La estafa de la captura de CO2 industrial

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Una investigación periodística ha revelado que la empresa suiza Climeworks, que desde el 2021 apuesta por la captura de CO2 del aire como “solución tecnológica” a la crisis climática, emite más gases de efecto invernadero de los que sus enormes ventiladores atrapan de la atmósfera.

En marzo, la concentración de CO2 en la atmósfera llegó por primera vez hasta las 430 ppm en un día. Nunca antes se había alcanzado esta cifra en una medición diaria. El gráfico del Observatorio de Mauna Loa, en Hawái, que mide este parámetro desde 1960, no deja lugar a dudas: las emisiones del principal gas de efecto invernadero que están llevando al planeta a un terreno climático desconocido siguen, pese a la consolidación de un capitalismo más verde, sin encontrar un techo.

Ante esta irrefutable evidencia, cada vez más científicos, investigadores y expertos en materia de clima y medio ambiente piden activar el freno de mano y discutir la crisis climática desde lo sistémico: no hay mitigación ni adaptación posible en una economía global adicta a los combustibles fósiles que necesita expoliar cada vez más recursos naturales para seguir creciendo.

Sin embargo, renuente a aceptar los límites planetarios, el capital, con la venia de gobiernos y administraciones públicas, sigue empecinado en encontrar soluciones tecnológicas, como la captura de CO2 de la atmósfera, un complejo y costoso proceso —muy inmaduro por el momento— en el que máquinas filtran y atrapan las moléculas de dióxido de carbono del aire.

La empresa suiza Climeworks ha sido una de las pioneras en esta tecnología. En 2021 puso en funcionamiento “Orca”, la mayor planta del mundo en Reikiavik, Islandia, con la promesa de “revolucionar” este mercado. Alimentada mediante electricidad geotérmica, los filtros de esta instalación separan el CO2 del aire. Luego, el gas se mezcla con agua y se bombea a las capas de roca basáltica a una profundidad de entre 800 y 2.000 metros para “permanecer enterrado durante millones de años”.

El año pasado, la compañía inauguró una segunda planta (llamada “Mamut”) con una tecnología “más eficiente”, capaz de absorber diez veces más CO2 que la primera instalación. En paralelo a esta millonaria inversión, Climeworks empezó a vender un servicio de extracción certificada de carbono a grandes clientes corporativos como Microsoft, Spotify y Stripe, entre otras multinacionales. La empresa tiene una cartera de 20.000 clientes que, mes a mes, compran bonos de eliminación de carbono para compensar sus emisiones.

El 15 de mayo, una investigación periodística de Heimildin, un medio de comunicación independiente de Islandia, ha desnudado la fantasía de esta aventura. No solo porque esta empresa suiza captura una pequeña fracción del CO2 que promete. También por una huella de carbono deficitaria: emite bastante más de lo que captura.

La gran estafa

De los datos obtenidos por los periodistas Bjartmar Oddur Theyr Alexandersson y Valur Grettisson, a cargo de la investigación, las plantas de Climeworks en Islandia solo han capturado poco más de 2.400 unidades de carbono desde que comenzó a operar en el país en 2021, muy por debajo de las 12.000 unidades que los funcionarios de la compañía han afirmado repetidamente que las máquinas de la compañía pueden capturar.

Hasta el momento, la empresa no ha logrado romper la barrera de captura de 1.000 toneladas de CO2 en un año. En 2023, las emisiones de todas sus operaciones ascendieron a 1.700 toneladas. La nueva planta, con una promesa de captura anual de 36.000 toneladas, ha atrapado apenas 105 toneladas de CO2 en sus primeros diez meses de funcionamiento.

En 2017, cuando Climeworks estaba naciendo, sus fundadores proyectaban capturar el 1% de todas las emisiones globales, nada menos que 400 millones de toneladas de CO2. Por aquel entonces también prometían un coste de captura de 100 dólares por cada tonelada, muy por debajo del precio actual (1.000 dólares).

“A pesar de no lograr esos objetivos, los ejecutivos de la compañía se han fijado nuevas metas más ambiciosas. La compañía ahora dice que planea capturar 1.000 millones de toneladas de CO2 para 2050. Las operaciones y los ambiciosos objetivos de Climeworks han atraído la atención mundial, y la compañía recientemente ocupó el segundo lugar en la lista de la revista Time de las 100 principales empresas de tecnología verde del mundo”, se detalla en el reportaje de Heimildin.

Al igual que otras soluciones tecnológicas inmaduras de descarbonización (el hidrógeno verde, por ejemplo), la captura de carbono se nutre de dinero público. Desde su fundación, Climeworks ha recibido aprobación por más de cien mil millones de coronas (700 millones de euros) en subvenciones de fuentes públicas, según consta en el sitio web de la compañía.

