En nuestra tierra la felicidad no se mide por indicadores económicos

Idioma Español
País México

Repensando a México, desde Oaxaca: una entrevista con Jesús León Santos, quien nos invita a reflexionar sobre las limitantes de pensar la vida desde indicadores económicos.

Cuenta la gente de la comunidad de Santiago Tilantongo, de la Mixteca de Oaxaca, que en sus tierras habita un corazón con una enorme pasión por la cultura y por el conocimiento que tienen los pueblos originales sobre la vida, esos saberes que fueron generado por los antiguos mixtecos y que para él es muy importante valorarlos, cuidarlos y mantenerlos vivos. 

Jesús León Santos se define a sí mismo como alguien que a los 10 años empezó a entender más sobre la vida comunitaria, y ya más grande trabajó con los sistemas de producción agrícola. Se siente enormemente agradecido con su padre por haberlo traído a esta tierra y también por haber vivido con sus abuelos quienes le compartieron y enseñaron el pensar, el sentir y el vivir comunitario. 

¿Qué recuerdos tiene Jesús de su niñez?

Mucha gente me ha preguntado como fue mi niñez, hay muchas cosas que recuerdo, justo ahora estoy escribiendo parte de mis memorias y cuando me atranco, siempre recurro a mi madre, que todavía vive y le digo "oiga usted recuerda algo de cuando era niño".

Crecí en la región Mixteca, más no nací ahí, nací en el Distrito Federal. Me llevaron a vivir cuando tenía seis años a Santiago Tilantongo, la tierra donde crecí, una de las comunidades más pequeñas del municipio. Cuando llegamos, el poco dinero que mi padre traía se fue acabando muy rápido, vivimos una situación complicada a diferencia de los que ya vivían ahí, porque ellos ya tenían una forma de vida, ya que sembraban y tenían sus animalitos, comían sus alimentos. Nosotros no teníamos nada, ni animales ni tierra donde cultivar. En algunos momentos le reprochaba a mi padre de haberme traído a estas tierras, pensaba que me había traído a sufrir. Mi padre estaba en el ejército y después de lo que sucedió en el año 68, decidió que no era el lugar donde quería estar. Eso ya me lo contó cuando yo era grande, ya que cuando era niño no me contaba esas historias. Como él estaba ahí, yo nací en las clínicas del ejercito con tratamientos muy diferentes a los que hay en la comunidad. Nosotros casi no le decimos al pueblo Tilantongo, sino Ñu ntnu, que significa varias cosas, pero nuestros pueblos dicen que significa "El pueblo que floreció". No decimos Tilantongo que es en náhuatl lo decimos en Mixteco, Ñu ntnu.

Todos los niños empezaban a ir a la escuela cuando tenían seis o siete años, mi padre me mandó cuando yo tenía nueve años, terminé cuando tenía 15 años la primaria, todo un joven. Cuando tenía alrededor de 20 años le dije "pues yo pienso que había dos cosas por las que no me mandaste a la escuela temprano, la primera es que me querías mucho y no querías que yo saliera de la casa o la segunda es que de plano no me querías cabrón, y por eso decías "que este se dedique a cuidar los chivos en vez de ir a la escuela", y él me decía "yo te quiero igual que a todos tus hermanos y siempre ha sido así, pero yo no tenía dinero en esos momentos. Hasta los diez años yo anduve descalzo porque mi padre no tenía para comprarme el huarache o zapato, y la escuela quedaba a hora y media de mi casa, era la más cercana, y caminar a la escuela requería huarache. Siempre bromeaba con mi padre esa situación de haberme mandado a la escuela ya grande.

