Argentina: defensa de la vida campesina en El Medanito, Córdoba

Idioma Español
País Argentina

"La lucha empezó después del desalojo, la lucha comienza cuando te quieren quitar lo tuyo y empieza la lucha para que defiendas lo tuyo... Yo les enseñé que no bajen la mirada a nadie, porque por más que a la gente le parezca que esto es malo, esto es nuestro, es nuestra lucha y la vamos a llevar adelante. La lucha es siempre, si recuperamos la tierra vamos a seguir y seguirán nuestro hijos"

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En El medanito, provincia de Córdoba, hace siete meses que los Calderón viven en un campamento en la calle, al lado de su campo. El 6 de septiembre del año pasado, un escuadrón policial integrado por 50 hombres fuertemente armados irrumpió en el predio Santa Teresa, donde Pirina Salas e Iván Calderón habitan desde hace casi veinte años.

Allí formaron su familia, integrada también por sus tres hijos: Gastón de 18, Pamela de 15 y Lourdes de 8. En el desalojo del 6 de septiembre, la policía no sólo expulsó a la familia del campo, sino que también destruyó su vivienda, una amplia casa de varias habitaciones hecha de ladrillos y adobe. A pocos metros del campamento pueden verse los escombros, y también varias pilas de ladrillos y tirantes que anuncian la esperanza de la reconstrucción. Una esperanza activa, de lucha

Problemas de desalojos hay en todos lados. Pero a veces la gente elige no protestar, por miedo, o porque le han enseñado que las cosas son así, que hay que hacer lo que dice el que tiene plata, los jueces y la policía. La justicia es de los ricos, para los pobres hay injusticia nomás”, explica Pirina.

"Nos quedamos acá porque a pesar de todo la tierra sigue siendo nuestra y tenemos ganas de luchar y seguir adelante por los chicos que ellos tampoco quieren perder esto".

"Fue una decisión de sentarnos en familia y decirles y hablarles a los chicos sobre el desalojo y lo que podía pasar, sabíamos de las consecuencias, que podíamos ir presos, fue una decisión de todos: a pesar de todo nos vamos a quedar por esto que sentimos que es nuestro".
En el Oeste cordobés, al igual que en el Norte, se extiende la voracidad empresaria sobre tierras en las que hace largos años habitan campesinos, que se dedican a la cría de cabras y a la producción artesanal, para autoconsumo y venta, de queso, pollos, dulces, hierbas medicinales, entre otros bienes.
Las nuevas estrategias productivas buscan remplazar estas producciones ancestrales, priorizando la obtención de la ganancia del nuevo dueño por sobre la sustentabilidad del medio ambiente: sobre las posibilidades de reproducción de la vida en un futuro que aparece cada vez más cercano. "La lucha empezó después del desalojo, la lucha comienza cuando te quieren quitar lo tuyo y empieza la lucha para que defiendas lo tuyo. Yo le agradezco tanto a Dios y a los compañeros por la fuerza que nos dan, y yo trato de darle fuerza a mis hijos para que sigan bien en la escuela a pesar de todo lo que nos ha pasado, ellos no han tenido un desnivel en la escuela nunca."

"Yo les enseñé que no bajen la mirada a nadie, porque por más que a la gente le parezca que esto es malo, esto es nuestro, es nuestra lucha y la vamos a llevar adelante. La lucha es siempre, si recuperamos la tierra vamos a seguir y seguirán nuestro hijos".

Al costado de la casa destruida “por orden de la justicia”, se ven los corrales donde encierran las cabras al caer el sol, cuando los animales vuelven de recorrer el monte de chañares, algarrobos y breas que crece en la zona, hoy amenazado por las topadoras, el símbolo del avance “de la frontera agropecuaria”.

Las empresas quieren aprovecharse de los recursos comunitarios para obtener su beneficio. Prometen empleo, pero a poco andar causan numerosos despidos. Las condiciones de vida no mejoran y se deteriora el medio ambiente.
El Medanito es un ejemplo emblemático, pero también lo son el campo de la Ramona y Santo Domingo, entre otras tierras comunales donde las luchas fueron protagonizadas, en gran parte, por mujeres del campo.

EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CAMPESINA, EN HOMENAJE A LOS HOMBRES Y MUJERES QUE LUCHAN POR LA TIERRA
"Sólo dignidad que tira para adelante" Por Galpón Sur para Prensa De Frente.

