Adiós a las raíces del maíz mexicano, por Oscar Gutiérrez

"Manos fuera de nuestro maíz" es el eslogan que Greenpeace México ha utilizado en su última campaña contra la entrada de maíz alterado genéticamente en el mercado mexicano

Desde 1994, año en el que el Gobierno del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), las importaciones de maíz desde México han crecido de las 200.000 toneladas de ese año a los 6 millones de toneladas de la actualidad. Una cantidad que sobrepasa las cuotas acordadas en el TLCAN y que supone que un 25% del maíz consumido por los mexicanos proviene de su principal aliado comercial: Estados Unidos. Desde 1994, México ha pasado de ser país importador de maíz -un cereal del que depende el 80% de la dieta mexicana y que pesa en las raíces históricas de su cultura-, a país receptor de una auténtica invasión de maíz estadounidense gracias a la eliminación de las barreras comerciales y a la política subsidiaria de Washington. Una realidad que ha dejado a millones de agricultores sin medio de vida y que ahora, como denuncia Greenpeace México, pone en peligro incluso la propia identidad del maíz debido a la manipulación genética.

Con la apertura del comercio en Norteamérica, el crecimiento de las exportaciones y de la inversión extranjera desde Estados Unidos y Canadá hacia México -los tres países firmantes del TLCAN- no ha logrado enmascarar un aumento también de las importaciones, un frenazo a las perspectivas de crecimiento, una desaparición progresiva del campo mexicano y una invasión de las transnacionales en el mercado del país. A diferencia de lo que ha hecho el Gobierno mexicano, que ha reducido y eliminado en algunos casos las ayudas a los agricultores, Estados Unidos ha mantenido e incluso aumentado los subsidios al sector agroindustrial con el beneplácito de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y la presión competitiva de la Unión Europea. Muestra de ello es la US Farm Bill 2002, la última revisión de la política agrícola estadounidense por la que se han incrementado los subsidios directos al campo en un 80% hasta los 180 mil millones de dólares.

¿Cómo afecta el proteccionismo agrícola de Washington a la supervivencia de la agricultura mexicana? Estados Unidos posee los suelos más fértiles del mundo y la maquinaria agrícola más poderosa. Con estos elementos y en la búsqueda por obtener una ventaja comparativa que haga del país la primera potencia económica del mundo, el libre comercio es el primer requisito para su obtención. Una vez conseguido en 1994 con la entrada en vigor del TLCAN, el siguiente paso era la reducción de precios de los productos estadounidenses para ganar consumidores al otro lado del Río Bravo. Con los subsidios al sector agrícola, uno de los lobbies más fuertes en la Casa Blanca, los productos del campo estadounidense han podido inundar el mercado mexicano con precios por debajo del coste de producción. Un ejemplo es la compañía Cargill -una de las transnacionales que controlan el comercio mundial de grano-, que vende en el mercado el maíz un 20% más barato que lo que cuesta producirlo. A eso se le denomina 'dumping' comercial, y esta penado por la OMC. Para los compradores mexicanos es más barato el maíz que llega de Estados Unidos que el que producen sus campos.

Del escenario descrito en el lado de la agricultura estadounidense, al panorama pesimista del campo mexicano. Cerca de 9 millones de mexicanos trabajan en el campo -más de dos millones en el cultivo de maíz-, en un sector en el que el 70% de la población vive en la pobreza. La caída de precios registrada en el mercado del maíz, después de la firma del TLCAN no se preveía hasta 15 años después. Sin embargo, en tan sólo 30 meses, los precios se vinieron abajo. El 25% del maíz importado por México podría duplicarse en el año 2003. Todo esto no hace más que dar la razón a recientes investigaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que vaticina la desaparición a finales de esta década de cultivos como el de maíz o el de frijol si no se renegocia el TLCAN.

A este panorama desalentador, que en los últimos 10 años ha despojado de sus tierras a unos tres millones de agricultores, se unen las últimas denuncias de Greenpeace. Un 30% del maíz importado a Estados Unidos es transgénico. Si se continúa comprando maíz genéticamente manipulado, la variedad que ha alimentado la identidad popular mexicana acabará desapareciendo. Es una alternativa para aquellos agricultores pobres que ven en la variedad genética una salida a la crisis a través de semillas más resistentes a ambientes hostiles y terrenos menos fértiles. Pero es una amenaza a la herencia genética del maíz que ha sabido conservar México, al margen de que atenta contra el medio ambiente y al margen de que se ignora en qué medida puede afectar a la salud.

Precisamente en México, en Cancún, se celebra entre el 10 y 14 de septiembre la quinta reunión de la OMC. Una de las citas más importantes del organismo que pretende velar por la igualdad entre países dentro de un libre mercado descontrolado y que, en torno a la agricultura, ha sembrado muchas ilusiones. También las sembró en su anterior reunión en Doha 2001, y sigue prevaleciendo, sin embargo, un mercado dominado por el doble discurso: libre comercio de los pobres -la agricultura en México lo ha sufrido-, y proteccionismo de los ricos -los grandes agricultores en Estados Unidos ya se han beneficiado.

Óscar Gutiérrez
Periodista
Agencia de Información Solidaria
oskiguti@hotmail.com

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