Los primeros estornudos transgénicos, por Gustavo Duch
En un pueblo de Filipinas la mayoría de familias que viven
alrededor de campos de maíz transgénico tuvieron este año
problemas respiratorios. Les dijeron que era la gripe, pero
cuatro de las familias que salieron por un tiempo a otras zonas
se curaron
Al regresar a sus casas volvieron a aparecer los síntomas. A partir de esta situación el director del Norwegian Institute for Gene Ecology presentó resultados concretos: las muestras de sangre contenían anticuerpos indicadores de respuesta inmunológica a la presencia de la toxina que contiene el maíz transgénico sembrado. Para entendernos, confirmaba que los síntomas de las familias campesinas se deberían a alergias producidas por el polen de maíz transgénico que inhalaron en los campos.
Ésta es una de las evidencias que ya se pueden poner en la mesa a la hora de juzgar la bondad de los transgénicos. Otra la pudimos leer en The New York Times: "Contaminar las variedades de cultivos tradicionales es contaminar el reservorio genético de las plantas de las que ha dependido la humanidad gran parte de su historia".
En contraposición están los argumentos de las empresas que están en este negocio: el hambre es consecuencia de falta de alimentos y la mejor forma de incrementar las producciones agrícolas es la biotecnología. Pero son supuestos falsos. Con las producciones de grano en el mundo se puede alimentar a una población superior a la actual. Las personas que pasan hambre son en un 75% agricultores y pescadores que o bien tienen dificultado el acceso a la tierra y al agua, o sus pobres ingresos les impiden comprar alimentos o semillas para cultivar. Tecnologías como los transgénicos, que generan total dependencia de las multinacionales de las semillas y sus pesticidas, sólo dificultarán más sus capacidades. También es discutible la potencialidad del monocultivo biotecnológico frente a los resultados que muestran los pequeños agricultores, por lo que la estrategia contra el hambre sería la contraria a la biotecnológica.
Con todos estos datos, por solidaridad y por nuestra salud, parece oportuna la reivindicación que algunos sectores del campo catalán lanzan: una Catalunya libre de transgénicos.
El autor es Director de Veterinarios sin Fronteras
El Periódico, España, 26-4-04