“Un modelo de ocupación del territorio y pérdida de soberanía”

Idioma Español
País Argentina

“Resistiendo al modelo agrobiotecnológico”, es el título del libro escrito por médica María del Carmen Seveso, activa investigadora y denunciante de los impactos del agronegocio en el Chaco. Integrante de la Red de Salud Popular Ramón Carrillo, la autora relata con precisión las consecuencias sanitarias del uso de agrotóxicos, las luchas en los territorios y la complicidad de los gobernantes. Fue editado por CB Ediciones.

El relato reiterado acerca de la pérdida de la biodiversidad, la soberanía sobre el territorio y el daño en la salud de las poblaciones presentes y sus generaciones futuras en la provincia del Chaco, -y en todo el territorio de la región- ocasionados por el modelo agrobiotecnológico, intentó ser un llamado al poder político y a sus instituciones, quienes con sus decisiones podían revertir un estado de cosas en la que todos los actores ya nos encontrábamos en calidad de víctimas sin alternativas.

Décadas de denuncias no modificaron el discurso y las medidas adoptadas por los gobiernos, que se someten al poder de las multinacionales y a la corporación agroindustrial que sin piedad exige sus beneficios.

Son los damnificados, pobladores que sufren las fumigaciones, los que consumen productos contaminados y los trabajadores expuestos, quienes empoderados pueden modificar estas condiciones y en alguna medida lo están haciendo. Contribuir con información es una estrategia válida.

Con este trabajo quiero hacer un aporte más a esta lucha por evitar que el modelo exterminador continúe acentuando el daño que está ocasionando a la vida en su origen, manipulando el ADN (y ahora el ARN) y a partir de ahí a todo lo que está vivo, utilizando biocidas que nadie hubiese imaginado para tratar productos que van a ser alimentos.

Este texto trata de describir cómo nos fuimos dando cuenta, en mi caso varios años después de instalado el modelo y su aplicación en el territorio, y lo que hicimos a continuación para demostrar que lo que observábamos y decíamos era verdad.

Buscamos información, investigamos, indagamos en publicaciones de otros que habían demostrado en diferentes aspectos el daño y la relación con la agresión que se estaba sufriendo. Tomamos imágenes, acompañamos denuncias, volvimos a investigar con nuevas herramientas, porque ya pasaron 24 años y las pruebas son irrefutables, a pesar de no ser admitidas por quienes son directamente responsables: los que definen las políticas de producción y también de salud.

Recordar la historia mediata de Chaco y su producción agro-forestal, y en ese contexto la desigualdad y el sometimiento a los pueblos originarios y luego contemplar el accionar de los productores autóctonos, ya que esto explica la pasividad de estas poblaciones ante la llegada de un modelo agrobiotecnológico de ocupación del territorio y pérdida de soberanía, que se sostiene en el tiempo a pesar de los graves daños que está ocasionando.

Cuando pude conocer en detalle como actuaba el agrotóxico estrella (glifosato), que del total de 500 millones de kilos/litros de biocidas utilizados anualmente en el país constituye las 2/3 partes, la preocupación fue tan grande que en la segunda parte del texto describo en detalle todo lo que se sabe de este herbicida. La información es compleja. Traté de hacerla simple y demostrar que tiene perfecta correlación con lo que se dice de las enfermedades prevalentes.

Hablo en primera persona, la veracidad es mi patrón. Todo lo verifiqué exhaustivamente. Espero que sea útil.

Ingresan los transgénicos a la Argentina

El primer paquete agrobiotecnológico ingresa a la Argentina en marzo de 1996, durante el gobierno de Carlos Menen. Firma la resolución el secretario de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Nación, Felipe Solá, en un trámite administrativo que no esperó que organismos de control como el Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal (Iascav –hoy Senasa–) y el Ministerio de Salud evaluaran la seguridad de los productos que iban a ser liberados en este territorio.

