En las últimas dos décadas Guatemala se convirtió en uno de los mayores exportadores de aceite de palma del mundo. Y en ese proceso, los productores nacionales crearon un relato: la palma guatemalteca no ha sido tan perjudicial para el medio ambiente como la asiática. Acá las plantaciones no sustituyeron selvas. Esto es cierto, en parte. Pero estudios recientes también ponen de relieve que la deforestación relacionada con la palma, sobre todo en Petén, no ha sido menor. Según estas estimaciones, algunas grandes plantaciones se asientan, hasta en un 39%, sobre tierras que solían ser bosque.