Confesiones sobre el TLC

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Medicamentos y patentes

Luis Guillermo Restrepo y Emilio García se conocieron en febrero de 2004. Empezaban formalmente las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre Colombia, Perú, Ecuador y Estados Unidos. El primero asesor del Invima y el segundo jefe de la Oficina Jurídica del Ministerio de Agricultura, coincidieron en la mesa de propiedad intelectual. Casi dos años después de un juego a la defensiva, en el que su misión fue evitar las provechosas ventajas que han buscado los norteamericanos en este campo, los dos están por fuera de las negociaciones.

Luis Guillermo renunció el 1 de diciembre. “Mi posición tiene que ver más con la transparencia y el fondo de las cosas. No estoy de acuerdo con aumentar los niveles de protección de propiedad intelectual, porque creo que los que hay son suficientes. No podría aceptar que digan que con mi concurso se ha perjudicado la salud pública”.

A Emilio García lo retiraron de la mesa en octubre de este año. Se mantuvo en silencio suponiendo que el Gobierno no cruzaría las líneas rojas en el tema de agrícola y de propiedad intelectual. Pero la información y los rumores que corren hacen pensar que la voluntad de Estados Unidos se está imponiendo. Su lugar en la mesa lo ocupó la nueva jefa de la oficina jurídica, vinculada hace tan sólo cuatro meses al Ministerio de Agricultura.

Mientras Restrepo, químico farmacéutico de origen paisa, empaca sus pertenencias tras aceptar una propuesta de la Universidad de Antioquia, García regresó al sector privado. Conscientes de su responsabilidad patriótica y las profundas repercusiones que tendría la firma del TLC, tal como está planteado hasta ahora, han decidido contarle al país lo que ha sucedido en las últimas rondas, como quien regresa del frente de guerra con un parte de bajas y victorias.

Roces internos

“Tengo la sensación de que hubo una negociación muy temprana de hacia dónde íbamos a llegar”, dice Luis Guillermo, y añade: “El Ministerio de Comercio empezó a tratar de llevarnos hacia allá y las negociaciones se volvieron más intensas dentro del gobierno que con los gringos”.

García reconoce que a lo largo de estos dos años la negociación más difícil no fue con Estados Unidos, sino con sus compañeros del Ministerio de Comercio, imperturbables en su meta de llevar al país por los caminos del libre comercio.

Medicamentos

El reciente caso de Kaletra, un antirretroviral desarrollado por Abbott Laboratories como última posibilidad para pacientes con sida renuentes a los esquemas terapéuticos existentes, le sirve a Luis Guillermo para explicar lo que estamos negociando en medicamentos.

Este medicamento se ofrece por un valor que ronda los 10.000 dólares tratamiento/año. Sin embargo, los países del área andina lograron negociar su entrada por 8.000 dólares tratamiento/año. La idea de haber logrado un buen negocio quedó desmentida cuando Brasil amenazó a la farmacéutica con otorgar una licencia obligatoria. Es decir, que permitía la producción del medicamento por otras empresas y simplemente otorgaría ciertas regalías al laboratorio. Ante la posibilidad de perder el negocio más grande en Latinoamérica, el laboratorio aceptó vender el medicamento a 3.000 dólares tratamiento/año.

En Estados Unidos los medicamentos están ligados al funcionamiento de Wall Street, la verdadera salud importa muy poco”, apunta Restrepo. Según el experto, aceptar que se extienda el tiempo de vigencia de las patentes, permitir que se patenten nuevos usos para viejos productos, patentar métodos terapéuticos y quirúrgicos y homologar nuestra normatividad a la norteamericana sería desastroso.

“El Ministerio de Comercio, en lugar de aceptar que hay unos problemas y van a producirse unos impactos, ha usado unos argumentos muy semejantes a los de la industria farmacéutica multinacional. Se le ha dicho a la gente que los precios no van a subir. Eso es una verdad a medias. Lo que hay en el mercado no se va a incrementar muy probablemente, pero lo que llegue nuevo, va a llegar a precios muy altos, y como no hay competencia entonces no van a bajar”, explicó Restrepo.

Guerra de patentes

Para Emilio García, debe concentrarse en cuatro puntos neurálgicos: patentamiento de plantas y animales; la extensión en la protección de los datos de prueba de 5 a 10 años (los estudios que se hacen a los nuevos productos agroquímicos); protección a las obtenciones vegetales (si un campesino compra una semilla patentada, no podría usar las semillas que resulten de la germinación de esa planta); y denominaciones de origen (usar el nombre del lugar geográfico de un producto como una marca, por ejemplo, “Café de Colombia”).

“¿Por qué Estados Unidos pide patentes para plantas aquí? Porque desde el siglo XIX recolectaron recursos biológicos y genéticos en nuestros países y los llevaron a bancos de germoplasma. Ahora quieren cobrar por descubrir recursos naturales que para nosotros son patrimonio nacional”. Los ejemplos se cuentan por decenas. El Instituto Humboldt calcula en más de 140 las especies de Colombia que han sido patentadas en Estados Unidos.

A lo largo de estos dos años, el joven negociador paisa descubrió que el comercio refleja el alma de los pueblos. “Uno puede firmar las normas que quieran, pero quien finalmente se mete la mano al bolsillo es cada colombiano”. Por eso regresa a Medellín con un rejuvenecido aprecio por los productos colombianos. Dice que ya no compra crema de dientes Colgate y está esperando que se desgasten sus tenis Puma.

El Espectador, Colombia, 10-12-05

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