Argentina: detener los desmontes en las yungas

Al pie de las yungas -las selvas de montaña que, en el noroeste argentino, se extienden desde la frontera con Bolivia hasta el límite entre Tucumán y Catamarca- se encuentra el ambiente natural más amenazado de extinción del país

Es la denominada selva pedemontana, que cubría originalmente más de un millón y medio de hectáreas y que hoy subsiste en apenas unas cincuenta mil, siempre sobre suelos de buena calidad, localizadas en las provincias de Salta y Jujuy.

Ese resto de selva pedemontana sigue siendo objeto de un desmonte muy intenso, generalmente permitido por los gobiernos provinciales sin que medien, al respecto, mayores precauciones y ante el notable silencio de las autoridades nacionales. El desmonte -que procura transformar esas extensiones en plantaciones de caña, poroto, algodón o soja- está eliminando toda posibilidad de que las provincias de Salta y Jujuy obtengan réditos considerables a partir del manejo forestal responsable de la selva. En efecto, por lo menos diez especies de árboles que abundan en la selva pedemontana despiertan, hoy día interés forestal. El lapacho rosado, el urundel, el roble y el magnífico cedro salteño son algunas de ellas.

No obstante, cabe tener en cuenta que, más allá de criterios de ventaja inmediata, la selva pedemontana atesora un patrimonio natural de altísimo valor que se está está perdiendo de manera acelerada. Las aves y los mamíferos de mayor tamaño prácticamente han desaparecido: especies que eran comunes en la zona comprendida entre los departamentos de San Martín (Tartagal) y Orán, en Salta, y el de Ledesma, en Jujuy, como el pecarí labiado y de collar, el tapir o el tigre, hoy son muy raras o se han extinguido localmente.

Es, además, una selva que da servicios a la gente. Uno de ellos -la función de amortiguador de torrentes- es clave. Si las precipitaciones continúan aumentando, como lo vienen haciendo en la región, la supresión de la selva pedemontana permitiría anticipar un gran aumento de la erosión hídrica sobre los suelos de la región, así como el incremento de inundaciones en las áreas periurbanas. En el caso de que las lluvias disminuyesen, las áreas que han sido transformadas para la explotación agrícola estaría sujetas a acentuados procesos de desertización, pues al perderse la selva desaparece un factor decisivo para atemperar los efectos climáticos.

No es fortuito que, en el plenario del primer Congreso Argentino de Areas Naturales Protegidas, que se efectuó en marzo de este año, diversos representantes del Estado nacional, de las provincias, de ONG y de instituciones académicas hayan coincidido en solicitar "en forma urgente a la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable y a los gobernadores de Jujuy y de Salta detener por un período de dos años toda actividad de transformación (desmontes) a tierra agrícola de la selva pedementana de las yungas, debido al carácter irreversible del impacto que provoca esta transformación, que a la tasa actual indica una alta probabilidad de extinción de este ambiente".

Los expertos señalan que a la selva pedemontana le quedan no más de cinco años de vida: una suerte de moratoria que frene esa destrucción final y anunciada y permita planificar un mejor uso del terreno en esa región parece tan razonable como urgente.

La Nación, Argentina, 16-7-03

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