Argentina, Catamarca: ¡Que se vayan, no queremos esta minería!

Idioma Español
País Argentina

Más de mil personas en Fiambalá y más de cinco mil en Tinogasta rechazaron la megaminería e impiden la del uranio; la Comisión de Energía Atómica rehuyó el debate... También hablamos de las numerosas exploraciones metalíferas que acosan a las comunidades y pueblos cordilleranos del país y de Chile, Perú, Bolivia y Ecuador. Los tinogasteños produjeron un anticipado plebiscito, rotundo; hay quienes piensan que votar por si o no la minería después de esta histórica fecha, es cosa superflua. Tinogasta ya se expresó y decidió negarle la licencia social a los señores de la contaminación y el despojo. Hubo un solo grito: “¡Qué se vayan, no queremos esta minería!”

El intendente de Fiambalá invitó al debate pero autorizó a sólo sesenta ciudadanos, previa presentación de documentos de identidad y dejó noventa sillas vacías en el Centro Cultural de la Municipalidad. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) avisa que vino a informar y no a debatir. El gobierno de Catamarca difunde que hay agitadores y moviliza a su aparato que ya tiene aceitado defendiendo a La Alumbrera. El intendente Armando David Quintar rechazó la propuesta de los asambleístas de Fiambalá de utilizar el salón de una escuela con capacidad para todos los presentes. Afuera, ambos pueblos esperaban una decisión. El intendente hablaba de acceso libre pero la policía y la gendarmería lo impedían. El pueblo no esperó más y decidió hacer una asamblea en la calle y en un improvisado palco pronunciamos nuestro conocido mensaje sobre ésta minería y la del uranio en particular, tal como nos lo habían pedido los auto convocados de Fiambalá. Al finalizar me comprometí con los vecinos de Tinogasta, movilizados para el debate con los funcionarios de la CNEA, a realizar un encuentro semejante en su ciudad. La fiesta popular se prolongó pasadas las doce de la noche con cánticos contra la explotación de la mina de uranio que ahora se llama Franca en los expedientes del gobierno; no es conveniente denominarla Mina Termas porque los yacimientos se hallan a ambos lados de las afamadas Termas de Fiambalá, frecuentadas por celebridades de la talla de Luciano Pavarotti.

El debate que había fracasado y para el cual fui invitado por los asambleístas de Fiambalá concluyó en otro bochornoso episodio a la mañana siguiente en la radio municipal. El intendente acepta que represente a los auto convocados en un debate abierto en la emisora, pero el responsable regional de la Comisión Nacional de Energía Atómica rehuyó la confrontación. El intendente Quintar recoge el guante que abandonaron los señores del átomo y fue la mejor oportunidad que tuvimos para cuestionar públicamente el cateo efectuado y el permiso para la exploración. Dije que por tonelada de uranio se generan 3.700 litros de residuos líquidos y cien veces el peso del material obtenido en residuos de radio. Insistí en las minas abandonadas y sin remediar en nuestro país y en el impacto que minas semejantes produjeron en poblaciones del primer mundo, en los obreros del uranio que murieron de cáncer, y los defectos en bebés que habitan en zonas próximas a estas minas que fueron explotadas en Utah, Nuevo Méjico, Colorado y Arizona, por citar algunos ejemplos. No sólo hablamos de la radiación en las colas de este mineral sino en el estado de abandono en que se hallan y el reclamo de los habitantes que exigen reparación inmediata de los daños ambientales como es el caso de los habitantes de San Rafael, en Mendoza, movilizados desde hace años contra el intento de reapertura de la mina de Sierra Pintada. Allí también la CNEA evitó la Audiencia Pública sin explicación alguna.