En mi niñez yo también cuidaba los chivos. Recuerdo que había un río a tres kilómetros de la casa, un día llovió bastante y había que cruzar el río con los chivos, los animales pasaban sin problemas y nosotros nos quitábamos los pantalones para que no se mojaran. Recuerdo que le dije a uno de mis compañeros que yo iba aventar mis huaraches al otro lado para no llevarlos en la mano mientras cruzaba, así que los aventé. Uno sí llegó al otro lado, pero el otro cayó sobre el agua y se lo llevó el río. Caminé de regreso a casa sin un huarache, al llegar a la casa le dije a mi papa que el río se había llevado mi huarache y me dijo pues ahora te vas a aguantar así porque ya no hay. De todas maneras me hizo uno de paja que me duró como dos días y así me la pasé como tres semanas, sin huarache. Después de ese tiempo fui a jugar al río y como unos cien metros río abajo de donde lo había perdido, encontré mi huarache y no te imaginas la alegría que me dio encontrarlo, fue como encontrar un tesoro. Cuando llegué a la casa todos estaban felices.

Recuerdo que cuando pasé a segundo año de primaria, casi todas mis compañeras eran mujeres y yo era el único hombre en el grupo. Así me pasé cinco años de la primaria. Muchas de esas cosas marcaron mi vida para siempre, porque convivir con mujeres fue algo muy diferente a otros grupos. Siento que por eso tengo mucho respeto y amor hacia las mujeres. Cuando estudié la secundaria de noche también me tocó estar con un grupo que la mayoría eran mujeres. Por eso aquí en la organización trabajamos aspectos de género y me identifico mucho con la situación que viven las mujeres.

Cuando tenía como 11 años me fui a vivir con mis abuelos maternos a una comunidad cercana, viví hasta los 15 años con ellos, aprendí muchas cosas. Mi abuelo tenía un radio de pilas y de vez en cuando lo escuchábamos, pero el asunto era sentarnos a platicar en la tarde después de terminar las tareas del campo. Él tenía una enorme forma de contar la vida, las leyendas del pueblo, las historias. Mi abuelo nació en los primeros años del 1900, así que le había tocado vivir parte de la revolución, además me contaba las historias del pueblo como las formas de las mayordomías. Probablemente en esos momentos no entendía mucho de la vida comunitaria, pero haber vivido con mis abuelos maternos hizo que yo sienta un enorme orgullo de ser de estas tierras y de valorar el campo.

Mi abuelo se llamaba Secundino Santos y mi abuela Donaciana Cruz, ella no hablaba español, ya que yo no hablaba mixteco todo lo que mi abuela quería que hiciera se lo decía a mi abuelo y el me decía ve a traer agua, traer leña, llevar los animales al campo o arar la tierra. Mi abuela le hablaba en el mixteco a mi abuelo y él me traducía al español. Mi abuela pocas veces se dirigía directamente a mí porque hablaba muy poco español, siempre hablaba por medio de mi abuelo.

Así viví cinco años con mis abuelos, donde aprendí mucho. A lo largo de toda mi vida recordé muchas de las cosas que mi abuelo me contaba. Después yo salí del pueblo y regresé unos años después cuando mi abuelo ya era una persona bastante grande. Él me fue a ver y me dijo, "quiero que me des trabajo porque prácticamente no tengo nada para comer" y le dije "abuelo yo no te puedo dar trabajo porque tu eres como mi padre, vente a vivir conmigo, así como cuando yo fui a vivir contigo cuando era niño". Mi abuelo estuvo como cinco años viviendo conmigo, sus últimos años de vida. Siempre tengo un sentimiento muy grande porque aprendí mucho de mis abuelos. De ahí viene mi pasión por mi pueblo y por las cosas que hago. Él me enseñó a hacer la ceremonia para agradecer a la tierra como lo hacían los abuelos. Aunque la modernidad no lo crea para ellos era una parte importante de la relación que tenía la gente con la tierra y la cual se ha perdido.

