Editorial #125 | Palestina es la bandera de la vida contra la muerte

Los misiles iluminan el cielo con sus rayos de muerte. Estallan en los barrios, en escuelas, hospitales, viviendas y cultivos. No les importa asesinar porque quienes mueren no sólo no les importan a quienes envían esas bombas de precisión, sino que les estorban.
Los acaparamientos extremos de toda la vida posible funcionan igual que la succión de los hoyos negros en el ignoto universo que nos circunda. Necesitan succionar la vida y vaciar, vaciar: es la utopía de la tierra arrasada, para volver a erigir construcciones, infraestructuras, y todo el tinglado del olvido, en algo “nuevo”, en algo ajeno, que no haya historia, que el recuerdo de los días y las noches, de los logros y los gozos y el encuentro de la gente con el tiempo de más gente y más naturaleza, quede también demolido, desfigurado, envilecido por las mentiras y el odio.
Palestina se ha vuelto la bandera de la vida contra la muerte. En esa bandera habita la humanidad, la dignidad, el amor y la esperanza.
Pero la vida no sólo surge ahí, por fortuna. Viene de tantísimos rincones. Es el pecoreo, el tejer hilos invisibles de contacto. El crecer la densidad del territorio y sus relaciones.
Los pueblos lo saben. Y por eso exigen su propio modo. Su propia mirada. Su propia atención, su concentración como dicen los guaraní de la Mata Atlántica, sabiendo que tienen que retomar sus territorios para que eso ocurra.
En todo el continente exigen su propio modo. Sus semillas campesinas, su modo de ejercer su sistema de justicia propio, sus propios modos de la sanación, de la confianza, de la intimidad. Su recreo propio. Su festejo mutuo.
Pero si Palestina es la bandera de la vida contra la muerte. También en todos los rincones la violencia se enseñorea de tantas formas posibles. Es la guerra abierta, el crimen, la desaparición, el exilio, el envenenamiento, la sumisión, la deshabilitación, la ruptura de los vínculos, la corrupción, el engaño, y nuestra labor entonces es contrarrestar esos embates, defender nuestra autonomía, nuestras maneras de sembrar, de tejer, de cosechar, de pecorear, de reunirnos a conversar, de inventar cómo entendernos y restañar nuestros lazos. De defendernos de la sinrazón y la vileza.
Por lo pronto sabernos, aun a la distancia. Buscarnos, reconocernos, atesorarnos, fomentarnos, sorprendernos, reinventarnos, esperanzarnos.
Biodiversidad, sustento y culturas está para tejer esos hilos del pecoreo y el cariño compartido. Pero también para preparar nuestra resistencia y nuestras propuestas de futuro, confiando en la humanidad, en la Naturaleza, ésa que sigue existiendo.
- Para descargar el documento en PDF, haga clic en el siguiente enlace: