República Unida de la Soja, por Fernando Glenza
La soja y otros transgénicos ponen en peligro la soberanía alimentaria de los países del MERCOSUR
Ha nacido un nuevo país. Lo que no pudieron lograr los libertadores de América lo logró el laboratorio Syngenta, la creación de la República Unida de la Soja. Tiene bandera de color verde con una gran semilla amarilla y límites precisos en su conformación geográfica que abarcan una gran porción de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, sus antiguos dueños.
Este laboratorio, pionero en comercializar productos para combatir enfermedades de la soja, no estuvo solo en tamaña gesta. Le acompañaron otros grandes laboratorios biotecnológicos como Monsanto, Nidera, Cargill y Bayer.
No es un chiste, la noticia salió publicada hace un par de meses, con mapa y todo, en una publicidad en el diario Clarín, de Argentina, con el título de ?La soja no conoce fronteras?. Excelente frase para ejemplificar cómo esta legumbre pone en peligro los límites de las soberanías nacionales.
En el actual contexto de triunfalismo deportivo con los granos de soja y sus derivados, hay que señalar contundentemente que esta legumbre no es un insulso poroto. La soja no es un simple cultivo, es un modelo con profundas implicancias políticas, económicas, sociales, culturales, sanitarias, nutricionales, jurídicas y ecológicas. Porque no es un cultivo como cualquier otro, es un sistema consistente en un "paquete tecnológico". Al decir del Grupo de Reflexión Rural (GRR), que viene analizando el tema con un enfoque multidisciplinario, ?la soja es el nombre abreviado del modelo agropecuario biotecnológico?. En otras palabras, "la soja es el modelo productor de pobreza".
La soja es continuación del modelo de concentración económica que empobreció a gran parte de la población durante las últimas décadas, con implicancias tan profundas que no es exagerado utilizar la frase de soberanía nacional para referirse a soberanía alimentaria ya que, de alguna manera, ésta fue la base de la independencia de los países de Latinoamérica.
Más allá de los sueños de libertad y democracia, la independencia buscó obtener la autonomía económica de los países, y la lógica indica que nadie se independiza para morirse de hambre. Y es aquí donde sobreviene la paradoja de por qué, en la nueva República Unida de la Soja, existe cada vez más hambre.
Durante los años 70 se podía leer en los números del Correo de la UNESCO que la FAO (programa de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) vaticinaba la disminución del hambre en el mundo gracias a las nuevas creaciones de híbridos de trigo que, con mayor productividad y nutrientes, iban terminar con el hambre del mundo. Las fotos de los desnutridos de Biafra, en África, eran de esa época. Con la soja la profecía fue similar, sino más grandilocuente. Pero nada de eso ocurrió.
En Argentina, uno de los mayores productores de alimentos para la humanidad, el hambre creció. Y mucho peor, dejó de producir alimentos para personas y lo sustituyó por alimentos para cerdos, vacas y pollos; contrariamente a lo que se cree, la soja es utilizada esencialmente como nutrimento para animales. En los últimos tiempos, las postales de la desnutrición humana fueron de la provincia de Tucumán.
El GRR observa sobre la Argentina que ?si un ciclo constitutivo de la nación ha entrado en crisis es el de la seguridad alimentaria. La incertidumbre abismal que nos ha sobrevenido no tiene antecedentes en nuestra historia pues quedó quebrantada la ?seguridad alimentaria? concebida como certeza durante dos siglos. Y más que como certeza, como supuesto de la nación misma: la nación se había constituido suponiendo la garantía alimentaria. En el país de la soja estamos demasiado lejos de esos supuestos. Así, el país de la soja obliga a repasar o a suprimir los supuestos sobre los que se había constituido la nación. En la segunda mitad del siglo XIX (el presidente) Sarmiento postulaba la necesidad de una nación para el desierto argentino. A comienzos del XXI ¿qué formas de sociabilidad son posibles para los páramos de la soja?, ¿qué formas de sociabilidad son posibles entre miríadas de desocupados?, ¿qué formas de relación son posibles entre el territorio y la población?, ¿qué formas de nación son posibles??.
