La guerra de los cerdos

Idioma Español
País Argentina

El borrador del acuerdo con China para criarle cerdos para su consumo puede convertirse en otro mojón, 24 años después de la entrada triunfal de la soja transgénica en 1996. Aquellos pibes que nacieron cuando Felipe Solá, entonces ministro de Carlos Menem, firmó sin pedir ni siquiera traducción los 108 folios en inglés del informe de Monsanto, hoy son adultos que crecieron con la explosión de un modelo productivo que se consolidó multiplicando 1400 veces el uso de agrotóxicos. Para cerrar el paquete transgenético de superproducción de commodities forrajeras para alimentar a los cerdos de las antípodas (esa tierra que, siempre soñamos, encontraríamos si cavábamos en el patio de la infancia un pozo tan profundo que cruzaría la tierra en dos). Un modelo que salvó los incendios financieros de varios gobiernos pero destituyó la biodiversidad, arrasó los bosques nativos, agotó la tierra y fumigó (fumiga) a catorce millones de argentinos con más de 500 millones de agroquímicos por año.

La necesidad desesperante de generación de dólares sin que funcione la máquina de calcular las consecuencias, transforma a la Argentina en el patio trasero de uno de los dos países más poderosos del planeta. Un patio que no se ve, confinado en los pies del mundo, una tierra usada primero para cultivar la comida de sus cerdos –uno de los alimentos centrales de la población- y hoy, un cuarto de siglo después, con la apuesta redoblada: criar los mismísimos cerdos para la China, multiplicando la producción normal, en el marco obvio de la ganadería intensiva. Forraje y animales. Todo para las antípodas. Mientras la tierra, empecinada en una resistencia de manos de las organizaciones, de la agroecología que reacciona, de los pájaros y las mariposas que se plantan, se espanta de lo que vendrá.

“Cualquiera que pretenda comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo agro-industrial y, más específicamente, la producción ganadera”, dice Rob Wallace, autor de “Grandes granjas crean grandes gripes”, citado por el colectivo Huerquen. Y sigue: “El capital está encabezando la apropiación de tierras en los últimos bosques primarios y zonas de cultivo de pequeños propietarios en todo el mundo. Estas inversiones impulsan la deforestación y conducen a la aparición de enfermedades por patógenos previamente encerrados, que se extienden a las comunidades locales de ganado y humanos”.

La necesidad China de venir a las antípodas para que Felipe Solá -24 años después y esta vez como canciller- firme la cría intensiva y multiplicada de chanchos tiene una causa concreta: el sacrificio de centenares de miles de animales enterrados vivos y quemados por el brote de una Peste Porcina Africana (PPA), un virus que amenaza con convertirse en pandémico. Y que está directamente emparentado con el modelo de cría de animales: hacinamiento, uso indiscriminado de antibióticos y antivirales que generan virus y bacterias resistentes y que afectan directamente a la salud humana.

Antes de este desastre, China domiciliaba a la mitad de los 1.300 millones de cerdos del mundo. Allí se consume el 50% de toda la carne de cerdo del planeta. Para su alimentación, importa cerca del 70% del comercio internacional de soja. La Argentina queda en el medio del sandwich chino. Es relleno y pan. Alimento para los poderosos que usan y tiran. Como suele, legendariamente, hacer el poder.

Mientras la Argentina se debate en el ojo de la pandemia que, como un huracán, devora más de cien muertos por día. Y parece decidida a correr el riesgo de importar otra pandemia.

Los pibes que nacieron con la transgénesis –un fenómeno masivamente desconocido en su momento- y han crecido en el pináculo del agronegocio y los venenos como cimiento, transcurren una adultez que debería estar preparada para resistir lo que hoy sí se conoce en constitución y consecuencias. El covid 19, que ha cambiado el mundo y no para mejorar la vida de los frágiles, es un virus zoonótico –que se transmite entre animales y seres humanos- que invadió los pulmones de la humanidad después de que los predadores asaltaron el ambiente natural de las especies, lo destruyeron y provocaron su salida al mundo.

Hasta hoy la humanidad está acorralada por el nuevo coronavirus y los que vendrán, porque la toma por asalto de la naturaleza está lejos de detenerse.

Decidir mudar al patio trasero del poder mundial el posible envase de otra zoonosis es, por lo menos, de una irresponsabilidad extrema.

Los niños que estén naciendo en 2020 no sólo serán pandemials sino también testigos y socios violentados de otra firma que, tristemente, lleva el mismo nombre. La crisis monumental pos virus tendrá la caricia de los dólares – commodities. Como en los 2000.

El costo en la piel, en los pulmones y en los pliegues del futuro, todavía es incalculable.

Fuente: Pelota de Trapo

Temas: Ganadería industrial, Salud

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