Uruguay: el fraude de la celulosa

Idioma Español
País Uruguay

Nueva publicación sobre el modelo de forestación y producción de celulosa en el Cono Sur: La complejidad y la amplitud de los problemas planteados por la implantación en el Uruguay de monocultivos de árboles en gran escala y la instalación de grandes plantas de producción de celulosa, así como las dificultades para realizar en la sociedad un debate serio y abierto en torno a estos temas, nos han llevado a intentar este nuevo aporte a la discusión. Hemos organizado en forma cronológica una exposición de nuestras investigaciones sobre las diferentes facetas de este tema. Más allá de nuestro punto de vista, que no se esconde, presentamos las opiniones de varios actores afectados, sobre todo las de los que han sido menospreciados por las autoridades, las empresas y los medios a su servicio.

Presentación

En efecto, hasta 2005 habían sido soslayados sistemáticamente por el gobierno los distintos llamados de atención y las evidencias de los efectos de este modelo productivo, pero desde ahí en adelante, cuando el gobierno del Frente Amplio refrendó el camino iniciado por sus antecesores, todo el aparato oficial y oficioso se dedicó a ahogar la disidencia.

El hilo conductor de este proceso es una sucesión de fraudes. El primer fraude es la propia ley Forestal, aprobada en 1987 e implementada por los gobiernos de Sanguinetti, Lacalle y Batlle, que justificó el uso de suelos "inadecuados para cualquier otra explotación o destino de carácter permanente y provechoso", algo muy lejos de lo hecho realmente.

Fraude al no asumir que se estaba introduciendo un nuevo modelo productivo en el campo uruguayo y al no investigar y tomar las medidas necesarias cuando comenzaron a sentirse los primeros efectos: concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra, expulsión de la familia rural, reducción de las fuentes de agua, aumento de plagas, etc.

Fraude de las evaluaciones de impacto ambiental de las empresas forestales y productoras de celulosa, que no brindan las informaciones apropiadas e ignoran los estudios existentes sobre los impactos de sus actividades. Y fraude de las autoridades ambientales nacionales que deberían obligarlas a rectificarse y a cumplir las disposiciones legales vigentes.

Fraude de las evaluaciones de impacto ambiental y social de instituciones financieras como el BID y el Banco Mundial, que utilizan sus principios de sustentabilidad y de participación social, e incluso sus instancias de consulta con los sectores afectados, sólo como fachada para proseguir sus políticas tradicionales de apoyo a los proyectos del gran capital.

Fraude político del gobierno de Tabaré Vázquez, electo por su oposición a las políticas de los gobiernos anteriores, en particular a la política forestal y a la autorización de plantas de celulosa, que no sólo las mantuvo sino que las profundizó. Un gobierno que se autodefine como progresista y estigmatiza a los movimientos sociales que se le oponen.

Fraude, por fin, al desviar la atención y evitar la discusión de las cuestiones principales en juego mediante la exacerbación nacionalista en el diferendo con Argentina y, sobre todo, con la población de Gualeguaychú por el uso compartido del río Uruguay. Si se evalúan las consecuencias de estos hechos, se puede hablar de irresponsabilidad política.

CONTENIDO
Introducción
¿De qué estamos hablando? Capítulo 1 - Antecedentes y contexto internacional

La industria del cloro se muda hacia el Sur
Participación social, un dilema de la izquierda
Comunidades en defensa de su forma de vida
Max-Neef: El poder de una nube de mosquitos
IIRSA: La integración regional hacia afuera
Un puerto de aguas profundas en Uruguay
Por los territorios de Stora Enso en Brasil
Las ventajas competitivas de venir al Sur

Capítulo 2 - Los impactos de la forestación

Pueblos de campaña acorralados
Cambio de cultura, sin aviso previo
Las plantaciones no son bosques
La salida de Ence de Fray Bentos
Política forestal: una lavada de cara
Granjeros de Colonia frente a Ence
Uruguay no se parece a Finlandia
El discurso y la evidencia científica

