Carne, dólares y geopolítica: los ganadores y perdedores del nuevo acercamiento comercial con Estados Unidos
En un contexto económico que el Gobierno intenta presentar como auspicioso, la balanza comercial argentina ofrece una foto engañosa. Septiembre dejó un superávit de US$ 921 millones, y el acumulado anual asciende a US$ 6.030 millones. Pero debajo de esos números se esconde una dinámica preocupante: las importaciones crecen más de cuatro veces que las exportaciones. En otras palabras, el superávit no se sostiene por una mejora estructural, sino por una coyuntura excepcional y frágil. En ese marco, aparece el nuevo acuerdo que agiliza la entrada de carne argentina a Estados Unidos, celebrado como un triunfo diplomático y una fuente de dólares frescos. Pero el análisis detallado permite ver algo distinto: la apertura beneficia a un puñado de actores concentrados, profundiza la dependencia comercial y se inscribe en una estrategia geopolítica de Washington para disputar influencia con China en el Cono Sur.
Los ganadores: concentración en la cima y un aliado poderoso
El acceso ampliado al mercado estadounidense fortalece a los grandes jugadores del sector cárnico, que desde hace años controlan la exportación y la relación con los mercados premium:
- Swift Argentina (Minerva Foods, Brasil): líder absoluto, con más de 397 mil cabezas faenadas y máxima asignación de Cuota Hilton.
- Frigorífico Rioplatense (familia Constantini): 257 mil cabezas; habilitado para exportar a EE.UU.
- Arre Beef (familia Borrell): 196 mil cabezas; otro de los grandes habilitados.
- Bernal (Solassi–Borrell–Riusech): 173 mil cabezas.
- Friar (BAF Capital): 169 mil.
- Lequio: 237 mil.
- S.A. Exp. e Imp. Patagonia (familia Braun/La Anónima): 166 mil.
La apertura consolida un modelo donde el grueso de la renta queda en manos de grupos económicos concentrados, entre ellos multinacionales brasileñas y fondos de inversión, mientras el productor ganadero de base sigue atado a precios internos deprimidos y costos crecientes.
Pero el beneficiario real del acuerdo no está en Buenos Aires ni en Santa Fe. Está en Washington.
El premio mayor para Estados Unidos: influencia estratégica en la disputa con China
Los datos del INDEC muestran que, en septiembre, las exportaciones argentinas a Estados Unidos crecieron 44,5 %, con un saldo comercial favorable para Argentina. Sin embargo, la movida norteamericana tiene una lógica clara: afianzar su presencia económica en un país clave y evitar que China siga consolidándose como socio dominante.
En una región donde Beijing invierte en energía, litio, infraestructura y alimentos, Estados Unidos responde con acuerdos selectivos diseñados para fortalecer vínculos económicos y políticos. La carne argentina es una pieza más en un tablero más amplio:
- asegurar proveedores confiables;
- ganar terreno en sectores estratégicos;
- y restarle margen de maniobra a China en el Cono Sur.
No es un acuerdo comercial aislado: es parte de la nueva competencia global por influencia y recursos.
Los perdedores: productores primarios, economías regionales y consumidores locales
Mientras los frigoríficos celebran, la otra cara del acuerdo aparece en los sectores que quedan rezagados.
1. Productores atomizados
El pequeño y mediano ganadero, que asume todos los costos (alimentación, genética, sanidad, reposición), sigue recibiendo precios estancados. Exportar más no significa que el productor gane más: quien fija el precio es el frigorífico exportador, no el criador.
2. Estructura de costos asfixiante
La balanza comercial lo anticipa: las importaciones —maquinaria, tecnología, insumos críticos— crecen a un ritmo muy superior. Eso implica un encarecimiento estructural que erosiona la rentabilidad del interior productivo.
3. Consumidores argentinos desplazados
Con un mercado interno debilitado y precios locales tensionados por la exportación, se consolida una tendencia conocida: más carne premium afuera, más restricciones adentro.
4. El país: más primario, menos industrial
El acuerdo fortalece la exportación de bienes primarios sin generar valor agregado local. Es un modelo extractivo, no un modelo de desarrollo.
Imagen de la reunión que mantuvieron el canciller Pablo Quirno y el secretario de Estado, Marco Rubio, el jueves 13 en el Departamento de Estado.
El riesgo de fondo: depender de un solo comprador
Apostar con fuerza al mercado estadounidense puede parecer atractivo en el corto plazo, pero implica un riesgo que la historia argentina conoce bien: nadie controla a un comprador monopólico.
Estados Unidos puede imponer criterios sanitarios, cupos, condiciones comerciales o restricciones políticas que afecten de manera inmediata a las exportaciones. La dependencia de un único mercado nunca fortalece a una economía; la vuelve vulnerable.
Un acuerdo rentable, pero desequilibrado
El ingreso de carne argentina a Estados Unidos generará dólares y fortalecerá a las grandes compañías del sector. Pero para el conjunto del país, el acuerdo consolida una matriz que ya mostró sus límites: concentración, primarización y dependencia externa.
La pregunta que debería estar en el centro del debate no es si está bien o mal exportar a Estados Unidos. La pregunta es otra, más profunda: ¿En qué proyecto de país se inserta este acuerdo y quiénes son, efectivamente, los beneficiarios? Hoy, los datos permiten una respuesta clara: ganan las corporaciones exportadoras y la estrategia geopolítica de Washington; pierden el productor, el consumidor y una economía que sigue vendiendo materia prima mientras compra tecnología ajena.
Fuente: ANRed

