Principios sociales de las agroecologías emancipadoras

En este artículo hacemos una crítica a los ensayos de institucionalización de la agroecología, los cuales contrastamos con los procesos sociales de los movimientos sociales. Argumentamos que la forma de trabajo de la agroecología popular es muy distinta a la lógica con la que se están diseñando políticas públicas, programas y proyectos por parte de gobiernos, organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales, que acá clasificamos, según su orientación política, como “neoliberales” o “reformistas”. Mostramos la radical diferencia política, económica, organizativa, metodológica, pedagógica y filosófica entre estas “falsas agroecologías” y las “agroecologías emancipadoras”. A partir de esta divergencia proponemos seis principios para construir procesos agroecológicos realmente transformadores y revolucionarios: 1) cuestionar y transformar estructuras, no reproducirlas; 2) conformar economías basadas en el valor de uso, no en el valor de cambio; 3) fortalecer la organicidad y pensar en procesos colectivos, no en proyectos individualizados; 4) construir procesos horizontales, no jerarquías; 5) formar para luchar y transformar, no para conformarse; y 6) actuar desde la cultura y la espiritualidad, no desde el productivismo.

En un par de artículos anteriores publicados en español e inglés (Giraldo & Rosset, 2016; 2018) argumentamos que la agroecología1 como alternativa a la agricultura industrial se había puesto de moda, y que ello representa una oportunidad para la emancipación, pero también un enorme riesgo de ser cooptada por el agronegocio y las prácticas institucionales del desarrollo. En particular advertimos sobre el peligro de desvío, deformación, corrupción, simulación y cooptación que podría significar el muy probable intento de los gobiernos, organizaciones no-gubernamentales (ONG) oportunistas, transnacionales, fundaciones y organizaciones internacionales de usar el nombre de la “agroecología” para pintar el capitalismo de verde y reproducir las lógicas propias del desarrollismo. Aseguramos que el viejo discurso mesiánico del desarrollo rural según el cual es posible salvar a los pobres, hambrientos, malnutridos y subdesarrollados de su propia condición, seguiría en lo esencial idéntico, con la salvedad de que ahora cambiaría el remedio para regenerarse a través de la venta de una nueva mercancía: la provisión de servicios agroecológicos ofrecidos por los expertos. Este cambio, advertimos, podría crear un nuevo sistema de dependencias, colonizar procesos autonómicos en curso –a los cuales les estorba la lógica de estos proyectos–, así como facilitar el control de los territorios por parte de corporaciones interesadas en viabilizar sus proyectos de inversión “verde” (Giraldo, 2018).

En los últimos años hemos sido testigos de la manera como la agroecología está siendo incorporada en el diseño de políticas públicas2, y en los proyectos de ONG3, lo cual podría verse como una conquista de los movimientos sociales4, pero también como un enorme peligro, pues, como anticipamos, los programas y proyectos con sello agroecológico han venido implementándose bajo la racionalidad del desarrollo, los subsidios y el extensionismo de los expertos, en contravía a la filosofía de los procesos agroecológicos de los pueblos. La adopción de la agroecología por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) está impulsando a que las instituciones gubernamentales, los políticos y varias ONG adopten el discurso agroecológico en sus agendas, muchas veces en coordinación con el sector privado, lo que abre un abanico de posibles abusos de la agroecología, que van desde la creación de nuevas clientelas electorales, el lavado de la mala imagen del agronegocio y el sistema agroalimentario corporativista, la legitimación de las inversiones extractivistas, la incorporación de nuevos beneficiarios al gran negocio de los proyectos sociales, hasta la contención del disenso político.

En estos ensayos (Giraldo & Rosset, 2016; 2018) aseguramos que, aún a riesgo de simplificar demasiado, el nuevo panorama de institucionalización de la agroecología podría verse como una disputa con dos protagonistas: el primero, conformado por instituciones oficiales de los gobiernos, agencias internacionales y el sector privado, y el segundo, el de los movimientos sociales. Hoy creemos necesario detallar más el análisis, y decir que la institucionalidad podría dividirse, según la orientación política del gobierno o de la organización promotora, en una “agroecología neoliberal” y una “agroecología reformista”.