Para Mark Jacobson, profesor de ingeniería civil y ambiental de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), la industria de captura y eliminación de CO2 no es más que “una gran estafa”. A juicio de este experto, citado en esta investigación periodística, se trata de un mercado “diseñado para retrasar la transición energética”.

“Esta tecnología perpetúa el modelo de negocio de las compañías de petróleo y gas. Para eso está diseñada. Nada de esto beneficia al clima. Al contrario, este tipo de tecnología está empeorando las cosas”, denuncia. Su conclusión es tajante: al impulsar esta tecnología con energía verde, esta industria “aumenta el número de muertes anuales por contaminación, al impedir que las energías renovables sustituyan a los combustibles fósiles”.

Jordi Guilera es doctor en ingeniería química y líder del área de combustibles sostenibles en el Instituto de Investigación en Energía de Catalunya (IREC). En su opinión, esta empresa suiza “ha vendido una moto” con “un modelo de negocio súper agresivo” que ha derivado en un “fraude económico”.

“Quiero separar el fraude económico del científico. Sí que se tienen que construir plantas de captura de carbono. Son útiles. Claramente la fuente de financiación ha sido errónea. También es criticable la descarbonización de las empresas. No puedes contaminar y plantar árboles en la Patagonia. Y tampoco puedes contaminar y comprar estos bonos”, cuestiona.

La captura de CO2 en España

Un informe de 2024 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) calculaba que, basándose en el consumo actual de petróleo y gas, el mundo necesitaría capturar o eliminar unos 32.000 millones de toneladas de carbono para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC. En 2023, sólo se capturan 45 millones de toneladas de carbono al año en todo el mundo. La AIE reconocía en ese documento que un aumento “tan significativo” ejercería una enorme presión sobre el suministro eléctrico.

En Europa, las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, siglas en inglés de Carbon Capture, Use and Storage) se utilizan en los sectores industriales difíciles de electrificar: el cementero, químico, siderúrgico, cerámico, vidrio y cal, entre otros. No se captura el CO2 de la atmósfera. Se utiliza un método de “precombustión”: el gas natural se descompone en hidrógeno y CO2, y el hidrógeno se utiliza como combustible, mientras que el CO2 se captura.

Una salida a este gas capturado es la fabricación de biocombustibles. El problema, explican los expertos, es que una vez “quemado” este CO2 vuelve a la atmósfera. La “mejor solución” es el “almacenamiento geológico”, capas de tierra porosas y permeables donde inyectar el CO2, muy experimental por el momento. Las dificultades de reciclaje y almacenamiento son los dos principales cuellos de botellas del sector en Europa.

Por lo pronto, España no cuenta con ninguna estrategia para el fomento y despliegue de las CCUS. Se trata de una tecnología relegada en la hoja de ruta del MITECO para descarbonizar la economía nacional. El nuevo Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC 2023-2030) menciona por primera vez la importancia del desarrollo de la captura de carbono, pero sin ninguna política concreta.

La Plataforma Tecnológica Española de CO2 (PTECO2) viene denunciando que España “está a la cola” en lo que respecta a esta tecnología a nivel continental. “Hemos estado cerca de año y medio explicando al Ministerio de Transición Ecológica que es fundamental su liderazgo para el desarrollo de estas políticas, porque ninguna industria va a invertir en capturar CO2 si no sabe qué hacer con él. Para ello, hay que tener una planificación de ceoductos (similares a los gasoductos) y tener unos almacenamientos geológicos”, explica Pedro Mora, presidente de esta organización.

Para la Fundación Renovables, no deja de ser una buena noticia que España no tenga como objetivo inflar este mercado. “Es un desvío de fondos y no forma parte de la solución al problema del cambio climático”, explican desde este think tank. Su responsable de Política Climática, Ismael Morales, afirma que “la captura de carbono no puede ser una tecnología de mitigación prioritaria en nuestra transición energética”. “Hay otras tecnologías más competitivas, rentables y escalables como la eólica y la fotovoltaica a día de hoy, sobre todo a nivel España”, asegura. Y agrega: “Instalar captura de carbono puede tener aplicaciones industriales muy puntuales, pero no podemos expandirlo en toda la cadena de valor. Eso significaría seguir consumiendo combustibles fósiles y depender de terceros países”. En resumen, “la captura de carbono puede ser, más que una herramienta para la transición energética, un mecanismo de greenwashing del sector fósil”.

Jordi Guilera coincide a medias. Admite que la captura de CO2 de la atmósfera es “todo un reto científico”, por lo que hoy, en 2025, no “tiene ningún sentido apostar por este camino” debido a “requerimientos energéticos que son excesivos”. La apuesta, aclara, tiene que centrarse en fortalecer la captura de CO2 “a nivel fósil”, como ya se está haciendo. “Tenemos la tecnología de captura. El gran problema es qué hacemos después, cómo la almacenamos”, reconoce.

Fuente: Eco-Sitio

Temas: Corporaciones, Economía verde

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