Todos los caminos conducen a Cancún, por Carmelo Ruiz Marrero
La Organización Mundial de Comercio (OMC) celebrará su próxima conferencia ministerial el mes que viene en Cancún, México. Ya grupos de sociedad civil de México y del mundo entero se están preparando para ir allá para cuestionar la legitimidad del proyecto neoliberal que la OMC representa
Queda por verse si Cancún será otro Seattle.
Y, ¿por qué nos debe importar tanto lo que ocurra en esa conferencia? Ciertamente es tentador despachar la OMC y toda la vaina de la globalización por ser un asunto complicadísimo. Cito al autor inglés Paul Kingsnorth:
"La cosa con la OMC es que casi nadie la entiende. Sus documentos de fundación tienen cientas de páginas, sus comités y subcomités se proliferan incesantemente, su lenguaje es obtuso. Y el resultado es que cualquiera que no trabaje ahí, se gane la vida estudiándola o tenga varios años de trabajo arduo como abogado especializado en comercio, tendrá dificultades severas tratando de entender qué rayos pasa."
Pero a pesar de lo complicado que es su funcionamiento, lo que hace la OMC concierne a todos los habitantes de la tierra. Antes de que esta organización comenzara sus funciones en 1995, lo que los países del mundo hicieran con sus economías nacionales era asunto propio y de más nadie. Pero la OMC tiene el poder para sancionar al país cuyas políticas domésticas contradigan el evangelio neoliberal.
Los críticos en la sociedad civil sostienen que la globalización se resume de la siguiente manera: los gobiernos, aún los electos, no pueden hacer nada para cambiar sus economías sin el visto bueno de organismos globales antidemocráticos y carentes de transparencia, como la OMC, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Y éstas instituciones globales siempre actúan en favor de las grandes potencias y de las corporaciones transnacionales.
Kingsnorth y otros observadores advierten que la agenda de Cancún es extender los poderes de la OMC aún más, para que tenga control sobre más áreas de la economía mundial y se arrogue de más poderes que hasta ahora caen en el ámbito de la soberanía nacional y líderes democráticamente electos. En lo específico, los grandes intereses esperan poder entrometer a la OMC en áreas económicas como inversión, contratación gubernamental y la industria de servicios. Suena aburridísimo, pero las consecuencias para personas ordinarias en todas partes del mundo pueden ser enormes.
El paraíso del inversionista
En lo referente a inversiones, organizaciones activistas temen que en Cancún se reviva el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (MAI en inglés). El MAI nunca entró en efecto, pues murió en 1998 a manos de una campaña de oposición global, coordinada por internet, en la que participaron cientos de grupos ecologistas, progresistas y sindicalistas del mundo entero. El pasado mes de marzo sobre 40 organizaciones de sociedad civil firmaron una declaración pidiendo que no se toque el tema de las inversiones en Cancún.
Y, ¿a qué se debe el escándalo? De haberse aprobado, el MAI le hubiera dado personalidad jurídica a las corporaciones ante la OMC para que puedan demandar a gobiernos. Bajo tal régimen, el país que establezca políticas económicas para favorecer a firmas locales podría ser demandado por inversionistas extranjeros, alegando discriminación y proteccionismo. El gobierno que le cause el más mínimo inconveniente a Wal-Mart, McDonald's, Microsoft, Verizon o Vivendi podría ser obligado a pagar onerosas compensaciones a los inversionistas "agraviados".
¿Suena como ciencia ficción? El Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC), en vigor desde 1994 y que abarca México, Estados Unidos y Canadá, tiene una cláusula conocida como Capítulo 11, que establece "derechos del inversionista" igualitos a los del MAI. El Capítulo 11 le da a las corporaciones el derecho a demandar a cualquiera de los tres países miembros del TLC por cualquier ley ambiental o laboral o para la protección del consumidor, o reglamento de planificación, que interfiera con sus intereses. Cualquier ley que ponga límites a la inversión extranjera puede ser definida como una "apropiación" de las ganancias que el inverisonista hubiera obtenido si esa ley no existiera.
De todo
Otra sector en el que la OMC quiere meterse a dictar pautas es el de la contratación gubernamental, en otras palabras los bienes y servicios que los gobiernos compran. Muchos gobiernos dan preferencia a firmas locales en sus contrataciones, para así fortalecer sus economías nacionales. Pero eso cambiará si la OMC mete la cuchara en el asunto. Los inversionistas extranjeros, con la ayuda de la OMC, serán los que decidirán en gran medida cómo los gobiernos gastarán el dinero de los contribuyentes, quién operará los hospitales, cocinar los desayunos en las escuelas públicas, construir carreteras y equipar la policía. Los gobiernos y sus agencias no podrán evitar que KFC o Burger King sirvan almuerzos dentro de escuelas públicas, que Nike fabrique los uniformes de los estudiantes o que Taco Bell opere las cafeterías de los hospitales públicos.
Y entonces está la industria de servicios. Esta industria incluye todo desde salud, educación y transporte, hasta el sistema penal, distribución de agua y energía, recogido de basura y la industria del entretenimiento (que incluye televisión, cine y espectáculos musicales). Actualmente se está negociando en la OMC un acuerdo sobre el comercio en servicios conocido por su acrónimo en inglés, GATS, que obligará a los países a abrir sus industrias de servicios de par en par a la inversión extranjera.
Las negociaciones del GATS son secretas, pero algunos detalles han salido a la luz pública. Por ejemplo, la revista inglesa The Ecologist informa que la Unión Europea quiere usar el GATS para darle a sus compañías acceso a los mercados de agua, telecomunicaciones, energía y transporte de 109 de los países más pobres del mundo. Con este acuerdo en pie podríamos ver la privatización lo mismo de cárceles y hospitales (los que aún están en el sector público) como de servicios postales y emisoras televisivas públicas. ¡Imagínense al magnate Rupert Murdoch comprando la BBC!
Es por estas y muchas otras razones que hay gente preocupada por lo que se estará tramando a puerta cerrada en el foro de la OMC en Cancún. En resumidas cuentas, el debate sobre la globalización neoliberal se centra sobre una pregunta: ¿Quién manda en el planeta tierra?
Fuente: CLARIDAD, agosto 2003