El campo ya no es lo que era antes, basta ojear los suplementos agropecuarios de los principales diarios para darse cuenta de cómo la cosa cambió. El lenguaje ya no está al alcance de cualquier chacarero. Más bien, se parece al de las indescifrables publicidades que hacen los laboratorios, como las que se encuentran en cualquier sala de espera de un médico. El chacarero ya no es llamado chacarero, ahora es un ?chacrer?. Además, expresiones como las que se encuentran en ?Clarín Rural? del tipo de ?El corazón de lado, y la calculadora en mano?, ?Lo que manda es la demanda?, ?La soja tuvo su mundial?, ?Sudamérica, el gran jugador?, ?El que apostó a la soja no perdió? y ?¿vas por más?? son ejemplos que hablan de competencia, vértigo, velocidad, en un ?campo? que no debería ser puro juego.
Siguiendo con las explicaciones del GRR, alerta que ?El modelo rural, en el contexto de dependencia aceptado por la clase política, es de exportación de insumos con muy bajo valor agregado, de concentración de tierras y producción, y de despoblamiento del medio rural. En promedio, alrededor de 20 millones de hectáreas, de las 25 millones con cultivos anuales, están en manos de no más de 2.000 empresas. En los años 90 se produjo la mayor transferencia, concretada en la segunda parte del siglo XX, de predios agrícolas, a la par que operaba la absorción de la mayor parte de la vieja oligarquía, por una nueva clase empresarial oligopólica y prebendaria. Uno de los efectos del ?modelo? es la desaparición de una parte sustantiva de los pequeños productores, estimándose que entre 1969 y el 2001 alrededor de 280 mil pequeños y aún medianos productores abandonaron la actividad agropecuaria, mientras que aproximadamente 13 millones de hectáreas están embargadas y en peligro de ser rematadas por deudas con entidades del sistema financiero?.
A esta situación de catástrofe social agropecuaria deberíamos sumar la emigración masiva de los obreros rurales, tanto permanentes como transitorios, así como de habitantes de los pueblos rurales que brindaban servicios a los pequeños y medianos productores, principalmente. En algunos casos, los ?pooles? de siembra convirtieron a los productores en pobres rentistas de sus propios campos (con el agravante del mal manejo de la tierra). Los nuevos ?paquetes tecnológicos? que integraron ?siembra directa? con maquinaria importada de gran potencia, herbicidas, fertilizantes inorgánicos y ?sojas transgénicas?, instalaron una agricultura de monocultivo permanente pero sin agricultores. La extendida e intrincada red de contratistas de maquinarias agrícolas y de distribuidoras locales de insumos, así como la vida cultural y social que acompañaba a la pequeña agroindustria y a los pueblos rurales, desaparecieron dejando inmensos territorios vacíos.
Hoy, como ayer, Latinoamérica es considerada como un simple mercado complementario de la economía de los países dominantes. Esta nueva colonia sólo debe producir lo que se carece en la metrópoli, cuyos únicos beneficiarios son las multinacionales monopolistas. Como dijo alegremente el neoliberal Jorge Castro, presidente del ?Instituto de Planeamiento Estratégico?, de Argentina: ?Un país emergente no elige hoy el tipo de industria que puede desarrollar. En la fase actual de la globalización, las características de la industria en un país emergente como la Argentina las establece el mercado mundial?.
Mucho, también, se ha hablado de que la solución a la pobreza pasa por la ?distribución de los beneficios?; pero hay algo más, como dice el GRR, ?la distribución pierde de vista el proceso productivo?. La problemática nos atraviesa con una invisibilidad notable que conviene ir desgranando poco a poco porque, los países del Mercosur, ?nos estamos apuntando varios porotos en contra?.
