Historias agazapadas

Idioma Español
País Ecuador
Huerta agroecológica de guardianas y custodios de semillas de la casa comunitaria de semillas de Riosucio, Caldas, Colombia. Foto: Viviana Sánchez-Prada

Ésta es la historia de dos micro-historias que se cuelan en un informe de avance, de ésos que se presentan rutinariamente para reportar el cumplimiento de actividades encomendadas en lo que se llama asistencia técnica. Me pregunto cuántas veces ocurrirán estos intentos de contar algo más que la tarea, si acaso son tomadas en cuenta por quien supervisa y se encarga de aprobar los documentos. El caso es que, así como el orden impuesto en la cadena de “transferencia tecnológica” está poblado por gente que al ejecutar los programas garantiza la imposición en campo de tecnologías traídas, compradas, pensadas para crear dependencia, de vez en cuando hay profesionales jóvenes y sensibles que se preguntan, que reconocen en la producción seres con saber y con historia, que merecen tener voz y presencia en el hacer. El autor es Ronald Herrera, un agrónomo convencido del diálogo de saberes, del poder transformador del saber local que habita en cada rincón, y así es vivencia su trabajo.

Mujer, resiliencia y agricultura

Gladys, esposa de Vicente, es hija de agricultores del sector de El Chino, San Cristóbal. Ella junto a Vicente, tuvieron que migrar hacia la zona urbana de la isla o, como ellos denominan, bajar al puerto para ejercer la docencia. Por muchas décadas han compartido sus conocimientos a jóvenes que, en la actualidad, muchos de ellos son profesionales que aportan para el desarrollo socio-ecológico de la isla.

Gladys comenta que nunca logró desarraigarse de su territorio y junto a Vicente han mantenido una finca llamada El Trinar, herencia de los padres de Gladys que, además de producir alimentos para el “autoconsumo” y la venta, es un espacio para poner en práctica los conocimientos dejados por sus antepasados. Para Gladys y Vicente, proveer de alimento a su hogar y a la población es un compromiso constante. De igual forma, cuidar sus cultivos, animales domésticos y especies nativas de la isla es una estrategia de resiliencia ante la amenaza de perder lo propio, lo probado, lo sostenible.

Gladys junto a Vicente se jubilaron y decidieron dedicarse de tiempo completo a cuidar de El Trinar. Por cierto, llamaron así a su espacio de vida porque allí escuchan el canto de decenas de especies de pájaros.

Ellos son parte del proceso de agricultores-investigadores para el manejo de Especies Invasoras-Plagas (EIP). Ellos han implementado manejos para la broca —presente en su café bajo sistema agroforestal—, y los picudos que atacan silenciosamente a sus plantas de banano. A Gladys y a Vicente, les gusta contar los insectos recolectados y, en ese tiempo, hacen un viaje maravilloso hacia los recuerdos de niñez y su relación con el campo.

Un jueves de visita a El Trinar, día acordado para contar insectos, limpiar las trampas de insectos y reflexionar sobre los manejos de EIP, Gladys contó muy preocupada que su variedad de maíz mantenida por décadas tenía un cambio raro en las mazorcas. Ella sostenía que, de forma espontánea, los granos de maíz cambiaron de forma y color, muy preocupada mostraba con detalle cada una de sus mazorcas. Luego de varias reflexiones, se concluyó que su maíz había sido polinizado por un maíz híbrido, ella muy apenada se cuestionaba por qué sembró tan cerca el “maíz recomendado” con su maíz sembrado por años.

Al escuchar a Gladys, me cuestioné:

¿Gladys tuvo información necesaria antes de tomar la decisión de sembrar el maíz híbrido?¿La gente que siembra busca los mismos resultados que los expertos buscan? O, en otras palabras: ¿tales expertos tienen otra definición de sostenibilidad?¿Por qué se impone el criterio externo ante los procesos campesinos?

Sin embargo Gladys, muy empoderada del tema, planteó varias estrategias para recuperar su variedad, éstas fueron i) sembrar la variedad cuantas veces fuera posible hasta encontrar las características suyas; y, ii) repartir mazorcas a vecinos para que siembren y, de perder su cultivo de maíz, haya la posibilidad que su variedad se mantenga en los agroecosistemas de sus vecinos.

La historia de Gladys es la historia de muchas mujeres que, además de dedicarle mucho esfuerzo para producir, se vuelven guardianas de vida.

Diálogo de saberes: herramienta para re-construir sustentabilidad

Carlos, hijo de agricultores del sector Cerro Verde, es uno de los pocos agricultores jóvenes que, junto a su esposa, se dedican a tiempo completo a cultivar y cuidar de sus crianzas para alimentar a su familia y vender sus productos en la feria de agricultores “Consumamos lo Nuestro”, en el mercado local y embarcaciones turísticas, en San Cristóbal.

Carlos ve a la agricultura como su medio de sustento y generación de recursos económicos para educar a sus hijos y ayudar a su madre y al abuelo de su esposa, don Balcázar. En este camino, tiene que convivir a diario con el ataque de especies invasoras; por ejemplo, de las diez hectáreas que heredó, siete están infestadas por mora, pomarrosa, rabo de gallo, etcétera, y en las tres hectáreas bajo producción, tienen ataques permanentes de insectos-plagas.

En la búsqueda de soluciones para el manejo de “plagas”, Carlos ha encontrado una sola voz, la voz que erosiona el conocimiento y genera una monocultura: ¡La voz de los agroquímicos!

Esa voz disfrazada de soluciones rápidas, soluciones “eficientes” ha provocado que su sistema productivo se precipite en un desequilibrio ecosistémico. En la actualidad, Carlos usa insumos químicos para alimentar a los cultivos, para controlar las plagas y, esa voz ha provocado que dependa de la mejor semilla híbrida del mercado, la “productiva”.

No obstante, Carlos desde hace años viene buscando otras voces… voces que le ayuden a salir de la dependencia de los químicos. Esas voces han generado reflexiones propias como “estoy envenenando a las plantas”, “los suelos se están dañando”. Pero también, estas reflexiones han provocado acciones, como ejemplo: el uso de maquinaria en lugar de herbicida, para cortar la maleza; elaboración de compost o dejar en barbecho a las parcelas o como él dice: “dejar áreas en que descansen”.

Para Carlos, el proceso de manejo de EIP ha abierto una pequeña puerta para que describa su problemática y, mediante reflexiones, diseñe manejos en sus cultivos de sandía, tomate, melón, banano, plátano. Esta pequeña puerta ha motivado a Carlos a observar, a comprobar e ir adaptando los manejos a su contexto.

Cuando lo visito, Carlos comparte sus observaciones sobre los tipos de insectos capturados y cuenta muy alegre que, donde tiene un manejo de EIP no está poniendo químicos o, en otros casos, ya se saltó la aplicación de una dosis.

La historia de Carlos me hace reflexionar: Cuán responsable es lo externo en los desequilibrios ecosistémicos, en la reducción de los conocimientos, en el despojo de lo propio.

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Fuente: Revista Biodiversidad, sustento y culturas #109

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Saberes tradicionales

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