Hemos mecanizado todo como si estuviéramos trabajando con algo inerte. Él me enseñó a pedir permiso a la tierra para sembrar, así como cuando levantábamos los primeros elotes, había que pedir permiso. Probablemente cuando era muchacho o niño ni en cuenta ni lo sentía, pero ahora lo siento y cuando hablo con los campesinos viejos y les pregunto cómo es que lo hacen. Soy afortunado de conocer todas estas cosas, por momentos me siento extraño, ya que donde yo crecí no había luz, no había carretera. Vivir en un tiempo en donde no teníamos electricidad hasta llegar a este momento de una modernidad loca, a donde uno no puede estar a gusto porque llega un mensaje, una llamada, un correo, a diferencia de cuando cuidaba los animales y nada más estaba, a veces me pregunto a mi mismo qué pensaba mientras estaba ahí sentado todos los días, cuáles serían mis pensamientos.

Cuando fui terminando la primaria tuve un maestro de primaria muy bueno, una persona con muchos sentimientos, y cuando fui creciendo yo quería ser maestro, pero al final no pude estudiar para poder ser maestro, pero hay muchas personas que marcaron mi vida como él. Aparte de ser profesor de la escuela, era una persona que me guiaba en muchos sentidos. Era un comunista y el me transmitía todas estas ideas de otros sistemas, de otras formas políticas y cosas como esas. Nos traía montones de libros y nos los prestaba, así estudiaba esas cosas. Cuando todavía no terminaba la primaria yo quería ir a Estados Unidos a trabajar como muchos en los años 70 y fui leyendo estos libros y sentí un rencor por los gringos y me fui alejando de la idea de ir a Estados Unidos. En el 2000 vinieron unas personas de Estados Unidos acá, de una universidad muy importante para conocer nuestro trabajo y me invitaron a dar una plática, yo les dije que tal vez algún día iría, y en el 2001 me volvieron a invitar y no me dieron ganas de ir. Por otro lado, en el 2003 me invitaron a Nicaragua y me fui feliz de la vida, porque sabía lo que estaba ocurriendo todo su proceso social y me fui a unas cooperativas, sin nada de pago, solo para vivir tal y como viven allá, por el gusto. Hasta hoy siento a Nicaragua muy cerca, tengo muchas amistades allá y generalmente iba cada año. Siento mucha pasión por el pueblo nicaragüense, yo puedo vivir con el gallo pinto todos los días. Hay muchas similitudes con nosotros y es parte de las vivencias de la vida.

A veces me siento extraño en esta tierra porque no hablo la lengua, pero ahora que estoy viejo ya estoy aprendiendo el mixteco y por eso me siento reconfortado, entender y comprender en mixteco. En estas tierras la gente que habla mixteco hace muchas bromas, ríe mucho y hay mucha alegría en el entorno, y cuando no lo entiendes te sientes totalmente ajeno a ello. Por eso es una de las más grandes limitantes que tengo, sentir y hablar la lengua que esconde una enorme riqueza la conversación y la forma de hablar de los pueblos de estas tierras. Por eso quiero seguir aprendiendo.

¿En tu niñez cuál era el papel que jugaban los alimentos en tu casa?

Con mi abuelo teníamos la yunta, sembrábamos la tierra y a los 13 años era prácticamente el responsable de los sistemas de siembra. En nuestro pueblo no solo era una cuestión de producir, sino también de recolectar alimentos como flores para el consumo, hongos, frutas que hay en los bosques. Mi abuelo vivía muy cerca de una montaña muy grande, con enormes árboles donde llovía mucho, entonces mi abuelo me mandaba por leña y me decía que me fijara bien porque ya era el tiempo de hongos, así que estaba atento a los hongos. Hay sitios especiales donde crecen, se podían juntar bastantes, llegaba con el tenate lleno de cosas del bosque, cosas que hasta el día de hoy muchas personas siguen haciendo.

