Manifiesto de Xochimilco. Los campesinos mesoamericanos contra la dictadura del mercado y por una integración regional desde los pueblos

Por (*)

"Estamos en pie de lucha los indios, los afroamericanos y los mestizos; los campesinos, los obreros, los empleados y los pequeños empresarios; las mujeres y los hombres; los jóvenes y los viejos. Por eso el pueblo todo de Mesoamérica, está en pie de lucha. Una lucha contra el imperio y por la soberanía de los pueblos, una lucha contra el capitalismo salvaje y por un desarrollo incluyente y justiciero, una lucha de resistencia pero también de propuesta"

En Mesoamérica vamos para un cuarto de siglo de políticas neoliberales de apertura comercial y desregulación; apuesta suicida por la globalización económica asimétrica y desleal, que atenida a una agroexportación a la postre ruinosa, desmanteló nuestra agricultura de granos básicos empobreciendo y expulsando del campo a los pequeños y medianos productores. Primero los acuerdos del GATT, luego los de la OMC y finalmente los tratados comerciales, nos llevaron a suprimir apoyos al sector agropecuario y políticas de fomento a la producción de alimentos básicos.

El resultado ha sido catastrófico: la decisión de nuestros gobiernos de hipotecar el desarrollo, cancelar la posibilidad de una integración regional y conducirnos desarmados y en desventaja a un mercado que no tiene nada de "libre" pues está dominado por los intereses comerciales de los países poderosos y por las trasnacionales, nos ocasionó fuertes daños políticos, económicos, sociales y ambientales. Para empezar, sacrificamos nuestra presunta condición de naciones soberanas, nuestras economías quedaron arrasadas y lo restante fue desnacionalizado. Sólo en lo tocante al mundo rural este es el recuento de los daños:

Retroceso productivo. En casi todos nuestros países el sector agropecuario perdió dinamismo. Caída que en términos comparativos no fue aun mayor, porque en el mismo lapso también se estancó el resto de nuestra producción. Y es que el desarme económico unilateral de nuestros países no sólo nos golpea a nosotros, también arruina y muchos pequeños y medianos empresarios.

Dependencia alimentaria. Al renunciar a la soberanía alimentaria, pues los acuerdos y tratados comerciales no nos permiten proteger y fomentar nuestra producción agropecuaria de básicos, perdimos seguridad en el rubro de la alimentación popular, que de manera creciente depende de importaciones. Así Centroamérica importa el 40% del maíz que consume, y México el 22%.

Dependencia laboral. Al abrir las puertas a importaciones subsidiadas, al tiempo que se suprimían unilateralmente los subsidios a la agricultura campesina, que junto con el trabajo a jornal en las plantaciones ocupa al sector más pobre de la población, perdimos soberanía y seguridad laborales, de modo que cada día más mesoamericanos tenemos que escapar de países estragados donde no encontramos un trabajo digno. Y es que en Centroamérica la importacion de alimentos básicos, que antes se producían aquí, ocasionó la pérdida de un millón de empleos agrícolas, mientras que en México por el TLCAN se perdieron en el campo dos millones de puestos de trabajo.

Daño biológico y ambiental. La introducción de maíz transgénico estadounidense contamina nuestra semillas criollas. Las importaciones madereras arruinan nuestra silvicultura sustentable y orillan a la explotación destructiva del bosque. La caída de los precios del café induce la conversión de huertas biodiversas de montaña a milpas y pastizales insostenibles. El abuso de agroquímicos dañinos, comercializados por las trasnacionales, envenena la tierra, el agua y el aire; pero también envenena al campesino, al jornalero y al consumidor.

Pérdida de la calidad e inocuidad alimentarias. El desplome de nuestra producción de básicos, nos hizo depender de alimentos importados, que para el consumidor final son caros, de mala calidad nutricional y en ocasiones dañinos para la salud.

Expansión del narcocultivo. La cancelación de alternativas económicas nos empuja a adoptar estrategias de sobrevivencia delincuenciales, pues sólo en siembras como la mariguana y la amapola tenemos "ventajas comparativas".

