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La visión que subyace a la agricultura orgánica es que es central que cuide el ambiente y la salud, y que los agricultores logren un trato justo por sus esfuerzos. Pero la agricultura orgánica también se está convirtiendo en un negocio serio -con instrumentos para comercializarla como la certificación, que ocupa más y más espacio e influencia. Los mercados principales para alimentos orgánicos certificados pertenecen, en buena medida, todavía al Norte, pero la producción orgánica para exportación crece constante en el Sur. Las grandes corporaciones multinacionales que dominan el comercio de alimentos y los mercados al menudeo han cambiado su visión de lo orgánico conforme crecían en los últimos diez años los nichos para alimentos orgánicos. Ya no lo consideran una amenaza sino un mercado creciente por conquistar.

De quién es la cosecha. La política de la certificación de semillas orgánicas

Por GRAIN

Desde Haití hasta Camerún, pasando por Bangladesh, la gente se ha lanzado a las calles llevada por la rabia de no poder ya comprar alimentos. Hay dirigentes mundiales que reclaman más ayuda alimentaria ante el temor de una agitación política, así como más fondos y tecnología para aumentar la producción agrícola. Mientras, los países exportadores de cereales cierran sus fronteras para proteger sus mercados internos, a la vez que otros se ven forzados a comprar por el pánico a la escasez. ¿Auge de precios? No. ¿Escasez de alimentos? Tampoco. Nos encontramos en medio de un colapso estructural, consecuencia directa de tres décadas de globalización neoliberal.

El negocio de matar de hambre. Es necesario cambiar radicalmente la política alimentaria ¡YA!

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La "Bóveda Global de Semillas" construida en el corazón de una montaña en Svalbard, Noruega, es desafortunadamente un avance más de una estrategia más amplia destinada a convertir el almacenamiento ex situ en el mecanismo dominante para la conservación de la diversidad de los cultivos. La bóveda crea un falso sentido de seguridad en un mundo en que la diversidad de los cultivos presentes en el campo continúa erosionándose y destruyéndose a una velocidad cada vez mayor, y aumenta los problemas de acceso que se presentan permanentemente al sistema ex situ internacional

Problemas en la Bóveda. No todos están celebrando Svalbard

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En los últimos años, el interés de las empresas por los agrocombustibles ha pasado de un trote suave a una estampida a toda velocidad. Para los grupos empresariales y los políticos, los agrocombustibles ciertamente son una de las formas de energía “renovable” más potables porque encajan fácilmente en la economía imperante basada en el petróleo. Pero también ofrecen oportunidades de lucro que los promotores del nuevo esquema de los negocios “ecológicos” captaron muy rápido. Cuantiosas cantidades de dinero se vuelcan ahora en todo el mundo a proyectos de agrocombustibles—con consecuencias trascendentes.

El poder corporativo: Los agrocombustibles y la expansión de las agroindustrias

Por GRAIN

La visión que subyace a la agricultura orgánica es que es central que cuide el ambiente y la salud, y que los agricultores logren un trato justo por sus esfuerzos. Pero la agricultura orgánica también se está convirtiendo en un negocio serio — con instrumentos para comercializarla como la certificación, que ocupa más y más espacio e influencia. Más de 30 millones de hectáreas de tierras de cultivo orgánico certificado producen ya bienes de consumo para un mercado que se valora en 30 mil millones de euros. Es más, este mercado crece rápido, mucho más rápido que el mercado global de productos alimenticios convencionales. Los mercados principales para alimentos orgánicos certificados pertenecen, en buena medida, todavía al Norte, pero la producción orgánica para exportación crece constante en el Sur, conforme crecen las nuevas estrategias de base para desarrollar sistemas locales de cultivos alimenticios orgánicos — la mayoría de los cuales rechazan la aproximación empresarial de certificación.

De quién es la cosecha: la política de la certificación de semillas orgánicas

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En ninguna otra región del mundo es tan descarada, absurda y frenética la carrera en pos de agrocombustibles como en Indonesia y Malasia. Lejos de contribuir a mitigar el cambio climático, la situación deriva a un gran incremento de las emisiones mundiales de carbono. Es muy grave el redoblado control de grandes superficies de tierra en manos de grupos industriales que se cuentan entre los más despiadados del mundo en términos de destrucción ambiental, condiciones laborales y violaciones de los derechos humanos.

Agrocombustibles: Malasia e Indonesia: ¿una devastación irreversible?

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Las enormes extensiones de tierra y su mano de obra barata han despertado la voracidad de los promotores de los agrocombustibles. Tan sólo 15 países africanos —la “opep verde” tienen millones de hectáreas de tierra arable calificadas como “baldías”, disponibles para cultivar agrocombustibles.
 Empresas y países ávidos de energía vuelcan dinero en estos cultivos avivando una fiebre por tierra que remite a la inicial expansión colonialista europea a la que hoy se suman las élites gobernantes y empresariales africanas.

Agrocombustibles: nueva usurpación en África

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Junto a la rápida expansión de la producción del etanol fabricado a partir de la caña de azúcar, Sudamérica está empezando a desempeñar un papel clave como productor de biodiésel. La material prima principal es la soja [la soya], y para los cultivadores y las grandes empresas multinacionales de granos que estaban acosados por problemas de sobreproducción, este nuevo nicho de mercado es un regalo del cielo. Les da el pretexto perfecto para seguir apropiándose del continente.

Agrocombustibles: El eslabón de la soja en Sudamérica

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