En nuestro sistema alimentario de la región es bien importante la recolección, son ciertas temporadas que no son largas como la época de chicatanas, los chapulines, los hongos, las hierbas medicinales, las hierbas comestibles, los dátiles de palma y muchos árboles viejos que se caen, son invadidos por unos escarabajos que ponen huevos y nacen unos gusanos muy grandes que comemos, se puede sacar hasta un kilo de gusanos grandes y gordos, listos para azar en el comal y comer en taco con su salsa. No es un sistema alimentario como el de otros lugares donde solo comes lo que produces, sino que también lo que aprovechamos de los espacios naturales, un sistema menos vulnerable a las crisis alimentarias.

En el pueblo había mucho respeto a las formas de producir, a la forma de pedirle permiso a la tierra, cuando cortabas un árbol, esa forma de sentir que no es nuestro y hay que pedir permiso. Por eso decimos nosotros que no es nuestro lo que hay aquí, por esa razón pedimos permiso, no es que nos toque o nos corresponda, solo llevamos lo que necesitamos y no lo que está aquí. En ese sentido aprendí enormemente de lo que tiene que ver con el respeto a la tierra, con el tiempo fui aprendiendo más esta forma de ver las cosas, ver la vida como las gentes de mi pueblo. Esto rompe con muchas otras formas de ver la vida en otros lugares donde se sienten dueños de la tierra. Aquí tomamos lo que necesitamos, no lo que hay, por eso hasta hoy sigue habiendo. Mis abuelos lo disfrutaron, yo lo estoy disfrutando y quiero que los que vienen atrás lo disfruten.

¿Por qué la desvalorización de la vida del campo y los alimentos?

La modernidad genera muchas cosas y una de ellas es el desprecio a la gente que no tienen niveles académicos, el desprecio hacia las personas que no saben leer y escribir, hacia las personas que no hablan el español. La supuesta modernidad generó un enorme desprecio a las personas. Una vez me tocó oír a un funcionario público diciendo a un grupo de madres de familia que se les estaba dando una beca para que sus hijos no fueran como ellas, jamás me voy a olvidar de ello. Entonces cuando a mí a veces me preguntan yo digo que en la modernidad y en las estructuras políticas es donde nace parte de este desprecio hacia la vida rural. Continuamente decían que era mejor que se generé un licenciado a que se genere un campesino que probablemente va a ser siempre pobre y que no es útil hacia la vida nacional. Ese es un aspecto que siempre me deja en una situación bien complicada, porque muchos que no saben leer y escribir son capaces de crear mucho más lo que otros no pueden, pueden hacer producir la tierra y tener comida lo cual significa mucho, no importa que no produzcamos para otros, pero producir para nosotros tiene un valor bien importante.

Por esa razón las estructuras políticas que pretendían modernizar el país trataron de convertir la ruralidad en otra forma de vida, no en la ruralidad basada en el trabajo con la tierra para producir comida y cuidar los recursos naturales, sino una ruralidad moderna que sea capaz de comprar cosas a las empresas. Nuestra ruralidad por naturaleza no es consumista, tiene una sostenibilidad por sí misma, produce lo que come. Durante mucho tiempo podemos vivir sin comprar ropa, se puede vivir con zapatos viejos y esto hace que esta ruralidad no sea importante para las estructura política y económica del país. Entonces, cuando escuchaba este funcionario público decir esto era algo muy fuerte con un alto grado de desprecio. Nosotros vivimos en una ruralidad que se mantiene por sí misma en sus espacios, ellos quieren que nos volvamos consumistas y dependientes, ya que de esa forma quieren controlarnos y hacernos parte del país.

En los años 60 y 70, los maestros que había no eran del pueblo y venían de fuera, pues hablaban español y tenían una férrea tarea de españolizar a los niños y les prohibían hablar en su lengua dentro del salón de clases, tenían que aprender el español. Eso era borrar la historia y las formas de vida de las comunidades que tenían su propio lenguaje, tenían su propia forma de entender a la vida más allá de lo que el maestro quería enseñar. Esto generó daños irreparables a la cultura y a la forma de vida de las comunidades rurales por medio de la educación. Si esto ocurre a nivel local pues imaginemos ya a niveles académicos superiores, donde solo se basan en la ciencia alejada totalmente de la vida comunitaria y de los pueblos originarios. Entonces, cuando un joven va a estudiar a otro lugar, viene y quiere imponer otras cosas en un ambiente como estos donde nuestra vida rural es de otro tipo.

