Argentina: cosecha amarga, por Sue Branford

"Muchos ven la experiencia de Argentina como una advertencia de lo que puede suceder cuando la producción de un sola commodity para el mercado mundial toma primacía sobre la seguridad alimentaria. Cuando esta commodity se produce en un sistema de monocultivo, con el uso de una te cnología nueva y relativamente inexperimentada PROVISTA por compañías multinacionales, la vulnerabilidad del país es total"

Hace una año, Colonia Loma Senes era solamente otro remanso rural en el norte de la Argentina, pero eso era antes de que llegara la nube tóxica. "El veneno fue atomizado sobre nuestras tierras y nuestras casas," dice Sandoval Filemon, agricultor de la localidad. "Inmediatamente nuestros ojos comenzaron a lagrimear. Los niños tenían erupciones en las piernas. " La mañana siguiente, el pueblo se despertó a una escena del desolation. "Casi todas nuestos cultivos se dañaron. No podía creer lo que mis ojos veían”, dice la esposa de Sandoval, Eugenia. Día más tarde, los pollos y los cerdos murieron. Las puercas y las cabras parieron crías muertas o deformes. Meses más tarde, los platanales se deformaron y atrofiaron y no dieron frutos comestibles.

Los aldeanos identificaron que la nube vino de una granja vecina cuyos arrendatarios cultivaban soja genéticamente modificada, resistente al glifosato. Un mes más tarde, los agrónomos de la universidad nacional cercana a Formosa visitaron la escena y confirmaron las denuncias de los pobladores. Los investigadores concluyeron que los granjeros vecinos se habían visto forzados, como muchos otros, a tomar una acción drástica para controlar las malas hierbas resistentes utilizando negligentemente una mezcla de herbicidas de amplio espectro.

Los agricultores llevaron a sus vecinos a la corte y lograron una orden que prohibía nuevas fumigaciones. El juez también encontró a los arrendatarios culpables de "causar daño considerable a los cultivos y a la salud humana". Pero esto fue una victoria pírrica. En septiembre, nuevos arrendatarios asumieron el control la tierra y comenzaron a rociar otra vez. Cuando los agricultores les mencionaron sobre la prohibición, los nuevos arrendatarios señalaron que ésta no fue para ellos, lo cual era técnicamente cierto.

Colonia Loma Senes no es un caso aislado. Durante los últimos ocho años, los cultivadores de soya GM han tomado el control de una proporción enorme de tierra cultivable en Argentina, lo cual ha generado quejas constantes de las familias campesinas quienes indican que sus cultivos han sido dañados por el glifosato y otros herbicidas.

"Realmente no sabemos cuánto daño se ha hecho en todo el país país, porque las autoridades no están supervisando la situación correctamente," dice Walter Pengue, agro-ecologista de la universidad de Buenos Aires que ha estudiado el impacto de la soja GM. Él predice, sin embago, que tales incidentes llegarán a ser cada vez más comunes como consecuencia del amplio cultivo de soya GM en Argentina. Otros expertos han adevertido de los problemas potenciales del uso de soya GM, que incluyen la aparición de malas hierbas resistentes al herbicida y la destrucción de los microorganismos naturales del suelo.

La tecnología GM no es la única culpable de los problemas agrícolas de Argentina. Los problemas económicos también han hecho su parte. Pero la experiencia del cultivo de soya GM en Argentina, brinda lecciones alarmantes para el resto del mundo, particularmente para los países en vías de desarrollo tales como Brasil, el segundo productor más grande del mundo de soja, después de los E.E.U.U.. Luego de rechazar por años la autorización de los transgénicos, Brasil ahora está repensando su política. Los agricultores del sur, atraídos por las noticias de producciones más altas y disminuciones en los costes de producción han estado plantando ilegalmente soja GM, obtenida de contrabando desde la Argentina. Esto ha dejado al gobierno con pocas opciones y ha aceptado el cultivo de soja GM. Así, el año pasado se autorizó temporalmente la venta de la soja del GM en el mercado interior y ahora están discutiendo los detalles más finos de la aprobación permanente. La experiencia de la Argentina sugiere que Brasil haría bien al adoptar controles más estrictos, y llevar a cabo estudios rigurosos de las consecuencias de la soya GM para el medio ambiente.

