Los transgénicos en el Tercer Mundo

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¿Los Transgénicos contribuirán positivamente al desarrollo de los países del Tercer Mundo? Hasta la fecha, menos de diez países en desarrollo han dado luz verde a algún tipo de cultivo transgénico y los que lo han hecho siembran mayoritariamente algodón modificado genéticamente

En el debate actual sobre los cultivos y alimentos transgénicos, se escucha a menudo que la biotecnología es necesaria para abastecer en alimentos a la población mundial, en permanente aumento, y que el desarrollo agrícola de los países del tercer mundo pasa por la introducción de variedades modificadas genéticamente. Hasta la fecha, menos de diez países en desarrollo han dado luz verde a algún tipo de cultivo transgénico y los que lo han hecho siembran mayoritariamente algodón modificado genéticamente.

Apostar sobre la biotecnología para los países en desarrollo es olvidar algunas enseñanzas de la primera década de cultivo comercial de variedades transgénicas. También es olvidar el origen del hambre en el mundo y desviar la atención hacía una herramienta en manos de unas pocas empresas, en vez de fortalecer el papel de los agricultores en el manejo de la biodiversidad agrícola y la mejora de los cultivos vitales para su supervivencia.

En diez años de experiencia con semillas transgénicas, se ha verificado que éstas no cumplen las promesas de la industria biotecnológica de reducir el impacto ambiental de la agricultura y aumentar las producciones. Por un lado, el aumento del empleo de productos químicos asociados a las variedades modificadas genéticamente y la contaminación genética de especies silvestres plantean graves problemas para el medio ambiente y segundo, no se ha podido verificar en promedio un aumento de los rendimientos de las variedades transgénicas frente a las variedades convencionales. Además los desarrollos de cultivos transgénicos comerciales han sido realizados por las grandes empresas del sector agroquímico, que monopoliza actualmente las ventas de semillas modificadas genéticamente. Estas enseñanzas hacen pensar que este mismo modelo exportado a los países del sur no aportaría grandes mejoras a sus agriculturas, su desarrollo y su independencia en cuanto a su abastecimiento en alimentos.

Aún en el caso de que los cultivos transgénicos pudieran aportar mayores producciones, en las condiciones actuales de organización de los mercados, un aumento de la producción no serviría para abastecer a los más necesitados. En efecto, el problema del hambre no se debe a una producción agrícola escasa sino al mal reparto de los recursos y los temas de acceso y distribución son mucho más importantes que el volumen de alimentos producidos y por lo tanto que un "arreglo tecnológico" de los cultivos. Por ejemplo, el 78% de los niños menores de 5 años desnutridos en el Sur viven en países con excedentes en alimentos.

La agricultura tecnológica, en particular biotecnológica, está basado en investigaciones costosas, elitistas y dominadas por la industria e ignora los factores sociales imprescindibles para un desarrollo sostenible de los países del sur. Al revés, es necesario dar un papel de primera importancia a los agricultores para el mejoramiento de sus cultivos sin que dependan de grandes empresas.

Argentina proporciona un buen ejemplo de lo que podría pasar si se generalizase los cultivos transgénicos en estos países. Desde 1996, Argentina ha adoptado los cultivos transgénicos con más entusiasmo que cualquier otro país excepto EE.UU. Actualmente es el segundo productor de soja modificada genéticamente en el mundo. Prácticamente el 100% de sus 13 millones de hectáreas de soja se siembran con soja Roundup Ready de Monsanto. Sin embargo, la mitad de la población (18 millones de personas de un total de 37) se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. Cientos de miles de niños están desnutridos.

Esta paradoja encuentra su origen en que la inmensa mayoría de la producción está destinada a la exportación, con beneficios que no recaen en el conjunto de la sociedad. Además la enorme expansión del cultivo de la soja en el último cuarto de siglo ocurrió a expensas de los cultivos tradicionales y de la producción de ganado y obliga ahora a Argentina a importar muchos productos alimentarios de primera necesidad. Unas 160.000 familias de pequeños agricultores argentinos abandonaron sus tierras en la última década, incapaces de competir con los grandes propietarios. La soja transgénica sirvió para exacerbar esta tendencia hacia la agricultura industrial, acelerando la pobreza.

Si se sigue el rumbo emprendido en los últimos años, la agricultura biotecnológica no ayudará a resolver los problemas de pobreza de los países en desarrollo e incluso podría plantear serias barreras a la seguridad alimentaria en términos de acceso a los alimentos en muchas regiones. Como dijo Albert Einstein, no se pueden resolver los problemas con el mismo nivel de razonamiento que los ha creado.

La autora es Coordinadora del Área de Biotecnología - Amigos de la Tierra España

Fuente: Radio Mundo Real

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