Antropoceno y ecopolítica del COVID-19

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Imagen de portada: desinfección de un «wet market» en Kuala Lumpur, Malaysia

"En su propio origen la pandemia, es antropocénica, es una enfermedad ecológica del Antropoceno. Es el resultado del crecimiento insostenible de las actividades humanas que a su vez corresponde a un modo de vida hegemónico que ya no tiene viabilidad".

Las pandemias de enfermedades infecciosas no son nada nuevo. Tomemos el ejemplo de la viruela que durante miles de años estuvo restringida al territorio del “Viejo Mundo” y que en el siglo XVI, cuando los europeos la trajeron a América, se convirtió en pandemia con alcance más global. Después de más de 12.000 años de separación, dos civilizaciones se encontraron en términos desiguales. Los aborígenes americanos no tenían ninguna inmunidad para hacer frente a las infecciones que vinieron con los europeos. La viruela, el sarampión, el tifus, la malaria, la escarlatina, la influenza y la neumonía aniquilaron a millones de personas, aproximadamente un 90% de la población aborigen que oscilaba entre 50 y 80 millones. Se estima que esa cantidad correspondía al 10% de la humanidad de la época (Lewis y Maslin, 2018). En el siglo XX las epidemias y las pandemias continuaron matando millones de personas. La primera pandemia reportada en el siglo XXI fue la influenza  A (H1N1) en 2009-2010, causando cientos de miles muertes. (WHO, 2020).

La pandemia del Covid-19 ha erosionado severamente gran parte de nuestras certezas cotidianas hasta un punto tal que, de aquí en adelante, debemos esperar cambios muy significativos en la manera cómo funcionan nuestras sociedades contemporáneas. La pandemia causada por el coronavirus es un aspecto del Antropoceno, una crisis planetaria causada substancialmente por el creciente impacto de las actividades humanas en el ambiente a escala global. El  término ha sido propuesto y reconocido para enfatizar el carácter duradero e irreversible de una nueva era geológica, funcionalmente y estratigráficamente distinta al Holoceno, última época del período Cuaternario, que existía desde hace unos 18.000 años (Crutzen y Stoermer, 2000). La creación y acumulación de nuevos materiales antropogénicos como los plásticos, el concreto, el aluminio y las fibras sintéticas; los desechos dejados por las pruebas de armas nucleares; los cambios en los ciclos del carbono, el nitrógeno y el fósforo; el incesante incremento de la concentración de metano y dióxido de carbono en la atmósfera; la modificación profunda de los procesos sedimentarios; el desbocado cambio climático y la acelerada pérdida de biodiversidad, son claras tendencias del sistema planetario que confirman la envergadura de las transformaciones impulsadas por la humanidad, son aspectos interconectados del Antropoceno. La globalización del capitalismo, el exponencial intercambio de especies, materiales, energía y cultura, así como el notable incremento de la población humana, la expansión urbana e industrial, el ritmo creciente de las actividades económicas, el intenso flujo de personas y productos manufacturados y la intrincada red de transporte caracterizan, entre otros,  a esta “época humana”. 

Los ecosistemas colapsan a una velocidad inigualada en la historia de la Tierra y esto precariza directamente a la civilización global hegemónica. El forzamiento antrópico de los ecosistemas hace tambalear los equilibrios entre los animales, las plantas y los agentes infecciosos. La liberación de micro-organismos y virus de sus huéspedes naturales significa que deben aferrarse a otros cuerpos para su sobrevivencia y esto incluye también a seres humanos que somos parte de la Naturaleza.

Numerosos trabajos científicos subrayan el vínculo que existe entre la presión antrópica ejercida sobre los ecosistemas y la emergencia de nuevas enfermedades infecciosas, notablemente las zoonosis (enfermedades que se pueden transmitir a los seres humanos de animales). Fenómenos como la masiva deforestación, el acercamiento entre especies de animales de cría y animales salvajes y el cambio de uso de los suelos, constituyen factores que impulsan esos procesos.