Por “agroecología neoliberal” queremos dar cuenta de aquella “agroecología” que intenta seleccionar algunos principios agroecológicos para introducirlos al modelo industrial, así como aquellos proyectos público-privados del gran capital agroalimentario que fomentan procesos mercantiles con tintes “agroecológicos” en los agricultores del Sur global5. Por su parte, la “agroecología reformista”6 atañe a la que en tiempos recientes vienen promoviendo los gobiernos progresistas, principalmente en Latinoamérica, y muchas ONG que buscan sacar provecho de la coyuntura política. Ejemplos de estas agroecologías institucionalizadas son las descritas en Giraldo & McCune (en este dossier) y enormes programas de Estado como es el caso de Sembrando Vida7 en México.

Cada una de estas supuestas agroecologías tiene características políticas, económicas, pedagógicas, organizativas, metodológicas y filosóficas, acordes con su manera técnica de entender “lo que es” la agroecología (ver Tabla 1), y que, a nuestro juicio, contrastan con las prácticas sociales de la verdadera agroecología campesina, indígena, autónoma, transformadora, emancipadora y revolucionaria, defendida por los movimientos sociales a lo largo y ancho del mundo (por ejemplo, LVC, 2011).

Creemos que muchos defensores de la agroecología que ocupan puestos de poder en las instituciones o que actúan desde alguna ONG tienen buenas intenciones.

Sin embargo es posible que sus acciones estén teniendo un efecto contraproducente, pues al seguir siendo presos de la forma convencional de hacer las cosas, están siendo útiles, de manera consciente o inconsciente, a la cooptación de la agroecología, al contribuir con el diseño de programas y proyectos en varios casos nocivos, con graves efectos como la dependencia externa, la desintegración comunitaria, la desestructuración organizativa en los territorios, la desarticulación de las organizaciones populares, la inserción de los pueblos a los mandatos del mercado, y el engranaje de la agroecología al sistema de acumulación de capital.

Es urgente decir que las agroecologías emancipadoras tienen procesos sociales muy diferentes a lo que hoy se hace desde la institucionalidad, que su expansión y construcción colectiva obedecen a otra manera de trabajo, una muy distinta a cómo se irradió la Revolución Verde en el mundo, y que sus defensores no podrán disputar hegemonía con el sistema agroalimentario corporativo, si antes no se comprende bien la filosofía, las metodologías, las pedagogías y muchas otras enseñanzas que nos han dado los movimientos sociales en todo el mundo (Mier y Terán et al. 2018; Rosset et al., 2019; Val et al. 2019). Una agroecología no-autónoma y no-emancipadora, deja intactos muchos de los graves problemas creados por la Revolución Verde y la agricultura industrial, pues la matriz tecnológica es sólo una de las cosas que deben cambiarse. Debemos reconocer que la agroecología de los movimientos sociales no solo ha aportado una visión ecológica para la agricultura, sino también procesos sociales que resuelven muchos otros problemas más allá de los técnicos (Rosset & Martínez-Torres 2012; 2016; Martínez-Torres & Rosset, 2014; Rosset et al. 2019; Val et al. 2019).

Opinamos que aún existe mucha confusión, y que incluso quienes tienen las mejores intenciones, aún no han entendido que la agroecología es muy
distinta en sus aspectos sociales. Los ensayos de política pública realizados por muchos gobiernos progresistas sobre todo en América Latina (ver Giraldo y McCune en este dossier) y bastantes ONG8 dejan claro la necesidad de “marcar la cancha” y establecer un marco conceptual propio para las iniciativas agroecológicas de carácter emancipador. Por eso, así como se han enunciado, desde hace años, los principios técnicos-ecológicos de la agroecología9, se necesita agregarles un conjunto de principios sociales que sirvan como una guía para el buen diseño de procesos organizativos y políticos, y como un mapa para saber si los empeños realizados están siendo realmente transformadores, o si, por el contrario, se está ayudando a la reproducción el sistema cuestionado, al despojar a la agroecología de su rostro más autónomo, rebelde y revolucionario.