Un superporoto, como la ?Soja rr? (la más sembrada en Argentina), es lo que se considera un ?Organismo Genéticamente Modificado? (OGM), también llamado simplemente ?transgénico?. La ?Soja rr? es una planta modificada genéticamente para ser resistente al herbicida, creado por ?Monsanto?, conocido con el nombre comercial de ?Roundup?. El ?Roundup? o ?Glifosato? es un herbicida de amplio espectro, utilizado para eliminar vegetales no deseados como pastos anuales y perennes, hierbas de hoja ancha y especies leñosas. Para quien quiera indagar más profundamente, el ?Glifosato? se identifica comúnmente como ?glifosato-isopropilamonio? y químicamente como una sal ?isopropilamina de N-(fosfonometil) glicina?. Además del ?Glifosato?, el ?Roundup? posee un surfactante que incrementa el poder de penetración del ingrediente activo, en este caso es conocido como ?polioxietil amina?, sustancia mucho más tóxica que el ?Glifosato? mismo.
La ?Soja rr? puede ser fumigada muchas veces con ?Roundup? sin que se muera, por eso se llama ?Soja rr? (Roundup Ready). Esta soja se produce para extracción de aceite y para utilizarla en alimento de animales, la mayor parte de la misma se exporta.
A riesgo de ser tedioso, conviene explicar el proceso de modificación genética para comprender y valorar sus implicancias. Según el trabajo realizado por Ingrid Kossmann, publicado en la ?Revista Biodiversidad, sustento y culturas? (www.biodiversidadla.org), ?la Ingeniería Genética en años recientes logró manipular los genes rompiendo las barreras que existen en la reproducción de los seres vivos, permitiendo trasladar o intercambiar características genéticas entre plantas, animales y microorganismos, originando así los llamados ?Organismos Genéticamente Modificados? (OGM) o Transgénicos?.
?La Ingeniería Genética que aplica la industria semillera y agrícola tiene una visión reduccionista de los seres vivos, puesto que considera que los genes son unidireccionales y que no varían. Los nuevos descubrimientos científicos han demostrado que los genes por el contrario funcionan en redes complejas en forma no lineal, multidimensional o circular y que están sujetos a la regulación del medio biofísico. Esto quiere decir que los genes son dinámicos y cambian con frecuencia, pueden saltar horizontalmente entre especies no relacionadas y recombinarse. Los organismos transgénicos son impredecibles y pueden mutar?.
?La manipulación de genes se realiza mediante el corte, traslado y pegado de genes de un organismo a otro. Para trasladar el gen de la resistencia al ?Glifosato? en una planta de soja y producir la ?Soja Roundup Ready?, se requiere utilizar el siguiente procedimiento: primero hay que identificar los genes que codifican en las plantas la resistencia a la toxina del ?Glifosato?, luego se introducen estos genes en la planta a través de un vehículo o ?vector?, normalmente se utiliza como vector un plásmido de la bacteria ?Agrobacterium thumefaciens?. Para dirigir a estos genes se utiliza un ?promotor? que inicia la transcripción del ADN y hace que el gen se exprese muchas veces; los promotores utilizados provienen de virus, especialmente el ?VmoCa? (Virus del Mosaico del Coliflor), éste rompe las barreras de la célula para que penetre la construcción genética. Como este procedimiento es en gran medida al azar, no se puede saber en qué células se lograron introducir los genes deseados, por lo cual se introduce además un ?gen marcador? que indique cuales fueron los casos exitosos. Los marcadores más utilizados provienen de bacterias que producen resistencia a antibióticos?.
?Una vez introducido en las células del nuevo organismo este ?cassette de expresión? (gen vector, promotor, marcador) se multiplican las células transgénicas a través de cultivo de tejidos y así se genera la nueva planta de soja resistente al herbicida ?Glifosato?. Estas plantas se siembran y producen granos modificados genéticamente?.
