El día en que muera el sol, por Silvia Ribeiro

A principios de diciembre se realizó en la ciudad de México el segundo foro En defensa del maíz. Participaron comunidades y organizaciones campesinas e indígenas de todos los puntos cardinales del país y organizaciones de la sociedad civil nacionales e internacionales

Cada uno traía sus granos de maíz, de sabiduría, de conocimiento. Y su preocupación, sus interrogantes, sus angustias, que se fueron resolviendo en el tejido colectivo. El maíz, origen de la vida y la cultura, esencia de la carne de los pueblos que a su vez lo crearon y lo cultivaron, está contaminado con transgénicos.

Lo sabíamos todos, lo sabe el gobierno, lo sabe el mundo. Según Camila Montecinos, de la organización GRAIN en Chile, fue un crimen intencional. ¿O acaso los "científicos" que crearon los transgénicos para las multinacionales no sabían que el maíz se cruza abiertamente con otras plantas, que insectos y vientos transportan el polen cubriendo distancias cada vez mayores?

La estrategia está más evidenciada que nunca: crear situaciones de hecho, contaminando nuestros alimentos desde nuestros campos y esperar que cuando los daños se aprecien claramente sean demasiado imponentes, demasiado generalizados para revertirlos o encontrar a los responsables. Al contrario, las mismas empresas, otra vez con ayuda de los gobiernos, inician una nueva fase de ataque, ahora el campo legal. En Canadá, donde se comprobó que la canola transgénica ha contaminado la mayor parte de los cultivos de canola -que se cruza y se difunde aún más que el maíz y con una gran variedad de cultivos emparentados-, se advierte a los agricultores que no usen sus propias semillas ni las guarden para la próxima cosecha, porque las empresas los pueden procesar por "abuso" de sus genes patentados.

En México, centro de origen del maíz y muchos otros cultivos, la situación es mucho más grave, ya que los elementos en juego son exponencialmente mayores en cantidad y complejidad (presencia de muchísimas más variedades de cultivos y de parientes silvestres o asilvestrados, de muchas más especies silvestres de fauna y flora en ecosistemas y agrosistemas). El maíz es el logro agronómico más importante de la historia de la humanidad: de un simple "pasto" los pueblos campesinos indígenas crearon un cultivo de enorme versatilidad para ecosistemas diferentes y para multiplicidad de usos. No se reproduce en forma silvestre, es un cultivo ligado para siempre a sus creadores, a los que según las historias, también creó, en un camino de cuidados recíprocos.

El maíz en México es tanto más que un cultivo o un alimento, es elemento central de la cultura culinaria rural y urbana, es corazón de la historia y el presente de los pueblos de México, de su economía, de sus religiones e ilusiones. Los ciclos y usos del maíz dan forma a la fiesta y a la estética, crean muebles y utensilios específicos, moldean la arquitectura. En los pueblos indígenas y campesinos es base de la identidad y de la autonomía.

Contrastando fuertemente con la relevancia de esta riqueza milenaria colectiva y haciendo caso omiso de ella, el gobierno mexicano no ha monitoreado la extensión de la contaminación transgénica, no ha parado las fuentes de la misma (y además las ha promovido mediante las importaciones de maíz) y, para colmo, pretende levantar la moratoria oficial que existe contra la siembra de maíz transgénico.

En la misma tónica, unos pocos "científicos" que pasean su ignorancia a nombre de la Academia Mexicana de Ciencias cabildean activamente en el Congreso de la Unión para que la Cámara de Diputados consolide el acto de enorme irresponsabilidad que una vez más cometió la Cámara de Senadores al aprobar una iniciativa de ley de bioseguridad que legalizará, favorecerá y aumentará la contaminación transgénica.

El segundo foro En defensa del maíz denunció y reprobó enérgicamente todas estas acciones. Y tomó cuidadosa nota: la contaminación y quienes la favorecen fueron considerados responsables de crímenes de lesa humanidad, contra la historia y el presen- te de los pueblos del maíz. Al igual que hace un año en el encuentro En defensa de la medicina tradicional, y recuperando esta experiencia, la palabra de las comunidades resonó claramente: no piden favores, declaran una moratoria unilateral a la siembra e introducción de maíz transgénico.

Así como tuvieron que hacer sus propios muestreos para informar al pueblo de México sobre la contaminación, también decidieron establecer redes de monitoreo, alerta y cuidado del maíz, en las que se convoca a todos, en la ciudad y en el campo.

Se trata de la defensa integral de los pueblos del maíz. Aldo González, zapoteco de la Sierra Juárez de Oaxaca, resumió: "...somos herederos de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la que hoy quieren despojarnos: no es tiempo de pedir limosnas al agresor. Cada uno de los indígenas y campesinos sabemos de la contaminación por transgénicos de nuestros maíces y decimos con orgullo: siembro y sembraré las semillas que nuestros abuelos nos heredaron y cuidaré que mis hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos las sigan cultivando. (...) No permitiré que maten el maíz, nuestro maíz morirá el día en que muera el sol".

Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.

La Jornada, México, 20-12-03

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