Colapso ambiental capitalista

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¿Qué habrá en común entre los deshielos en los polos, el hambre en el mundo, los ríos que matan por su contaminación, el aire irrespirable que inhalamos millones de personas, la epidemias y pestes, la contaminación transgénica, los despojos a los territorios y la apropiación por unos cuantos en el mundo de los recursos naturales más elementales para la vida?

Las formas de vida en el planeta están debiendo hacer frente a ataques mortales ordenados en medio de complejidades caóticas. Son ataques que contaminan la convivencia global, las estructuras de poder de los Estados, los mecanismos nacionales normativos, la aplicación de estrategias gubernamentales que reflejan la contaminación que viene de la esfera global, contaminan las relaciones sociales que se vuelven egoístas, desconocen sus raíces, sus lugares sagrados, cambia su forma de ver el mundo para integrarse a la sociedad de consumo.

Cuando ese espiral de destrucción pasa del nivel global al de los individuos, es cuando es destruida la vida de un hijo por el cáncer causado por la contaminación en el río, por el veneno de la minera, por el hambre, es atacada la convicción de que la tierra está viva, es vulnerado el espíritu. Alrededor vemos el sistema que, completo, se colapsa y en medio de esa guerra los individuos se renacen en resistencias.

El embate neoliberal contra toda forma de vida se vuelve cada vez más agresivo en un contexto en que se desarticulan los eslabones que le dan sentido a la telaraña de telarañas que es el sistema global capitalista, un sistema complejo hecho de varios subsistemas aparentemente aislados que se conjuntan en un misma cloaca. Sistemas hechos por los poderes de un verdadero “estado fallido”, donde abunda la pudrición en sus poderes fácticos empresariales y privatizadores, representados en la Suprema Corte de Justicia, en el Congreso de la Unión y los Congresos estatales, en la Cámara de Senadores y en los poderes ejecutivos de los tres niveles de gobierno, en los juzgados civiles, penales, agrarios, en todos los partidos políticos que hoy salen a burlarse nuevamente de la gente al pedir su voto.

Un sistema de sistemas que aunque aparentemente aislados al juntarse dan lugar a ejes esenciales para su funcionamiento, son sus cuatro ruedas el despojo, la explotación, el desprecio, y la represión, con sus birlos básicos que son la corrupción, la avaricia, el crimen organizado y el shock social.

Al mismo tiempo, la producción de alimentos “de a mentiritas” que nos hacen pasar por comida ha hecho que vivamos en un planeta en el que conviven mil millones de hambrientos, otros mil millones de obesos desnutridos, clientes cautivos de las farmacéuticas que son las mismas firmas corporativas que producen los agrotóxicos y los mutantes genéticos que son los transgénicos, que por disposición oficial están inundando el país, sus pueblos, sus personas, sus sistemas orgánicos, su espíritu.

Paralelamente, los campos se están quedando solos por el despojo de que son objeto los agricultores, por la guerra comercial que los obliga a migrar. Simplemente hace 60 años había en Estados Unidos más de 6 millones de granjeros y ahora quedan 2 millones.

En los últimos 10 años, la devastación ambiental ha provocado daños económicos a México equivalentes a 10 por ciento del producto interno bruto (PIB), son cada vez más comunes los eventos climáticos extremos, la contaminación atmosférica y elevación de la temperatura.

Proliferan enfermedades como la influeza porcina, la malaria, el paludismo y el dengue, enfermedades que nos quieren hacen pensar que están controladas en el país, para ocultar los graves efectos que ha tenido un sistema sanitario amenazado de muerte por la mercantilización de la salud, de la falta de mecanismos para entender los efectos locales del capitalismo y su engendro el calentamiento planetario.

La voracidad de ese monstruo sistémico hace que la agricultura intensiva esté acabando con los suelos en todo el mundo, convirtiéndolos en cadáveres que sirven de sustrato a la producción industrial que a cuestas del envenenamiento de la tierra, el agua y la gente, ha triplicado su producción en los últimos 10 años y el número de personas con hambre aumenta exponencialmente.

En el diccionario un “colapso” está definido como “un sistema que se desestabiliza hasta la desarticulación de cada parte. Un daño exponencial que no se termina hasta que todo esté destruido”. Un cuerpo que se está colapsando es uno que se está muriendo y todos sus sistemas están cayendo. A ese cuerpo sólo le queda la respuesta de su sistema inmunológico, lo que su propio cuerpo pueda construir para detener la inminente destrucción.

Existe un colapso medioambiental, reflejado en múltiples afectaciones a los pueblos, devastaciones que tienen algo en común, las resistencias que en ellas se forman y que se organizan al margen del sistema moribundo, en un mundo que lo sostienen quienes saben que es sagrado y que su vida como planeta, como nuestra madre tierra que es, no está en venta. Somos pues, el sistema inmunológico de un cuerpo enfermo, la enfermedad es el cáncer capitalista.

Fuente: La Jornada de Michoacán

Temas: Crisis capitalista / Alternativas de los pueblos

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