El comer del siglo XXI: sensibilidades y prácticas alimentarias

Este número monográfico de la revista Aposta. Revista de Ciencias Sociales, se inscribe en un contexto de indagación que venimos desarrollando desde la Sociología de los cuerpos y las emociones, el cual tiene su línea de trabajo en las relaciones que se conforman entre emociones, cuerpos y hambre. Por un lado, profundizando en las conexiones entre los cuerpos y el hambre, definiendo a ésta como experiencia central de la vida, en tanto estructuradora de las emociones y de las sensibilidades (Scribano, 2007; 2012; Scribano y De Sena, 2013; Boragnio, 2020, 2020a). Por otro, en la realidad de la diferenciación entre nutriente, alimento y comida, la cual en la actualidad implica un quiebre en donde la comida no alimenta y los alimentos no nutren, configurándose el hambre, la desnutrición y la mal-nutrición como las caras del mismo fenómeno (Scribano y Eynard, 2011; Scribano, 2016) que, junto a la multiplicación de las políticas alimentarias, asistenciales y masivas, intervienen en la organización de la vida cotidiana (Cervio, 2019; Sordini, 2019; De Sena, 2020; Scribano y Boragnio, 2021).

Pero el hambre no solo tendrá consecuencias sobre los cuerpos de las personas –en sus planos individual, subjetivo y social–, sino que hará mella en la composición social. Por tanto, el hambre afectará a los cuerpos por la desigual distribución de la energía y de los nutrientes y pone en riesgo tanto la existencia corpórea como la posibilidad y la potencia de la acción (Scribano, 2013; Scribano y De Sena, 2016).

Abordar la cuestión del hambre y el colonialismo como un problema social y geopolítico (Scribano, 2011; 2010) nos permite comprender que, aunque en el año 1985 se alcanzó la disponibilidad plena de alimentos, su acceso no fue ni es equitativo y se encuentra claramente diferenciados según el espacio mundial y social que se ocupe.

Como consecuencia, en nuestros días, miles de millones de personas viven distintos tipos de hambre (De Castro, 1962) y otras tantas mueren de hambre a diario. Las prácticas del comer involucran comensales, comidas, tiempos-espacios y un conjunto de prácticas sociales cognitivo-afectivas que se articulan tanto en la relación con el entorno como en la producción y reproducción del cuerpo, a través de su conformación orgánica y de su historia.

Por su parte, comer implica tanto la incorporación de un objeto externo como la interrelación de los sentidos. Así, las sociabilidades desplegadas en las prácticas alimentarias y de comensalidad configuran sensibilidades que se co-constituyen en relación a los otros. Mientras las políticas de los cuerpos regulan las normas de distribución y apropiación desigual de la disponibilidad de alimentos y nutrientes, permitiendo la reproducción energética y su disponibilidad social, las prácticas del comer cristalizan los modos de aprehender el mundo consolidando las diferentes posibilidades de sentirse-en-el-mundo-a-partir-de-un- cuerpo.

En las sociedades del consumo, la idea de abundancia se sostiene en base a productos ultraprocesados que se constituyen como comestibles que son buenos para vender antes que para comer.  Al mismo tiempo que los alimentos se configuraron en mercancía,comer se constituyó en una práctica más de consumo que “compite” con las otras. A su vez, los discursos sobre las comidas se multiplicaron amplificando no solo las posibilidades de elección –que se configuran como ecologías emocionales que constituyen estados del sentir relacionados al consumo– sino que la diversidad de discursos se multiplican y propagan en la vida cotidiana a la velocidad de las redes sociales.

A partir del comer se moldean las condiciones de vida y de reproducción de la misma. Así, conjuntamente a los modos de experimentar hambre y de experimentar al cuerpo, se definen los alimentos posibles y su gusto, se configuran comensalidades y se traman relaciones sociales (Boragnio y Sordini, 2019). En un mundo con alta desnutrición y una epidemia de mal nutrición y hambre oculta, por un lado, y prácticas alimentarias y de comensalidad ligadas a nuevos modos de consumo y distinción (sensu Bourdieu), por el otro, se vuelve necesario poner en primer plano las conexiones entre cuerpos/alimentación/emociones, ya que el solapamiento de las problemáticas del comer originan consecuencias tanto en la constitución de los cuerpos y en sus energías como en las emociones y en las potencialidades de acción.