En la relación entre la desaparición de especies animales, por efecto de la perturbación de ecosistemas por la urbanización creciente y la modificación de los esquemas de propagación de las zoonosis, se encuentra que, en presencia de número cada vez más reducido de huéspedes animales, los patógenos terminan por contaminar a los humanos y a los animales domésticos. Las zonas geográficas donde los grandes mamíferos han perdido grandemente su movilidad. Como consecuencia del cambio de uso de los suelos, la deforestación y la fragmentación de los hábitats, corresponden a zonas de transmisión de enfermedades  a los humanos, como por ejemplo en el caso del Ébola. Y aunque no conocemos de manera exacta la cadena de transmisión del Covid-19 a los seres humanos, sabemos que el crecimiento de la utilización de tierras es un elemento fundamental en la propagación de enfermedades emergentes. En el curso de los últimos decenios, las poblaciones de animales salvajes conocieron un declive catastrófico al tiempo que las enfermedades infecciosas se multiplicaron...

El tráfico de fauna salvaje y su venta en los denominados “wet markets” ha sido también identificado como un factor que se encuentra en el origen de la propagación de virus. Ya hace algunos años se había señalado que el acercamiento entre humanos y fauna salvaje ligada al tráfico y el consumo de “carne de matorral”, era ciertamente causa de contagio  del SARS-Cov-2.

El recalentamiento del planeta derivado del cambio climático en curso está generando trastornos en las estaciones que inciden en la geografía de la propagación de enfermedades infecciosas, dando lugar a epicentros epidémicos.

Vistas así las cosas, la actual pandemia debe comprenderse necesariamente en el contexto del Antropoceno. Trabajos de investigación recientes muestran que el arranque de episodios de epidémicos se acelera  (Grandcola, 2020; Mouterde, 2020; Thiaw, 2020). Además, el Covid-19 surgió en China, médula de la dinámica económica global actual, diseminándose en pocas semanas por todos los países del mundo. De hecho, en el Antropoceno todo se acelera, el crecimiento de la población humana, los cambios bióticos, el desorden climático, la muerte llega con una velocidad desconocida anteriormente. En su propio origen la pandemia, es antropocénica, es una enfermedad ecológica del Antropoceno. Es el resultado del crecimiento insostenible de las actividades humanas que a su vez corresponde a un modo de vida hegemónico que ya no tiene viabilidad. 

Pero con el surgimiento del  Covid-19 y en nombre de la necesidad de controlar el virus  se han generalizado respuestas que han conducido al despojo de derechos democráticos y civiles, reduciendo las habilidades de los ciudadanos para lidiar con la crisis. En este sentido, el otro factor del Antropoceno ligado al Covid-19 es de orden político, agazapado a la sombra de las perturbaciones ecológicas. En la medida en que la crisis ecológica global se haga más intensa, trátese de olas de calor insoportables, sequías, hambrunas que amenazan la sobrevivencia alimentaria, migraciones masivas de refugiados climáticos, etc., la tendencia a un achicamiento del espacio público se hará más fuerte, reforzando las decisiones políticas autoritarias y la generalización de la mentira en la gestión de la crisis. Ya vemos como en la actualidad el espacio público está cerrado hasta nuevo aviso, cada quien debe quedarse en su casa “para poder salvar vidas”. En la cotidianidad muchos (los que disponen de ciertos medios) van a la escuela en casa para asegurar  la “continuidad pedagógica”, cocinan, escuchan las noticias, realizan actividades para asegurar la “continuidad productiva” sin salir a la calle…no hay nada más eficaz que la urgencia para anestesiar las mentes. Conviene revisar las voces de alerta que al respecto han adelantando  obras de la filosofía, la teoría política y el teatro como El estado de excepción de Giorgio Angamben (2004),  La mentira en política de Hanna Arendt (1998)  y Rinoceronte de Eugene Ionesco (1959).