En 1997, Argentina junto con Estados Unidos es uno de los primeros países en autorizar la siembra de cultivos genéticamente modificados cuando permite el cultivo de la soya Round up Ready de Monsanto. Esta variedad de soya es resistente al glifosato, comercializado bajo el nombre de Roundup.

Los agricultores argentinos se inclinaron hacia esta tecnología porque aparecía como la solución a los problemas que enfrentaban. Desde 1980, la regíon agícola más fértil de Argentina, la Pampa, tiene una fuerte erosión del suelo. Alrededor de la mitad de las 5 millones de hectáreas de la Pampa, sufría de erosión, según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), y los rendimientos de esta tierra habían caído al menos un tercio. Para tratar de solucionar este problema los agricultores empezaron a experimentar con el sistema de labranza cero, en éste se siembra directamente las semillas en la tierra sin arar o practicar ninguna otra forma de labranza. Sin arar, no se podía controlar las malas hierbas y los agricultores no sabían que hacer.

En este escenario,la soya Roundup Ready apareció como una solución caída del cielo. Los agricultores podían continuar con el sistema de labranza cero porque en lugar de necesitar 5 o 6 aplicaciones de varios herbicidas, podían rociar solamente dos veces con glifosato. Las empresas semilleras facilitaron la adopción de la tecnología porque proporcionaban las semillas, la maquinaria y los pesticidas en un único y conveniente “paquete técnico”. La nueva tecnología era también barata, mientras los agricultores de Estados Unidos pagaban un sobreprecio de al menos 35 por ciento para cultivar variedades GM, Argentina no había firmado en este momento un acuerdo internacional sobre patentes por lo que Monsanto solamente podía cobrar un cargo muy modesto, bajo el riesgo de ser arruinado por las compañías que podían hacer copias genéricas de la tecnología.

Impulsados por la aparentemente insaciable demanda de soya para alimentar al ganado, los agricultores argentinos se volcaron a la soya, uno de los sectores más rentables en una economía en recesión. Con el fin de aprovechar esta coyuntura, los inversionistas urbanos rentaban la tierra de los pequeños agricultores empobrecidos y los convertían en campos de soya.

En el 2002, al menos la mitad de la tierra arable de Argentina –11.6 millones de hectáreas- fueron plantadas con soya, casi todo con soya GM; mientras que en 1971 solo había 37.700 hectáreas de soya. La soya fue avanzando de las Pampas hacia areas ecológicas más frágiles, especialmente en el Norte de las provincias del Chaco. Santiago del Estero, Salta y Formosa. Ni siquiera Monsanto imaginó que la adopción de la soya Roundup Ready sería tan rápida.

Al inicio, todo parecía color de rosa. Entre 1997-2002 el área cultivada con soya se incrementó en un 75% y la producción aumentó en 173%. En los primeros años, también hubo beneficios ambientales. La erosión del suelo disminuyó, gracias al sistema de labranza cero y los agricultores reemplazaron los herbicidas más peligrosos por el glifosato.

Aún cuando los precios mundiales de la soya empezaron a declinar por el aumento de la oferta global, los agricultores argentinos continuaban teniendo una situación financiera buena. Monsanto progresivamente disminuía los precios de Roundup, en el 2001 se vendía a la mitad de lo que costaba en 1996. En conjunto, los agricultores Argentinos tuvieron una ganancia de alrededor de USD 5 mil millones con la adopción de la soya RR.