El conocimiento de los pueblos originarios es muy grande. Hace unos años escribí un documento sobre el maíz cajete, una forma de producción de la región, un gran invento que no hay en otros lugares. Todo lo que he leído de procesos agrícolas de diversos lugares del mundo no hay un sistema como este que generaron los pueblos mixtecos en la región y que vengo recomendando desde hace tiempo, porque considero que es importante que la gente sepa cómo funciona, se comparte el conocimiento.

¿Cómo te relacionas con la espiritualidad y la religiosidad?

Tengo algunos problemas respecto a lo religioso, entonces no me meto mucho en esos temas, más bien veo mucho lo que tiene que ver con el aspecto de la espiritualidad, el respeto a los espacios y a los lugares. Eso habla de que nuestra gente ve de otra manera el mundo, el universo y el espacio. En mi pueblo siempre hemos tenido creencias, esta forma de creer en que si le faltamos el respeto a un lugar, puede causarnos problemas; y siempre tenemos esa creencia. Algunos dicen que eso es viejo, antiguo y de otros tiempos, pero nosotros tenemos mucho de este enfoque de creer que hay sitios o lugares que para nosotros son sagrados y debemos tener respeto, a los que pedimos perdón y permiso.

Para mí el aspecto espiritual es mucho más que un aspecto religioso, es como el universo, mucho más que solo creer que hay un Dios que puede hacer muchas cosas a favor o en contra de nosotros. Nosotros creemos que hay poderes en lugares especiales a los que les tenemos mucho respeto, aun con toda la modernidad en mi pueblo seguimos creyendo en estas cosas. Para nosotros no es algo antiguo, viejo o pasado de moda, el respeto a los lugares, ríos y bosques seguro que va a continuar por mucho tiempo.

Por eso hacemos las ceremonias y los rituales, consideramos que la tierra es un espacio viviente con la que hablamos, por eso le hacemos ofrendas, por eso le entregamos presentes, la consideramos no como algo que pueda hablar o caminar, pero algo mucho más superior a nosotros, mucho más importante, mucho más fuerte que nosotros. En mi pueblo no somos fanáticos de una cosa, sino creemos lo que tiene que ver con cosas naturales. Es una espiritualidad continua y no solo algo del domingo, no se deja, no se quita.

En mi pueblo se usa mucho el temazcal hasta hoy. Cuando una mujer tenía un bebé había todo un ritual por haber traído un nuevo ser al mundo, las mujeres entraban tres veces al temazcal durante los primeros 15 o 20 días de haber nacido el bebé, entraban con la curandera o partera. La tercera vez era todo un acontecimiento, porque se le daba un presente a la tierra. El niño estaba bien y había llegado una persona más a este mundo. Así que cuando se caía el ombligo del niño, era sembrado en un lugar especial de la parcela de la familia y por eso mucha gente hasta el día de hoy dice, "es que mi ombligo está en Tilantongo". Cuando eres grande por eso recuerdas mucho a tu pueblo y por eso regresan, aunque tengan vida en otro lugar, es porque el ombligo esta ahí. Una parte mía está ahí, mi padre tenía una tradición que donde ponía el ombligo sembraba un maguey, que después era enorme y decía "ahí esta el ombligo". Son formas, tradiciones y costumbres que tenemos en esta tierra y que nos han mantenido, que nos han hecho ser personas diferentes a otros lugares donde el respeto a la naturaleza y a espacios se ha perdido.

¿Cómo nace y qué representa el sentipensar del Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam)?

