Secuelas del discurso de Evo Morales en Cochabamba: las “ayudas” y “correcciones” de los que “saben”
El discurso de Evo Morales ante el encuentro en Cochabamba −una suerte de contracumbre respecto de la habida hace pocos meses en Copenhague instrumentada por las “autoridades investidas” del planeta− ha disparado una serie de reacciones que consideramos aleccionadoras. No por su valor, precisamente.
Una vez más se pudo comprobar las coincidencias de cosmovisión y valores políticos y sociales que trasuntan lo que mediáticamente se suele calificar de progresismo, de izquierda o derecha. Tomamos estas calificaciones, ciertamente de modo genérico, es decir hay excepciones, pero lo que importa es lo que ha salido con más fuerza a la luz.
“En medio de la risa de los asistentes”, así se burlan los noteros de agencias tipo AFP y ANSA[1] anotando la reacción, que indudablemente existió, cuando Morales expuso sus diatribas a los pollos con hormonas, a los transgénicos, a los descartables.
Por supuesto estos mismos medios informativos confunden todo al “informar” que Morales dijo que “la comida transgénica es la responsable de las ‘desviaciones’ de los hombres hacia la homosexualidad”. Esta cita es sencillamente falsa y lo que verdaderamente dijo, referido a los pollos fue: “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas, por eso los hombres cuando comen este pollo tienen desviaciones en su ser como hombre”.
En la nota ya citada sobrevienen las desprolijidades, para no mencionar la mala fe, estampando: “Coca-Cola a la que descalificó por considerarla un emblema del capitalismo”. Más allá de la exactitud semántica de esa afirmación, lo que realmente dijo Morales fue: “cuando se tapa la taza del baño, ¿qué es lo que hacemos?, llamar al plomero, [… que] nos dice, dame 5 bolivianos, 8 bolivianos, ¿para qué?, para comprar Coca-Cola; compra la Coca-Cola y la echa a la taza del baño, pasan minutos y ya está destapada”.
En esa nota se critica ácidamente la difusión de “mitos urbanos”, y su presuntuoso autor no tiene la menor idea de que él, precisamente, difunde mitos urbanos, hondamente implantados, como la presunta calidad de saludable de la Coca-Cola o de los pollos industrializados.
Con el pensamiento de derecha no deberíamos sorprendernos de tanto fideísmo, de tanta confianza ciega en “el progreso”, porque, lógicamente es lo que les permite seguir la simbiosis con el mundo empresario, la ganancia a toda costa y otras bellezas que han hecho al mundo como es. Como bien nos explicara el inolvidable Leszek Kolakovski: “La derecha no necesita una utopía […] pues una característica suya es que afirma el presente […] la derecha aspira a conservar el presente y no a cambiarlo. No necesita una utopía sino un engaño”.
Por una vez, las aclaraciones de un vocero presidencial, han sido pertinentes: reconociendo tácitamente algunas “desprolijidades” o “desviaciones”, el de Bolivia resumió que los medios masivos han destacado “lo superficial” y no “lo importante”.
Con la llamada izquierda, el análisis y el diagnóstico tiene que vérselas con algunas utopías. De tanto progre con “vergüenza ajena” por las aseveraciones del presidente boliviano.
Examinemos el análisis y la “defensa” que un intelectual probado de la izquierda planetaria, Heinz Dieterich, hace del discurso de Morales. Su caso es doblemente interesante porque se considera un autor antiimperialista (seguramente lo es, con grandes vínculos con la izquierda tercermundiana) y por lo tanto para nada eurocentrado.
Pero la ideología encarnada es más que lo que se formula en frases. Dieterich empieza su nota[2] sosteniendo que la remanida frase de Evo Morales sobre pollos, hormonas y desviaciones no revela nada homofóbico.
Tal vez no asumido conscientemente, pero es indudable que el adjetivo “desviación” tiene una carga valorativa… crítica. Al menos inconscientemente Morales no es equidistante entre lo hétero y lo homo. La defensa de Dieterich me hace acordar mucho a cierta casuística jesuítica por lo cual los “especialistas” de la palabra le hacían decir a una frase casi su opuesto. Empezamos mal.