?Los virus y bacterias utilizadas en el proceso de construcción de un transgénico son muy activos y agresivos porque se necesita que tengan capacidad de traspasar las barreras naturales de las células y bloquear su sistema inmunológico, el cual en condiciones normales es capaz de inactivar elementos extraños que perturban su funcionamiento. Una revisión científica publicada en la revista ?Microbial Ecology in Health and Disease?(1999) llama la atención sobre la inestabilidad de los transgénicos y que ésta aumenta la posibilidad de una super-expresión de los genes transferidos. Otros autores han señalado que el uso del ?VmoCa? en seres humanos puede hacer sobre-expresar genes, como por ejemplo los que se relacionan con el cáncer. Los marcadores que son resistentes a antibióticos pueden transferir esta resistencia y dejar a las personas vulnerables a las infecciones pues los antibióticos no le harían efecto?.
Ésto no es todo, Gian Carlo Delgado Ramos, economista de la ?Universidad Nacional Autónoma de México?, autor sobre esta temática de ?La Amenaza Biológica? (Plaza y Janes, 2002) explica que la ?industria Agbio? (como también suele llamársela) se está centrando en dos áreas principales, la de plantas y la de animales modificados. En ambas se persiguen cuatro finalidades: el ?mejoramiento? cualitativo de las características genéticas inherentes (como resistencia a plagas, enfermedades, incremento en la producción, etc.); la llamada ?nutriceuticals?, que busca mejorar las plantas para el consumo específico del ganado y del hombre (como adición de vitaminas y vacunas o modificación de la apariencia y sabor de los productos); la llamada ?agriceuticals?, que se enfoca en la producción de sustancias y materiales para fines médicos e industriales a partir de plantas y animales modificados; y el ?control social-reproductivo? mediante semillas espermicidas y abortivas.
En este último caso, indica que ?las especificaciones del diseño genético son funcionales a la consolidación de una dependencia permanente de los agricultores a la compra de semillas modificadas, ya que las cosechas son estériles y, por tanto, no se puede guardar una parte para el siguiente ciclo (tecnología ?terminator?). Se suma la tecnología ?traitor? que sobrepasa drásticamente la naturaleza genética de los vegetales al inducirlos a una permanente dependencia agroquímica. Las patentes (Monsanto WO 9744465 y Astra/Zeneca 5789214) revelan que se están desarrollando semillas suicidas o ?terminator? con características ?traitor?, que pueden ser activadas o desactivadas por sustancias ?reguladoras? mezcladas en los agroquímicos que venden las mismas multinacionales (pesticidas, fertilizantes, herbicidas, etc.). La versión de ?Monsanto? no permite que las semillas germinen si no son expuestas a una sustancia específica. Entonces, es evidente que los `transgénicos? sirven y están diseñados para favorecer los intereses del empresariado que paga por su investigación y desarrollo?.
La ?soberanía? es una nota inmanente, interna al concepto mismo de alimentación. Pues la certeza de que se siga produciendo, de que los alimentos estén disponibles, de que existan reaseguros frente a las frecuentes interrupciones de los flujos de capitales, técnicas y productos, requiere que en el entorno de cada pueblo haya un cordón verde productivo. Las Intendencias están obligadas a pensar: ¿Disponemos de superficie para el cultivo de hortalizas y legumbres? ¿Tenemos tambos para asegurarnos la provisión de leche? ¿O es preciso que, para todo, dependamos de la integración global de los circuitos técnico-financieros?
La soja es un ?modelo? que constituye la infraestructura de funcionamiento de un país. El ?modelo de la soja? se convierte en el condicionante y determinante de las políticas posibles. Hoy, parte del territorio está prácticamente ocupado por las ?transnacionales de las semillas?, en especial por ?Cargill?, ?Nidera? y ?Monsanto? que, apoyados en políticas nacionales, contribuyeron a generar la sensación de que tanto el país como la sociedad se convirtieron en inviables y que el sector agropecuario está condenado a ser productor de ?transgénicos?, principalmente de soja para exportación de forrajes.
