Argentina OpenAI: zona de sacrificio y apropiación

Idioma Español
País Argentina

La sumisión presidencial ante el imperio. La Patagonia y sus recursos naturales, un regalo a los propietarios tecnológicos del mundo. La Argentina como zona de sacrificio. El agua, la energía, un territorio enorme que consideran desierto y la gente como daño colateral para el Datacenter de OpenAI.

Fuera de la perplejidad de asistir a un presidente totalmente sometido a las decisiones imperiales de Donald Trump y su cohorte –que convierten al país en un estado asociado más de EEUU–, hay que despejar el campo visual y no perderse lo importante. A derecha e izquierda de los ojos de cuarenta y pico de millones de argentinos entran libremente los nuevos propietarios del territorio sobre el que se tiene el pie. Aquellos que ya tienen en sus manos la escritura del futuro y la esperanza, porque una caterva de gente difícil de mostrar desea frenéticamente un triunfo a costa de la vida y de la fuerza de esta tierra (con todo lo que implica). Son los dueños del mundo que vienen a colgar sus cuadros y a desenrollar su alfombra en la Patagonia, donde no hay nadie (ya lo creyó Roca y lo sigue creyendo Bullrich) y está todo por arrasar.

Es cierto que Trump tiene 80 años y su amable calidad de pato rengo le da apenas un año y no más como emperador. Y el presidente de acá, ese humanoide mucho más joven, tendrá menos vida útil, se supone, en un país que suele reaccionar. El problema es que, una vez generados los males, una vez instalados los datacenters de OpenAI pegaditos a Vaca Muerta, para tener energía a raudales y compartir el agua del Limay y el Neuquén y dejar a la provincia –hídricamente débil– sin agua y acudir a los glaciares, total las leyes, si siguen existiendo, ya empiezan a ser papel viejo; una vez generados los males, ya la Patagonia empezará a ser un brazo largo de Silicon Valley, que es donde está el poder real. Donde mandan los dueños del mundo. A los que el presidente, el año pasado, les dio la llave de la puerta de la Patagonia: Sam Altman (OpenAI), Mark Zuckerberg (Meta), Sundar Pichai (Google) y Tim Cooke (Apple) levantaron pulgares con él, que logró que una cámara lo tomara desde arriba.

Le prometieron más de mil millones de dólares en inversiones en Argentina.

El Megadatacenter

Fue en estos días, a quince de las elecciones de medio término que el presidente desespera por ganar, cuando apareció la noticia. Un megadatacenter de OpenAI con una inversión de 25 mil millones de dólares.

Con la amabilidad del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), Estados Unidos obtendrá un campo de batalla de mayor comodidad en su disputa con China acerca de quién puede procesar más datos y a mayor velocidad, que para eso se desarrolla desenfrenadamente la IA, según explica para que todo el mundo entienda Valeria Di Croce, autora de “El arca de Milei”.

Pero, como es imaginable, las grandes potencias siempre necesitan zonas de sacrificio en los países sacrificables para desarrollar su poderío. China sembró soja en más del 60% de la superficie cultivada de la Argentina –con el impacto sobre el ambiente y la vida de las personas que implica hasta hoy– para alimentar a sus cerdos. Y un día intentó criar a sus cerdos aquí para no tragarse las pestes que los mataban en el gran territorio del gran país milenario. Cuando discutían por qué no los cerdos en la Argentina, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales Jorge Neme, segundo del entonces canciller Felipe Solá, le decía a Soledad Barruti que “estas granjas van a ubicarse en lugares del país donde no hay nada”. “La nada no existe”, le respondió Barruti. “Bueno, desiertos donde ahora va a haber producción y empleo”. Neme hablaba de Chaco, Formosa, Corrientes, Catamarca. No había nadie allí.

Los ruralistas también sostenían que no había nadie cuando exigían que se levantaran las escuelas rurales en Entre Ríos para poder extender la siembra y su rentabilidad.

Los seres humanos son sombras apenas para los propietarios. Lo fueron para Roca, que conquistó el desierto y mató 20 mil originarios. Para Patricia Bullrich, que sostiene que “en Chubut no vive nadie, hay un millón de guanacos”.