A dos décadas del comienzo del siglo XXI asistimos a la crisis del Antropoceno en general, la expansión global del hambre en todas sus formas, la consolidación de perspectivas ecologistas, veganas y post-especistas y el aumento sostenido de las enfermedades crónicas no transmisibles. En este contexto global, los conocimientos en torno a las prácticas del comer se alteran ante la realidad de los nuevos modos de producción, distribución, consumo. Ante esto, se vuelve indispensable que desde las ciencias sociales realicemos nuevas preguntas sobre los cambios y particularidades de la época, porque las conexiones entre cuerpos/alimentación/emociones se configuran como punto de articulación sustantivo que nos permite abordar los procesos de estructuración social contemporáneos.

El número monográfico que presentamos está compuesto por trabajos que exponen diferentes aristas del comer que nos permiten conocer la situación actual de las conexiones entre la alimentación y las emociones del siglo XXI.

El primer artículo, de Adrián Scribano, titulado “Sabor a bitt!!!: Algunas conclusiones (adelantadas) sobre el impacto sociológico de la FoodTech”, se concentra en repensar las conexiones entre producción y consumo de alimentos en la actual sociedad 4.0, exponiendo los difuminados límites a los cuales nos enfrentamos en una sociedad cada  vez más tecnológica, pero con demandas en torno a la reproducción de los cuerpos y sus energías que se repiten desde hace miles de años.

Luego, Constanza Faracce Macia y María Victoria Mairano en “El comer en el siglo XXI: Una aproximación a las sensibilidades en torno a la comida en Instagram”, a partir de una etnografía virtual que recogió el contenido de los hashtags con mayor cantidad de publicaciones a enero del 2021 en Argentina, identifican las sensibilidades en torno al comer expresadas en Instagram.

En tercer lugar, Luis E. Blacha y Emiliano Torterola, en “Dieta y azúcar. Reflexividad y límites en la alimentación del siglo XXI”, despliegan el concepto de reflexividad para profundizar en la construcción sociopolítica de la supremacía de lo dulce y su cercanía con el disfrute.

El cuarto artículo, de María Victoria Sordini, “Asistencia alimentaria y pasiones tristes: un legado intergeneracional en Argentina”, presenta, a partir del método biográfico en su modalidad historia de vida, una comparación intergeneracional sobre las continuidades y rupturas de las emociones asociadas a los modos de sociabilidad y vivencialidad que implican las intervenciones de las políticas alimentarias focalizadas en la pobreza, asistenciales y masivas.

En quinto lugar, Aldana Boragnio, en “‘Compro’, ‘llevo’, ‘elijo no comer’: prácticas alimentarias, estrategias y emociones de mujeres trabajadoras de oficinas públicas”, realiza un recorrido por los diversos modos de obtención de la comida de almuerzo en las oficinas de la Administración Pública Nacional, donde no solo se ponen en juego la relación tiempo/espacio y el presupuesto, sino que la cotidianeidad del comer implica una organización que reclama estrategias específicas.

A continuación, Pedro Lisdero, en “‘Alimentar las emociones’. Entrenar, comer y trabajar en contextos de metamorfosis”, explora las conexiones entre el trabajo y la alimentación, para comprender de qué manera se re-configuran los requerimientos de energías corporales asociados al trabajo, y cómo se actualizan las prácticas de comer en tanto mecanismos de regulación de las energías excedentarias en las sociedades.

Por último, Leonardo Rossi, con su texto “El alimento, flujo energético vital entre la tierra y la humanidad. Reflexiones sobre una comensalidad crítica desde una trama agroecológica”, a partir de entender al alimento como un bien eco-bio-político, se centra en las implicancias ontológico-políticas de los diversos modos de producir y consumir
el alimento en la historia humana.

Para finalizar, queremos agradecer especialmente a la revista Aposta. Revista de Ciencias Sociales y a su director y editor, Luis Gómez Encinas, por la posibilidad del presente monográfico y su trabajo para que salga a la luz. Y, por supuesto, a la labor de cada autor y cada autora que participan de este número. Esperamos que sea de su interés y que continuemos conociendo, reflexionando y profundizando en las prácticas alimentarias, las sensibilidades y sus múltiples implicancias.

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Fuente: Aposta.Revista de Ciencias Sociales

Temas: Nuevas tecnologías, Salud, Sistema alimentario mundial

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