La pérdida de independencia para la producción de semillas, por injustificable entrega del patrimonio genético nacional a empresas transnacionales, operada por instituciones del Estado como el ?Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria? (INTA) y el ?Instituto Nacional de Semillas? (INASE), convirtieron a los productores en dependiente de las semillas provistas por empresas transnacionales.
La pérdida de ?soberanía alimentaria? se transforma en un instrumento de dominación sanguinario: ?una bomba de hambre?. Los conflictos en Irak y Haití, por dar sólo algunos de los tantos ejemplos, estallaron cuando la ayuda alimentaria internacional fue utilizada extorsivamente en favor de los intereses político-económicos de los poderosos. El próximo estallido ya se vislumbra en Corea del Norte.
Durante las protestas en Bolivia que terminaron con la Presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada, se vio surgir un fuerte movimiento regionalista liderado por gran parte de la elite económica concentrada en Santa Cruz de la Sierra, al este del país. Este movimiento propuso la ?refundación del país? proponiendo la autonomía regional, como ocurre en España y otros países. El movimiento tiene el apoyo de los principales grupos empresariales y agrícolas de la región, el más importante polo económico boliviano. Con un crecimiento del 14% en su PBI en el año 2002, Santa Cruz es una de las regiones que más crecen en América Latina, en contraste con el resto de Bolivia (hay que recordar que el PBI o ?Producto Bruto Interno? es la mercadería que se produce para el intercambio, el índice no demuestra la realidad económica de la mayor parte de la población que sostiene una economía de autosuficiencia). ?La región cuenta con una fuerte presencia de sojicultores brasileños?.
A pesar de la devaluación y los bajísimos salarios en dólares, la Argentina no está exportando productos cuyo componente de costos sea mayoritariamente mano de obra. La suma de todos los productos que vendió al exterior en el 2003 generó ingresos por 30 mil millones de dólares, pero más de la cuarta parte de ese total, casi 8 mil millones, son sólo exportación de soja y sus derivados (el grano, los aceites y las harinas). La mitad del campo argentino está dedicado a la plantación de soja (más de 12 millones de hectáreas). Y de las 2,5 millones de hectáreas que hace 30 años producían carne y leche y que se pasaron a la agricultura, el 83 por ciento se dedicó a la soja. El valor distintivo y apreciado, en el exterior, de la carne Argentina ?alimentada a pasto? se empieza a restringir, producto de la ?expansión sojera?, a los reducidos espacios de los ?Feedlots?, ganado alimentado en corral, con vacas obesas y fofas que brindan una tierna carne (con alto contenido de grasa intersticial producto del sedentarismo).
Cualquier monocultivo es peligroso, pero en el caso de la soja se agrega que la cantidad de nutrientes de la tierra que consume es tres veces superior a la reposición anual de fertilizantes e impide que su cultivo pueda mantenerse de forma continua. En lugar de agricultura se está haciendo ?minería? porque se exporta el humus del campo que luego deberá recuperarse. Con un costo oculto, los propietarios perdieron 1.130 millones de dólares de ?capital tierra? en el 2003 porque ese fue el costo de reponer los nutrientes que consumieron las 35.000 millones de toneladas de soja de ese año.
Durante años la soja se ha ido estableciendo como el paradigma de la eficiencia; cualquier emprendimiento que cae bajo el poder eutanásico de la soja obtiene en su fracaso la prueba de su insensatez, de su ineficiencia. Pues, como se sabe -al menos lo hemos escuchado los últimos veinte años-, el campo tiene que ser competitivo. Durante un tiempo, una larga década, la competitividad se transfirió a la ?biotecnología?. Supuestamente la ?biotecnología? era la condición sin la cual el campo no podría competir, es decir, existir. Pero luego nos enteramos de que una medida política -por ejemplo, destituir la convertibilidad- vuelve competitivo todo el campo. Luego, si aceptamos el dogma de la competitividad no estamos obligados a aceptar el dogma de la ?biotecnología?.