El 2 de abril de 1996, el ingeniero Juan Carlos Batista eleva al presidente del Iascav, Carlos Lehmacher, un documento sobre la evaluación del Organismo Genéticamente Modificado (OGM), donde se afirma que para probar su seguridad e inocuidad se deben realizar “ensayos de carácter toxicológico, alergógeno, cancerígeno, teratológico (…) a corto, mediano y largo plazo” (folio 142). Dice que influirán en la calidad de vida de las próximas generaciones y que “este avance en caminos aún desconocidos obliga a que sean desandados con prudencia”.

Esto agrava aún más el delitoporque sin duda lo es. La advertencia (desoída) era muy clara y no admitía la continuidad del proceso.

El expediente administrativo para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto (resistente al herbicida glifosato) tiene apenas 136 folios, de los cuales 108 pertenecen a informes presentados por la misma multinacional estadounidense. Ese trabajo está en inglés y en el apuro por llegar a una decisión predeterminada la Secretaría de Agricultura ni siquiera dispuso su traducción al castellano. Se titula “Safety, Compositional, and Nutricional Aspects of Glyphosayte-tolerant Soybeans («Aspectos de seguridad, de composición y nutricionales de la soja tolerante a glifosato)” y ocupa del folio 2 al 110 del expediente. Felipe Solá se apresuró a firmar la autorización apenas 81 días después de iniciado el expediente, el 25 de marzo de 1996, el mismo día en que los organismos técnicos plantearon serias dudas acerca de sus efectos sobre la salud y solicitaron informes sobre el estado de las autorizaciones en Europa. La resolución de Solá dice que intervino la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía. Pero ese dictamen jurídico recién se firmó tres días después,  el 28 de marzo.

La Argentina llegó a ser, y lo es aún, uno de los principales productores de cultivos genéticamente modificados del mundo, luego de Estados Unidos y Brasil, con 24,5 millones de hectáreas en 2015, lo que representa casi el 14 por ciento del área global de 179,7 millones de hectáreas cultivadas con transgénicos.

En el mundo hay 194 países reconocidos por la ONU, de los cuales 74 países tienen prohibidos los cultivos transgénicos.

Herbicidas, aminoácidos y criminalidad

Todos estos herbicidas actúan inhibiendo la síntesis de aminoácidos. Se los utiliza simultáneamente para potenciarlos y combatir las hierbas resistentes a cada uno de ellos. Se sabe que el organismo de un ser humano cuenta con 22 aminoácidos, algunos de ellos esenciales, que son proteinogénicos, y además forman parte o son precursores de infinidad de mediadores químicos, hormonas, enzimas, imprescindibles para la vida. Si enumeramos los que son afectados por estos biocidas observamos que son la mitad, por ahora.

Los aminoácidos que son captados como parte de los alimentos y que no pueden ser sintetizados por el organismo son denominados esenciales. La carencia de estos aminoácidos en la dieta limita el desarrollo del organismo, ya que no es posible reponer las células de los tejidos que mueren o crear tejidos nuevos, en el caso del crecimiento.

Observamos el daño al sistema que produjo el glifosato, inhibiendo la síntesis de Triptófano, Fenilalanina y Tirosina en su totalidad y parcialmente (50 a 60 por ciento) de Serina, Glicina y Metionina por las plantas y la biota intestinal. También se suma el glufosinato de amonio utilizado en la semilla transgénica llamada «Intacta», que inhibe la síntesis de glutamina. Y nos informan que los nuevos eventos de algodón transgénico son resistentes a Imidazolinonas que inhibe la síntesis de los aminoácidos de cadena ramificada Valina, Leucina e Isoleucina y se conoce que la combinación de estos tres aminoácidos esenciales componen casi la tercera parte de los músculos esqueléticos en el cuerpo humano y desempeñan un papel muy importante en la síntesis de proteínas (reparación y crecimiento).

Es fundamental comprender la criminalidad de quienes saben el daño que están causando a los seres vivos cuando inventan, producen y utilizan en forma masiva estos disruptores de la naturaleza.

Fuente: Agencia Tierra Viva

Temas: Agronegocio, Agrotóxicos, Tierra, territorio y bienes comunes

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