Quilombolas: cómo viven y por qué reclaman ser visibilizadas las comunidades afrodescendientes de la Amazonía brasileña

Idioma Español
País Brasil
Los territorios quilombolas se formaron durante la época de esclavitud en Brasil. La palabra de origen africano se refiere a las aldeas conformadas por quienes huyeron y hallaron refugio en el bosque amazónico. Foto: cortesía Cíntia Mattos / Malungu Publicado originalmente en Mongabay

A unos cuantos kilómetros en bote de la ciudad de Belém do Pará, la puerta a la Amazonía brasileña, se encuentra la comunidad Itacoã-Miri, un territorio quilombola —integrado por población afrodescendiente que huyó de la esclavitud y se estableció en el bosque durante el periodo colonial— que ha habitado y preservado este ecosistema por generaciones. La labor de estas comunidades ha sido crucial para mantener intacto el 92 % del bosque que habitan y, sin embargo, han pasado desapercibidas incluso para las propias autoridades.

Comunidades quilombolas e investigadores aprovecharon que los ojos del mundo estuvieron atentos a Belém, sede de la conferencia anual de cambio climático de Naciones Unidas, la COP30, este noviembre, para exigir el reconocimiento de tierras y financiamiento que les permita no solo afrontar la crisis climática sino implementar las técnicas milenarias que les han permitido proteger esta región palpitante del planeta.

Incluso, el propio presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, caminó por esta comunidad que cuenta ya con 20 años con el reconocimiento oficial de sus tierras y se reunió con sus habitantes para conocer sus preocupaciones.

Uno de ellos es José Maria Alves Monteiro, un hombre de 71 años e integrante de Malungu —Coordinación de Asociaciones de Comunidades Quilombolas de Pará—, quien le transmitió al mandatario las preocupaciones de este territorio: inseguridad y la falta de apoyos para reforestar y subsistir ante los efectos del cambio climático.

“Tenemos dos problemas: uno es territorial y el otro son los ingresos para las familias”, dice Alves Monteiro a Mongabay Latam sobre la incertidumbre que genera la crisis climática en este territorio que vive prácticamente de la cosecha de productos como el asaí —fruta amazónica cuyo comercio se ha extendido en todo el mundo— y la castaña, así como proyectos de ecoturismo.

Territorios quilombola, invisibles en Brasil

Itacoã-Miri es uno de los 632 territorios quilombolas que identificó un  estudio realizado por el Instituto Socioambiental (ISA), que reveló que este número de terrenos es 280% mayor que el registro oficial en Brasil.

Para Antonio Oviedo, autor del estudio y analista de políticas públicas del ISA, este subregistro es grave porque invisibiliza a poblaciones que llevan generaciones protegiendo el territorio y permite el asentamiento de inmuebles privados en territorio ancestral.

“Hoy tenemos casi 8.500.000 catastros de inmuebles privados y poco más de 3000 catastros de territorios tradicionales, que involucran a los quilombolas, indígenas, ribereños, 28 tipos de poblaciones tradicionales en Brasil”, explica Oviedo sobre el sistema autodeclaratorio que permite a propietarios de la tierra registrar catastralmente inmuebles en territorios que no han sido reconocidos como quilombolas.

De acuerdo con el estudio, en el cual participó también la Coordinación Nacional de Articulación de las Comunidades Negras Rurales Quilombolas (CONAQ), este subregistro se dio también a nivel espacial. Tras comparar bases de datos, detectaron que la ocupación territorial quilombola es realmente 88.3 % mayor en superficie que los registros del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).

La extensión total de los territorios quilombolas representa más de 3.6 millones de hectáreas, aproximadamente el tamaño de Bélgica.

Estos vacíos también se dan en la titulación de tierras, el procedimiento legal clave para el reconocimiento del territorio. El estudio identificó que el 49 % de los quilombos mapeados (1224 comunidades) no cuentan con la certificación de la Fundación Cultural Palmares (FCP), un requisito previo para el avance del proceso.

La titulación de tierras es clave para las poblaciones quilombolas y afrodescendientes porque les permite enfrentar amenazas latentes contra sus territorios.

El presidente de Brasil visitó el quilombo Itacoã-Miri días antes de la COP30. Su Gobierno entregó 28 títulos de tierras durante la cumbre climática. Foto: cortesía Mayara Abreu / Malungu

“Estas poblaciones sufren muchas presiones por diversos vectores, por la agricultura de gran escala, por minerías, por proyectos de infraestructura, por el propio crecimiento urbano de las ciudades que encuentran a comunidades que no están reconocidas y pierden sus derechos territoriales”, explica Oviedo a Mongabay Latam.