Reaparición de la guerrilla. El fracaso o agotamiento de las vías de emancipación campesina a través de la organización productiva, desbrozó el camino de la violencia, que para algunos aparece como única opción libertaria disponible.

Así, la apertura comercial que debía llevarnos al progreso ha hecho de Mesoamérica una zona de desastre, marcada por el éxodo incontrolable y las hambrunas recurrentes.

Por todo ello, manifestamos nuestro rechazo rotundo a los tratados de libre comercio establecidos en la región. Presuntos "acuerdos" sin respaldo de la población, que sólo favorecen intereses transnacionales. Rechazamos también el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que el gobierno de los Estados Unidos pretende imponer al continente, pues es la llave de una nueva colonización, una carta de derechos del gran capital, un marco jurídico supranacional encaminado a dar seguridades a los saqueadores. En particular, los campesinos mexicanos rechazamos el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que nos condena a la extinción, y los campesinos centroamericanos repudiamos el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, un criminal y suicida acuerdo con la mayor potencia mundial, que no sólo debemos resistir, sino que debemos derrotar, cuando aun estamos a tiempo.

Exigimos, además, que se excluyan los temas agropecuarios de las negociaciones de la OMC y de los acuerdos de libre comercio. Porque el campo es mucho más que un sector de la producción de mercancías y cuestiones como la alimentación, el empleo, el medio ambiente y la cultura no pueden ni deben someterse a las normas del "libre mercado".

Por último, rechazamos el Plan Puebla-Panamá, por ser venta de garaje de nuestras riquezas humanas y naturales, alimentada por enormes inversiones en infraestructura, pensadas en función de las necesidades del capital y no de los mesoamericanos.

Los representantes de las 31 organizaciones, coordinadoras y redes, de Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Cuba y México, participantes en el taller: Los indígenas y campesinos mesoamericanos frente a los tratados comerciales: por una integración regional equitativa, convocado por el Movimiento Indígena y Campesino Mesoamericano (Moicam), y la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, conforme al plan de trabajo convenido en el Tercer Encuentro Campesino Mesoamericano, realizado en Tegucigalpa, Honduras, en julio del 2003, manifestamos ante todo que:

Los campesinos tenemos derecho a recibir precios justos que retribuyan íntegramente el valor directo e indirecto de lo que producimos. Pero proclamamos, también, que no trabajamos movidos ciegamente por el afán de la ganancia. Nosotros laboramos para satisfacer necesidades humanas: cosechamos alimentos para comer, fibras para vestir, madera para hacer muebles y flores para alegarnos. Con los demás trabajadores, los campesinos somos el sostén de la vida. Y, claro, los campesinos vendemos lo que producimos de sobra y compramos lo que nos hace falta, pero no rendimos culto al mercado ni queremos ser sus esclavos. Para nosotros el mercado debe ser un medio, no un fin; un lugar de encuentro no un campo de batalla.

Por eso decimos: otra Mesoamérica es necesaria, otra Mesoamérica es posible.

1.- Frente a la desnacionalización y la exclusión, los campesinos proponemos una integración regional solidaria y desde los pueblos.

Los tratados comerciales, y más aun los acuerdos inicuos que se nos han impuesto, como el TLCAN, el TLCCAEEUU, y los que existen entre México y algunos países centroamericanos, no son factor de integración sino de desintegración, no son vía de inclusión en una entidad mayor sino de exclusión económica y social. Por eso los indígenas y campesinos mesoamericanos rechazamos estos acuerdos, y a cambio impulsamos una integración regional alternativa: una articulación no sólo económica sino también social; una articulación que tome en cuenta las diferencias y las compense; una articulación en la solidaridad y la cooperación y no en la competencia; una articulación no únicamente desde los gobiernos sino también, y sobre todo, desde los pueblos.

2.- Frente a la destrucción y descalificación de nosotros y nuestras cosechas, reivindicamos el valor del trabajo campesino.