Las dudas del ejecutivo municipal lo obligaron a decir, durante el debate en la radio, que mientras fuera intendente no iba a permitir la explotación a cielo abierto ni el uso de explosivos. “Lamentablemente –le dije- su preocupación llega tarde porque ya hubo explosiones en la etapa de cateo.”Azorado por mi respuesta sólo atinó a preguntarme cómo lo sabía y con visible molestia acepta mi respuesta: “Vea intendente, aún me duelen las piernas por subir ayer en la mañana a la cima del cerro donde se hallan marcados los yacimientos y desde donde se puede apreciar la proximidad de las aguas termales. Ya no tengo 30 años, pero ya ve usted que era necesario subir, y tampoco se necesita ser geólogo para observar que ya hubo demoliciones”, concluí.

El intendente dio por terminado el encuentro, afuera esperaban los funcionarios de la CNEA para ingresar al estudio en solitario, pero recibieron la pregunta del intendente sobre si hubo explosiones en la etapa de cateo: “nos vimos obligados a hacer algunas explosiones” confesaron para disgusto del funcionario municipal. Cuentan quienes escucharon la trasmisión que la respuesta produjo un silencio de radio contundente.

Tres días después se repite la pueblada, pero en Tinogasta.

Los catamarqueños no registran una concentración tan grande en la región: asistieron más de cinco mil personas y, de igual modo, no recuerdo un discurso mío de semejante extensión: casi una hora y media. Por decisión de la asamblea de auto convocados de Tinogasta fui el único orador después de las presentaciones, lectura de mensajes y adhesiones. El objetivo fue informar sobre la minería transnacional y la del uranio con un contenido semejante al que trasmitiera días antes en el acto de Fiambalá, localidades separadas tan solo por cincuenta kilómetros.
La ONG Bienaventurados los Pobres (BE.PE) financió mi viaje por Catamarca capital, Andalgalá, Aconquija, Tinogasta y Fiambalá, en combinación con las asambleas de auto convocados de cada lugar.

En Tinogasta, frente al palco instalado en pleno centro, sobre una de las calles principales alrededor de la plaza, cientos de chicos escucharon sentados sobre el asfalto, agitando de vez en cuando sus pancartas. Detrás de ellos, trescientas sillas fueron rápidamente ocupadas y minutos después miles de vecinos cubrieron la calle principal, una de las transversales y la plaza. Miles de brazos sostenían banderas argentinas y cartelones contra la mega minería, y al caer la noche comenzaron a encenderse las velas que portaban los manifestantes. Agradecí la invitación y recordé que en esta oportunidad se halla todo el pueblo sin necesidad de presentar documentos de identidad. Emocionó la concentración popular que para algunos fue de seis mil participantes, sumada al tono festivo de tamboriles y canciones oportunas, decididos a rechazar la minería que contamina, destruye y saquea. A mi izquierda una pantalla gigante exhibía imágenes de la película en crudo de la mina de uranio Don Otto, que investigamos y filmamos un mes antes. Sirvió para ilustrar parte de mi discurso, la promiscuidad con que operan las empresas mineras y la propia Comisión de Energía Atómica (CNEA) que dejó abandonadas, sin remediar ni limpiar, colas de uranio que contienen el 70% de la radiactividad original del mineral, torio 230, radio 226, radón 222. Es esas colas se hallan metales pesados presentes en el mineral, como plomo, vanadio, cobre, zinc, cromo y otros compuestos adicionados como amonio, nitrato, solventes, etc. que la propia CNEA confirma en su informe PRAMU (Proyecto de Restitución de la Minería de Uranio, que nunca cumplió). Los pueblos de los Valles Calchaquíes, y los ubicados entre quebradas inmensas y desfiladeros menores de la precordillera, de Catamarca, Salta, Jujuy y Tucumán, ven azorados el avance de cateos y exploraciones para el despojo, en pos de todos los minerales metalíferos de la tabla periódica, principalmente, cobre, oro, plata, uranio y molibdeno y las llamadas tierras raras, exponiéndose a contaminantes letales del sistema extractivo. Los pueblos centenarios del noroeste argentino ya saben que el agua de mina contiene los ácidos que drenan hacia las capas inferiores del suelo, y la del uranio lleva consigo contaminantes convencionales pero también radiológicos, “acidez residual, uranio, radio, cationes y aniones que son fuentes potenciales de contaminación” y con poder para “aumentar el índice de contraer cáncer” (Pramu- CNEA). Nuestras razones fueron expuestas; es aberrante querer explotar nuevas minas de uranio, reabrir otras, y no remediar ninguna hasta la fecha, como la de Don Otto que lleva más de dos décadas de exposición a la erosión del agua y del viento. ¿Dónde se hallan los cúmulos que faltan en las colas de uranio de Don Otto? ¿Dónde fueron a parar con su carga radiactiva, abandonando desvencijados cercos que sucumbieron con el tiempo? En mi discurso aludí al informe de la Comisión Nacional de Energía Atómica que –solicitando financiación- le advierte al Banco Mundial del impacto ambiental y de los problemas a la salud que producen las minas de uranio sin limpiar, sin restituir. Por ejemplo “ la posible propagación del gas radón desde las colas de mineral a la atmósfera, de donde podría ser inhalado. Algunos de los productos radiactivos en las colas pueden producir radiación gamma. La dispersión de las colas mediante el viento o el agua, o por disolución, pueden trasladar partículas radiactivas y otros compuestos tóxicos a capas de agua superficiales o subterráneas que constituyen fuentes de agua potable, a los suelos, a la cadena trófica, a los alimentos.” Dichos de la propia CNEA que aún no se pusieron en práctica. Nada bueno se hizo en las minas de uranio abandonadas: Los Gigantes en Córdoba, los Adobes en Chubut; Sierra Pintada en San Rafael, Don Otto en Salta. Visité todas; doy fe de ello.