Analizado en su  dimensión ecopolítica, el Covid-19 nos confronta con una crisis civilizatoria tan inmediata y tan seria, que la única estrategia real para enfrentarlo debe ser capaz de incidir con fuerza para regenerar y curar la trama de la vida que conforma la biósfera. Esta crisis está desdibujando la ilusoria confianza en las nociones modernas de humanidad, tiempo, historia, conocimiento, progreso, secularismo y nuestra tendencia a asumir todo como seguro. La pandemia nos recuerda que, para poder afrontar el futuro del  Antropoceno, hace falta un cambio fundamental en nuestras percepciones, ideas, valores y compromisos, en nuestra relación con la Naturaleza y nuestro prójimo humano, en nuestra manera de existir en el mundo. Esta es un momento para asumir responsabilidades y empatías  en la mitigación o erradicación del sufrimiento de los otros. Esta es una oportunidad que tiene la constelación de pueblos, comunidades y culturas que conforman la humanidad para aprovechar colectivamente las bondades de la cooperación, la ayuda mutua, la solidaridad y el respeto a la diversidad. El coronavirus es un signo de decadencia civilizatoria pero también muestra que otros mundos más libres y amables pugnan por emerger.

Francisco Javier Velasco: Doctor en Estudios del Desarrollo (CENDES, 1999). Doctor en Sociología (Université du Québec á Montréal, 1990). MsC. en Planificación Urbana (McGill U, 1986) y Antropólogo (UCV, 1981).  Ha sido profesor-investigador de las áreas socio-ambiental  y teoría social.

Actualmente miembro de la coordinación general del Observatorio de Ecología Política y activista de la Plataforma contra el Arco Minero del Orinoco.

Referencias bibliográficas:

AgambenGiorgio (2004)  Estado de Excepción (homo sacer II, 1) (trad. Antonio Gimeno, Pre-Textos, Valencia.

Arendt, Hanna  (1998) »La mentira en política. Reflexiones sobre los Documentos del Pentágono», en Crisis de la república. Madrid, Taurus, pp. 11-55

Crutzent, Paul J., y Stoermer Eugene F. (2000)   «The antropocene»  International Geosphre- Bisphere Program (IGBP), Newsletter 41

Grandcola, P., Valo, M. (entrevista) (2020), « Coronavirus : L’origine de l’épidémie de Covid-19 est liée aux bouleversement que nous imposons à la biodiversité », Le Monde, 4 avril,  https://www.lemonde.fr/sciences/article/2020/04/04/pandemies-nous-offrons-a-des-agents-infectieux-de-nouvelles-chaines-de-transmission_6035590_1650684.html.

Ionesco, Eugene (1959)  Rinoceronte, Madrid, editorial Losada

Lewis SL, Maslin MA. (2018) The human planet. How we created the Anthropocene. 1st ed. New Haven y London: Yale University Press.

Mouterde, P. (2020), « Coronavirus : la dégradation de la biodiversité en question », Le Monde, 4 avril,  https://www.lemonde.fr/sciences/article/2020/04/04/coronavirus-la-degradation-de-la-biodiversite-en-question_6035591_1650684.html.

Thiaw, I. (2020), « Coronavirus : Les animaux qui nous ont infectés ne sont pas venus à nous ; nous sommes allés les chercher », Le Monde, 29 mars,  https://www.lemonde.fr/idees/article/2020/03/29/coronavirus-la-pandemie-demande-que-nous-re-definissions-un-contrat-naturel-et-social-entre-l-homme-et-la-nature_6034804_3232.html

WHO. World Health Organization (2020) , Past Pandemics, 2020   http://www.euro.who.int/en/health-topics/communicable-diseases/influenza/pandemic-influenza/past-pandemics.

Fuente: Observatorio de Ecología Política de Venezuela

Temas: Ecología política, Salud

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