Los arquitectos invisibles del suelo

Idioma Español
País Venezuela

En el laboratorio urbano de Alfonso y María Jesús experimentan con microorganismos eficientes, materia viva con la que producen bioinsumos y otras sustancias benéficas.

En el suelo existen millones de bichitos que no podemos ver a simple vista. Se trata de un mundo diverso, un ecosistema complejo y activo. Ellos conforman una larga lista de pequeñitos y vitales agentes que ayudan a mantener el equilibrio suelo-planta. Nos referimos a los microorganismos, estos a los que el ingeniero agrónomo Alfonso Jiménez denomina arquitectos invisibles.

En esta comunidad se encuentran virus, bacterias, hongos, protozoarios, amebas, nemátodos y microartrópodos. “Existen más de cien millones de especies, y tan solo se conoce, como máximo, el 3 por ciento, porque hay ecosistemas que no han sido explorados en la micro, meso, macro y mega fauna”, explicó el especialista frente a su puesto donde ofrecía productos de bioinsumos durante una Feria Conuquera en el parque Los Caobos de Caracas.

En este lugar fresco, verde y natural impartió una extensa clase que más adelante amplió en un segundo encuentro en su casa, donde habita con su esposa y sus dos hijos y donde instaló una especie de laboratorio, rodeado de edificios, estructuras de metal, avenidas, el bullicio de la gente y los carros.

En este pequeño centro de investigación experimenta, estudia, evalúa, diagnostica, registra múltiples notas, trabaja y produce microorganismos para bioinsumos, vinos y otras cosas.

Un guaro que dejó la medicina

En medio de una mesa de trabajo grande junto con libretas de apuntes contó que es oriundo de Duaca, en el norte del estado Lara. Tiene cinco hermanos, fruto del matrimonio entre su madre, una maestra de Sanare, y su padre, un duaqueño que se desempeñó como perito agrónomo en centrales azucareros y en la Granja Escuela de Sanare, “a lo largo de su vida me transmitió su amor y respeto por la naturaleza, en sus diferentes ecosistemas: flora-fauna”.

Este guaro de cepa se graduó en 1999 como Ingeniero Agrónomo en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) en Lara, para entonces “la visión era la agricultura convencional con el uso de insecticidas, pesticidas, mecanización, es decir, un modelo de agricultura basado en romper el equilibrio natural y las relaciones de la microbiología suelo-planta. Había algo que no encajaba y lo entendí cuando en el tercer semestre de la carrera hice unas pasantías en una comunidad adventista que producía sus alimentos; ahí vi el proceso que seguían: la permacultura, una agricultura que imita los procesos naturales”.

Esa visión más amplia de la agricultura le permitió abordarla de una manera más integral. Partió del hecho de que en los niveles mínimos del suelo existen más de 100 millones de especies, por cada gramo de suelo viven de 3 a 5 millones de bacterias y podemos decir que “ningún microorganismo es bueno o malo”.

“La planta produce alimentos para los microorganismos y ellos le brindan minerales que están en el suelo, que no están disponibles para ella porque no los puede procesar. Entonces, son relaciones de simbiosis y mutualismo entre la microbiología y la planta. Estos agentes microbianos incluidos en la clasificación de la microfauna –porque que no se ven a simple vista– ayudan también a la formación del suelo mejorando la parte física, química y biológica. “Un suelo equilibrado está formado por tres elementos: minerales, materia orgánica y microbiología, lo que se denomina, las tres M, interviniendo de manera permanente y continua”.

Explicó que los microorganismos “son eficientes en la medida que se logra el equilibrio entre ellos. El suelo tiene que estar vivo con bacterias, hongos para mantener la comunicación entre la planta-suelo a través de la microbiología”.

Jiménez describió que la planta produce sustancias bioquímicas con las que recluta a un determinado tipo de microorganismos. “Las bacterias toman el nitrógeno de la atmósfera, que no está disponible para la planta en forma de materia orgánica que son las bacterias simbióticas o rizobio; se pega, entra dentro la célula de la planta, absorbe ese nitrógeno de la atmósfera, lo asimila en su cuerpo y forma una estructura o nódulo. Es decir, se transforma esa bacteria y comparten: la planta le da azúcares y ella le proporciona nitrógeno y hormonas de crecimiento. Los hongos y las bacterias producen sustancias antimicrobianas que defienden a la raíz de patógenos. Es una relación ganar-ganar”.