Y en El medanito nos vamos a quedar.
Fragmento de "Somos campesinos"

La leña arde en el fogón de la Pirina. En El medanito, provincia de Córdoba, hace siete meses que los Calderón viven en un campamento en la calle, al lado de su campo. El 6 de septiembre del año pasado, un escuadrón policial integrado por 50 hombres fuertemente armados irrumpió en el predio Santa Teresa, donde Pirina Salas e Iván Calderón habitan desde hace casi veinte años. Allí formaron su familia, integrada también por sus tres hijos: Gastón de 18, Pamela de 15 y Lourdes de 8. En el desalojo del 6 de septiembre, la policía no sólo echó a la familia del campo, sino que también destruyó su vivienda, una amplia casa de varias habitaciones, hecha de ladrillos y adobe. A pocos metros del campamento pueden verse los escombros, y también varias pilas de ladrillos y tirantes que anuncian la esperanza de la reconstrucción. Una esperanza activa, de lucha.

La expulsión violenta, ordenada en mayo por un juez a pedido de un empresario terrateniente, estuvo precedida por tres meses de solidaridad y denuncia de la situación en el campo, y por la decisión de la familia de no renunciar a su posesión. "Problemas de desalojos hay en todos lados. Pero a veces la gente elige no protestar, por miedo, o porque le han enseñado que las cosas son así, que hay que hacer lo que dice el que tiene plata, los jueces y la policía. La justicia es de los ricos, para los pobres hay injusticia nomás", explica Pirina.

La decisión de resistir trascendió la frontera del pequeño paraje, alcanzando difusión nacional, impulsado por el Movimiento Campesino de Córdoba. El MCC es una organización que agrupa a unas 1.000 familias, por intermedio de seis centrales regionales. La Unión Campesina de Traslasierra (UCATRAS) es una de esas centrales, y está formada por las comunidades de El Medanito, Las Oscuras, Las Cortaderas, El Quemado, Los Quebrachitos y Villa Las Rosas, en los departamentos de Pocho y San Pedro, a pocos kilómetros de la frontera con San Luis.

"Si no hubiéramos entrado a la organización nos hubiéramos ido, como piensa la gente del lugar. Si a ellos le toca un problema así, se van antes de que los corran. A nosotros también nos hubiese pasado lo mismo si no hubiésemos entrado en la organización y ver una realidad que no es solamente acá sino en muchos lugares, y saber que no es solamente a uno solo que le pasa, sino que es a muchos", comenta Pirina sobre el movimiento.

"Nos quedamos acá porque a pesar de todo la tierra sigue siendo nuestra y tenemos ganas de luchar y seguir adelante por los chicos, ellos tampoco quieren perder esto. Fue una decisión de sentarnos en familia y decirles y hablarles a los chicos sobre el desalojo y lo que podía pasar. Sabíamos de las consecuencias, que podíamos ir presos, fue una decisión de todos. A pesar de todo nos vamos a quedar por esto que sentimos que es nuestro".

Gastón, el hijo mayor de los Calderón, está estudiando la carrera de Arquitectura a trescientos kilómetros de El medanito, en la ciudad de Córdoba capital. Al igual que otros jóvenes de organizaciones campesinas, forma parte del Proyecto Estudiantes Campesinos a la Universidad (PECU), uno de los programas de articulación entre movimientos estudiantiles y las comunidades del campo.

El PECU está impulsado por las agrupaciones que forman la Federación Argentina de Estudiantes de Agronomía (FAEA), organizaciones estudiantiles de doce universidades nacionales. Y se realiza junto a varios integrantes del Movimiento Nacional Campesino e Indígena, articulación que agrupa al Movimiento Campesino de Córdoba con una decena de movimientos regionales y provinciales del resto del país.

Pamela, la segunda hija, estudia en el colegio de Chancani, ubicado a 50 km. de El medanito. En esa localidad se queda de lunes a viernes, y allí estaba el 6 de septiembre, junto a su hermano, cuando se enteró que estaban expulsando a la familia. Al bajarse del micro y acercarse al campo, una patrulla policial con escudos y armas largas les salió al paso, obligándoles a mantener distancia con su familia y su casa, que era demolida.

"La lucha empezó después del desalojo, la lucha comienza cuando te quieren quitar lo tuyo y empieza la lucha para que defendás lo tuyo. Yo le agradezco tanto a Dios y a los compañeros por la fuerza que nos dan, y yo trato de darle fuerza a mis hijos para que sigan bien en la escuela a pesar de todo lo que nos ha pasado, ellos no han tenido un desnivel en la escuela nunca. Yo les enseñé que no bajen la mirada a nadie, porque por más que a la gente le parezca que esto es malo, esto es nuestro, es nuestra lucha y la vamos a llevar adelante. La lucha es siempre, si recuperamos la tierra vamos a seguir y seguirán nuestro hijos", relata su madre.

Gastón y Pamela, junto a compañeros de otras comunidades -como sus primos Damián y Rita, que viven en Las oscuras-, impulsan la formación del Espacio de Jóvenes de UCATRAS. Desde allí están desarrollando proyectos apícolas y de serigrafía. Y con las demás centrales del MCC participan todos los años en el Campamento Latinoamericano de la Juventud, junto a jóvenes de otras organizaciones populares, como el Movimiento Sem Terra de Brasil, el Frente Darío Santillán y las demás integrantes del Movimiento Campesino e Indígena.