Porque los pequeños y medianos agricultores no sólo producimos comida y vestido; también cosechamos aire puro, agua limpia, tierra fértil y diversidad biológica; y creamos cultura: infinidad de lenguajes, vestimentas, peinados, juegos, cantos, bailes, sabores y decires. Además, durante muchas décadas ofrecimos alimentos y mano de obra baratos al servicio del crecimiento de la industria, y en las crisis fuimos el mejor seguro de desempleo, pues proporcionábamos trabajo, autoabasto e ingresos. Por eso demandamos que se reconozca la multifuncionalidad campesina: las numerosas y decisivas aportaciones del campo a la vida humana.

Porque los campesinos no queremos compasión ni pedimos limosna. Los productores rurales tenemos compromisos económicos, sociales, ambientales y culturales con nuestros pueblos, con nuestros países, con nuestra región. Y queremos cumplirlos. Pero para poder hacerlo necesitamos condiciones adecuadas. Condiciones que hoy no existen.

3.- Hacia una nueva y verdadera reforma agraria mesoamericana.

Los campesinos sostenemos que la tierra no es una mercancía. La tierra es la condición que hace posible nuestro trabajo productivo, pero la tierra son también sus recursos superficiales y profundos, y la tierra es el territorio de las autonomías indias y los autogobiernos negros y mestizos. Pero ante todo, la tierra es raíz, es vida, es cultura.

El suelo, junto con el agua, los bosques y la biodiversidad toda; así como los saberes agrícolas, la medicina tradicional y la cultura indígena, son bienes colectivos, son patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad. Entonces, el derecho a la tierra y los demás recursos es asunto de justicia y no de dinero. Por eso los trabajadores del campo mesoamericano rechazamos la pretensión del Banco Mundial y otros organismos multilaterales y gobiernos nacionales, de reducir la Reforma Agraria al otorgamiento de créditos para comprar tierra.

La tierra es recurso natural y medio para producir, pero también el lugar donde los pueblos tenemos nuestra historia y nuestra cultura. Entonces la Reforma Agraria del tercer milenio no sólo reivindica parcelas para los campesinos como productores, demanda el reconocimiento de nuestros territorios. Ámbitos de gestión y gobierno, que en el caso de los pueblos indios son ancestrales y anteriores al establecimiento de los estados nacionales y de su derecho.

4.- Recuperar la soberanía y seguridad alimentarias.

Un pueblo que no tiene asegurada su alimentación es un pueblo sometido. Es por eso que mediante tratados de libre comercio, exportaciones a precios de dumping y programas de "ayuda alimentaría", los países poderosos y sus transnacionales están empeñados en una guerra por desmantelar las agriculturas de los países económicamente débiles. Así, la comida se volvió arma de los imperios; potencias que protegen y subsidian sus agriculturas, mientras a nosotros nos imponen la apertura comercial, arrasando cultivos, arruinando campesinos y poniendo de rodillas a naciones incapaces de emplear a su población y producir sus alimentos.

Por eso los campesinos mesoamericanos luchamos por la soberanía alimentaria, entendida como el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de bienes básicos; pero también como el derecho a un trabajo y un ingreso que nos permitan acceder con dignidad a una alimentación adecuada y suficiente. Y en nuestros países el derecho a la alimentación sólo se garantiza respetando y promoviendo los modos campesinos e indígenas de producción agropecuaria, forestal, pesquera, artesanal; así como nuestros sistemas de comercialización y de gestión de los espacios rurales.

Repudiamos, entonces, la introducción y el uso de organismos genéticamente modificados, tanto por sus impactos en nuestras reservas biológicas y en la salud de los consumidores, como por que remachan nuestra dependencia respecto de las transnacionales productoras de semillas y agroquímicos. Como pueblos de maíz nos agravia particularmente la contaminación de los maíces criollos con transgénicos, daño que se comprobó en México y seguramente está presente en otros países de la región que también recibimos "ayuda alimentaria" e importamos granos estadounidenses.

5.- Por los derechos del que migra, pero también por el derecho de no migrar.

Nuestros países se están vaciando. Sin trabajo, sin ingresos y sin futuro, muchos campesinos emprendemos el camino del éxodo, un peregrinar que ya no es sólo estacional y relativamente cercano, sino distante y con frecuencia definitivo. Hay en nuestra región países que viven de exportar ciudadanos y de las "remesas" en dólares que los migrados envían. Esto es una vergüenza.

