Argentina: al rescate del maíz, por Andrés Gaudin
Productores se agrupan para proteger maíz autóctono
En tiempos en el que la ingeniería genética es dominante en el agro argentino, un grupo de familias de la noroccidental provincia de Catamarca rescata exitosamente distintas variedades de maíces andinos que estaban condenadas a la extinción. Así se aseguran sus provisiones y logran un resultado económico que les permitirá ampliar la experiencia.
La idea de encarar comercialmente la producción de maíces andinos surgió de un grupo de 15 familias de pequeños propietarios de entre 1 y 5 Ha, residentes en el distrito San José, departamento Santa María, situado 400 km al norte de la capital provincial y 1,589 km al norte de Buenos Aires, quienes en mayo del 2002 constituyeron la Asociación Productores de Maíces Andinos.
En Santa María, el 70% de las familias sobrevive de los magros ingresos de la actividad agropecuaria, en decadencia en los últimos años. Se trata de un área de clima cálido, situada a 1,998 m.s.n.m. y con extremados rasgos de aridez. Tiene una población de casi 6,000 habitantes.
Para preparar la tierra para la siembra se emplean los elementos de labranza ancestrales ?arado de mancera, accionado por caballos o bueyes? y para la molienda del maíz se usan troncos ahuecados de árboles propios del lugar.
Los agroquímicos sólo se usan en casos extremos. La idea compartida por los técnicos y los productores es la de hacer un manejo integrado de plaga o uso exclusivo de productos biológicos o trampas para las aves y alimañas depredadoras. La tierra, a su vez, es enriquecida con materias orgánicas a medida que se realizan las tareas de preparación del suelo.
La experiencia pudo fructificar gracias al interés mostrado por técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la estatal Universidad de Buenos Aires (UBA).
"El proyecto pudo viabilizarse porque se dio una conjunción de intereses, pero sobre todo por la voluntad de los productores que tuvieron que buscar una alternativa para obtener mejores precios ante la desigual competencia de la producción transgénica", explicó el agrónomo Juan Antonio Caseres, un experto del INTA que trabaja con los campesinos de San José.
Caseres recordó que tanto el INTA como la Facultad de Agronomía de la UBA se habían planteado el objetivo de realizar relevamientos para rescatar y conservar el material genético de las especies de maíces autóctonos, que han sido cultivados por las poblaciones originarias de los Valles Calchaquíes desde los tiempos precolombinos.
En octubre del 2002, con las primeras muestras obtenidas, los productores hicieron su aparición en el mercado europeo y asociados con el Programa de Agroalimentos de la UBA participaron en el Salón del Gusto de Turín, de la organización no gubernamental italiana Slow Food. Se enviaron cuatro productos seleccionados para la ocasión: maíces pelados de las variedades capia, amarillo y blanco, y harina de maíz amarillo en envases artesanales de 0.5 kg.
Los asistentes pudieron degustar distintas comidas típicas preparadas con esos cuatro productos: sopas, tortillas, panes, guisados, tamales y postres. "Los maíces indígenas de los Valles Calchaquíes argentinos", como se los presentó, tuvieron amplia aceptación y allí se firmaron los primeros compromisos de exportación.
"Nuestros propósitos ?señaló Caseres? encajaban con la idea de Slow Food, que fomenta y apoya económicamente pequeños proyectos relacionados con el rescate de una cultura gastronómica asociada al placer, que se sustenta en alimentos producidos orgánicamente y se muestra como una respuesta a los efectos degradantes de la cultura de la ?comida chatarra?, del fast food".
La asociación, alentada por la aceptación y la demanda del mercado europeo, ávido de alimentos producidos orgánicamente y donde se colocó la mercadería a buenos precios ?alrededor de US$150 por TM, contra los menos de $80 dólares por TM de cotización en el mercado local?, piensa incorporar una pequeña sembradora con el maíz producido en la próxima cosecha.
En la campaña de recolección que se inicia este mes de mayo, Caseres espera que se llegue a un rendimiento próximo a las 2 TM por hectárea sembrada. "El año pasado, en la primera cosecha, sufrimos un traspié porque tuvimos que soportar una sequía prolongada y recogimos sólo 1,200 kg por hectárea. Este año el clima nos ayudó", dijo.
A la luz de la experiencia obtenida, los técnicos del INTA y la UBA y los productores catamarqueños acordaron que la producción se hará en base a no más de cinco de las casi 50 variedades de maíces autóctonos, todas de excelente calidad y que presentan los mejores usos comerciales.
Los productores ofrecerán al mercado europeo un alimento diferenciado de la oferta comercial común y con un alto valor agregado. Incluirá una explicación sobre cómo preparar las comidas tradicionales y en los envases se incluirán distintas recetas.
Se estima que el proyecto cumplirá con sus dos objetivos esenciales. Por un lado, asegurarle al pequeño productor un margen importante de ganancias ya que el cultivo no demanda grandes inversiones y promete buenos precios. Por otro, se logrará multiplicar y conservar el material genético in situ, evitándose así otras formas más costosas de conservación.
Noticias Aliadas.org, Internet, mayo de 2004