El CEDICAM nace en los años 90 y nos tardó muchos años tomar las decisiones de lo que queríamos hacer, a dónde queríamos ir. Muchos de los colegas pensaban en las organizaciones políticas que estaban de moda para poder obtener recursos. Otros pensaban que podíamos ser una organización religiosa para aprovechar fuentes de financiamiento de otros esquemas religiosos. Y un sector muy pequeño, donde yo me incluí, decíamos que deberíamos ser una organización independiente, donde los aspectos religiosos fueran personales y no de la organización, donde los aspectos políticos fueran particulares, pero no de la organización. Entonces nos preguntamos si éramos capaces de sobrevivir a diversos cambios sin tener vínculos con aspectos políticos o religiosos, que por cierto tanto lo político como lo religioso vemos que tienen profundas crisis hoy en día. Por eso decidimos no ser parte de ellos y no cargar con esas crisis, sino tener nuestro propio caminar reconociendo que los campesinos y pueblos originarios de estas tierras tienen conocimientos y sabidurías importantes. De esta forma podemos generar alternativas a los desafíos que tenemos hoy en día como cambio climático, crisis alimentaria o lo más recient,e que tiene que ver con aspectos de salud como esto que afecta seriamente el mundo en general.

El CEDICAM es un espacio donde se generan alternativas, pero siempre con una comunicación muy amplia con los campesinos y con las comunidades. El respeto siempre es importante, la gente siempre está dispuesta a compartir lo que sabe, y también a recibir lo que puede mejorar, pero siempre nosotros con respeto. Así que decimos, "lo que ustedes están haciendo está muy bien, pero a lo mejor si agregamos este ingrediente pudiera estar mucho mejor". Pero eso depende de ellos, no lo van hacer porque nosotros decimos, sino simplemente porque ellos deciden tomarlo.

Me tocó ver cosas muy interesantes en los años 80 y 90. Aquí estaba un programa dirigido al alto Papaloapam ya que muy cerca está el parteaguas de la cuenca del Papaloapam. Eran programas que tenían el objetivo de conservar la cuenca, entonces el gobierno les pagaba a los campesinos para hacer obras de conservación, para evitar azolves de las presas hacia arriba de la cuenca. Como eran programas temporales de paga, después de cierto tiempo la gente tenía necesidad del dinero y pues destruía la obra para que viniera nuevamente el gobierno para reconstruir la obra. Esto se convertía en un ciclo vicioso.

La semana pasada estuve con la gente del programa Sembrando Vida, y les dije que el tema del desarrollo rural tiene que partir de la gente y no a partir de una oferta externa. Cuando hay oferta la gente hace las cosas por la oferta y no porque ellos sienten que lo tienen que hacer, cuando la oferta se termina la gente regresa a su estado normal. En estos casos no solo se pierde el dinero, sino la oportunidad de mejorar las condiciones de vida de las comunidades. Cuando se genera un programa desde el escritorio se pretende mejorar determinada situación, pero cuando no se motiva o no se considera que las cosas surjan a partir de la gente, perdemos la oportunidad de hacer un cambio profundo. Eso depende mucho de ellos como directores de programas porque muchos de ellos están aquí por un programa y no están ahí porque quieren de verdad contribuir a cambiar las comunidades, cuando el programa se acaba ellos como funcionarios públicos tampoco seguirán.

Esas son de las cosas que siempre han ocurrido y no se ha cambiado el esquema, a la gente se le ve como pobres, como gente a la que tenemos que darle cosas y no como un proceso donde hay una participación de la gente. Lo que ocurre en una parcela de la gente es por ellos mismos, por lo tanto, ellos lo tienen que hacer convencidos de lo que va a producir ese espacio es para ellos. Por muchos años sembramos árboles en la región Mixteca sin un peso, hasta que llegó el programa Proárbol, que pagaba por sembrar árboles. Eso provocó que la gente solo sembrara árboles porque le pagaban y no porque piensa que va a tener agua, leña, sombra, tierra, sino más bien porque alguien les dio dinero. Ya no les importa si vive el árbol porque no es de ellos, sino del programa, y es lo mismo que puede ocurrir con el programa de Sembrando Vida, así se los dije.

