¡Adelante, pepineros!, por Francisco Febres Cordero

¡Llévense todos los pepinos de mar, oh pepineros! Total, si con eso pueden enriquecerse, ¿por qué no? ¿No hacen lo mismo los madereros que arrasan la selva y la van convirtiendo en un desierto?

¿No hacen lo mismo los petroleros, que contaminan los ríos, envenenan el aire y ensucian la Amazonia con pestíferos residuos?

¿Y los camaroneros, que convirtieron al manglar en un recuerdo?

¿Por qué ellos sí y ustedes, pepineros, no?

¡Adelante! Si hay mercado para los pepinos, aprovéchenlo.

Al fin y al cabo, este es un país donde todos terminan haciendo lo que les viene en gana.

Porque aquí, pepineros, no hay autoridad que valga: hay solo intereses que predominan.

Ustedes van a terminar ganando la pelea: no reculen.

Y si más temprano que tarde acaban con los pepinos, sigan con los tiburones, cuyas aletas son un manjar para aquellos que necesitan revitalizar su potencia viril, tan necesaria en esta época de cibersexo.

Sobran recursos. Si se acaban los pepinos y los tiburones, quedan las tortugas, un alimento libre de colesterol.

Y los lobos marinos, cuya piel es ideal para la confección de abrigos.

Y las iguanas, cuya carne puede competir con ventaja con la del avestruz.

Ganen su batalla, pepineros, y verán cómo llegan a convertirse en dueños de las Galápagos que ahora solo sirven para la investigación científica y el turismo, con el argumento de que esas islas son patrimonio de la humanidad.

¡Pamplinas! ¿Qué es la humanidad? ¿Acaso uno puede hacerse rico de la humanidad? ¡Uno se hace rico de los pepinos, de los tiburones, de los lobos marinos, de las tortugas, de las iguanas! Y hasta del buche de los piqueros de patas azules que, bien pensado, pueden servir para confeccionar bolsos para señoras.

¡Adelante, pepineros! No claudiquen en sus negociaciones. No acepten la autorización oficial para que maten solo una parte de la mucha riqueza que existe en las islas.

¡Todo o nada, pepineros! Que después llegarán los barcos repletos de turistas para conocerlos a ustedes, valientes pepineros que doblegaron autoridades pusilánimes, arrasaron tratados internacionales y convirtieron en elementos de exportación a animales bobalicones que, en un territorio volcánico, solo servían para demostrar alguna estúpida teoría sobre la evolución de las especies.

Ustedes posarán para las fotografías en medio de un paisaje que lucirá yermo de historia, desolado de vestigios, vacío de una fauna irrepetible, y así entrarán a la posteridad, ¡oh heroicos, aguerridos, arriesgados pepineros!

Francisco Febres Cordero
pajaro@eluniverso.com

Diario El Universo, Internet, 10-6-04

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