Pero seguimos peor. Porque Dieterich cuestiona las relaciones entre hormonas y características sexuales, diciendo con supina ignorancia que “no existe evidencia [sic, quiso decir pruebas] científica suficiente”.
Es indudable que Evo Morales ha transitado por importantísimas cuestiones con cierta torpeza no sabemos si producto de libreto, de conocimiento digerido con cierta premura o qué. Pero esta afirmación de Morales está claramente refrendada por estudios de biólogos, como Theo Colborn, John Myers y Dianne Dumanoski, de EE.UU.[3] que a lo largo de la década de los ’90 realizaron un amplísimo y escalofriante estudio de alteraciones sexuales y de comportamiento animal a todo lo ancho de EE.UU. causados por la enorme difusión de agrotóxicos con composición química asimilable a estrógenos (los cuerpos de vertebrados, por lo menos, los confunden). Registran diversos fenómenos sumamente preocupantes: gaviotas de una región que han estudiado, totalmente contaminadas en su hábitat por agrotóxicos que actúan como disruptores endócrinos, se comportan como nunca antes. Por ejemplo, nidifican y hacen pareja, que siempre fue heterosexual, dos hembras, y una adopta el comportamiento masculino y la otra mantiene el femenino; cocodrilos de la península de Florida que presentan en sus cuerpos similar contaminación han disminuido muchísimo su fecundidad, en realidad están extinguiéndose, presentándose un número creciente de machos con penes tan empequeñecidos que ni siquiera pueden llevar a cabo la cópula.
El trabajo de Colborn, Myers y Dumanoski mantiene en vilo a quien lo lea, desde la primera hasta la última de sus más de 500 páginas, con ejemplos atroces. Pero no sólo de animales. Revelan, por ejemplo, como las mamaderas de policarbonato, que han sustituido por entero a las clásicas e inertes de vidrio, producen migraciones de sus componentes, ¿y adónde? al vital líquido con el que progenitores alimentan a sus bebes (sobre todo, si no hay leche materna). Reseñan estudios a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX en EE.UU., década a década, sobre esperma humano e indican que las cinco mediciones han revelado una constante disminución de espermatozoides. No cabe refugiarnos en “variaciones estadísticas” porque se trata de una línea continua… descendente.
¿Quién es entonces el imbécil? ¿Morales, que en todo caso, entreveró o confundió hormonas con transgénicos, pero que planteó problemas bien reales o estos sabihondos que creen que la contaminación generalizada es una leyenda urbana?
Que esta problemática no haya alcanzado al circuito mediático principal no se debe a su irrealidad sino a una política.
Dieterich remata su “defensa” realzando los valores de la Europa colonizadora, modernizadora y científica, disculpando a Morales: “Si el actual presidente boliviano cometió un error de conocimiento es porque esas derechas europeas y sus apéndices criollos han excluido a la población indígena y afroamericana durante medio milenio de la educación formal y de la calidad de vida que ellos disfrutan.” La última frasecita sería lo único correcto de su parrafada: los europeos han conservado celosamente para sí la “calidad de vida”. Pero el proyecto educacionista de dar a indígenas “educación formal”, aparte de su propia inanidad, revela la contumaz confianza en la ciencia, el conocimiento y la educación “universal” eurocentrada, y toma así como solución algo que es precisamente parte del problema.
Con lo dicho, no abrazamos el discurso de Morales como el “librito rojo” de no sé qué mensaje salvador. Nos parece incluso que Morales está atrapado en un proceso de fusión, no precisamente musical, entre “la Naturaleza” (¿mitificada?) y la modernización, entre los explotados de siempre y la inversión extranjera. Pero ésa es otra historia.
Luis E. Sabini Fernández. Docente de Ecología de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Periodista especializado en cuestiones de ecología y ambiente, editor de la revista Futuros del planeta, la sociedad y cada uno ( ver aquí)
[1] La Nación, Buenos Aires, 22 abril 2010, sin firmas
[2] “Evo y las ‘desviaciones’ del hombre, COMCOSUR, Montevideo, no 1176, 24 abril 2010.
[3] Our Stolen Future. Hay traducción al castellano, Nuestro futuro robado, Ecoespaña Editorial, Madrid, 2001.