Entonces cuando terminó la reunión me preguntaron sobre qué consideraba que tenían que hacer diferente en este programa, les dije tres cosas: número uno, se aprende haciendo las cosas, no se viene a decir qué hacer y cómo hacerlo, no se dan órdenes desde un escritorio, se aprenden juntos y sobre la marcha; número dos, siempre se enseña con el ejemplo, para que quieren que las personas hagan lo que ustedes no hacen, no podemos enseñar cosas que jamás hemos hecho y, número tres, no considerar este asunto como solo un trabajo, sino como algo que siempre debemos hacer y debemos hacerlo con pasión. Si solo lo hacemos porque nos pagan cuando termine el programa a ninguno de ustedes los voy a ver por acá nuevamente. Así de simples tenemos que ver las cosas, si las empezamos a complicar y empezamos a hablar otras cosas, cuando se termina el programa no se queda nada. Esas tres cosas deberíamos de fomentar para que la gente sienta las ganas de participar. Hoy ya no dicen Sembrando Vida, sino "sembrando envidia", y esto se debe a que este programa solo toma en cuenta a un sector de la comunidad y otro sector queda fuera, y es por eso que hay problemas al interior de la comunidad, por eso vienen a generar problemas entre los que reciben y los que no reciben. Se genera una división muy grave al interior de la comunidad, que sus reglas de operación no contemplan.

En el CEDICAM nos interesa trabajar con personas que tienen interés en mejorar sus sistemas de producción y de conservar sus semillas. Cada vez que proponemos algo no es a la fuerza sino porque están convencidos. No proponemos mejorar, sino que somos aliados de ellos, en lugar de que nos digan ingeniero o que me hablen de usted, me dicen Jesús tal cual, con mucha confianza. Sentirnos que somos parte y no ajenos, ese es el espíritu del CEDICAM, el vínculo cercano con la gente. El equipo que tenemos es gente de la región, muchos de ellos hablan la lengua local y tienen capacidad de comunicarse con las personas. Siempre respetamos las formas de vida y de hacer las cosas de la gente, solo somos un medio para complementar su vida.

¿Cuál es tu pensar sobre los 500 años de la caída de Tenochtitlan?

Me provoca un sentimiento de agresión que hubo hacia los pueblos originarios y eso siempre lo vamos a decir. Pero también siempre digo que no podemos cargar permanentemente con algo que ocurrió en el pasado, yo traigo un apellido que es español y muchos también lo tienen. La caída de Tenochtitlan es algo que nos va a generar una situación difícil porque fue afectada toda una cultura, no solo el pueblo mexica, sino todos los pueblos originarios de esta parte del mundo. Entonces, siempre vamos a tener un resentimiento hacia lo que viene de afuera, porque siempre podrá tener intereses como los que hubo en la conquista de México. Siempre hubo el interés de apropiarse de los bienes, de las riquezas materiales o de cualquier tipo. Muchos conquistadores se enfocaron en las riquezas materiales y otros en las cuestiones de la cultura, por eso muchos códices no están en este país, los grandes escritos de los pueblos originarios están en otros lados porque también hubo interés de apropiarse de los conocimientos que tenían los pueblos. En ese sentido no celebro nada la caída de Tenochtitlan.

En 1821 también se celebra la consumación de la Independencia como parte de las celebraciones nacionales, pero realmente no pasó nada después de la Independencia, siempre hubo el control de los poderes políticos y económicos, incluyendo el extranjero. Por eso ni la Independencia, ni la Revolución, ni la Reforma de la que tanto se menciona y que nombran ahora una nueva etapa en estos tiempos representa tanto. Preguntemos a la gente de los pueblos originarios cuáles son los cambios de estas grandes transformaciones, pues realmente nada, los puebles siguen siendo objetos de uso, como lo que sucede en estos momentos con las campañas, donde vienen y hacen campañas para tomarse la foto y después jamás los vuelves a ver. Sigue siendo el mismo esquema que hace 200 años.