Capítulo 3 - Lidiando con plantas de celulosa

Alicia Torres: Corriendo contra reloj
Ignacio Stolkin: Mucho más que un riesgo
Enrique Viana: La ley es la trampa
Río Uruguay: Las aguas bajan turbias
Ence en Colonia, los mismos problemas
Botnia admitió un ajuste tecnológico
Audiencia pública: El derecho al pataleo

Capítulo 4 - El conflicto fronterizo

Diplomacia en "estado de distracción"
Daneri: La piedra argentina en el zapato
Conflictos ambientales de nuevo tipo
Moussou: Es contra el Primer Mundo
La Ombudsman reconoció carencias
El pobre diálogo Kirchner-Vázquez
Estrategia de comunicación de Botnia
Otra fórmula que cayó en el vacío
"Bailando por ... una inversión"

Capítulo 5 - De la discusión pública

Botnia intenta desvirtuar el debate
Del Frigorífico Anglo a Botnia y Ence
Carta Abierta del Intendente de Río Negro
Respuesta al Intendente de Río Negro
Toma la posta Anastasía por Lafluf
Respuesta a la nota de Anastasía
Unos debates de ciencia-ficción
Para distinguir entre ciencia y política

Capítulo 6 - Balance y perspectivas

Sustentabilidad ambiental: ¿Tercero en el mundo?
Gobierno y medio ambiente, una relación difícil
Panario, Altesor, Cayssials: Hacer una evaluación
María Selva Ortiz: Estrategia de país equivocada
Fernando López: La crisis del productor familiar
Gonzalo Abella: Unir ciencia y cultura ancestral
Adriana Marquisio: Agua y soberanía nacional
Ricardo Carrere: Un modelo calcado país a país
A modo de conclusión

Víctor L. Bacchetta
Doble Clic Editoras
Setiembre de 2008

Por pedidos, dirigirse a: ra.moc.oohay@tehccabv

Comentarios

21/10/2008
Sobre EcoUruguay y Cía, por Víctor L. Bacchetta
Fragmento de un artículo publicado en el Semanario Brecha, de Montevideo, Uruguay, el 4 de abril de 2007, bajo el título "Para distinguir entre ciencia y política":

"... la apelación a supuestos datos científicos para legitimar el modelo forestal-celulósico es un hecho que no conviene ignorar. En los últimos años, en forma paralela a la llegada de las grandes empresas trasnacionales del sector, han surgido varias entidades que pretenden asumir el lugar de la ciencia para combatir las críticas a este modelo.

En Uruguay, tenemos al Instituto de Ciencia e Investigación (ICI - http://www.ici.edu.uy/), cuyos trabajos científicos se desconocen, pero mantiene una lucha informativa tenaz en defensa de la forestación. Recientemente, con un enfoque similar, apareció "ecoUruguay" (http://www.ecouruguay.org/), autodefinido como "espacio para la comunicación ambiental", con el estilo de un conocido propagandista oficioso que prefiere las bambalinas.

Un ejemplo insigne de estas entidades, con participación uruguaya también, es la Fundación Argentina de Ecología Científica (FAEC - http://www.mitosyfraudes.org/). Los miembros de la FAEC "se han impuesto la misión de informar al público en general, acerca de los mitos, fraudes científicos, exageraciones y errores que abundan en el campo de la Ecología".

En forma honoraria, según lo dice, la FAEC ofrece "información científica sobre el fraude del Calentamiento Global", así como sobre "todo tipo de fraudes, mitos e histerias sobre temas relacionados con el ambiente, la salud humana y las tecnologías modernas" y recomienda una serie de enlaces a Universidades y agencias del gobierno de Estados Unidos.

Las entidades mencionadas utilizan sitios en Internet que intercambian entre sí los mismos documentos, alternándose firmas consultoras y asociaciones de las empresas forestadoras, con sitios del gobierno uruguayo, que es mostrado como un lúcido abanderado del modelo forestal y víctima de los ataques irracionales de ambientalistas y piqueteros."
21/10/2008
Cuando Bacchetta no respondió, por ecouruguay.org
Forestación y celulosa, las convicciones y la realidad
Las mismas afirmaciones, refutadas una vez más desde el punto de vista técnico científico y sin que nadie contradiga esa refutación, la misma confusión de temas (contaminación de las plantas de celulosa, forestación, modelo político económico y social), fueron expuestas este lunes en Colonia.
14/10/2008

“En este tema se han dicho muchas mentiras”, comenzó su intervención Delia Villalba. Atrás quedaban dos horas y media de exposiciones técnicas y/o de naturaleza política que habían desarrollado el periodista Víctor Bacchetta, el licenciado Luis Anastasía, el doctor en Química Oscar Ventura y el directivo de Uruguay Natural Multiproductivo, (Unamu) Oscar Díaz. Y a continuación reiteró todo lo que ha venido diciendo desde el comienzo del conflicto por la instalación de las plantas de celulosa.

