¡No somos tu hacienda, tu colonia, tu patio trasero!
El No contundente, que respondió el pueblo del Ecuador este 16 de noviembre, dice mucho más de lo que el gobierno y los sectores de la política institucional pueden escuchar.
COLUMNA FISURAS | ECUADOR, UN PUEBLO CON DIGNIDAD
El Ecuador es un país geográficamente pequeño e inmensamente diverso a nivel natural y cultural, su sociedad se articula consciente o inconscientemente en torno a su raíz indígena para abrirse a la modernidad en sus distintas épocas. El colonialismo, el subdesarrollo y el racismo que han definido la vida de la República mantienen vivas las formas de la comunidad campesina, a pesar del impacto que en estas ha tenido la historia de saqueo, explotación y opresión. Esta es nuestra paradoja: la tragedia colonial y neocolonial es al mismo tiempo la que explica la persistencia de nuestras raíces culturales. Si la promesa del desarrollo industrial hubiese sido real, las comunidades campesinas se hubiesen transformado en sindicatos obreros y la identidad cultural indígena sería solo folclore. Aquí, en este pequeño país, la lucha anticapitalista no se entiende separada de la lucha anticolonial, la lucha contra la explotación no está separada de la lucha contra el racismo. No se trata de un discurso, es una realidad profunda que nos configura políticamente.
Esta singularidad explica la presencia decisiva del mundo indígena y de sus organizaciones en la lucha por la emancipación, en cada época de nuestra historia y, sobre todo, en los últimos 50 años. El mundo indígena, es decir el mundo de la comunidad campesina, no está solo en las zonas rurales, ni solo en los barrios urbano-marginales, atraviesa a la mayoría de los ecuatorianos, lo reconozcan o no, lo acepten o no. Es el espíritu que late en cada uno de nosotros, ese que a veces se esconde y otras aparece con la fuerza telúrica que hace temblar nuestra modernidad rezagada. Ese espíritu volvió a aparecer en el paro de octubre de este año, se manifestó con especial fuerza en Otavalo y Cotacachi, en los pueblos y comunidades de los lagos y el taita Imbabura. Poco antes estuvo formando el 5to río de Cuenca. Ese mismo espíritu se pronunció en las urnas, pese a todo pronóstico contrario y pese a toda la violencia del gobierno y de la derecha continental por destruirlo. El paro de octubre finalizó el 16 de noviembre con el rotundo NO, aprendimos que los triunfos de nuestras luchas no siempre se dan en las tramposas mesas de diálogo, sino en la articulación de nuestra voluntad política directa, la que está más allá de las elecciones.
Ni la compra masiva de votos, ni las amenaza, ni las promesas, ni los chantajes, ni el odio, ni el racismo, ni el miedo, ni los insultos, ni la ayuda del imperio decadente pudieron evitar que el espíritu, en su inmensa diversidad, identifique por donde está la vida y por donde está todo lo que la amenaza. No se trataba de escoger a representantes político que administren el Estado, en un juego electoral donde nuestros intereses se confunden con los intereses de un movimiento, partido o aparato político electoral. Se trataba de defender a la naturaleza que constituye nuestro ser humano y más allá de lo humano, de defender la cultura de la dignidad humana y no humana que logramos plasmar en la Constitución del 2008, que fue resultado de 25 años de lucha antineoliberal. Se trataba de defender nuestros territorios de la invasión destructiva de la guerra geopolítica en la que no queremos participar. Se trataba de defender nuestro futuro, el de nuestros hijos. Se trataba de defender y perseverar en la vida. Este es el debate político profundo que se dio para responder a preguntas necias que, sin embargo, tenían que ser respondidas.
Ese debate fue de campesinos, obreros, jóvenes, mujeres, jubilados, artistas, estudiantes, madres, padres, abuelas, abuelos, profesionales; ese debate se dio en las comunidades, en los barrios, en los sindicatos, en las calles, en las familias, en las redes digitales que fueron las mediaciones para filtrar las preguntas necias. Este debate mostró que el pueblo ecuatoriano abre el espacio del nosotros no solo para discutir la representación política estatal, sino para algo más profundo y fundamental, para reflexionar sobre su presente y futuro siempre buscando redimir su pasado. Pero ese debate no solo se compone de razón argumental, sino de afectos, de empatías, de solidaridades de cariños, de cuidados, de creatividades, de alegrías, de amor a la vida. En ese debate complejo estaba el espíritu de nuestros mil muertos, de los antiguos y de los recientes: Ismael, Josué, Steven, Saúl, Efraín, Rosita y José. En ese debate se manifestó el espíritu de este pueblo, de estos pueblos, ahí donde se guarda la ética del cuidado incondicional a la vida; no solo la cultural sino la natural, no solo la de los humanos sino la de las especies que nos acompañan en este pedazo de cosmos.
Este pueblo dijo No al necroliberalismo que amenaza la vida en el continente, dijo No a la guerra geopolítica del imperio en su decadencia. Es un No absolutamente político que muestra que hemos podido identificar nuestros verdaderos intereses en el mundo de la posverdad. Es el No que dice: Ecuador no es tu hacienda bananera ni coquera, no es tu colonia ni tu patio trasero. Es el No que siempre está guardadito en esa reserva ética de los pueblos que cuidan la vida, que perseveran en su ser.
Bolívar Echeverría decía que los pueblos colonizados del Abya Ayala aprendieron a decir No con un sinnúmero de sies, porque no se podía decir No al patrón. Tenía razón, en nuestra cultura nos es muy difícil decir No, por eso terminamos confundiendo nuestros intereses y deseos propios en una red de sies que en verdad no queremos. Sin embargo, en las consultas tramposas de los gobiernos que nos llaman a decir si a todo lo que nos hace daño como pueblo, hemos logrado decir NO, sobre todo en la última. Por eso creo que el NO es mucho más que un No del juego político liberal, es un NO anticolonial que deviene en un NO anticapitalista. En esta ocasión es un NO al patrón de la oligarquía bananera y un NO al colonizador gringo en la época del necroliberalismo. Estamos aprendiendo a decir firme y fuerte NO.
Fuente: Desinformémonos