Fabio Nogueira Coelho, residente del quilombo Menino Jesús, coincide en que el reconocimiento legal de sus tierras es indispensable para defender su territorio.

“El título definitivo para nosotros es muy importante porque nos asegura legalmente e impide que otras personas se apropien de este territorio. Ya hemos sufrido varias amenazas, pero lo que nos aflige en este momento es la construcción de un vertedero a menos de 500 metros del quilombo”, cuenta Nogueira a Mongabay Latam desde el territorio que obtuvo apenas hace un año la titulación de tierras.

El líder de la comunidad explica que si bien el proyecto de relleno sanitario está detenido, su operación pone en riesgo no solo al quilombo Menino Jesús, sino también a otras comunidades quilombolas vecinas, pues se pretende verter los desechos de aproximadamente 13 municipios vecinos.

“Afectará nuestra economía, nuestra forma de vida, vivimos de la pesca, de la caza, de la agricultura familiar y dependemos de la venta de productos que se producen aquí en el territorio. Si se construye este vertedero, tememos que los lixiviados contaminen el manto freático y ya no podamos consumir el agua”, expone Nogueira.

Menino Jesús cuenta con el reconocimiento de 640 hectáreas, menos de la mitad de extensión que exige la comunidad afrodescendiente. La delimitación del territorio aquí es clave para la operación del relleno sanitario.

Menino Jesús tiene apenas un año con reconocimiento en la titulación de tierras y enfrenta la imposición de un relleno sanitario. Foto: Gonzalo Ortuño López

COP30, una mirada para territorios quilombola

Oviedo destaca la participación de 112 representantes quilombolas en el proceso de mapeo y revisión de datos gubernamentales, cuyos resultados se presentaron en la cumbre climática finalizada hace apenas unos días en Brasil.

El investigador señala que este proceso les ha permitido construir un proceso continuo de actualización y complementación de información sobre los territorios quilombolas que esperan mantener con el tiempo.

“Por la primera vez, en la COP las comunidades, el movimiento quilombola, pudieron presentar números, el papel y la contribución de los territorios en una cumbre climática. Con el tiempo, estos grupos se van fortaleciendo para que en el futuro no se necesite más de institutos y ellos puedan avanzar con sus propios sistemas y metodologías”, señala Oviedo.

Durante la COP30, el Gobierno de Brasil entregó 28 títulos de propiedad a comunidades quilombolas. Sin embargo, el investigador considera que son medidas aún insuficientes ante la cantidad de territorios aún en la incertidumbre y que tienen años exigiendo reconocimiento.

“Estos territorios que fueron anunciados, en gran parte, se basan en decretos de reconocimiento, lo que es una parte del proceso. Varios de ellos tenían mucho tiempo, y (Lula) esperó especialmente por este momento. No podemos olvidar que Brasil vive un racismo ambiental e institucional”, dice Oviedo.

La COP30, celebrada en Belém, fue la primera en mencionar a las comunidades afrodescendientes y a pueblos indígenas en aislamiento voluntario dentro de los acuerdos oficiales. Sin embargo, habitantes quilombolas señalan a Mongabay Latam que esto no es suficiente para un reconocimiento pleno.

Para Erica Monteiro, habitante del quilombo Itacoã-Miri e integrante de la red Malungu, nombrar a las comunidades afrodescendientes en las negociaciones climáticas fue un avance, pero precisa que los territorios quilombolas son un grupo que debe ser reconocido explícitamente junto con el financiamiento climático.

“Al igual que los pueblos indígenas, queremos ser reconocidos como una población afrodescendiente quilombola. El Gobierno brasileño debe asumir esta responsabilidad. Nosotros contamos con personal calificado en diversas áreas y podemos gestionar muchos proyectos y recursos en el territorio”, dice Monteiro a Mongabay Latam.

Como asociación quilombola, Malungu ha logrado la captación de financiamiento internacional para indemnizar a familias que se habían asentado en territorio ancestral en el estado de Pará, un factor que ha dificultado el reconocimiento de estas comunidades.

Menino Jesús cuenta con el reconocimiento de 640 hectáreas, menos de la mitad de la extensión que exige la comunidad afrodescendiente. Foto: Gonzalo Ortuño López

Oviedo señala que esta medida es inédita y marca un precedente para resolver conflictos territoriales en Brasil, pues explica que el Estado suele argumentar que no dispone de recursos financieros para el reconocimiento y la regularización de territorios porque esto implica la indemnización a familias y propietarios de tierras asentadas en territorios quilombolas.

