¿Por qué debemos luchar contra el agronegocio?

"El agronegocio es una rama del capital financiero, especialmente de bancos y corporaciones transnacionales, que busca implementar un modelo de negocio que controla la agricultura mediante la producción de semillas modificadas, el uso de pesticidas y otros insumos agrícolas, la mecanización intensiva y otras tecnologías agrícolas “modernas”, y la explotación de recursos naturales (tierra, agua, minerales). Esto, por lo tanto, constituye el agro – hidro- minero negocio".

Texto traducido del portugués  Por que devemos combater o Agronegócio?

¿Por qué debemos criticar el modelo del agronegocio? Esta pregunta persiste tras los polémicos episodios ocurridos en torno a la IV Conferencia Universitaria en Defensa de la Reforma Agraria (JURA), celebrada en junio de este año en la Universidad Estatal de Maringá (UEM). El lema fue: “Defender la vida, combatir el agronegocio”. Un evento organizado por profesores y movimientos sociales con un objetivo claro: visibilizar las contradicciones del agronegocio y promover la agroecología. Este evento académico generó revuelo en la universidad, en la ciudad y en redes sociales, como si la agricultura fuera una “divinidad” incuestionable.

Es necesario distinguir entre lo que entendemos por agronegocio y lo que es la agricultura familiar. Para algunos, sin duda son lo mismo. El agronegocio insiste en que abarca todo lo que existe en el campo, pero existe una enorme brecha entre ambos modelos.

El agronegocio es una rama del capital financiero, especialmente de bancos y corporaciones transnacionales, que busca implementar un modelo de negocio que controla la agricultura mediante la producción de semillas modificadas, el uso de pesticidas y otros insumos agrícolas, la mecanización intensiva y otras tecnologías agrícolas “modernas”, y la explotación de recursos naturales (tierra, agua, minerales). Esto, por lo tanto, constituye el agro – hidro- minero negocio.

La agricultura familiar está compuesta por pequeños productores que se ganan la vida con el trabajo familiar en el campo y producen diversos cultivos para el mercado interno. Generalmente carecen de acceso a las tecnologías actuales, no porque no las deseen, sino porque la investigación pública y privada no crea tecnologías que satisfagan sus necesidades. Además, los alimentos básicos de la población brasileña son arroz, frijoles, verduras, frutas, yuca, papas, productos de harina y carne. Todos los alimentos que componen la mesa de la población son producidos por pequeños agricultores.

Nada mejor que la ciencia y la realidad para desenmascarar las falacias del argumento hegemónico, marcado por la propaganda de que “la agricultura es pop, es tecnología, lo es todo”, o incluso por la propaganda del actual gobierno estatal: “Paraná, el supermercado del mundo”.

Examinemos los datos. Si analizamos los productos agrícolas estandarizados para la exportación —los llamados “commodities”—, vemos que el agronegocio solo produce soja, maíz, pollo y caña de azúcar en Paraná. En términos de superficie cultivada, la soja, el maíz y la caña de azúcar ocupaban un territorio de poco más de 9 millones de hectáreas, de un total de 11.353.922 —más de 11,3 millones de hectáreas, aproximadamente el 80% de la tierra cultivable del estado en 2023, según datos publicados por el IBGE—. Es improbable que Paraná se convierta en el supermercado del mundo que exporte solo cuatro productos.

La agronegocio en Brasil aún presenta una peculiaridad: la Ley Kandir creó las condiciones para que la agricultura quedara exenta del pago de impuestos a las exportaciones. Además de esta burla a la población brasileña, el agronegocio recibió R$516.200 millones del gobierno brasileño para la cosecha 2025/2026 para cubrir costos e inversiones en producción de medianos y grandes productores. En resumen, necesita del gobierno brasileño para producir.

¿Adónde va todo este dinero? Estos fondos se destinan principalmente a gastos de inversión y producción, como la compra de tractores, semillas, fertilizantes sintéticos y pesticidas químicos clasificados como herbicidas, fungicidas e insecticidas, que benefician a grandes productores y grandes empresas del agronegocio. En ocasiones, también utilizan estos fondos políticamente, promoviendo campañas, financiando campañas para el Congreso e incluso intentando golpes de Estado, como ocurrió el 8 de enero de 2023, patrocinado por productores del agronegocio.

A la factura agrícola se suma la contaminación causada por las más de 130.000 toneladas de pesticidas utilizados en la agricultura, según datos recopilados por Embrapa. Solo Paraná, según las noticias, es el segundo mayor consumidor de pesticidas, representando el 16% del consumo nacional. La sociedad sufre los efectos y paga la factura.

El agronegocio no es una entidad intocable ni incuestionable, y debemos debatir y combatir los impactos que este modelo tiene en la sociedad, el medio ambiente debido a la cantidad de venenos (agroquímicos) utilizados en la producción agrícola convencional y la deforestación de los bosques para expandir la soja, el maíz y la ganadería. Combatir el agronegocio no se trata de combatir a los agricultores, sino de combatir un modelo destructivo.

Ojalá se celebren otras JURAs en la Universidad Estatal de Maringá, UEM, por el derecho al debate público sobre lo que interesa y es relevante para la sociedad. Después de todo, no podemos normalizar la idea de un modelo agrícola que no contribuya a la preservación del medio ambiente ni a la producción de alimentos para el pueblo brasileño. Y las universidades son espacios fundamentales en este debate.

Antonio Kanova Junior es periodista y coordinador de la Escuela de Agroecología Milton Santos, y Nílciney Toná es miembro del Sector de Producción y Medio Ambiente del MST-PR.

Fuente: La Vía Campesina

Temas: Agronegocio

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