Prudencia ante los transgénicos
Las críticas del presidente norteamericano, George Bush, contra la Unión Europea, a cuenta de la moratoria que se mantiene a este lado del Atlántico sobre los nuevos alimentos transgénicos, resultan tan injustificadas como desproporcionadas. La razón, al menos por lo que hasta ahora se sabe sobre el uso como alimento de plantas manipuladas genéticamente, está de parte de la UE en cuanto a que de lo que se trata es de comprobar si estos nuevos alimentos, más baratos y abundantes, tienen efectos secundarios
Cuando se manipula la naturaleza conviene extremar las precauciones, como se hizo con los primeros alimentos diseñados en laboratorio que ya se comercializan. Aunque no se ha demostrado todavía, al menos de forma convincente, que estos alimentos modificados que ahora se quieren distribuir sean nocivos para la salud, a largo o corto plazo, tampoco se ha probado su completa inocuidad. Por eso, la Unión Europa considera que, antes de autorizar su empleo en su territorio, los creadores de alimentos transgénicos o los países exportadores de los mismos deben garantizar la ausencia de riesgos. En este caso, más que demostrar que son beneficiosos, tienen que estar en condiciones de asegurar a los ciudadanos de Europa que ni su consumo, ni su cultivo, causarán daños irreparables. Hay otros medios, además, para ayudar al tercer mundo antes que inundarlos con alimentos de eficacia no asegurada. La nueva Europa entrega siete veces más ayudas a África que los EE UU, por lo que resulta igualmente poco afortunada la crítica de Bush, marcada por la prepotencia y el más rancio proteccionismo.
La Razón, España, 25-6-03