México: La energía eólica no es tan limpia como la pintan

Idioma Español
País México

El discurso de muchas multinacionales hoy es que la energía eólica es de las más limpias del mundo. Sin embargo no nos hablan del contexto en el qe se crean las plantas para recoger esa energía ni el impacto o los abusos que las multinacionales hacen en las comunidades en donde se instalan estos parques, como el Istmo de Tehuantepec. Rosa Marina Cruz nos cuenta el lado oscuro de la energía eólica.

Hace varios años que este video de 31 Minutos se hizo famoso (ver aquí). En el, Amapola y Bodoque nos presentan una perspectiva muy amigable sobre a energía eólica, que no es para nada errada. Si el caso de estudio que tenemos al frente se trata de un proyecto de autoabastecimiento de energía para una escuela, una casa, una comunidad o una empresa, los impactos de este tipo de energía son proporcionalmente menores a sus beneficios. Pero, ¿qué pasa si en cambio nos encontramos ante un megaproyecto que ocupa cientos de miles de hectáreas y los impactos se ven multiplicados de forma exponencial? Repasemos.

La energía eólica efectivamente es aquella generada a través del viento y distintos pueblos del mundo han venido usándola desde hace siglos para sacar agua de pozo y moler granos como maíz, trigo o avena por ejemplo. Desde hace unas décadas se ha descubierto la forma de acumular la energía generada con el viento en baterías o centros de carga como Don Segundo explicó al atolondrado Bodoque.

Pero que haya usos “limpios” de la energía eólica no quiere decir que todos sus usos son buenos para el medio ambiente. En México tenemos miles de estos aerogeneradores ya produciendo energía a lo largo de todo el país, el problema es que esta energía en su mayoría es comprada y vendida por empresas privadas transnacionales y almacenada en subestaciones de energía de la Comisión Federal de Electricidad. Para su traslado y distribución, zonas rurales del país están siendo atravesadas con líneas de transmisión de alta tensión que llevan la energía a tiendas como Walt-Mart, Suburbia, Vips, Cinemex o empresas como Femsa (envasadora y distribuidora de Coca Cola), Grupo México (sí, el de las mineras), Nissan, Apasco y Cemex, entre muchas más, y así puedan justificar su compromiso ambiental. A diferencia de los alumnos de Amapola, quienes lograron reducir sus emisiones de carbono, los mexicanos promedio continuamos generando las mismas cantidades de CO2 cuando encendemos nuestra computadora.

¿Por qué es conveniente la energía eólica?, pregunta Bodoque. “Es inagotable, no afecta el cambio climático ni contribuye a la capa de ozono, no contamina, no afecta las características fisicoquímicas del suelo, no produce alteraciones sobre ríos ni lagos y no crea lluvia ácida”. ¡Diablos! ¡Pero si es maravillosa! Entonces qué tanto alboroto. Bueno, volvamos al contexto.

En el caso de los grandes parques eólicos de México ocurre que aunque, en efecto la energía del viento es inagotable, los aerogeneradores empleados para producir esta energía no son eternos: tienen un promedio de vida útil que va entre 25 a 30 años y los elementos utilizados para su fabricación (fibra de vidrio, acero, aceite lubricante, metal entre otros materiales) no son totalmente reciclables, peor, son contaminantes y además en nuestro país no se cuenta con plantas para su tratamiento. Sumemos a esto las más de 20 toneladas de concreto y acero empleados para su cimentación. Esta cimentación implica realizar una fuerte transformación en el suelo, el cual se erosiona  deforestarse para preparación, se procede a la remoción de toneladas de tierra fértil que es trasladada en otras zonas elevando el nivel del suelo y generando inundaciones y encharcamiento en temporada de lluvias, además del cambio de vocación de caminos y senderos, que pasan de ser usados de forma ocasional por ganado, carretas y caballos a una uso frecuente por vehículos motorizados, de uso personal y de carga. Todo esto provoca erosión y afectaciones ecológicas sobre especies animales y vegetales.