Además, los rendimientos supuestamente espectaculares de este producto permiten apoyar un argumento extorsivo: ?con las cifras escalofriantes del hambre, preocuparse por la ecología o la cultura son banalidades intelectuales?. Es posible que, mediante la soja, el crecimiento económico pueda ser global. Pero el desarrollo no es local. ?Si el desarrollo no es local, no existen posibilidades de seguridad ni soberanías alimentarias?.
Un punto de discusión conceptual ineludible refiere a la naturaleza del hambre. ?La alimentación no depende sólo de la cantidad de comestibles sino que es efecto y sostén de un complejo tramado cultural?. La autonomía cultural, la soberanía alimentaria, organizan sistemas de vida. ?La catástrofe que transitamos reside en la inexistencia de modalidades culturales locales para los problemas de la alimentación?. El concepto de que ?el hambre es también -y quizá ante todo- un problema cultural? permite pensar el desarrollo local como paradigma de tratamiento de los problemas del hambre. El pensamiento del hambre en términos locales se corresponde con la asunción de su naturaleza cultural, mientras que el pensamiento del hambre en términos globales remite a una comprensión del hambre como problema tecnológico.
Si el hambre es un problema técnico, será preciso alimentarse con un producto nutricio técnicamente multiplicable, de producción asegurada, de insumos asegurados, a salvo de azares climáticos, a salvo de los comportamientos del suelo: un proceso tecnológico integralmente controlable, sin dependencia alguna de las condiciones naturales, sociales o culturales. La soja, por ejemplo, ?es un modelo cultural, social, técnico y económico?. Pues, ante todo, es una materia prima que sirve para todo. Y termina por construir una naturaleza y una sociedad a su imagen y necesidad.
El ?modelo cultural de la soja? termina eliminando la dimensión cultural de los modos de vida en nombre exclusivo de los rendimientos técnicos. Por otra parte, esos rendimientos técnicos son tales si se los evalúa desde el paradigma en que se sostiene el ?modelo de la soja?. En Argentina podría mejor hablarse de un ?modelo anticultura? que se enfrenta con su historia de diversidad de producción de alimentos. En Argentina, el sistema agropecuario ha sido, desde 1990, extremadamente simplificado: se planta soja sobre soja. El invierno dejó de ser una estación propicia para producir y los campos permanecen en barbechos químicos bajo herbicidas.
El ?ocultamiento? de la ?dimensión cultural? de la alimentación impide plantear que ?la seguridad alimentaria no significa tener algo en la mano para llevar a la boca sino el derecho de que no haya hambre hoy ni mañana?, el derecho a la conservación del suelo como organismo capaz de producir alimentos de manera sustentable.
Durante la Colonia, se podía hablar de la existencia de una economía en cierto modo autosuficiente, dentro de la precariedad de las condiciones de vida y de alguna producción de excedentes, variable según la zona de que se trataba. La ?desposeción de la tierra? de los indígenas condujo al ?latifundio?. De tal suerte que la expansión territorial significó expansión ganadera, como hoy ?expansión sojera?, y no incorporación de la población a un sistema de economía que se originaba en el desarrollo ganadero. La ciudad no los necesitaba, ya que la manufactura era entonces inexistente.
Los que en la sociedad colonial iban quedando al margen del ?latifundio?, irían a engrosar el cuadro de vagos, bandoleros, etc. La apropiación de la tierra por los ganaderos privilegiados, desalojando a los agricultores y llevándolos a la condición de arrendatarios, no hizo sino empeorar la situación de éstos con el correr del tiempo. Hoy pasa exactamente lo mismo, con la diferencia que es un ?latifundio sojero?.