Lourdes va a la escuela en El medanito, para lo que monta todos los días en El Chavo, uno de los cuatro caballos de la familia. La más pequeña participa en el espacio de niños de la organización, "donde nos juntamos a jugar y junto con algunos padres contamos cuentos, hacemos caretas, instrumentos musicales y cantamos".

Lourdes muestra con orgullo el cuaderno escolar, lleno de palabras formadas por letras redondas y prolijas, por donde se intercalan algunos dibujos. También otras obras que escribe y dibuja en papel, o en la tierra o en una chapa. Cuando se entera de un mago que vive en La Plata, desaparece rápidamente de la ronda. Al rato vuelve con una carta cerrada, pegada con dos cintas que ocultan el regalo. En el dorso se lee "para un mago, Lourdes Ivana Calderón, de El medanito, Departamento Pocho".

El acampe está formado por dos habitaciones grandes, hechas de lona. Pirina explica que en el invierno se levanta muy temprano para estar cerca del fogón, un bracero cubierto por el techo y las tres paredes de chapas, punto de encuentro para tomarse unos mates, comerse unos pastelitos y compartir un rato de charla, que termina cuando alguno se va a hacer una de las tantas tareas familiares: largar o encerrar las cabras en los corrales, juntar leña y producir una cantidad enorme de alimentos, como distintos tipos de queso, harinas, arropes y dulces, además del cabrito cordobés. Algunas de estas producciones las comercializan a través de la Red de Comercio Justo, un espacio formado mayoritariamente por estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba, que articula la distribución en la capital de la provincia.

También en ese lugar la gente se arrima a la noche a sacarse el frío y tomar unos mates. A lo mejor aparece una guitarra y entonces el Gastón toca y todo el mundo entona una de León o Zitarrosa. Y seguro se canta "somos campesinos", chacarera creada en un campamento de educación popular realizado en el 2004, en El medanito, en el que participaron organizaciones campesinas y urbanas de todo el país.

Al costado de la casa destruida "por orden de la justicia", se ven los corrales destinados al encierro de las cabras cuando cae el sol y los animales vuelven de recorrer el monte de chañares, algarrobos y breas que crece en la zona, hoy amenazado por las topadoras, el símbolo del avance "de la frontera agropecuaria".

En el Oeste cordobés, al igual que en el Norte, se extiende la voracidad empresaria sobre tierras en las que hace largos años habitan campesinos, que se dedican a la cría de cabras y a la producción artesanal, para autoconsumo y venta, de queso, pollos, dulces, hierbas medicinales, entre otros bienes.

Las nuevas estrategias productivas buscan remplazar estas producciones ancestrales, priorizando la obtención de la ganancia del nuevo dueño por sobre la sustentabilidad del medio ambiente: sobre las posibilidades de reproducción de la vida en un futuro que aparece cada vez más cercano.

A la tardecita y con varias mandarinas de por medio, Iván cuenta cómo está cambiando el clima. "Este invierno va a ser duro acá; el verano que pasó también lo fue, hubo días de 50 grados o más". También explica la relación entre el monte, el viento y el curso de las aguas: "Al haber menos monte, los vientos son más fuertes y encima voltean lo poco que queda. Además, como hay menos árboles lo que llueve no entra a la tierra, el agua sigue de largo, cambian los meses de la lluvia también, no sabemos cuándo va a llover ahora".

Para plantar soja, papa u otros cultivos vegetales más rentables en el corto plazo, arrasan con el monte. Destruyen así miles de árboles de distintas especies y juntos con ellos el ecosistema que determina al mismo tiempo una condición climática, una relación del hombre con la naturaleza. Cambian los vientos y las lluvias y aumentan los perjuicios para la población.

El proceso de desmonte y cambios climáticos se da en todo el oeste y norte de Córdoba, pero de modo similar también en Santiago del Estero, en Mendoza, en Misiones, Formosa, Jujuy y Salta. En esta última provincia recientemente alcanzó notoriedad en el caso de Tartagal, donde las organizaciones populares desde hace tiempo vienen denunciando que la tala de árboles está en la raíz del problema.

Este contexto respecto a las tierras se inscribe a su vez en otro más amplio, del que forman parte todos los recursos naturales, en peligro de agotamiento. En Entre Ríos es el agua, con las papeleras sobre el Río Uruguay. También en Buenos Aires, con el Riachuelo y el Matanza. En Catamarca, San Juan y Chubut es el aire, el agua y la tierra, afectados por las explotaciones mineras. En Salta, Chubut y Santa Cruz es el gas y el petróleo lo que se llevan.

