas… y bueno, también algunas ideas que me iban surgiendo…”. Así fue tomando forma lo que luego se convertiría en el “círculo de interés”[i] que en la actualidad todavía coordina. En esas andaba El Cojo cuando se desploma el muro de Berlín y se desintegran paulatinamente la URSS y sus satélites europeos.

La caída del campo socialista y la desaparición del CAME significó para Cuba la pérdida del 85% de sus mercados y el repentino fin del abasto de petróleo, maquinarias, tecnologías y alimentos a precios subsidiados (Figueras Matos et al., 2005; González-Mastrapa y Susset, 2010; Alfonso, 2011; Doimeadios, 2011). La desaparición de sus principales socios comerciales, sumado al endurecimiento del bloqueo norteamericano, sumieron a la isla en un profunda crisis agroalimentaria conocida popularmente como el “período especial en tiempos de paz”.

En el campo, la producción agrícola asociada a un modelo convencional tipo “revolución verde” de gran tecnificación y alta dependencia de insumos externos provistos por la Unión Soviética, colapsa. Las grandes granjas estatales se vuelven inviables y la producción agroalimentaria a gran escala se paraliza. Ante este panorama, se observa que hay un sector de la población rural que no se ve mayormente afectado en sus producciones ni en su alimentación. Así, desde los márgenes, los llamados “campesinos tradicionales” se vuelven el foco de una reconversión forzada del modelo de producción de alimentos (Figueras-Matos, 2005; Machín et al., 2011; Val, 2012).

Ante esta situación las grandes granjas y otras tierras de propiedad estatal fueron parceladas y repartidas en usufructo[ii] entre numerosos productores/as que se han ido organizando en diferentes tipos de asociación cooperativa (Pérez-Rojas y Echeverría 1998; 2002; Merlet, 2011). El Cojo rememoró y reflexionó muchas veces aquella coyuntura: “(…) Ya cuando comienza el periodo especial, todo el mundo comienza a virarse pa´l campo; por culpa del periodo especial es que hay tanto hoy sembrado y tantas cosas [risas]. En ese sentido para mí trajo más beneficios que perjuicios. Porque empezamos a ver qué hay que producir, qué podemos hacer aquí, en pequeña escala, como tú puedes ir haciendo las cosas...”.

Esta transición hacia una agricultura en pequeña escala, sin insumos externos, basada en tecnologías tradicionales campesinas e incorporando principios productivos articulados en la incipiente disciplina agroecológica, fue promovida y motorizada por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), en articulación con universidades, centros de investigación, instituciones gubernamentales y no gubernamentales como la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales(ACTAF), Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) y el Programa de Innovación en Agricultura Local (PIAL) (Machín et al., 2011; Val, 2012).

Así, en el marco de esta nueva reforma agraria, en 1995 y mediante la Resolución Nº 419, El Cojo accede a su finca, dedicándose desde entonces al café como producción principal dentro de una enorme diversidad de cultivos (tanto comestibles como forestales) y animales. Un año después es elegido presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios “Ignacio Pérez Ríos” (CCS-IPR)[iii], cooperativa que presidió por 12 años, siendo vicepresidente durante varios años más para acompañar la transición de las responsabilidades de dirección a campesinas/os más jóvenes.

Hacia esas mismas fechas, exactamente para 1997, la ANAP inicia en la provincia de Villa Clara un proyecto piloto con metodología de campesino a campesino (CaC) para la promoción de la agroecología, y El Cojo se incorpora inmediatamente. Al año siguiente el proyecto se convierte en programa abarcando dos nuevas provincias, para luego extenderse al resto de la isla ya convertido en el “Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino” (MACAC).

A instancias del Cojo la cooperativa entera se incorpora al movimiento, convirtiéndose él mismo en promotor agroecológico [iv]. Funda una “Brigada Juvenil Campesina”, desde la que empiezan a promover talleres e intercambios con campesinas/os, jóvenes que obtuvieron tierras y se iban incorporando a la cooperativa, y niñas/os de las escuelas aledañas. Él mismo refiere a la importancia de esa iniciativa: “(…) ¡Esa brigadita sí se movió! hicimos talleres en muchos lugares, hicimos compost, hicimos trabajo, de todo se hizo. Bueno, ya ahí yo ya estaba insertado en el movimiento agroecológico; ya estaba insertado, pero insertado sabiendo el porqué de cada cosa que hacía”.