En 1521 después de cierto tiempo de resistencia el pueblo Mexica pierde la guerra y los conquistadores se atragantaron e hicieron lo que quisieron. Pero como digo, no hay que andar cargando la caída de Tenochtitlan porque esos sentimientos son los que hacen que surjan odios y rencores, para lo cual nosotros no tenemos tiempo. Nosotros necesitamos nuestros tiempos y pensamientos para ponerlos aquí en nuestras cosas y nuestra tierra, poner nuestras energías donde podemos hacer mejoras. No perder el tiempo lamentando de cosas, aquí hemos tenido muchos debates sobre estos temas de los aniversarios, unos felices, pero otros no tanto, como yo.

Para ti, ¿qué representa Oaxaca en el contexto de lo que hoy llamamos México?

Hay mucha gente que conoce más otros países o lugares que su propia tierra. Yo por eso hablo mucho de mi tierra, porque es donde crecí, es donde vivo, por eso hablo de mi espacio, yo no hablaría de otro lugar que no conozco. Hablo de esta tierra donde hay muchos valores y cosas que uno puede aprender, por eso el mundo está aquí en mi tierra, no está fuera en el conocimiento de otras tierras. Muchos, cuando se ponen a ver otras tierras, desprecian su propia tierra y eso no debe de ocurrir. De esa manera es como vamos a conservar y a formar parte del mundo.

Oaxaca tiene muchos valores internos y no solo como nos miden desde afuera, por el tipo de casa que tenemos, o si tenemos un vehículo, o piso de cemento, muchos miden la riqueza con cosas materiales. Yo crecí con mis abuelos en una casa de palma y éramos felices, crecí feliz solamente alumbrándonos en las noches con una vela. Ninguna necesidad de estar pensando que faltaba una televisión o más cosas, con que tuviéramos para comer y un lugar donde vivir bastaba para vivir la vida. Yo creo que cuando miden la pobreza por medio de cuestiones económicas siempre saldremos así, pero eso no nos debe de preocupar. Lo que no miden los indicadores económicos es la felicidad de la gente, nunca podrán medir la felicidad de la gente, y los indicadores que ellos tienen jamás servirán para medir la felicidad. Cuando yo comento de las montañas y disfrutar estos espacios es realmente una felicidad inmensa que otros no tienen, aunque vivan en palacios no van a tener esta felicidad que nos da la montaña.

Es importante reconocer los valores y la historia misma de los pueblos que vivimos en este estado, todos tienen valores, historias, capacidades y conocimientos que no tienen otros pueblos y de los cuales nos sentimos orgullosos. Esta riqueza de diversidad que tenemos se debe a estos pueblos, no a otra cosa, la etno diversidad es una de las cosas más importantes que hay basada en los pueblos que existen. Son de las cosas que tenemos que reconocer y valorar, entre más pueblos vivimos la cultura se vuelve más amplia, una riqueza cultural increíble que no tienen otros estados, de la cual nos sentimos orgullosos.

A su vez muchos se aprovechan de las riquezas culturales que tenemos en nuestro estado sin conocer a profundidad cómo viven los pueblos. Para nosotros esto es bien importante, más que para el turismo o esas cosas que hacen que vengan personas a ver Oaxaca como si fuera un asunto de un circo y no es así. La cultura se vive y eso es lo importante, como vives en tu casa, en tu CEDICAM, esfuerzo campesino, de los sistemas de organización comunitaria, esa es la vida, no las exhibiciones turísticas que muchas veces hay en Oaxaca.

Fuente: Más de México

Temas: Movimientos campesinos, Saberes tradicionales, Soberanía alimentaria

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