21 de junio: Inti Raymi
"Movilizarnos ante la comprobación de que el centro de origen del maíz en México ha sido contaminado con material genéticamente modificado, con la complicidad y silencio de científicos y empresas semilleras."
Recordar la festividad de las cosechas INTI RAYMI, en la que en forma simbólica el inca compartía el alimento con el pueblo y compararlo con el escándalo de la ayuda alimentaria con maíz Starlink, no aprobado para consumo humano, que fuera denunciado por Bolivia y Guatemala.
Movilizarnos ante la comprobación de que el centro de origen del maíz en México ha sido contaminado con material genéticamente modificado, con la complicidad y silencio de científicos y empresas semilleras, que además deja al descubierto las influencias y presiones que sufren las denominadas publicaciones "científicas" que un día publican las pruebas de la contaminación y al número siguiente piden mas datos sobre lo publicado.
Indignarnos cuando vemos que Colombia, no solo está recibiendo "la bendición del glifosato" como solución para los cultivos ilícitos, sino que también ha pasado a ser parte de los beneficiarios de la ingeniería genética, y a corto plazo la producción de algodón Bt, justificará la liberación del algodón resistente a glifosato y así el herbicida milagroso, permitirá concentrar en pocas manos la siembra de algodón y pueblos enteros de campesinos quedarán sin trabajo.
Ver, en la inconcebible realidad de Argentina, segundo productor mundial de transgénicos, a su pueblo, obligado a comer soja transgénica, a través del hambre y el desempleo, causados por un modelo de agricultura biotecnológica, que expulsa agricultores a los cinturones de pobreza y violencia, cuando fue el país de mayor producción y disponibilidad de proteínas y calorías del continente sudamericano, en base a carne, maíz y trigo.
Que estas pruebas de las "bondades de los transgénicos" permitan a la comunidad latinoamericana, reaccionar ante el hambre provocado por los monocultivos, rechazar el cambio de nuestros hábitos alimentarios que van contra nuestra cultura, condenar la enajenación de las semillas, el patentamiento de la vida, el robo y la contaminación de los cultivos autóctonos.
En una palabra, reclamar como derecho humano la soberanía alimentaria que es la capacidad de autoabastecimiento y acceso físico y económico a alimentos inocuos y nutritivos que tiene la unidad familiar, la localidad y el país mediante el control del proceso productivo por nacionales, de manera autónoma, el cual ejerce la autoridad suprema sobre el proceso.
Esto se logra a través de la protección a la producción nacional, la biodiversidad y al ambiente, garantizando el acceso al agua, la tierra y los recursos genéticos, al mantenimiento y/o recuperación de las prácticas y tecnologías tradicionales sin insumos externos, basado en el intercambio solidario, desde la óptica espiritual , material y social, garantizando los medios de distribución y un mercado justo y equitativo con el apoyo gubernamental y de la sociedad.