De esta manera, en pocos años El Cojo fortalece y desarrolla su saber y hacer agroecológico, y para el año 2001 su finca es categorizada como completamente agroecológica [v]. A partir de ese momento la bautiza como “Finca agroecológica salvaremos el futuro”, y se vuelve un nodo central en la red de formación y promoción agroecológica en la zona: “(…) intercambiando ideas, intercambiando semillas, intercambiando cómo hacer cada cosa. No solamente dando ideas, sino llevándolas a la práctica ¿tú me entiendes? y como hacer cada cosa práctica, en cada lugar, con cada persona, en tu casa, en tu comunidad, esa es la idea".

Dando vida al MACAC

De la mano del Cojo, varias/os campesinas/os de la cooperativa transitaron hacia fincas completamente agroecológicas, siendo la cooperativa distinguida en numerosas ocasiones como “Vanguardia Nacional” por el trabajo agroecológico, su alta productividad en café y cultivos varios, así como por los aportes de sus promotoras/es en diversos encuentros e intercambios.

La cooperativa (CCS-IPR) se ha convertido en un referente provincial, nacional e internacional en el impulso de una agricultura orgánica, localmente adaptada y ambientalmente sustentable. La producción campesina orgánica de café de gran calidad los posiciona como un colectivo privilegiado para la exportación, a la vez que la producción complementaria de viandas, frutales y animales aseguran la supervivencia y reproducción de las familias campesinas, y abastecen los mercados locales (e incluso regionales) de alimentos sanos y accesibles para la población. El Cojo, por supuesto, no es la excepción: “(…) Siempre hay comida, pa´ comer yo y la familia. Además entrego al hospital, al círculo infantil y le vendo a acopio. Llevo al mercado, a la “placita” o al punto de venta. Pero casi siempre lo vendemos a través de la cooperativa, uno nunca tiene mucho tiempo para ir a estar vendiendo ¿tú me entiendes?, lo vendemos a través de la cooperativa y la cooperativa lo comercializa”.

Además, la utilización de técnicas agroecológicas para la producción de café y alimentos ha redundado en una recuperación de la calidad y productividad de los suelos, una rehabilitación de la cubierta forestal en las montañas, una mayor efectividad en la utilización de los recursos locales y una parcial restauración de la biodiversidad y el equilibrio biológico local (Val, 2012). Desde la perspectiva del Cojo, este es uno de los puntos sobresalientes del MACAC en la zona: “(…) Aquí en el Escambray, para mí, lo más importante que hizo el movimiento agroecológico fue rápidamente detectar que ya las montañas no eran montañas, que estaban prácticamente desarboladas ¿tú me entiendes?. Entonces ya para el ‘98 ya se comenzó con todo este trabajo dentro de esta CCS. Lo primero fue cómo incrementar nuestros bosques, cómo trabajar en la montaña”.

Con el fin de consolidar la promoción de la agroecología y el cuidado del medioambiente entre las/os niñas/os participantes del círculo de interés “Por un futuro mejor de nuestras montañas”, El Cojo y su familia acondicionaron un pequeño cuarto aledaño a su casa. Con el esfuerzo de la familia y la colaboración de otras personas nació, en el año 2011, el aula agroecológica “Por la vida en el planeta” [vi], un espacio lúdico y de aprendizaje, con biblioteca, videoteca, juegos y materiales de trabajo, abierto a toda la comunidad. En la inauguración El Cojo decía: “¿Cómo podemos preservar y cuidar la vida en el planeta? ¡Por eso hoy inauguramos esta aula agroecológica! Esta aula nace con la idea de intercambiar tradiciones, intercambiar ideas, intercambiar semillas. Si nosotros logramos involucrar a los niños, a los jóvenes en la agroecología, que no es más que cuidar la vida en el planeta, el futuro está asegurado. Hoy estoy yo, están ustedes; mañana estarán sus hijos, pasado estarán sus nietos. La idea es que esto no muera... Genaro se puede terminar mañana, pero el aula no; el aula tiene que seguir adelante ¡esto va a estar para siempre aquí en el Escambray!”.

Círculo de Interés

Este tipo de iniciativas, junto con la cantidad y calidad de prácticas agroecológicas desarrolladas en la finca del Cojo y su familia la convirtieron en un foco verde que rápidamente trascendió las fronteras del Escambray, tornándose un centro de peregrinación para campesinas/os, técnicas/os, investigadoras/es y otras/os profesionales de la agricultura de Cuba y el mundo[vii].