Bacchetta había reiterado que las plantas de celulosa producen dioxinas que afectan la salud humana. Ventura había explicado punto por punto, auxiliándose con diagramas, cómo se produce la pasta de celulosa desde el chip de madera hasta el final del proceso, cómo actúan los distintos productos químicos en el proceso, y porqué no se producen las denunciadas dioxinas. Una vez más, el público asistió a una afirmación, una demostración científica en contrario, y la reiteración de la afirmación que terminaba de ser desmentida.

Algunos integrantes del público (porque también habían llevado “hinchada”) insistieron en que la Dirección Nacional de Medio Ambiente no puede controlar a Botnia salvo con la información que la propia planta le da. Ventura había vuelto a explicar, por un lado, la multiplicidad de controles a los que está sometida la planta (incluso desde Argentina). Y, por otro lado, cómo el rigor en el monitoreo es imprescindible para la propia fábrica. Bacchetta le había contestado que el control de calidad no le interesa a Botnia, que es solamente un costo que se le agrega. Y Ventura había vuelto a explicar porqué ese monitoreo es esencial para la producción. Por ejemplo, si los vertidos líquidos excedieran la temperatura óptima, destruirían las bacterias que participan de la degradación, ingresarían a la cadena productiva sustancias no aptas, etcétera, lo que produciría la interrupción del proceso.

Bacchetta y Oscar Díaz (quien aclaró que no tiene ningún conocimiento técnico y hablaba “como productor”) habían reiterado que la forestación atenta contra el monte natural y la producción. Anastasía había reiterado las cifras que demuestran que el monte natural aumentó considerablemente desde que se incrementó la forestación en forma planificada.

Se había reiterado que la forestación (que tiene un límite del 8% del territorio, al cual se está lejos de llegar y es impensable que se llegue con los actuales precios del campo) roba tierras a la agricultura, a lo cual Anastasía había contrapuesto las cifras de notable incremento de la ganadería. A la reiterada afirmación de que la producción de celulosa no da ganancias al país Anastasía había recordado los recientes informes según los cuales la economía uruguaya creció un 13,1% en el primer semestre del año respecto al mismo período del año anterior (el mayor crecimiento de la historia del país), y de ese total la mitad responde a las actividades de Botnia.

Tanto Bacchetta como Díaz se habían referido una vez más al famoso pozo seco de Washington Lockhart, y Ventura había explicado que se trataba de un típico pozo de brocal, de muy escasa profundidad, y que una vez que un sobrino de Lockhart construyó un pozo más profundo su problema terminó. “Yo no tengo plata para hacer un pozo más profundo”, fue la respuesta de Díaz.

El periodista había expuesto lúgubres fotografías de Brasil (niños hambrientos, favelas), para sustentar el reclamo de tierras para los desplazados del campo. Niños hambrientos y favelas que en nada se diferencian de los “cantegriles” uruguayos… y que no tienen relación alguna con la forestación en Uruguay ni menos aún con presuntos desalojados del campo.

***

Por eso, no extrañó que, luego de una muy extensa intervención desde el público sobre los más variados temas, reclamando que instancias de discusión como esa debieron hacerse antes de aprobar la instalación de las plantas de celulosa (el orador ignoraba que sí se hicieron), reclamando un cambio de modelo político en Uruguay, un cambio de civilización, etcétera, y sin que se concretara ninguna pregunta, Delia Villalba tomara la palabra para reiterar una a una todas sus afirmaciones desde que comenzó esta discusión.

