Biopolítica

Por Tomas Abraham

El descubrimiento del genoma humano es parte de una serie de etapas de lo que constituye -probablemente- la mayor revolución científica de los tiempos del nuevo milenio. Lo poco que podemos intuir de esa transformación nos lanza a un mundo cuyo paisaje vital es otro, distinto, siniestro. ¿O acaso no es siniestra la imagen de inmensas poblaciones en las que conviven androides, clonados, humanos clásicos, seres compuestos y una variante cuya diversidad desconocemos? ¿Pero no es también una perspectiva divertida? Porque estar en el umbral de un pasillo cuyo recorrido se pierde en el abismo, ser espectadores de una obra cuyo guión se escribirá durante los años en que ya ni cenizas seremos, nos ofrece el placer de la fantasía. íQué mundo maravilloso les espera a nuestros herederos! Máquinas inteligentes, memorias programadas, cuerpos diseñados para durar, mentes potenciadas, tantos atrevimientos de una episteme liberada de su coraza simiesca, que, al fin, se cumplirá el sueño ancestral: el alma libre, el software sin materia, la energía pura, la intensidad sin lugar. Claro que la gente seria de la ciencia y de la administración no habla de estas cosas. Nos calman o nos inquietan. Nos calman cuando nos garantizan que todo esto sirve para hallar medicamentos que prevendrán enfermedades. La ciencia y sus portavoces político-financieros saben que el Bien hoy se declina con facilidad en términos de Salud. El cáncer, el mal de Alzheimer, hasta la misma esquizofrenia, podrán controlarse interviniendo en nuestro mapa vital. Y además podremos mejorar la especie, producir gente despejada, prometeica, longeva, y de Boca. No sólo dos Barros Schelotto, sino un equipo de once iguales saldrán a la cancha vitoreados por una hinchada también clonada. Lo maravilloso del presente es que nadie puede imaginar el futuro. íLa racionalidad se ha vuelto loca! El nuevo dispositivo de poder es biopolítico. Pero resulta de una trasmutación de las viejas políticas eugenésicas, eutanásicas y demográficas. Lo que percibimos hoy no es un salto al vacío, sino un paso más de un nuevo y gran pie. La revolución industrial necesitó programar un nuevo sujeto social para desplegarse. Este sujeto son las poblaciones, y los cuadros de fecundidad, morbilidad, mortalidad estamparon la radiografía de este cuerpo múltiple cuya vida se debía administrar. Auschwitz fue un laboratorio para diseñar una nueva raza. Hoy las guerras usan a las poblaciones como carnadas para ocupar espacios de poder. Pero la voluntad de poder de la biopolítica de la era informatizada ya no necesitará sangre para su diagrama, será más limpia, probetizada, computarizada, más inoculada.

Diario Clarín, domingo 2 de abril de 2000

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