Paraguay: el cultivo de soja es una maldición para el país, por Roque González Vera

Genera pérdidas económicas antes que beneficios

La soja genera pérdidas económicas y ambientales para el país. La ampliación irracional de la superficie destinada al cultivo de la oleaginosa tiene un impacto negativo. La industrialización de 1.000 hectáreas de bosque genera mayor cantidad de puestos de trabajo y mejores ingresos que una cantidad similar de soja. Es hora de poner límites a un cultivo destructivo y dañino para los intereses de nuestro país.

El departamento de Itapúa, con una población cercana a los 500 mil habitantes, es uno de los principales productores agrícolas del país. La bonanza que supuestamente trae aparejada la agricultura mecanizada no se compadece sin embargo de 174 mil personas que viven por debajo de la línea de la pobreza en la mencionada región.

Nuestro compañero de tareas Juan Augusto Roa, corresponsal en Encarnación, publicó en octubre pasado un interesante comentario titulado "Paradojas del ?granero de la república? ".

Uno de los párrafos de su artículo dice: "El modelo de producción que se está aplicando, además de destruir el ambiente, tiene devastadoras consecuencias sociales. Provoca el desplazamiento de comunidades campesinas que, empujadas por la necesidad, venden sus pequeñas parcelas de tierra y se dirigen a las ciudades a acrecentar los cordones de pobreza".

La cotización de la soja, en este momento, está atravesando un buen momento. ¿Cuánto tiempo durará esta supuesta bonanza? ¿Cuánto estamos destruyendo, en procura de aumentar los cultivos de soja? ¿Es rentable la soja, como negocio para el país?

Sobre el tema conversamos con el industrial maderero Carlos Petit, presidente de la firma Maderera Ovetense S.A. Nuestro entrevistado no dudó en calificar de "criminal" la destrucción de los bosques para cultivar soja. Lamentó que la destrucción de los recursos forestales tenga autorización de instituciones gubernamentales responsables de su defensa, que son el Servicio Forestal Nacional y la Secretaría del Ambiente.

En procura de responder las preguntas, Carlos Petit mencionó que la industria forestal genera mayor número de puestos laborales que la soja. Como ejemplo mencionó que 1.000 hectáreas de bosque generan 36 puestos de trabajo por año, 16 a nivel rural y 20 a nivel industrial. En contrapartida, 1.000 hectáreas de soja permiten 10 puestos de trabajo por año, 8 en el campo y 2 a nivel industrial.

"El incienso colorado, el cedro, trébol, lapacho, peterevy, yvyraro, guatambu y otros producen en forma natural mayor cantidad de puestos de trabajo, divisas reales y bienestar económico, a diferencia de los cultivos que destruyen los bosques", dijo.

En cuanto a generación de divisas, Petit explicó lo siguiente:
"1.000 hectáreas de bosque producen anualmente 4 metros cúbicos de rollos maderables, sin depender de condiciones climáticas ni de mercados cambiantes. Esto significa 2 metros cúbicos de producto terminado para exportación a un precio promedio de 250 dólares por metro cúbico, que da un total de 500 mil dólares por año.

Solo un 10 por ciento regresa al exterior en concepto de combustibles, insumos y maquinarias. En el país quedan 450 mil dólares, generados por cada 1.000 hectáreas.

La misma cantidad de hectáreas de soja, dependiendo de condiciones climáticas óptimas y mercados inestables, producen 750 mil dólares por año, pero más del 50 por ciento se reinvierte en el exterior (Brasil principalmente) en maquinarias pesadas, fertilizantes, agrotóxicos y combustibles. En el país quedan realmente 375 mil dólares, producidos en 1.000 hectáreas".

Un cálculo económico debe incluir, obviamente, la cuantificación de las pérdidas. En primer lugar resalta la menor cantidad de puestos de trabajo; en segundo lugar, la baja rentabilidad real de la soja, porque se habla de millones de dólares, pero gran parte se dirige al Brasil de donde se compran maquinarias, insumos y agrotóxicos; en tercer lugar, la destrucción de cada 1.000 hectáreas de bosque nativo significa perder hoy 500 mil dólares.

No se puede olvidar en la lista los daños a la salud humana, por el empleo masivo y descontrolado de miles de toneladas de fertilizantes y agrotóxicos. La población rural satura los servicios sanitarios públicos por problemas dérmicos, renales, alérgicos y respiratorios. La atención de estos problemas tiene un costo para el Estado paraguayo.

El listado de pérdidas no puede excluir severos daños ambientales, por la destrucción de cursos de agua, daños a la biodiversidad y la desaparición de corredores biológicos. Los bosques nativos albergan fácilmente 400 especies forestales diferentes, de diversos tamaños, que desaparecen definitivamente por la ampliación de las fronteras agrícolas.

Observando en conjunto la suma y resta en torno a los cultivos de soja, tenemos saldo rojo para el Paraguay. Nuestro país pierde dinero con el cultivo de la oleaginosa y peor aún, destruye recursos naturales que son fundamentales para nuestra supervivencia como nación.

La industrialización racional del bosque nativo es un excelente negocio, tanto económico como ambiental. Genera puestos de trabajo, divisas genuinas para el país y preserva el equilibrio del ecosistema. Y si queremos entrar en detalles, una hectárea de monte no está pendiente de heladas, sequías o lluvias para mantener su excelente cotización. Mientras se encuentre en pie, siempre tendrá un buen precio.

Diario ABC, Paraguay, 23-6-04

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