Lo son para los tech bros de Silicon Valley, que desembarcarán en el territorio desierto y sacrificable donde “necesitan espacios de almacenamiento urgentemente”, dice Valeria Di Croce. “Microsoft ya no da abasto, los centros están todos saturados”. En ese intermedio, Mark Zuckerberg “se quedó con la central nuclear de un estado para él” y esa sería la idea que persigue Demian Reidel, que fue quien llevó al presidente a Silicon Valley, para quien trabaja realmente. Además, es presidente de la estatal Nucleoeléctrica y se ocupa del desarrollo del Plan Nuclear Argentino. En el medio, lamenta que la Argentina esté llena de argentinos. Gente que ocupa espacios y suele resistir invasiones con aceite hirviendo.

Los datos que surgen de la vida cotidiana de la gente de a pie, los que tejen el famoso algoritmo, los que finalmente manejan el mundo, se guardan en los centros de big data; aunque parezca mentira, en grandes galpones, servidores donde se procesan esos datos. Para ese procesamiento se necesita mucha energía, refrigeración, espacios fríos, grandes extensiones de tierra y muchísima agua. Por eso el presidente que se ridiculiza en el Movistar Arena anda ofreciendo la Patagonia: es ideal. Tiene grandes vientos para energía eólica, tiene Vaca Muerta, agua, frío y poca gente.  Casi nada. Nadie, en realidad.

Ofrece Neuquén, que ya tiene la fractura hidráulica que le quita millones de litros de agua dulce y le ha generado más de 500 sismos desde su puesta en marcha. Además, produce energía de combustibles fósiles y es una gran generadora de gas que convierte a la Argentina en exportadora. Pero… en el pueblo vecino, los habitantes no tienen gas. Un detalle, apenas.

Y entonces vienen todos a ver con qué se pueden quedar en el país bajo bandera roja, que no es comunista, sino de remate.

Paraísos y sacrificios

Mientras tanto, prometen paraísos, tal como lo hicieron las mineras en los 90 y lo siguen haciendo ahora. Paraísos falsos que se construirán con tecnología extranjera, describe Valeria Di Croce. Y como siempre, “en la Patagonia habrá una primera generación de construcción con puestos de trabajo y luego…”, una vez que se pone en marcha, “todo se maneja remotamente”.

Las zonas sacrificiales llevarán diferentes nombres que aquellas que fueron vaciadas por el veneno de la agroindustria o por las mineras. Irina Sternik las llama “zonas de sacrificio digital”: son las “tierras en las que se instalan estos centros de datos porque son las comunidades cercanas las que asumen los costos socioambientales”. Como en los casos anteriores, se desmiente la población del territorio, se lo considera vacío y “se niegan sus pueblos, sus culturas y su ambiente”.

Está claro que el proyecto que regala generosamente el presidente a los propietarios del planeta no tiene que ver con el desarrollo nacional. Lejos. Si fuera así, debería hablarse de un abanico de inversiones en ciencia y tecnología. Justamente uno de los sectores elegidos para desfinanciarlos con más placer. “El desarrollo de infraestructura de la IA centrado en la participación de las grandes tecnológicas implica fortalecer una posición subordinada donde lo que proveemos en la Argentina, así como otros países del sur, es territorio, agua, energía y recursos naturales”, advirtió en Tiempo Argentino Soledad Vogliano, investigadora del ETC. Es la enajenación absoluta. Indecorosa.

Una pregunta realizada a ChatGPT consume 10 veces la electricidad de una búsqueda en Google, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). La IA en poco tiempo se llevará un tercio de la energía en un país desarrollado.

La Argentina es un país cada vez más subdesarrollado, con una crisis energética que se profundiza cada verano. El extractivismo feroz le come las entrañas de la tierra. La voracidad del capital le mutila el futuro. Pero tendrá un datacenter de OpenAI por 25 mil millones de dólares en la Patagonia. Donde no hay nadie.

Fuente: Pelota de Trapo

Temas: Defensa del Territorio , Megaproyectos

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