En todos los casos se trata de empresas que quieren hacer aprovecharse de los recursos comunitarios para obtener mucho dinero. Prometen empleo, pero a poco andar causan numerosos despidos. Las condiciones de vida no mejoran y se deteriora el medio ambiente. En Córdoba, en particular, el avance de este modelo de "civilización", no sólo trae esos perjuicios ecológicos graves sino que ni siquiera generan nuevos puestos de trabajo: al contrario, expulsa a las familias. El Medanito es un ejemplo emblemático, como también lo es el campo de doña Ramona Bustamente, entre otras tierras comunales donde las luchas fueron protagonizadas, en gran parte, por mujeres del campo.

La Piri desconfía de la prensa comercial, porque "las pocas veces que han venido te hacen quedar mal", pero se abre a hablar con los compañeros. "Yo quiero que todos sepan que acá existimos, que estamos luchando por nuestra tierra, porque los niños puedan ir a la escuela y terminar sus estudios, que podamos seguir viviendo de nuestro trabajo como hemos vivido siempre, porque este nuevo modelo que impone el gobierno es un campo sin campesinos. A nosotros nos quieren erradicar como sucedió con los indios".

El 24 de marzo pasado, a 30 años del golpe de estado de 1976, Pirina habló en el acto realizado en la ciudad de Córdoba. "Una experiencia muy fuerte, había 50.000 personas. Se me nublaba la vista", sonríe. "Fue algo muy grande. Lo que dije, en nombre del movimiento campesino, es que nosotros somos la continuación de esa lucha".

En esa movilización el Movimiento Campesino de Córdoba distribuyó diez mil volantes, presentándose a la comunidad. "Organizarnos más", dice el Movimiento en ese texto, que habla sobre el rescate de la memoria popular ("Sólo dignidad que tira para adelante") e informa sobre los proyectos y demandas de la organización. "La lucha campesina no es únicamente de las familias del campo, ni es sólo por la distribución de las tierras. Es una lucha integral, una forma de resolver problemas como la pobreza, el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de educación, el transporte, la vivienda".

Lo mismo señala Alberto Salas, hermano de Pirina y también miembro de movimiento, en la comunidad de Las Oscuras: "En este camino que estamos andando hemos descubierto que existen dos mundos totalmente distintos. De un lado está el mundo de los políticos, de la corrupción, de la desocupación. Del otro lado está el mundo de la solidaridad, del trabajo . A este mundo es al que quiere llegar UCATRAS".

"Estamos acostumbrados a vivir en el mundo de siempre y a muchos nos cuesta darnos cuenta de la existencia de ese otro mundo al que queremos llegar. Sólo cuando empezamos a ver que teníamos derechos, nos paramos y dijimos: 'bueno compañeros, hay otro mundo distinto, mejor, y ahí debemos llegar'. A través del contacto con otro cumpas es que pudimos empezar a conocer ese otro mundo. Nuestro objetivo es llegar todos parejitos a lo bueno, al otro mundo. Hemos descubierto que uno no hace nada, que debemos hacer las cosas entre todos. UCATRAS nos invitó a soñar en el otro mundo (del trabajo, la justicia y la salud,.etc.), pero no como los políticos que vienen y te prometen que te van a solucionar los problemas, que te van a hacer una casa, UCATRAS es la invitación a que la casa la hagamos juntos", escribió en la revista que presentó la organización en diciembre de 2003, a dos años de su primer encuentro, en Chancaní.

"Defender la vida campesina para que podamos seguir viviendo en el campo, produciendo como lo hicimos siempre, que el monte no se termine y no que avance la frontera agrícola que desmonta todo y que sabés que van a pasar varios años para recuperar un árbol. Esa es la vida campesina, poder alimentarnos del trabajo nuestro, de la tierra, de las huertas comunitarias, no tener que consumir alimentos transgénicos, sino la verdura propia que la podemos hacer en el campo, que no se pierda esa cultura", dicen los Calderón y los Salas, reunidos en torno al fogón que mates de por medio puede albergar visitas de compañeros, cercanos o lejanos.

Diversas voces relatan la existencia de comunidades y personas, en muchas regiones, que tienen una visión distinta a la hegemónica respecto a lo que es el progreso. Donde la mirada es clara, abierta y compañera. El campo de los Calderón, en el departamento de Pocho, en la provincia de Córdoba, es uno de esos lugares donde se comparten dignidades y esperanzas de lucha. Ahí donde los jóvenes cuentan cómo se organizan, y donde la Lourdes le regala un dibujo a un mago que no conoce.

Donde Iván y Pirina, donde tantos compañeros. Arde la vida en el fogón de El medanito.

Fuente: Prensa de Frente

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