Argentina: en contra de la producción y consumo de transgénicos
El 95 por ciento de la soja de argentina está alterada genéticamente
"Decir no, por algún sí"
"Nuestro lema es protesta y propuesta: decir 'no' pero por algún 'sí' a otra cosa. En el Cetaar (Centro de Estudios sobre Tecnologías Apropiadas de Argentina, una ONG con 18 años de vida y sede en Marcos Paz, provincia de Buenos Aires) planteamos una alternativa agro ecológica, llevando los principios de la ecología a la producción agropecuaria y echando mano al pensamiento científico junto con los sistemas tradicionales. La idea es producir alta cantidad de alimentos, pero respetando el ecosistema y el resto de los actores del proceso, es decir, los productores y los consumidores" resume Javier Souza durante la charla con EL SIGLO.
Para Javier Souza Casadino, docente de la UBA e investigador, el empleo de productos alterados genéticamente posee un fuerte y negativo impacto social, ambiental, económico y ecológico.
"A partir de que se entiende el ecosistema como una interrelación entre elementos, no se puede aislar y modificar una parte sin producir cambios en el resto. De las investigaciones que venimos realizando se desprende que los cultivos transgénicos poseen un fuerte impacto social, ambiental, económico y ecológico, ya que sacar e incluir genes en los seres vivos equivale a entender la vida como un mecano, cuando la naturaleza es sistémica: si se toca una parte de ella, se afecta al resto".
Con esta advertencia preliminar arranca Javier Souza Casadino -ingeniero agrónomo, magíster en metodología de la investigación y profesor de la UBA- una sólida y fundamentada postura en contra del uso de los transgénicos, es decir, de "aquellos cultivos a los que se les ha modificado la estructura genética con el propósito de hacerle expresar características que naturalmente no posee".
Días atrás Souza estuvo en Tucumán para participar de unas jornadas sobre plantas medicinales en Horco Molle y una mesa panel en la Casa Rouges.
"En Argentina actualmente se están comercializando tres productos transgénicos: la soja (95 por ciento), el algodón (5 y 6 por ciento) y el maíz (30 por ciento). Pero hay más de 300 estudios en marcha en torno a una canasta de 20 cultivos, entre ellos el tomate, la papa y la alfalfa" puntualiza Souza.
Argentina es el segundo productor de transgénicos en el mundo, junto con los Estados Unidos y Canadá. Además, a la par de EEUU, Chile, Uruguay y Sudáfrica, nuestro país está en contra del etiquetado, es decir, "a favor de la comercialización de transgénicos sin ninguna advertencia de que se trata de productos alterados genéticamente" aclara.
"Nuestra crítica -puntualiza- es a un modo de producción: como consumidor, uno tiene el derecho de saber cómo se produce lo que está consumiendo".
¿Cuáles son las ventajas que hacen que un productor adopte productos transgénicos? se le pregunta. "Cada cultivo presenta atributos en particular. En el caso de la soja, en el corto plazo se ha logrado reducir el costo del control de maleza, y eso se traduce en más tiempo libre para el productor.
Así, en un contexto en el que se debe aumentar la unidad económica y abarcar más superficie, tiene más disponibilidad de tiempo para arrendar más tierra y trabajar. Sin embargo esa soja no deja ningún rastrojo, con lo cual se saltean los procesos de la materia orgánica y se genera un impacto ambiental".
Cuando se le consulta sobre eventuales efectos del consumo de alimentos tras-génicos en la salud, Souza es prudente: "No tengo demasiados datos y prefiero no hablar de eso, pero me consta que en Francia y el Reino Unido hay líneas de investigación sobre posibles afecciones en el metabolismo del calcio y retardos en el crecimiento".
Diario El Siglo, Internet, 2-12-03