La tecnología empleada en las instalaciones eólicas en México tampoco es las más eficiente, se requiere de alrededor de 400 litros de aceite lubricante para el mantenimiento diario de cada aerogenerador, este aceite suele fugarse con mucha frecuencia, escurriendo y difuminándose  por aspersión en los alrededores, afectando plantas y animales. Ahora multipliquemos este efecto por 2000 es número aproximado de aerogeneradores instalado tan solo en Oaxaca, donde se encuentra el mayor porcentaje de energía eólica del país, a eso, sumemos los incendios y explosiones provocados por la sobrecarga del motor cuando los vientos son demasiado fuertes (en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, se llegan a ver vientos de hasta 290 km/hr). Entonces, el balance negativo de impactos ecológicos, solo de la instalación, se acentúa.

Si bien es cierto que la energía eólica en sí no genera gases de efecto invernadero ni afecta la capa de ozono, es necesario que entendamos toda la cadena de valor de un aerogenerador instalado en México para los grandes megaproyectos. La minería a cielo abierto para extraer los minerales necesarios, el traslado de estos materiales a la fábrica donde son elaboradas cada una de las partes, su siguiente traslado a Europa donde son montadas las piezas (la mayor parte de los aerogeneradores utilizados en nuestro país son de la empresa danesa Vestas), el embalaje y traslado marítimo a México, normalmente al puerto de Salina Cruz, desde donde se distribuyen al interior de la región. Tan solo en esta cadena simplificada, las primeras etapas son altamente contaminantes, agregando la generación de CO2 de los traslados, no solo de material sino de personal para la instalación y teniendo en cuenta que no se cuenta con un plan adecuado para la disposición o reciclaje del equipo una vez terminada la vida útil de cada aerogenerador. Si se toma todo esto en cuenta difícilmente se puede decir que a energía eólica no tenga un impacto sobre el cambio climático.

Finalmente, durante el funcionamiento y operación de estos parques, los efectos en las rutas migratorias de aves que colisionan con las aspas se combina con el impacto auditivo generado por el rotor de las mismas, así como el estrés en el ganado de los alrededores por su sombra intermitente y la disminución de cardúmenes de peces cercanos a la orilla de la Laguna Superior (sitio de alta importancia local para la producción pesquera) debido al ruido y a la iluminación nocturna de los aerogeneradores cercanos a las orillas.

Aunado a esto, las comunidades que ahora están rodeadas por estos parques han visto afectadas  sus dinámicas sociales y culturales debido a la migración de trabajadores (varones en su mayoría), la generación de conflictos internos por las rentas de las tierras y el aumento en la brecha de desigualdades sociales son algunos ejemplos. Así la movilización comunitaria tampoco se hizo esperar, la defensa del territorio ha convertido a la región del Istmo de Tehuantepec en uno de los semilleros de lucha por visibilizar los efectos negativos de los proyectos de energía renovable y en la exigencia de justicia socioambiental.

En la exigencia por justicia socioambiental, voces como las de Berta Cáceres en Honduras y cientas de mujeres líderes  a lo largo de todo el continente, son un reflejo del multiespectro de la lucha feminista. Los impactos de megaproyectos de despojo y las mujeres han jugado un rol fundamental en este proceso de resistencia, tanto en la conformación de las asambleas y la vocería del movimiento, en la lucha frontal y en la construcción de alternativas.

Estas críticas no apuntan a desprestigiar un tipo de tecnología que claramente es una opción viable para enfrentar la actual catástrofe climática, de lo que se trata es de hacer una invitación a la reflexión del sistema en el que estamos viviendo, que toma todo y lo transforma para el beneficio de unos cuantos a costa del resto, convenciéndonos además de que se hace por nuestro bien. Mientras tanto la invitación es a reflexionar sobre la imagen completa, ver un poco más allá del pixel.

- Foto por Toltecayotl.org.

Fuente: Nómada

Temas: Crisis energética

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