Para nosotros la emigración forzada por la miseria es un cáncer que deber ser combatido y erradicado antes de que nos destruya como naciones. Pero, entre tanto, el éxodo campesino y de otros sectores es un hecho, y debemos reivindicar los derechos humanos y laborales de los migrantes. Derechos sistemáticamente violados, no sólo por gobiernos lejanos como el de Estados Unidos, sino también por las autoridades de nuestros propios países. En particular por el gobierno mexicano, que se comporta frente a los migrantes centroamericanos como policía y cancerbero de los yanquis.

Pero no podemos conformarnos con pelear por una migración con rostro humano. Así como luchamos por el derecho de los mesoamericanos a la alimentación y por la soberanía alimentaria, luchamos también por el derecho de nuestros pueblos al trabajo y por la soberanía laboral. Porque un país que no puede garantizarle a sus ciudadanos un empleo digno y bien remunerado, un país que para sostenerse debe "exportar" a sus jóvenes, un país que vive de los ahorros que su población trasterrada envía de regreso a sus familiares, es un país sin soberanía ni vergüenza.

Sabemos que los flujos migratorios sólo van a disminuir, y a perder su carácter compulsivo, cuando en los países y regiones que hoy nos expulsan existan condiciones de vida dignas y expectativas de progreso. Y crear estas condiciones supone impulsar un desarrollo hacia adentro y no sólo hacia fuera, un desarrollo comprometido con la creación de empleo y con la distribución más justa del ingreso. En particular un desarrollo que reactive la agricultura campesina y la producción alimentaria.

6.- Contra la privatización de la vida.

La diversidad biológica, pródiga en Mesoamérica, es nuestra principal herencia y patrimonio. Preservarla y restaurarla, pero también aprovecharla productivamente, es responsabilidad mayor de los campesinos mesoamericanos. Por eso rechazamos el establecimiento de patentes sobre códigos genéticos y saberes comunitarios. Los repudiamos por que privatizan la vida, que pasa a ser una mercancía más, y por que nulifican el derecho de las comunidades rurales y campesinas mesoamericanas al usufructo de los recursos genéticos y la biodiversidad. Por eso luchamos por el respeto a los saberes tradicionales que son patrimonio de las comunidades: conocimientos de creación colectiva y disfrute compartido que no deben caer en manos de corporaciones que trafican y especulan con ellos. Por eso repudiamos, también, la privatización del agua dulce, recurso cada vez más contaminado y escaso que es base de todas las formas de vida.

7.- Por los derechos de la mujer campesina.

Las mujeres del campo tenemos derechos, no sólo reproductivos, también económicos, laborales, sociales, políticos, agrarios... Derechos disminuidos o de plano negados, tanto por las sociedades nacionales, como por las comunidades agrarias, las organizaciones sociales y en el ámbito familiar. La labor de las mujeres campesinas no ha sido reconocida, de modo que el valor de nuestro trabajo no se refleja en el precio de los productos. Y tampoco se reconoce nuestra aportación primordial a la conservación de las semillas y de los saberes agrícolas, culinarios, artesanales, festivos.

Por todo ello luchamos por ser vistas, escuchadas y tomadas en cuenta. Queremos lograr que la democracia, la justicia y la equidad empiecen por el hogar, pero que se extiendan a la comunidad, la organización, el país; que se extiendan a Mesoamerica toda, una región que tiene rostro de mujer.

8.- Por el reconocimiento de los derechos autonómicos de los pueblos indios.

Durante mas de cinco siglos los pueblos originarios del continente americano fuimos oprimidos y humillados casi hasta la extinción. Hoy los indios de Mesoamérica, el corazón étnico del continente, nos hemos puesto en pie reclamando todos nuestros derechos: los políticos, los socioeconómicos, los culturales.

El alzamiento zapatista en el estado mexicano de Chiapas, colocó en primer plano la urgente necesidad de reconocer los derechos autonómicos de los pueblos autóctonos. Lo que significa reconocer nuestro territorio, nuestras normas políticas y jurídicas, nuestros saberes y prácticas productivas, nuestra lengua y cultura.

