Belém no paró de bailar en la apertura del FSM

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Todos los que están aquí han venido porque creen que otro mundo es posible y eso dicen las camisetas, los volantes y las banderas. El mundo al que se aspira en Belém tiene una racionalidad de la que este otro mundo, el globalizado, carece

Atabaques y berimbaus. Miles y miles, sonando a lo largo de la Avenida Presidente Vargas. Ochenta mil personas bailaron bajo una lluvia copiosa que fue invocada minutos antes. No fue ni un milagro ni una casualidad: a esta hora en Belém siempre llueve, pero poco antes de las cuatro de la tarde podía escucharse una voz superponiéndose a otras, invocando a la Madre Tierra. “Elevemos una plegaria a la tierra que amamos, a la tierra que debemos preservar. Señora de la sabiduría, fertiliza. Danos lluvia, que ella traiga amor, alegría, sensualidad.” Cuando el primero de los chaparrones tropicales se soltó sobre la multitud, los gritos y los cantos se multiplicaron en una fiesta un poco loca, desatada, maravillosa. Así empezó, oficialmente, el octavo Foro Social Mundial.

Nadie está solo en Belém. La inscripción del FSM se repetía en camisetas de todos los colores, acompañada de leyendas en todos los idiomas. Las miles de organizaciones de todo el mundo que están participando en los foros paralelos y en el oficial se reunieron ayer por primera vez, después de días de estar repartidas en toda la ciudad, ocupándose de salud, educación, política, gestión cultural, vivienda, género, sindicalismo, medio ambiente y muchos otros temas de los que dependen las vidas particulares de quienes, en la marcha de ayer, no se representaban a sí mismos, sino a las organizaciones a las que pertenecen. Quizá ésta sea la primera lectura de este Foro que ahora, mientras escribo, se enerva en la calle, donde seguirán marchando hasta la Plaza del Operario. Los berimbaus retumban en las paredes. El baile recomienza, los gritos cada vez son más fuertes, la alegría de andar juntos no cabe en los cuerpos, que se abandonan en abrazos. Todos los que están aquí han venido porque creen que otro mundo es posible, y eso dicen las camisetas, los volantes, las banderas, las personas que toman el micrófono.

El mundo al que se aspira en Belém tiene una racionalidad de la que este otro mundo, el globalizado, carece. Los discursos hablan de solidaridad, compromiso, respeto, equidad. Entre hombres y mujeres, entre trabajadores y patronales, entre países, entre cultura y naturaleza. Que el escenario sea Belém pone en primer plano a la Amazonia, que ocupa la tercera parte del territorio brasileño, cuenta con 280 pueblos que hablan más de 200 lenguas diferentes. En materia étnica y ambiental, es un enclave mundial en el que la diversidad es reina.

Lírica y política

“El mundo no es una mercancía. Las mujeres tampoco”; “Yo aborto, tú abortas. Las dos somos clandestinas”. Las paredes de esta ciudad dicen eso, que es lo que vinieron a decir las mujeres brasileñas organizadas. “Que el Mercosur no financie la masacre palestina”, dice otra pared. Y otra, “A los pueblos originarios, salud”. El Foro, este año, será el que mayor concentración de pueblos indígenas contará. Los pueblos del Amazonas, con sus caras pintadas de bermellón y negro, se unirán a los representantes africanos y a los quilombolas, aquellos descendientes de esclavos que alguna vez huyeron a la selva. Hay más de tres mil indígenas de diversas latitudes reclamando por sus derechos y sobre todo por la protección de las especies vegetales de las que dependen sus respectivas medicinas y modos de vida.

Las organizaciones ambientalistas son muchas. Pero, como ayer dijo en un panel la senadora y ex ministra de Medio Ambiente brasileña Marina Silva, “la crisis económica y la ambiental son una misma cosa. La solución debe ser conjunta”. Es que este mundo globalizado que empezó a mostrar la cara monstruosa que muchos se negaban a ver no sólo presuponía una manera de encarar las finanzas o la política. Esa manera de tratar al planeta también entró en su fase terminal. Los recursos naturales que quedan deben ser preservados por instinto de supervivencia, pero aquí esa otra racionalidad incluye no sólo el respeto: también el afecto. Es una racionalidad amorosa que se relaciona con el planeta desde esta premisa: “la Tierra es la gran oprimida”.

“El caos puede ser creativo, sólo depende de nosotros que la crisis se convierta en un salto cualitativo. Por eso esta crisis es buena. Nos obliga a buscar alternativas que incluyan a toda la comunidad de la vida”, dijo a su turno, en un panel matutino del que participaron 9000 profesores de diferentes materias y de varios países, el teólogo Leonardo Boff, una de las voces escuchadas con más reverencia. Boff habló de cinco principios que deben regir un nuevo mundo: sustentabilidad, cuidado, respeto, cooperación y solidaridad. Y habló de virtudes que deben ser revalorizadas e impulsadas: hospitalidad, convivencia, tolerancia.

“Si nos transformamos en el proceso, tenemos la chance de hacer una buena travesía. Si nacemos en el corazón de las grandes estrellas bermellón, entonces nacemos para brillar. La humanidad no fue creada para desaparecer, sino para celebrar la vida. Esa irradiación es el propósito del universo, y también el designio del Creador”, siguió Boff, cuya lírica encaja a la perfección en este clima, en el que es muy fácil tomar aire y creer, creer que es posible, que si somos muchos y lo deseamos intensamente, ese otro mundo está al alcance de nuestros torpes dedos.

Página 12, Argentina, 28-1-09

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