Johannesburgo: la Cumbre de la hipocresía

La Cumbre Mundial para el Desarrollo Sustentable, celebrada en la ciudad surafricana de Johannesburgo hace dos semanas, fue como un balde de agua fría echado en las caras de los ecologistas del mundo. Pero los activistas que asistieron ciertamente hubieran preferido agua fría a los gases lacrimógenos que recibieron.

El gobierno del Congreso Nacional Africano enseñó su cara post-apartheid, reprimiendo manifestaciones pacíficas con gases lacrimógenos, macanazos, balas de goma, granadas de concusión y arrestos.

 

La cumbre oficial se llevó a cabo en el adinerado y ultraexclusivo suburbio de Sandton. Ahí, líderes mundiales y ejecutivos de empresas transnacionales negociaron la suerte que correrán los recursos naturales del planeta, mientras que las fuerzas de la sociedad civil internacional se congregaron en la barriada paupérrima de Alexandra.

 

A pesar de la proximidad entre ambas localidades, Alexandra y Sandton eran dos mundos totalmente distintos, y no sólo por los extremos de pobreza y riqueza que representan.

 

En Sandton reinaba el optimismo neoliberal. Ahí se discutía cómo aplicar la "magia" del libre mercado y la iniciativa de la empresa privada para resolver los problemas ambientales. Mientras que años atrás las Naciones Unidas hablaban de implementar medidas legalmente vinculantes para enfrentar la crisis ecológica, ahora hablan de arreglos puramente voluntarios entre los sectores público y privado. Estos arreglos, conocidos como partnerships, no le imponen obligación alguna a las corporaciones y para el movimiento ecologista no son más que farsas publicitarias.

 

Los activistas en Alexandra denunciaron la Cumbre como un fraude. Aparte de las denuncias que hicieron contra el neoliberalismo y el poder indebido y excesivo de las grandes corporaciones, su protesta tenía un elemento nuevo: señalaron la ONU como parte del problema. Hasta entonces, veían las Naciones Unidas como símbolo del paradigma de cooperación internacional solidaria para la paz mundial y el desarrollo sustentable. Pero en Alexandra concluyeron que en la ONU ya no hay nada que buscar.

 

El nuevo orden mundial

 

¿Qué pasó? En la anterior Cumbre, celebrada en Río de Janeiro en 1992, también hubo infiltración y cooptación de los grandes intereses, pero no la claudicación descarada que los ecologistas percibieron en Johannesburgo. Ah, pero en 1992 no existía la

 

Organización Mundial de Comercio (OMC). La OMC es una especie de policía del comercio global con poderes legalmente vinculantes, contrario a la ONU, cuyas declaraciones de buenas intenciones nunca pasan de ser meras exhortaciones a los gobiernos del mundo.

 

La OMC tiene la autoridad para castigar con sanciones económicas al país que rompa las reglas del comercio internacional, reglas establecidas por los propios países ricos. Esta institución adjudica disputas comerciales entre naciones en un tribunal que funciona en secreto, el cual nunca ha emitido una decisión favorable al medio ambiente.

 

Por lo tanto, en el orden neoliberal de la posguerra fría, cualquier medida a nivel nacional o internacional para proteger el ambiente debe tener el visto bueno de la OMC. Los países ricos argumentaron abiertamente en Johannesburgo que todo lo que se decida en la Cumbre debía ser compatible con las directrices de la OMC, y no a la inversa. Para los activistas en Alexandra, era evidente que para los negociadores en Sandton el medio ambiente era una prioridad secundaria, subordinada a la verdadera agenda: abrir nuevos mercados para las transnacionales.

 

Somos yanquis, sálganse del medio

 

Como si todo esto no fuera lo suficientemente malo, la delegación estadounidense llegó a Johannseburgo con sólo una intención: obstruir. Mostrando una terquedad que dejó estupefactos hasta a los ejecutivos de corporaciones y las delegaciones de otros países ricos, los emisarios de George W. Bush no cooperaron con nada. El colmo fue su negativa a apoyar el Protocolo de Kyoto, acuerdo internacional para combatir el calentamiento global.

 

Tal fue el disgusto mundial contra Estados Unidos que surgieron alianzas extrañas. Los líderes de Greenpeace y el World Business Council for Sustainable Development hicieron un llamado conjunto a Estados Unidos para que recapacitara en torno al Protocolo. Insólito espectáculo, ya que ambas organizaciones diferían en todo, absolutamente todo, hasta que encontraron causa común contra los yanquis en

 

Johannesburgo.

 

Cómetelos tú

 

Esados Unidos mostró en la Cumbre más interés en vender transgénicos que en ayudar al medio ambiente.

 

Los cultivos transgénicos, o genéticamente alterados, se están convirtiendo rápidamente en una inversión desastrosa. La Unión Europea, uno de los más importantes mercados, cerró sus puertas a los productos transgénicos en 1998 y está dispuesta a irse a una guerra comercial con Estados Unidos si éste insiste llevar la trifulca a la OMC. Japón y Corea del Sur, otros dos importantes mercados, están comenzando a rechazar importaciones de transgénicos.

 

Además, sobre 35 países que albergan sobre la mitad de la población mundial están en vías de restringir los productos transgénicos de un modo u otro. Y a nivel doméstico la situación empeora. La oposición de ecologistas, consumidores y agricultores estadounidenses va en aumento y 44 municipios han aprobado resoluciones contra los transgénicos.

 

En lugar de reconsiderar su apoyo a los transgénicos, Estados Unidos está desesperadamente buscando quién los compre, y ahora los está empujando al Tercer Mundo, etiquetados como "ayuda". Agrupaciones como Amigos de la Tierra y la Red por una América Latina Libre de Transgénicos denuncianque la llamada ayuda alimentaria de Estados Unidos a países pobres contiene productos transgénicos, incluyendo maíz decomisado no aprobado para consumo humano.

 

Estados Unidos y los portavoces de la industria de la biotecnología argumentaron que los transgénicos pondrán fin al hambre en Africa, pero el tiro salió por la culata. Los países africanos- con la excepción de Suráfrica- percibieron que Wáshington los estaba chantajeando para usarlos como mercado de última instancia para productos que nadie más quiere, y rechazaron la movida. Los demás países, incluyendo la Unión Europea, apoyaron la postura de los africanos, dejando a Estados Unidos totalmente aislado. Los yanquis se vieron forzados a desistir.

 

Desarrollo sustentable, qepd

 

A pesar de la victoria parcial contra los transgénicos, los activistas en Alexandra consideran negativo el saldo general de la Cumbre. Pero la ONU tampoco quedó muy bien trecha. Su imagen como benévola defensora de los pobres y del ambiente quedó lacerada, quizás permanentemente.

 

Por otra parte, si bien el ambientalismo corporativo ganó este round, habría que ver cómo se las arreglará el sector empresarial para presentarse como la salvación del mundo en vista de los recientes escándalos de corrupción de Enron, Arthur Andersen, WorldCom y Halliburton.

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