Sin embargo, hace algunos años, algunos agrónomos dieron algunas señales de alarma, advirtiendo que el cambio total e incontrolado hacia la soya RR estaba causando problemas inesperados. En el 2001, en un estudio publicado por el Northwest Science and Environmental Policy Center, una organización sin fines de lucro de Idaho, el economista agrario Charles Benbrook reportó que los productores de soya RR en Argentina, usaban más del doble de herbicida que los productores convencionales de soya debido al aparecimiento de malezas resistentes. También encontró que los agriculores argentinos aplicaban glifosato con más frecuencia que los estadounidenses, esto era alrededor de 2,3 contra 1,3 aplicaciones por año.

Benbrook dijo que la historia muestra que la excesiva confianza en una sola estrategia de control de insectos o malezas, acarrea en el largo plazo respuestas ecológicas y genéticas y en consecuencia, aconsejó a los agricultores argentinos que reduzcan el número de hectáreas cultivadas con soya RR al menos a la mitad, a fin de disminuir el uso de glifosato. Si no lo hacen, advirtió, se enfrentarán a graves riesgos. Entre sus predicciones estaban: cambios en la composición de las malezas, el surgimiento de supermalezas y cambios microbiológicos en el suelo.

Estas advertencias no fueron escuchadas. La economía argentina entró en una fuerte crisis económica. Al ser la soya el principal cultivo de exportación, el gobierno no tenía ninguna intención de intervenir. El area cultivada con soya RR siguió creciendo, los agricultores, luego del colapso económico del 2001, se pasaban al monocultivo de soya porque los otros cultivos destinados al mercado interno no eran rentables. El uso del glifosato siguió en aumento. Walter Pengue, investigador argentino, estima que el consumo alcanzó 150 millones de litros en el 2003, en comparación con 13, 9 millones de litros en 1997.

En un estudio sobre el imacto de la Soya RR en las malezas, Delma Faccini de la Universidad Nacional de Rosario encontró que algunas malezas conocidas anteriormente como resistentes al glifosato han aumentado considerablemente. En otro estudio, los agrónomos de la oficna del INTA en Venado Tuerto, cerca de Rosario, encontraron que los agricultores deben usar mayores concentraciones de glifosato. Por ahora, el problema parece estar limitado a la proliferación de malezas que eran naturalmente resistentes. Algunos agrónomos, sin embargo, advierten que la transferencia de la resistencia al glifosato hacia otras especies de malezas, que se convertirán en supermalezas, es solamente cuestión de tiempo.

Otro problema, anunciado por Benbrook –cambios en la micorbiología del suelo- también está apareciendo. Adolfo Boy, ingeniero agrónomo del Grupo de Reflexión Rural señala que debido a la gran cantidad de pesticidas que se usa, las bacterias del suelo están disminuyendo y el suelo está volviéndose inerte, lo cual inhibe el proceso normal de descomposición. Señala que en algunas granjas la vegetación muerta debe ser incluso removida de la tierra. También cree que los caracoles y los hongos se están moviendo hacia otros nichos ecológicos.

De acuerdo a Joe Cummins, un genetista de la Universidad de Ontario-Canadá, en Estados Unidos sucede lo mismo. Algunos estudios sobre el impacto de los herbicidas, particularmente del glifosato, en las comunidades microbianas del suelo han revelado un incremento de hongos fusarium en las raíces de la soya RR.

Los agricultores argentinos también tienen problemas para enfrentar la aparición de la soya “voluntaria” la cual brota de las semillas caídas durante las cosechas y que no puede ser erradicada con dosis normales de glifosato. Esto ha creado oportunidades de mercadeo para otras compañía agroquímicas como por ejemplo Syngenta, que promociona anuncios publicitarios con el solgan “la soya es una maleza” y aconseja a los agricultores a usar una mezcla de paraquat y atrazine para erradicar la soya voluntaria. Otras compañías, incluyendo Dow AgroSciences están recomendando mezclas de glifosato con otros herbicidas tales como metsulfuron y clopyralid.