Presentada como “una vecina de Fray Bentos que sufre las consecuencias de Botnia”, repitió, por ejemplo, lo que había afirmado el 1 de octubre pasado, pocas horas de la “megamanifestación binacional” contra el vertedero de residuos de Cañada Grande. En relación a la exhaustiva búsqueda en todo Fray Bentos de la fuente del mal olor que castigó a la ciudad, Villalba afirmó que “quisieron acusar” a un frigorífico. En realidad, quien haya seguido la información sabe que la búsqueda comenzó por Botnia (que fue inspeccionada reiteradas veces), siguió por el frigorífico, por el vertedero municipal de residuos, por las instalaciones de OSE, por las cañadas cercanas, por la aplicación de plaguicidas, y que equipos de la Dinama y de la Intendencia de Río Negro recorrieron una y otra vez toda la ciudad y sus alrededores.
En honor a la verdad, esta vez no se quejó tan duramente de la falta de dignidad de sus vecinos (en alguna otra oportunidad lamentó que los uruguayos en general y los fraybentinos en particular actuaran con una sumisión digna de los paraguayos), aunque sí afirmó que sus conciudadanos no se atreven a decir en voz alta que los olores (“a repollo hervido, huevo podrido, caca, amoníaco y pólvora”) vienen de Botnia.

Dijo, en cambio, algo que llama la atención respecto a su prédica reciente. Recordó que en los años 90 Río Negro era el departamento con mayor desocupación del país. Es llamativo que lo diga ahora, cuando la prédica anti celulosa insiste en comparar la desocupación una vez finalizada la construcción de Botnia con la casi nula desocupación durante los últimos años. Fue entonces, durante aquellas instancias de consulta pública (que su antecesor en el uso de la palabra dijo que no se realizaron) cuando “nos ofrecieron la instalación de plantas de celulosa” para industrializar la gran masa forestal ya existente. Y, afirmó Delia Villalba, ellos (no está claro quiénes) entendieron en aquellas instancias de consulta que se revertiría esa desocupación histórica, que todos en Fray Bentos tendrían trabajo: “que íbamos a nadar en la abundancia”, sintetizó. En cambio, repitió, en Botnia “dicen que trabajan 30 fraybentinos”, y el resto son finlandeses (Ver Los 33 orientales que eran 868). Al margen de esa afirmación sin sustento, y contrariamente a lo que se les reclama, ni el Movitdes que ella co-dirige ni quienes repiten sus afirmaciones comparan la desocupación actual con la anterior a la instalación de Botnia.

Ya se había agotado el tiempo previsto para el debate cuando ecoUruguay pudo hacer una brevísima intervención, esta sí con preguntas a los expositores.

Recordó que este conflicto comenzó con una afirmación que se repitió hasta mediados del año pasado: “A partir de octubre de 2007 estarán prohibidas en Europa las plantas de celulosa que no blanqueen por el sistema TCF. Por eso traen al sur las de tecnologías contaminantes” (es el primer tema del primer capítulo del libro que acaba de publicar Bacchetta). Parecía que en Europa iban a desarmar las plantas, tornillo por tornillo, para trasladarlas en barcos e instalarlas en Uruguay. La pregunta a los expositores y a Delia Villalba fue: ¿Qué ocurrió con las plantas que utilizan el método ECF en Europa? ¿Fue clausurada alguna? No hubo respuesta.

Otra afirmación (que sigue repitiéndose hasta el día de hoy) fue que los productores de miel, de arándanos, de lácteos, y de productos alimenticios en general, se verían impedidos de exportar a Europa porque allá está prohibido comercializar lo que se produzca 100 kilómetros a la redonda de las plantas de celulosa. La pregunta de ecoUruguay fue: ¿Algún productor de miel, arándanos, lácteos o alimentos en general, de Gualeguaychú o Fray Bentos, perdió sus exportaciones a Europa por ese motivo? Tampoco hubo respuesta.