El Cojo como ejemplo de campesino agroecológico sumamente exitoso y comprometido con el MACAC ha participado (y presentado trabajos) en numerosos encuentros, congresos y eventos a nivel local, nacional e internacional. En el año 2015 en el marco de un intercambio internacional de CaC visitó experiencias agroecológicas en varias provincias de Canadá.

En el año 2016, en un accidente doméstico con una yegua fallece Yaisel, su hijo menor, “brazo derecho” y heredero natural de la finca. Ante esta tragedia la familia recibió numerosas muestras de solidaridad de la comunidad local, nacional e internacional, evidenciando el enorme cariño y respeto que han sembrado a lo largo de los años. Es justamente ese apoyo emocional, junto con el compromiso cotidiano hacia la producción sana con fines sociales (actualmente para niñas/os de un círculo infantil y una escuela) lo que está ayudando a paliar, en parte, tan tremenda situación.

Guajiro local, ejemplo global

La historia de Genaro Rafael González Baltrón “El Cojo”, es relevante en varias dimensiones, como historia de vida desde sus trayectorias particulares, cómo también como “arquetipo” de muchos otros y otras que como él encarnan la agroecología, le dan vida y sustento a las prácticas, discursos y alternativas.

El Cojo es un innovador, un científico natural, uno de los tantos exponentes de lo que Hernández Xolocotzi caracterizara como “científicos del huarache”. El Cojo es a la vez excepcional y la regla dentro del MACAC. Es excepcional por su trayectoria personal, su pasión por la agricultura, y su enorme capacidad y compromiso para promover la agroecología. Es la regla, porque dentro del MACAC existen numerosos “cojos” (y “cojas”), cientos de campesinas/os que cotidianamente producen y reproducen en sus prácticas, discursos e innovaciones una alternativa de producción y de vida. Promotoras/es de una forma de vida sana y sostenible para sus familias y comunidades.

Se podría decir que para estas/os campesinas/os la agroecología ha estado “de los dos lados del muro”, es decir antes y después del período especial. Sin embargo, Antes las formas campesinas arraigadas en la tradición guajira fueron caracterizadas por la Revolución como una realidad a transformar (desarrollando políticas públicas tendientes a “modernizar” al campesinado promoviendo la tecnificación y la organización en “formas superiores de producción”), en tanto que después, ante la coyuntura de la gravísima crisis agroalimentaria, se convirtieron en un modelo de producción y reproducción autónomo, independiente y capaz de solventar las urgentes necesidades alimentarias de gran parte de la población.

Así, las/os guajiras/os, hasta entonces percibidas/os como reminiscencias de un pasado remoto, fueron resignificados y reivindicados como paliativo del presente y perspectiva de solución al futuro. Las/os otrora condenadas/os a desaparecer, desafiaron (tanto en su resistencia y flexibilidad, como en sus propuestas alternativas de producción y de vida) el lugar que la modernidad hegemónica-tanto en el capitalismo imperial, como en el socialismo desarrollista- les había asignado en la historia.

Son las praxis agroecológicas como la del Cojo y su familia, base y fundamento de las construcciones político-discursivas de la ANAP en el contexto nacional y supranacional (CLOC-VC). Una muestra tangible de la potencia de la agroecología y la soberanía alimentaria en un contexto de crisis agroalimentaria. Un ejemplo contundente de cómo la agroecología es una alternativa real ante la crisis socio-ambiental generada por la mundialización de la lógica del gran capital. Son este tipo de historias las que dan vida a las reivindicaciones y alternativas proclamadas por la LVC. Son ellas quienes nutren los discursos de las organizaciones, a la vez que son esos mismos discursos los que van articulando esas prácticas en una estructura que va más allá de las parcelas y comunidades, en un movimiento global altermundista, anticapitalista y contra-hegemónico.

La figura del Cojo es relevante en tanto representa un importante sector del campesinado agroecológico (Val, 2102) en sus múltiples dimensiones: productiva, de clase y cultural, a la vez que como productor, promotor y militante agroecológico. Esta historia encarna la historia de muchos campesinos y campesinas que cotidianamente alimentan la agroecología como forma de producción y de vida. Representa el valor, la dignidad y el compromiso de luchar cada día por un mundo más justo, sano y feliz. Es un ejemplo de vida al servicio de la vida.