Ahora es el turno de Fiambalá con la anunciada explotación uranífera de mina Franca: “Tal vez mixta, a cielo abierto y subterránea,” adelantó a regañadientes el geólogo de la Jackson Gold, empresa que hace los estudios previos. El lugar a demoler se halla entre afloramientos rocosos, a uno y otro lado de los yacimientos marcados para su ulterior extracción. Entre ellos serpentea un desfiladero por donde escurre el agua termal que es recogida en piscinas naturales que van aportando distintas temperaturas, a gusto del consumidor. El imponente marco de los cerros, la vegetación exuberante y la variedad de pájaros multicolores que hasta se atreven a comer de nuestra propia mano, ofrecen una paz y sosiego de paraíso. Son las Termas de Fiambalá, únicas, bellísimas piletas naturales entre rocas milenarias, visitadas por innumerables personajes ilustres. Nadie quiere imaginar explotaciones mineras, y menos uraníferas; cuesta creer que eso pueda suceder, sabiendo que los yacimientos se hallan a escasos setecientos metros en línea recta con las instalaciones termales. Digo metros, no kilómetros. Insistimos: el gas radón es radiactivo y con un viento de dieciséis kilómetros por hora, recorre mil kilómetros antes de que decaiga a la mitad su capacidad original. Son partículas cancerígenas.

Este fue nuestro informe en el acto de Tinogasta ante cinco mil vecinos y con la ayuda de una gigantesca pantalla que reproducía el acto con imágenes de la mina Don Otto y nuestro relato. Pero también hablamos de las numerosas exploraciones metalíferas que acosan a las comunidades y pueblos cordilleranos del país y de Chile, Perú, Bolivia y Ecuador. Los tinogasteños produjeron un anticipado plebiscito, rotundo; hay quienes piensan que votar por si o no la minería después de esta histórica fecha, es cosa superflua. Tinogasta ya se expresó y decidió negarle la licencia social a los señores de la contaminación y el despojo. Hubo un solo grito: “¡Qué se vayan, no queremos esta minería!”

Javier Rodríguez Pardo, Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)–Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE)-Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC). ra.moc.oohay@12apeshcam, (011)1567485340

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