En este proceso se generan en la planta tres tipos de energías: producción, protección y reproducción, porque ayuda a la planta a su crecimiento y a que sea mayor la densidad radicular, la elongación del tallo, así como a la obtención de flor, fruto y semilla.

El equilibrio suelo-planta

El suelo es un organismo vivo que contiene todo tipo de microorganismos y, explica el larense, están los asociativos, que se relacionan con la planta y se alimentan de lo que ella le provee.

Mientras que, los de vida libre utilizan minerales que están en la materia orgánica, e igualmente existen microorganismos que se valen de la luz solar y el CO 2 para elaborar sus propios alimentos y demás.

Cuando estos organismos mueren minerales y nutrientes quedan en el suelo y la planta, en la medida que va elongado su raíz los aprovecha.

A su vez, refirió que “al morir todos los organismos que viven en el suelo: la microfauna, mesofauna y megafauna, dejan un espacio poroso en el suelo que mejora la estructura. ¿Qué es la estructura? Es un suelo que contiene macroporos por donde se da el intercambio gaseoso y microporos por donde circula y se retiene el agua. Las raíces respiran y necesitan oxígeno. Todos los seres vivos somos un 98 por ciento microorganismos”.

Estos bichitos “no solo están en el suelo, están en todas partes”. En el aire existe una microbiología conocida como aeroplancton, compuesta por microorganismos transportados por las corrientes de aire. Algunos de ellos pueden establecerse en las plantas como endófitos, donde contribuyen a formar barreras de protección y a estimular el crecimiento en hojas, tallos y flores.

Es importante tener en cuenta que la parte aérea donde viven los microorganismos se llama filosfera, y la zona del suelo que rodea las raíces, rizosfera.

Microorganismos asociados a la producción de bioinsumos

Alfonso tiene más de 20 años dedicándose a la actividad de los bioinsumos. “Sustentables porque se vale de recursos locales y sostenibles porque no tienes que buscar cosas que están tan lejos e invirtiendo en cuestiones químicas. Es para hacerlo ecológico y determinar con lo que tengo, qué puedo hacer y lograr”, intervino María Jesús Méndez, su esposa y compañera de equipo de Jiménez.

La pareja organizó y llevó adelante la iniciativa comercial Bio-Stier: “Bioinsumos realmente vivos”. Contaron que el nombre lo idearon entre ambos: “Bio, porque es de cosas vivas y Stier, porque es toro en alemán y él es Tauro (signo zodiacal). Los toros siempre están relacionados con el tema del campo y el contacto con la tierra”, explicó la mujer.

La lista de productos que elaboran incluye compost sólido fortificado, té de compost (se fabrica en cada unidad de producción), microorganismos sólidos y líquidos, pasto fermentado, Biol, lixiviado de lombriz, fertilizante líquido de frutas, fertilizante de pescado, MN5 (insecticidas, fungicida y remineralizante) caldo y pasta silico-sulfocálcica, caldo gel-silicato (caldo de cenizas) y caldo agua de vidrio.

En su espacio tienen múltiples utensilios y herramientas: cestas, potes de plástico, coladores, mandarria, pipotes, tripas, peso, yesquero, termómetro; tobos, objetos para tomar medidas líquidas y sólidas, tamiz, tubos, mangueras…

Además, materia orgánica de residuos de hortalizas, rocas, melaza, troncos de árboles (de podas), agua de mar, agua de lluvia, ceniza, cáscaras de huevos molidas, entre otros.

En este espacio construyó un lombricultivo del que obtiene humus como abono natural y un líquido llamado lixiviado de lombriz. Asimismo, elaboró un compostero con cestas plásticas de unos 42 kilos y obtiene jabón potásico con lejía de ceniza y aceite. Trabajan en la producción de fertilizante de fruta en condiciones anaeróbicas para evitar la putrefacción permitiendo que el material fermente sin oxidarse.

El entrevistado igualmente es guía de montaña, elabora vinos y ofrece servicios de asesoría, en las que enseña a la gente a entender qué va a hacer o qué está haciendo. “No se trata solo de aplicar productos; sino de comprender los procesos biológicos que hay detrás, aplicar conocimientos en la recuperación de suelos degradados. La naturaleza puede regenerarse sola, pero tarda y nosotros aceleramos ese proceso con microorganismos y técnicas regenerativas, para planificar cultivos y producir de manera sostenible”.

Fuente: La Inventadera

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Tierra, territorio y bienes comunes

Comentarios