El Cojo era agroecólogo incluso antes de saber lo que era agroecología. Al cojo no lo detuvo el asma, el toro, ni el período especial. El Cojo hace, vive y enseña agroecología. El Cojo hace lo que sabe; El Cojo sabe lo que hace.

Por Valentín Val

Notas

[i] Los círculos de interés son espacios de formación e intercambio organizados en torno a una temática específica de interés de las/os participantes. Muchos círculos se desarrollan en instituciones de educación primaria y secundaria, pero también pueden funcionar en otros espacios como centros de trabajo, círculos juveniles, etc. (Val, 2012).

[ii] En los años ‘80 se habían dictado algunas resoluciones de entrega de tierras en usufructo, asociados a planes de desarrollo de tabaco, pero es después de la mitad de la década del ‘90 cuando este régimen se extiende, consolida e incorpora a muchas familias a la producción campesina. Las resoluciones N° 419 para la producción de café, Nº 960 de creación de la Finca Integral Forestal (FIF) y el Decreto ley Nº 259 son ejemplos de esta nueva generación de resoluciones (Val, 2012).

[iii] Las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) son organizaciones asociativas donde se mantiene la forma individual de propiedad de la tierra y otros bienes productivos, el trabajo se organiza como economía familiar. La gestión cooperativa de las CCS facilita la asistencia técnica, crediticia y de servicios a la población (Ramón-Philippón, 2011).

[iv] La ANAP ha desarrollado una estructura organizativa para promover y fortalecer la agroecología con tres actores fundamentales, con funciones y características diferentes y complementarias: coordinadoras/es, facilitadores/as y promotoras/es agroecológicos. Sintéticamente, las/os coordinadoras/es son cuadros de la ANAP que se encargan de cuestiones de coordinación y logística a nivel municipal, provincial y nacional. Las/os facilitadoras/es son, por lo general, profesionales que apoyan a los/as campesinos/as en cuestiones técnico-productivas y metodológicas. Los/as mismos/as pueden pertenecer a una estructura productiva (CPA, CCS) o ser parte de la estructura de la ANAP. Las/os promotoras/es agroecológicas/os son las/os mismas/os campesinas/os que desde su experiencia personal promueven las prácticas agroecológicas que realizan en sus fincas. Son seleccionadas/os en función del éxito de sus prácticas, su capacidad de experimentación e innovación, así como también por su vocación en la transmisión de conocimientos. Las/os promotoras/es son las/os protagonistas y motor principal del MACAC y el desarrollo del Programa de Promoción Productiva Agroecológica (PPPA) (Val, 2012).

[v] En la estructura del MACAC, las fincas son evaluadas por las/os propias/os campesinas/os, llevando adelante un diagnóstico del estado general de las fincas, sus avances y potencialidades para la producción agroecológica, así como también las principales limitantes y dificultades. De este proceso surge una clasificación de las fincas en tres categorías: una categoría inicial de “finca iniciada en el camino agroecológico”, una segunda categoría de “finca en transformación por la agroecología”, y una tercera para las fincas consolidadas, como “fincas agroecológicas”. Para que una finca se considere “finca agroecológica”, los/as campesinos/as deben cumplir con numerosos requisitos, como tener una elevada conciencia agroecológica, dominio conceptual de la sostenibilidad y seguridad alimentaria con enfoque de género, compromiso de participación en talleres y actividades del MACAC, un alto grado de diversificación e integración (suelos, animales, forestación, energía, semillas, etc.), producción adecuada y suficiente para el autoconsumo y para el mercado local, baja dependencia externa para la producción y la reproducción familiar, garantía de calidad de vida familiar (equidad de género, salud, educación, información, etc.), compromiso social, así como conservación y práctica de tradiciones culturales campesinas (Val, 2012).

[vi] Ver: aquí

[vii] Por ejemplo, El Cojo y otras/os campesinas/os del Escambray villaclareño fueron inspiración para la realización de numerosas visitas, investigaciones y documentales ( aquí). Asimismo, estas experiencias fueron seleccionadas para formar parte de la Escuela Campesina Multimedia, una iniciativa del colectivo Koman Ilel ( www.komanilel.org), la ANAP y La Vía Campesina, como herramienta audiovisual para la difusión de la agroecología ( www.agroecologia.espora.org).

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Fuente: Nicté ha. Agroecología desde el sur

Temas: Agroecología

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