Colombia: escuelas campesinas que siembran futuro

Idioma Español
País Colombia

En el Valle se han creado 20 centros agroecológicos que se dedican a la conservación de las tradiciones, los mitos y la recuperación de los saberes a través del diálogo. La iniciativa es promovida y ejecutada por la Fundación Fenicia Defensa Natural, Fedena

Los mitos, las leyendas y la recuperación de los saberes tradicionales, a través del diálogo, es uno de los objetivos de las 20 Escuelas Campesinas de Agroecología que funcionan en el centro del Valle.

Este proyecto, que es respaldado por la CVC y las secretarías de Agricultura municipales, es ejecutado por la fundación Fenicia Defensa Natural, Fedena, y tiene como propósito la conscientización de los habitantes del campo en la conservación de sus fuentes de agua, la recuperación de semillas y el uso de plantas medicinales.

Según el antropólogo Guillermo Castaño, presidente de la Fundación Surcos Comunitarios, una de las ONG encargadas de capacitar a las comunidades, cada escuela de agroecología está integrada por diez familias, con un oficio en particular.

El custodio de semillas, como su nombre lo indica, es la persona encargada de recuperar, guardar y conservar las semillas de las variedades de cultivos que sean propias de una región.

El aguador, por su parte, tiene la responsabilidad de cuidar los nacimientos, las quebradas, las aguas lluvias, los embalses y el manejo que la comunidad le debe dar a ese recurso.

“Además de los cultivos acuáticos, como la salvinia, la azola y el buchón”, explicó el antrópologo, quien agregó que cada escuela tiene una riqueza grande en biodiversidad, la cual están aprendiendo a valorar los campesinos.

Dentro de la organización de las escuelas existe el ‘pacho’, cuyo origen se deriva de una voz indígena (pacha mama), madre tierra. Los ‘pachos’ deben conservar los suelos, mejorar la fertilidad y evitar la erosión.

Como parte de la recuperación de los saberes y las tradiciones milenarias, se creó el hierbatero o la hierbatera.

Estos personajes se encargan de la clasificación, siembra y cultivo en sus huertas de las plantas medicinales.

La tradición oral, a través de la cuentería, también tiene un espacio en estas escuelas campesinas que ya se están multiplicando en Tuluá, Buga, Riofrío, Trujillo, El Darién, Restrepo y Sevilla.

En algunas zonas los llaman el historiador o el cuentero y en otras regiones son los duendes.

“Nos encargamos de investigar las historias de la vereda, los mitos, las leyendas, las tradiciones y toda la base cultural de la comunidad”, dijo Elías Gómez, el duende de la vereda La Holanda, en El Darién.

De los embera-chamí se recuperó el vocablo ‘chavarí’, que significa solidaridad, fraternidad, compañero y hermano.

El ‘chavarí’ debe propender por la armonía del grupo, infundir en los demás los valores, los principios y la solidaridad en casos de crisis.

“Si alguien se enferma en la comunidad es como si todos nos hubiéramos enfermado”, dijo Lucero Osorio, la hierbatera de la escuela de agroecología de Río Bravo, en El Darién.

Fernando Álvarez, jefe de la CVC en Tuluá, dijo que “esta es una propuesta de desarrollo humano y rural sostenible, en donde deben estar los componentes cultural, social, político, económico, filosófico, territorial y ambiental”.

El País, Colombia, 21-8-05

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