LAS FUERZAS DEL MERCADO

No todos los científicos en Argentina están convencidos de que los problemas de los agricultores se deban a la cantidad de glifosato usado y otros señalan que los problemas todavían no son críticos. Estamos experimentando algunos problemas de malezas tolerantes pero no son todavía lo suficientemente fuertes para afectar seriamente los rendimientos del total de la producción o para comprometer el futuro de la soya, dice Carlos Senigalesi, director de proyectos de investigación del INTA. El cree que el origen del problema es la tendencia de los agricultores a cultivar únicamente soya y no el predominio de los cultivos GM. Los monocultivos no son buenos para el suelo o la biodiversidad y el gobierno debería alentar a los agricultores para que vuelvan a usar la rotación de cultivos, dido Senigalesi. Sin embargo, aquí todo se deja al mercado. Los agricultores no tienen indicaciones adecuadas de las autoridades. No hay subsidios o precios mínimos. Me parece que somos el único país en el mundo en donde las autoridades no tienen un plan apropiado para la agricultura sino que dejan todo en las fuerzas del mercado.

Recientemente y por primera vez, el INTA expresó su preocupación. En un reporte publicado en diciembre, criticó el desordenado proceso del desarrollo agrícola, advirtiendo que si no sea hacía nada, habría inevitablemente un decline de la producción y que el stock de recursos naturales del país sufriría una degradación (posiblemente irreversible) tanto en cantidad como en calidad. El INTA pidió que se hagan cambios en las prácticas agrícolas en la Pampa, diciendo que la combinación de la labranza cero y el monocultivo de la soya, no representaba una alternativa sustentable a las prácticas de rotación de cultivos. También advirtió que en el Norte el cultivo de la soya, no es sustentable.

Monsanto en Argentina se ha negado a comentar directamente estos asuntos. La compañía, no obstante, ha mostrado su preocupación sobre la situación, diciendo que cree que la rotación de cultivos es más sustentable que el monocultivo. También ha empezado a tener problemas por la falta de control del gobierno. En enero, inesperadamente suspendió la venta de soya RR, aduciendo que los agricultores estaban comprando la mitad de sus semillas en el mercado negro, privando a la compañía de las regalías.

Para Benbrook, el panorama en la Argentina es muy oscuro. Este país se enfrenta a un grave problema agronómico y no tiene ni los recursos ni la experiencia para superarlo, dijo. El país adoptó la tecnología GM más rápida y radicalmente que ningún otro país en el mundo. No ha tomado las medidas necesarias para manejar la resistencia de las malezas y proteger la fertilidad del suelo; no cree que en las condiciones actuales ese modelo agrícola se mantenga por más de dos años.

Argentina era uno de los mayores productores de alimentos del mundo, particularmente trigo y carne; la economía de la soya ha cambiado esto. Cerca de 150.000 pequeños agricultores han dejado el campo. La producción de algunos insumos, incluyendo leche, arroz, maíz, papas y lenteja ha caído fuertemente.

Muchos ven la experiencia de Argentina como una advertencia de lo que puede suceder cuando la producción de un sola commodity para el mercado mundial toma primacía sobre la seguridad alimentaria. Cuando esta commodity se produce en un sistema de monocultivo, con el uso de una tecnología nueva y relativamente inexperimentada PROVISTA por compañías multinacionales, la vulnerabilidad del país es total.

Hasta ahora pocos países han adoptado la tecnología GM, Estados Unidos y Argentina, juntos representan el 84% de los cultivos GM plantados en el mundo. No obstante, otros, incluyendo el Reino Unido, que parecen estar cada vez más preparados para autorizar el crecimiento comercial de cultivos GM, harían bien en mirar la experiencia de Argentina para ver lo malo que puede ser.

Fuente: Argentina's bitter harvest
Sue Branford is a freelance journalist specialising in Latin America
New Scientist, 17 April 2004
Traducción: Acción Ecológica

Campaña Transgénicos
Acción Ecológica
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