La necesidad de tener principios sociales propios se debe, por un lado, a que los principios: “ecológicamente sustentable”, “socialmente justo” y “económicamente equitativo”, derivados del desarrollo sostenible y de la agricultura sustentable, sobre los cuales se ha basado gran parte de la literatura agroecológica en los últimos años, o los que ha creado la FAO (2018) y respaldados autores como Wezel et al. (2020) son francamente insatisfactorios. Ellos no proponen ningún cambio estructural mayor, ni ofrecen orientación para emancipación alguna, y son fórmulas muy vagas y tibias, que bien pueden ser recetadas por cualquier vertiente conservadora que desee hacer adecuaciones cosméticas para pintar al agronegocio de verde y hacerlo “socialmente amigable” y con ello intentar darle oxígeno a sus peores contradicciones. Por el otro lado, estamos convencidos de que las principales barreras para la territorialización de la agroecología campesina son los aspectos sociales, políticos, epistémicos, estructurales y económicos, más que los técnicos-productivos (Rosset & Altieri, 2017). Afortunadamente, en los últimos años ha venido apareciendo cada vez más información sobre casos exitosos alrededor del mundo que ilustran los aspectos sociales que contribuyen a que la  agroecología campesina se amplíe territorialmente10. Sin embargo, aún falta hacer un meta-análisis de esos trabajos que permita enumerar, a manera de principios, las enseñanzas de estos procesos.

El objetivo de este artículo es presentar una propuesta de seis principios en los cuales agrupamos los elementos políticos, económicos, organizativos, metodológicos, pedagógicos y filosóficos, que a nuestro juicio son fundamentales para conducir un buen proceso con una impronta realmente agroecológica y emancipadora. Se trata de una serie de principios construidos con base en nuestro propio aprendizaje con los movimientos sociales agroecológicos, y a partir de una reflexión derivada de un programa de investigación colectivo sobre territorialización agroecológica presentado en este número especial.

Antes de enumerar los principios consideramos relevante aclarar que estos principios sólo tienen sentido en su conjunto en la medida en que cada uno de ellos está estrechamente entreverado con las demás. Intentamos dividirlos y exponerlos uno por uno como ejercicio heurístico, a riesgo de que haya cierta arbitrariedad y de que unos temas se traslapen con los demás. También advertimos que somos conscientes de que un riesgo de esta clasificación es reforzar la idea de que las “agroecologías neoliberales” y “reformistas” son al fin al cabo “agroecologías”, lo que podría cuestionarse, al concederle a estas “falsas agroecologías” el uso del término y de este modo favorecer su cooptación discursiva. Lo hacemos por razones pedagógicas. Es necesario precisar de entrada que para nosotros estas en realidad no son agroecologías, no solo porque muchas veces no responden a los principios ecológicos, sino también porque no consideran el componente político y social emancipador, ni responden a la perspectiva de la clase campesina ni a la filosofía de vida agroecológica. Una última limitación que aceptamos es que toda categorización tiene el riesgo de ser rígida y no permitir ver matices y áreas de grises entre las distintas categorías. Pedimos a las/los lectores entender que el ejercicio tiene el propósito de evidenciar los contrastes entre los distintos tipos de “agroecologías”, y de ese modo contribuir al debate sobre la coyuntura actual para la agroecología.

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Referencias:

1 En este ensayo suponemos que el lector está familiarizado con la agroecología. Para quienes requieran recordar o ampliar sus conocimientos
sobre el tema recomendamos Rosset & Altieri (2017) (Inglés) y (2018) (Español).