Los indígenas y campesinos mesoamericanos hemos dicho ¡basta!

Ya no queremos ser caudal de votos, titular de nota roja, carne de presidio, rebaño de acarreo, clientela caciquil, tema de oratoria, oportunidad de corruptos, objeto de asistencia y asunto folclórico. Los campesinos tenemos una responsabilidad con el resto de nuestros pueblos y con nuestros países. Queremos cumplirla, pero también exigimos un espacio digno en el futuro de Mesoamérica.

Los campesinos queremos seguir cosechando alimentos sanos para todos; queremos seguir generando empleo e ingreso para millones de mesoamericanos; queremos seguir cuidando los recursos naturales que nos dan aire puro, agua limpia, tierra fértil y diversidad biológica; queremos mantener y desarrollar nuestra cultura y nuestros usos y costumbres indios, afroamericanos y mestizos, que son orgullo nuestro y patrimonio de todos; queremos impulsar nuevas formas de convivencia democrática.

Por eso estamos en pie de lucha los indios, los afroamericanos y los mestizos; los campesinos, los obreros, los empleados y los pequeños empresarios; las mujeres y los hombres; los jóvenes y los viejos. Por eso el pueblo todo de Mesoamérica, está en pie de lucha. Una lucha contra el imperio y por la soberanía de los pueblos, una lucha contra el capitalismo salvaje y por un desarrollo incluyente y justiciero, una lucha de resistencia pero también de propuesta.

Por eso los trabajadores del campo mesoamericano decimos:

¡Otra Mesoamérica es necesaria!

¡Otra Mesoamérica es posible!

Además, los asistentes al Taller repudiamos el militarismo yanqui en todo el mundo y en particular la guerra en Irak, y nos manifestamos contra su criminal bloqueo al pueblo y gobierno de Cuba, contra sus agresiones al pueblo y gobierno de Venezuela y contra su intervención militar en Haití.

Finalmente, los asistentes al Taller saludamos la Segunda Jornada Nacional por la Soberanía, el Crecimiento Económico, el Empleo y la Distribución Equitativa del Ingreso, impulsada por el Frente Sindical, Campesino, Social y Popular, y participaremos en la marcha al Zócalo de la Ciudad de México, con se inicia.

México, 10 de Marzo del 2004

Atentamente,

(*) Por México:

Movimiento "El Campo no Aguanta Más", Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector Social (AMUCSS), Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), Coordinadora Estatal de Productores Cafetaleros de Oaxaca (CEPCO), Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, A.C (CIOAC), Coalición de Organizaciones Democráticas Urbanas y Campesinas, A.C (CODUC), Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), Central Campesina Cardenista (CCC), Frente Democrático Campesino de Chihuahua (FDCChih), Red Mexicana de Organizaciones Campesinas Forestales (RED MOCAF), Unión Nacional de Organizaciones en Forestería Comunitaria (UNOFOC), Unión General Obrero, Campesina y Popular (UGOCP), Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA); Coalición de Organizaciones Autónomas del Estado de Chiapas (COAECH); Alianza Mexicana por la Autoderterminación de los Pueblos (AMAP); Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo (UCIZONI - Oaxaca); Organizaciones Indias por Derechos Humanos en Oaxaca (OIDHO); Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ - Chiapas); Instituto Maya; Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio (RMALC); Equipo Pueblo.

Por Centroamérica:

Vía Campesina (Internacional); Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC); DIGNAS (El Salvador); Asociación de Trabajadores del Campo ATC - Nicaragua); Asociación de Organizaciones Campesinas Centroamericanas para la Cooperación y el Desarrollo (ASOCODE); Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP - Cuba); Mesa Nacional Campesina (Costa Rica); Consejo Coordinador de Organizaciones Campesinas (COCOCH -Honduras); Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC-
Guatemala). Enrique Pérez S. (Coordinador de Prensa de Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo, ANEC) 56-61-59-14 56-62-92-97 56-61-59-09 (fax) 044-55-31-14-82-09, E-mail: comandante723@yahoo.com.mx

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