¿Industria deportiva con terapia génica?, por Fabio Arévalo Rosero

La terapia génica es una de las tecnologías con un desarrollo más rápido dentro de la ingeniería genética. Mediante la inyección de genes sintéticos, que actúan sobre las proteínas que están en la base de muchos tratamientos médicos, los investigadores esperan descubrir curas a enfermedades como el cáncer o la hemofilia

Se están empezando a usar virus para dirigir los genes al interior de las células sin que sean rechazados por el sistema inmune.

Dentro de unos años, algunos de estos tratamientos estarán en el mercado, ya que a pesar de encontrarse aún en los laboratorios, ya han aparecido los primeros usos potenciales para deportistas.

Puntualmente el dopaje genético a través de la terapia génica tiene dos variantes:

1.. La intervención indirecta por estimulación genética
2.. La intervención directa por recomposición celular.

En el primer caso, el más desarrollado hoy, la estimulación genética consiste en aislar determinados genes de ADN humano que se sabe que están relacionados con el rendimiento deportivo, como la velociferina, para cultivarlas de forma in vitro y posteriormente introducirlas en el deportista con un llamado vehículo, un liposoma o un retrovirus, que se inyecta en la masa muscular

Igualmente puede tratarse de la introducción de un factor especial elaborado que estimula de manera específica la liberación de co-factores o elementos que provocan una rápida transformación metabólica. Es el caso del ELF, Factor Liberador de EPO, que actúa directamente en las células madre de la médula ósea induciendo un incremento die-natural-die de la hormona eritropoyetina (EPO) que aumenta de manera evidente el volumen de glóbulos rojos. Consecuentemente se tiene una mayor disponibilidad de oxígeno para que la combustión celular aporte energía inmediata.

Una versión sintética de esta hormona fue revolucionaria en el tratamiento de la anemia; sin embargo, se ha abusado de este componente como método dopante en el mundo del deporte. Ahora los investigadores están trabajando en tratamientos basados en terapia génica, que podrían activar el gen EPO por orientación viral al desconectar el gen que regula la producción de EPO. El resultado sería que los pacientes no necesitan sus inyecciones regulares de esta hormona.

Otra área interesante es la que afecta al desarrollo del músculo. En la Facultad de Medicina de la Universidad Real de Londres, en Reino Unido, se está desarrollando un tratamiento para la distrofia muscular.

Este nuevo fármaco es conocido como factor mecánico de crecimiento (MGF, por sus siglas en inglés), una hormona natural que se produce tras la realización de ejercicio y que estimula la producción de células musculares. Los niveles de MGF son menores con la edad; esta es una de las razones por las que la masa muscular decae al envejecer. Un tratamiento que se dirigiera hacia esa hormona permitiría a las personas mayores mantener su independencia durante más tiempo.

El estímulo bioquímico también puede ser producido por la inoculación del factor IGF-1, otra de las hormonas que desarrollan el sistema muscular. El uso de estas terapias en atletas ofrecería beneficios adicionales y una gran respuesta al entrenamiento. El músculo se desarrollará rápidamente tras cualquier lesión

Particularmente este es un tipo de dopaje génico que puede llegar a estar bien extendido en los próximos Juegos Olímpicos de Pekín en 2008.

Esta práctica no puede llegar a reconocerse salvo con una biopsia y añade mayor fraude al deporte profesional, al desvirtuar la competición además de incrementar considerablemente el riesgo para la salud de los deportistas. Los médicos no sólo tienen que ser capaces de cambiar genes en músculos específicos sin que se tengan efectos secundarios. Además, deben evitar que este manejo sea descubierto.

Sin embargo, es inevitable que en cuanto estén listas, las terapias genéticas sean utilizadas. De allí la preocupación de atletas como los kenianos por perder su dominio en las carreras de larga distancia debido a que su gobierno no se puede permitir el lujo de poseer tecnología genética.

Un tratamiento no exento de riesgos

La terapia génica presenta enormes riesgos para un atleta. El consumo de EPO provoca que la sangre aumente su volumen, lo que incrementa el riesgo de ataque al corazón o infarto cerebral. La producción natural de hormonas como la IGF-1 aumenta el riesgo de cáncer y de problemas coronarios, y el impacto en atletas aún se desconoce.

Tal vez, tras el aumento de la masa, los músculos comiencen a rasgarse a lesionarse más fácil. Pero es algo que aún no conocemos. Pero consideramos que ningún atleta con dos dedos de frente se pondría en manos de un médico que le proporcionase estas terapias sin estar completamente seguro de su inocuidad. La situación se vuelve más complicada cuando las autoridades del deporte piensan que sería muy difícil detectar este tipo de tratamientos. Es casi imposible probar la existencia de determinadas proteínas. Se espera que evolucionen las técnicas de imagen; así se conseguirían pruebas que pudieran analizar a nivel molecular. Sin embargo, este tipo de escáneres haría necesaria la introducción de líquido de contraste en el atleta, una posibilidad que no gusta a los deportistas. Más tarde o más temprano habrá que introducir algo en el cuerpo del atleta para detectar la actividad molecular.

Pero es muy claro que cada vez mueren más deportistas, y cada vez más jóvenes, de fenómenos como la muerte súbita que, aunque no sea en todos los casos, una buena parte están relacionados con el dopaje.

Por ello, con este nuevo tipo de dopaje se disparan los peligros para las personas añadiendo una alta incertidumbre al no saber la gravedad de los efectos secundarios que provocan este tipo de prácticas. Las grandes cantidades de dinero que mueve el deporte de elite parece ser como principal motivo para que el dopaje triunfe y los jugadores accedan a experimentarlo.

COLOFÓN

Antes de perder su próxima guerra, la del dopaje que viene -el genético-, el mundo olímpico se enfrenta en los Juegos de Atenas a su enemigo actual: la trampa con forma de hormona o estimulante diseñado a la carta en laboratorios que no incluyen la ética entre sus muchos compuestos, la tetrahidrogestrinona (TGH). Atenas ha cercado a los tramposos. Más que nunca. Más lazos que en Sydney, Atlanta o Barcelona. El movimiento olímpico los necesita para reconstruir sus mitos, para cimentarlos sobre una base clave: la credibilidad. El público y el espíritu que creó los Juegos necesitan creer. Quieren saber que no hay divorcio entre lo que ven por fuera de un deportista y lo que éste lleva por dentro. La trampa no es olímpica. Por eso, antes de que lleguen los mutantes genéticos, el deporte corre en Atenas contra los atletas de laboratorio.

El autor es Presidente (E) Asociación Colombiana de Medicina del Deporte. E-mail: far121@hotmail.com.

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