2 En otro artículo incluido en este dossier (Giraldo & McCune) se detalla la experiencia de las políticas públicas de carácter agroecológico en América Latina la cual sirve como base para el presente ensayo.

3 Ejemplos de estas organizaciones son las Fundación Bill y Melinda Gates, el World Wildlife Fund, Nature Conservancy, Mercy Corps, la Red Juvenil de Agricultura Climáticamente Inteligente, LEAP África o la Sociedad para la Conservación de la Fauna Silvestre.

4 Entre los movimientos de mayor importancia global que promueven la agroecología se encuentran La Vía Campesina (LVC), el Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA), la Réseau des Organizaciones Campesinas y de Productores de l’Afrique de l’Ouest (ROPPA), el Foro Mundial de Pescadores y Trabajadores de la Pesca (WFF), el Foro Mundial de Pueblos Pescadores (WFFP), la Alianza Mundial de los Pueblos Indígenas Móviles (WAMIP), entre muchos otros.

5 Para una revisión de los casos más emblemáticos de esta agroecología neoliberal véase Alonso-Fradejas et al. (2020). En este documento los autores analizan la Iniciativa de Agricultura Sostenible, La Nueva Visión para la Agricultura, y La Coalición para la Nueva Economía de la Alimentación y Uso del Suelo. Dentro de esta “falsa agroecología” se encuentra enfoques como la intensificación sostenible, la agricultura de cero emisiones, la agricultura regenerativa o la agricultura climáticamente inteligente.

6 Usamos el adjetivo “reformista” apelando a Eduard Bernstein (1993 ([1889]) quien a finales de siglo XIX abrió un debate muy interesante sobre el papel de la socialdemocracia y los fines del socialismo. Bernstein aseguraba que la revolución no era necesaria: bastaba realizar reformas paulatinas desde el Estado para avanzar de forma lenta a los fines del movimiento obrero. Hoy la “agroecología reformista” se basa en ese mismo pragmatismo: dado que la revolución no es posible, la vía que tenemos es efectuar cambios graduales y pequeños a través de la institucionalidad para cumplir, poco a poco, con los objetivos del movimiento agroecologista.

7 Sembrando Vida es, por su presupuesto y alcance, una de las políticas públicas más grandes del mundo en materia agroecológica. Su objetivo es reforestar un millón de hectáreas con sistemas agroforestales mediante un generoso subsidio otorgado a 400 mil familias campesinas e indígenas mexicanas.

8 Los ejemplos de los proyectos agroecológicos de las ONG que ignoran las prácticas y saberes locales y promueven recetas foráneas abundan. Dos casos bien documentados pueden encontrarse en los trabajos realizados por Einbinder et al. en el territorio Maya-Achí en Guatemala (2019, 2020 e inédito) y por Val en Mozambique (2021).

9 Nos referimos a los principios agroecológicos propuestos por Miguel Altieri & Clara Nicholls (2000): 1) Diversificación vegetal y animal al interior del agroecosistema. 2) Reciclaje de nutrientes y materia orgánica. 3) Manejo de materia orgánica y el estímulo de la biología del suelo para dar provisión óptima al crecimiento de cultivos. 4) Minimizar la pérdida de agua y de nutrientes mediante el mantenimiento de la cobertura del suelo, el control de la erosión, y el manejo del microclima; 5) Adopción de medidas preventivas para el control de insectos, patógenos y malezas, y; 6) Aprovechar sinergias y simbiosis que emergen de las interacciones entre plantas y animales.

10 Véase los artículos de este dosier. También Val et al., 2021; Domené-Painenao et al., 2020; Val & Rosset, 2020; Miranda, 2019; Borsatto & Souza-Esquerdo, 2019; Mier y Terán et al., 2018; Khadse et al. 2018; Brescia, 2017; Saavedra et al., 2017; Rover, 2011; Machín et al., 2010.

Fuente: Repositório Digital Institucional (UFPR)

Temas: Agroecología

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