También desde hace años, se afirma que la forestación expulsa a la población rural (Bacchetta había expuesto sus fotografías con desplazados del nordeste brasileños). Sin embargo, está documentado que el fenómeno comenzó en los 50. Según informes de Educación Primaria, la población rural cayó en más de un 40% entre mediados de los 60 y mediados de los 90. Incluso se había resuelto cerrar un centenar de escuelas por carecer de alumnos. Coincidentemente, la Federación Uruguaya del Magisterio informaba que la cantidad de niños en las escuelas rurales cayó a la mitad entre 1973 y 2003. Y los últimos censos y estudios académicos revelan que el fenómeno comenzó a revertirse, y que la población rural aumentó en las zonas forestadas. Preguntas de ecoUruguay: ¿Qué relación hay entonces entre forestación y población rural? ¿Disminuyó o aumentó la población con la forestación? Ninguna respuesta.

En el mismo rubro de anuncios catastróficos, se anunció (y se repite hoy) que las plantas de celulosa destruirían el turismo. Sin embargo, a un año de instalada Botnia, los operadores de Gualeguaychú anunciaban la semana pasada que tienen el 90% de sus instalaciones reservadas a pesar de los piquetes que ahuyentan a los turistas. La pregunta de ecoUruguay fue: ¿qué ocurrió con esos anuncios, cómo afectó al turismo la instalación de la planta de celulosa? Tampoco hubo respuesta.

A lo largo de los años, se reiteró una y otra vez que la planta de celulosa produciría lluvia ácida. El primer informe de Green Cross concluyó que eso no había ocurrido. Se le respondió que esa conclusión era una trampa intelectual, equivalente a informar que el funcionamiento de Botnia no había producido la aparición de dragones, porque nadie había afirmado que se produciría lluvia ácida. Sin embargo, ecoUruguay publicó una numerosas citas anunciando lluvia ácida. La pregunta fue, entonces, si los panelistas confirmaban que se produciría lluvia ácida. Tampoco hubo respuesta.

La única pregunta de ecoUruguay que tuvo respuesta fue la siguiente: Se insiste desde hace un año en que sólo el 20% de la celulosa que se produce en el mundo se destina a papel y cartón, mientras el 80% se destina a la industria bélica. “¡¡Qué disparate!!”, se rió Bacchetta. “¿Quién dice eso?”. “Lo repite CX36 desde hace un año”, fue la respuesta. “Y Delia Villalba, aquí presente, era una de las entrevistadas el 1 de octubre, cuando lo volvieron a repetir”. Ella sonrió, él dijo que sólo se hace cargo de lo que él dice. Pero Guayubira firma los mismos manifiestos que el Movitdes y sus aliados políticos, y no aclara que no comparte los “disparates” que sostienen los otros firmantes de esos manifiestos y denuncias.

No tenía sentido preguntar expresamente a los panelistas y público “anti-pasteras” si el proceso químico de fabricación de pulta de celulosa explicado por Ventura era falso, o si eran falsas las cifras oficiales sobre aumento del monte natural y biodiversidad expuestas por Anastasía. Tanto esas exposiciones como las preguntas de ecoUruguay habían sido seguidas con la mirada perdida en algún punto del salón, en actitud de “no es conmigo”.

Ya había que desalojar el salón, de modo que lo último que pudo decir ecoUruguay no fue una pregunta sino recordar que, hace ya más de un año, la propia Delia Villalba reconoció que “No importa si contamina o no: es por el modelo de país”. Y eso quedó nuevamente de manifiesto en las intervenciones durante el debate de este lunes. Cada afirmación fue desmentida con argumentos técnicos no cuestionados, a los que se respondió con consideraciones sobre “modelo de país” y similares o directamente se los ignoró.

“Esto no sirvió para nada”, comentó Bacchetta a Díaz, cuando ya el público se levantaba. Quizá tenga razón. Seguramente en este mismo momento alguien está diciendo que el Norte desarrollado envía sus “papeleras” contaminantes al Sur porque allá están prohibidas; que las dioxinas nos están envenenando a largo plazo y nacerán niños con una sola mano o un solo pie; que la forestación (que tiene un límite del 8% de la superficie) supone un cambio brutal en el modelo productivo del país, que termina con los montes naturales y que desaloja a la gente del medio rural. Y que la gente es tan sumisa que prefiere morir de contaminación antes que de hambre, a pesar de que las plantas de celulosa no terminaron con la desocupación. Y (a la vista está) no habrá dato de la realidad que demuestre lo contrario.