Para Edison Coello, guía turístico e inspector comunitario del quilombo Menino Jesús, la COP30 representó un espacio para exigir tomas de decisiones y no solo reconocimiento simbólico.

“Hoy somos los guardianes de la selva, pero en realidad no tomamos decisiones. Queremos ayuda para administrar este lugar con el conocimiento que tenemos, para que tengamos una mejor calidad de vida. Pienso que nos lo merecemos”, sostiene.

Un conocimiento ancestral para cuidar la Amazonía

Cada vez existe mayor evidencia científica del aporte de comunidades indígenas y afrodescendientes en la conservación de la Amazonía. En el caso de territorios quilombolas, la investigación del Instituto Socioambiental destaca el papel de las comunidades como barreras contra la degradación ambiental.

Además de la protección del 92% de la vegetación nativa en los territorios quilombola en la Amazonía brasileña, también se encontró que protegen más de 80.000 hectáreas de cuerpos de agua.

Los datos de la investigación muestran la importancia de la titulación de tierras al estar vinculada con la conservación de la cobertura forestal.

En los últimos 39 años solo se han perdido 4.8% de bosque amazónico en territorios quilombolas, de acuerdo con el estudio. Mientras que en áreas que no cuentan con tierras tituladas, como en el estado de Mato Grosso, se perdió 27.5 % de la cobertura forestal en el mismo periodo.

“Esta es información muy importante para el Estado. Si quiere cumplir sus metas climáticas, debe reconocer territorios quilombolas porque las evidencias están mostrando que cuando tú concluyes el proceso de reconocimiento, garantizas la manutención de los bosques”, expone el investigador.

El mapeo destaca buenas prácticas de las comunidades quilombolas, como el sistema de cultivo tradicional, que integra áreas de cultivo con largos períodos de regeneración de la tierra, lo que les permiten seguridad alimentaria, la retención de carbono y la prestación de otros servicios como proyectos de ecoturismo.

Los hallazgos de este mapeo coinciden con un estudio realizado por Conservación Internacional, publicado en la revista  Nature Communications Earth and Environment, el cual utiliza estadísticas, información georeferenciada y contexto histórico para medir las aportaciones de las poblaciones afrodescendientes a la conservación.

El estudio documentó el impacto que tienen las poblaciones afrodescendientes en la conservación amazónica de Brasil, Colombia, Ecuador y Surinam. Los resultados arrojaron que estos territorios registran entre 29% y 55% menos deforestación que en otras zonas naturales, mayor biodiversidad y captación de carbono.

Además, almacenan más de 486 millones de toneladas de carbono irrecuperable, es decir concentraciones de este elemento contaminante retenidas en ecosistemas clave como manglares, bosques primarios y marismas, que de perderse no podrían restaurarse durante al menos 30 años.

Pese a las buenas prácticas, los territorios quilombolas no son inmunes a los efectos de la crisis climática que ya se han hecho sentir en quilombos como en Itacoã-Miri, donde las sequías e inundaciones han afectado las producciones agroforestales que les permiten subsistir.

La producción del asaí en esta región de Brasil es esencial para las economías locales y también se ve afectada por la crisis climática. Foto: Gonzalo Ortuño López

“El año pasado, el verano fue tan intenso que pereció parte del bosque. El campo de asaí quedó completamente quemado. El pozo (de agua) se secó. El impacto fue muy grande. Todavía el bosque se está recuperando”, dice Alves Monteiro al mostrar la recolección artesanal de la fruta amazónica.

Erica Monteiro explica que los efectos de la crisis climática se describen aquí con un lema: “El tiempo se ha vuelto loco”. Sin embargo, ante la incertidumbre que representa el cambio climático para la población quilombola, Monteiro explica la necesidad de acceder al financiamiento climático acordado en los espacios de negociación de forma directa a través de fondos que las comunidades ya tienen establecidos, como el Mizizi Dudu, el Podáali o el Puxirum.

“Este recurso debe llegar a los fondos comunitarios para que estos puedan implementarlo directamente. El fondo quilombola fue concebido, creado y es administrado por personas quilombolas para que las comunidades puedan acceder a él”, sostiene la lideresa.

Fuente: Desinformémonos

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales, Defensa del Territorio , Tierra, territorio y bienes comunes

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