La otra Colombia, por Luis Alejandro Pedraza
Derechos étnicos, culturales y civiles
Del macizo colombiano, en el sur del país, nacen tres montañas que recorren toda la geografía patria. Del origen de ese fenómeno maravilloso de la naturaleza surgen las aguas cristalinas y puras que bajan a despertar la fertilidad de los valles de los departamentos de Cauca y Valle del Cauca. También de allí bajaron la semana pasada 60 mil aborígenes de diferentes etnias, descendientes de quienes se resistieron a la conquista hace 500 años, para ejercer ahora oposición con la resistencia civil al neocolonialismo que significan el ALCA y el TLC.
Llegan precedidos por una victoria política implacable sobre las FARC, que a principio de este mes había secuestrado al alcalde indígena del municipio de Toribio, Arquímedes Vitonás, y otros indígenas de su cabildo, pero los tuvo que entregar sin que se disparara un solo tiro ante la presión y búsqueda de 500 indígenas que se desplazaron por las selvas hasta encontrarlos y rescatarlos con vida. Los indígenas sólo requirieron del acompañamiento de sus espíritus sagrados y el bastón de mando, que según el propio Vitonás, ?Vale más que cualquier decreto o fusil?.
?POR LA VIDA, LA JUSTICIA, LA ALEGRIA, LA AUTONOMIA y LA LIBERTAD DE MOVILIZACION?, es la consigna que lleva la marcha desde Taravia, Mosoco, Tóes, Vitonco, Moras, hasta la ciudad de Cali, adonde llegó el 17 de septiembre luego de tres días de arduo camino con 35 grados de temperatura, para concluir con la realización del Congreso de los Pueblos Aborígenes, por la Justicia, la Libertad y la Autonomía.
El presidente Álvaro Uribe Vélez, su ministro de Defensa, el director de la Policía Nacional, dialogaron con los aborígenes voceros de la marcha, para ?persuadir sobre los riesgos de violencia?. La respuesta fue perentoria: ?Marcharemos en paz y llegaremos a Cali sólo con la palabra, a decir que el agua y la tierra no están en venta?. Y la sentencia se cumplió: 5 mil guardias aborígenes con bastón ordenaron y protegieron de todo extraño a sus etnias, la muchedumbre caminante, permitiendo sólo la presencia de los medios de comunicación. En el canto de las consignas no se escuchó ninguna diatriba, ninguna palabra que significara violencia verbal, sólo demandas al Estado y su gobierno, respeto por sus derechos ancestrales a la vida que está unida a la ?preservación de la madre tierra?, a su cultura y a la no negociación mercantil en el Tratado de Libre Comercio de su sabiduría sobre el conocimiento de la naturaleza y de la naturaleza misma en el desarrollo de la ciencia.
Esta otra Colombia que corre por la sangre de nuestros hermanos mayores, los aborígenes, nos da un ejemplo de dignidad, de resistencia civil, de franca identidad con la defensa de la soberanía nacional a partir del origen de la vida, la biodiversidad. Qué pensarán las llamadas instituciones del Estado, los empresarios que se conformaron con el carácter ?consultivo? que les dio el gobierno fuera de la mesa de negociación del TLC; o el Parlamento, que viajó a la ronda de Costa Rica en un número no inferior a 80 legisladores para concluir, según informó la prensa nacional, dejando un documento de respetuosas recomendaciones, y hasta la Iglesia goda, que no sale de su lema ?Abrazaos y reconciliaos en el sufrimiento?.
La gran marcha entró a Cali y se dirigió al coliseo del pueblo, protegida por sus guardias aborígenes por lado y lado. En forma multitudinaria, con trapos multicolores, predominando el blanco, y algunos con lágrimas en los ojos, estudiantes, trabajadores, jóvenes y mujeres saludaron el ingreso de los pueblos aborígenes. Entre los líderes de la marcha estaba Gerardo Olcue, quien en una de sus luchas por la recuperación de tierras recibió tres tiros en la espalda que le paralizaron las piernas, pero montado en sus muletas gritaba: ?¡Vine porque los indios somos tenaces!?
Luis Alejandro Pedraza
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21 de setiembre de 2004
SIREL # 844
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