Larzac 2003, por Antonio Papell

EL movimiento antiglobalización, llamado últimamente "altermundista" porque su eslogan preferido es "otro mundo es posible", nació espontáneamente para el sistema mediático en 1999, en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC) de Seattle

En aquella ocasión, la comunidad internacional contempló el insólito espectáculo de una gran movilización social protagonizada por un conjunto heterogéneo de organizaciones de muy diversa índole: sindicatos, movimientos religiosos, formaciones anarquistas y de extrema izquierda, grupos ecologistas y pacifistas, asociaciones agrarias, etc. Aquellos heterodoxos, mal coordinados y sin estructura alguna, se oponían a que, una vez concluida la guerra fría y consagrado el modelo de potencia hegemónica, prosiguiese la construcción de un mundo guiado por el impulso no democrático de las grandes organizaciones supranacionales. Un mundo en el que se están agravando los desequilibrios y se deteriora de forma creciente el medio ambiente, y en el que los países en desarrollo no consiguen los puntos de apoyo que necesitan para remontar el vuelo y salir de la miseria.

Del 10 al 14 de septiembre se celebrará en Cancún una nueva ronda de la OMC, que debería restañar las heridas causadas por el fracaso de Seattle. Y el movimiento altermundista acaba de velar las armas en una magna concentración de la planicie de Larzac, al sur de Francia, donde este pasado fin de semana se han reunido cerca de 200.000 personas, que además han homenajeado al líder agrario José Bové, quien salió de la cárcel el 2 de agosto, tras cumplir una pena de prisión por haber participado en la destrucción de una hamburguesería.

La próxima cumbre de la OMC deberá versar sobre la agricultura y los servicios, pero sólo el primero de estos asuntos es importante para los países del Tercer Mundo, que aceptaron lanzarse en Doha, en diciembre de 2001, a un nuevo ciclo negociador multilateral con la condición de que los dos grandes ámbitos geopolíticos que subvencionan la agricultura, EE. UU. y la UE, "redujesen sustancialmente" tal apoyo financiero, de claro contenido proteccionista. Es fácil entender las razones de este requerimiento: el 70% de la población de los países en desarrollo vive de la agricultura. Enfrente tienen a los países industrializados, que dedican 300.000 millones de dólares por año a subvencionar a sus agricultores, lo que mantiene los precios mundiales artificialmente bajos y arruina a los agricultores del Sur. Ni que decir tiene que Washington y Bruselas no se pondrán de acuerdo sobre ninguno de los tres extremos que negocian: la eliminación a plazo fijo de las subvenciones a la exportación; la reducción de los subsidios internos y el acceso a los mercados, esto es, la reducción de las tarifas de aduanas. Tras la reforma de la PAC en Europa, no existe el menor indicio de que el comisario europeo de Comercio, Pascal Lamy, y el secretario norteamericano de Comercio, Robert Zoellick, vayan a cambiar el vigente statu quo agrario internacional.

Los altermundistas, que han irrumpido de nuevo ante la opinión pública tras un largo silencio, han sido esta vez mal acogidos por el establishment francés. El portavoz del Gobierno Raffarin, Jean-François Coppé ha calificado la reunión de Larzac como "la vuelta de una extrema izquierda organizada" que pretende "impedir las reformas y paralizar la sociedad francesa", lo que supone a su juicio una especie de "conservadurismo extremista".

Algo de razón tiene el Ejecutivo francés, al menos en el terreno de la política interna: los reunidos en Larzac pueden reconstituir una oposición social poderosa que frene los excesos del centro-derecha, hoy con una potencia extraordinaria y con una oposición debilitada. Pero en el terreno mundial, global, el dibujo no puede simplificarse tanto. Los 'antiglobalizadores', que forman un conjunto muy heterogéneo, son sin duda herederos de distintas corrientes de izquierdas, anarquistas y utopistas de distinto pelaje, que tienen en común la voluntad de convertirse en conciencia crítica de la ortodoxia dominante. En un mundo en que el liberalismo económico no sólo ha ganado la partida sino que se ha quedado sin detractores, estos movimientos han decidido adoptar el papel de poner en cuestión el modelo hegemónico, evidenciando sus ambivalencias, sus disfunciones y sus contradicciones, debidas en muchos casos al hecho de que buena parte de los cuadros dirigentes llaman liberalismo al más ramplón intervencionismo.

Por fortuna, ni hay una única idea 'verdadera' que haya desplazado a todas las demás ni el mundo que tenemos se aboca a un único destino posible. Los altermundistas habrían cumplido ya una trascendental misión histórica si lograran convencernos de ello e instalar un verdadero debate intelectual que fuera en sí mismo la expresión de una enriquecedora pluralidad.

Hoy Digital, Internet, 12-8-03

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