?El modelo propuso el asistencialismo? para compensar algunos de los impactos negativos de la exportación de ?commodities?, entre ellos, los generados por el ?despoblamiento? del medio rural, sin que los afectados encontraran en sus nuevas localizaciones fuentes alternativas de ingresos. En gran parte, ?como consecuencia de la migración rural-urbana, poco más de la mitad de la población argentina se encuentra actualmente por debajo de los niveles de pobreza y más de cinco millones sufren hambre?.
Argentina es un laboratorio donde se experimenta la eliminación de la vida rural, que se manifiesta ya en el recuerdo de centenares de pueblos desaparecidos o en vías de desaparición o de reducción a una mínima expresión. A nivel de la región, probablemente haya sido el escenario de una de las mayores migraciones del medio rural hacia los cinturones de pobreza urbana. Los efectos de esta pérdida progresiva de significativos valores de la cultura nacional y el arraigo, tienen efectos directos sobre la vida política y social, y se refleja en un debilitamiento progresivo de la vida ciudadana.
Las inundaciones del año 2000, que mantuvieron y prácticamente aún mantienen bajo agua una importante porción de las más de cinco millones de hectáreas inicialmente afectadas, tienen entre sus causas la implementación de un modelo de expansión de la frontera agrícola cambiando el uso del suelo, de forestal nativo a monocultivo de soja con uso creciente de ?Glifosato?, afectando seriamente el equilibrio ambiental y destruyendo prácticamente la microfauna y microflora de los suelos. Las estadísticas oficiales muestran que sobre poco más de 10 millones de hectáreas de cultivos ?transgénicos?, se aplican 100 millones de litros de ?Glifosato? y crecientes volúmenes de nitrógeno inorgánico, algo impensable en décadas pasadas, en las que el modelo agropecuario posibilitaba el reciclaje natural de nutrientes y la captación, por los cultivos de leguminosas, de nitrógeno de la atmósfera. La conversión del suelo en sustrato inerte impide la retención del agua en los horizontes superiores y posibilita el aumento del caudal de las capas freáticas, contribuyendo, por lo tanto, a la inundación de las áreas bajas.
Por otra parte, la utilización de agrotóxicos suprime las entidades biológicas aledañas, innecesarias para la pureza técnica de las superficies de soja. El campo es un páramo sin pájaros. Ese sitio, más artificial que la ciudad, ya no es campo. Pues el campo es tal por diversidad biológica, por rotación de cultivos.
También, hay que sumar, que para la salida de la soja por vía fluvial se utilizan unos trenes de balsas. Para que los largos trenes de balsas puedan transitar los ríos, es preciso adaptar el cauce y hasta el trazado mismo de los ríos a las posibilidades de los trenes. Así se instala la ?Hidrovía Paraná-Paraguay? hasta los humedales de Brasil como realidad artificial.
Desde el mes de enero ?Monsanto? dejó de vender semillas de soja a la Argentina, tercer productor mundial de la legumbre, dice que no logra ganar ni un dólar con este negocio. La compañía señala que el gigantesco mercado negro para las semillas ?transgénicas? hace imposible recuperar sus inversiones. Y hasta que eso cambie, ?Monsanto? no venderá semillas nuevas y mejoradas de soja ni emprenderá estudios para desarrollar variedades a la medida de las condiciones locales.
?Es una lástima para nosotros tener que postergar tecnologías como la soja resistente a insectos?, dijo en un comunicado ?Monsanto Argentina?, en referencia a semillas desarrolladas especialmente para Latinoamérica. Ahora que dejó el negocio, las principales compañías son ?Nidera?, con sede en Holanda y las argentinas ?Asociados Don Mario? y ?Relmo?. Pero ?Monsanto?, con sede en St. Louis, Missouri, es aún líder mundial en el desarrollo de cultivos biotecnológicos. El resto de las firmas le paga a ?Monsanto? para vender soja que contenga el gen de la variedad ?Roundup Ready?, diseñada para resistir el daño provocado por su herbicida ?Roundup?.
En apenas dos décadas la soja pasó a ser en Argentina un ?producto estratégico?, lo que transformó al país en un ?lugar estratégico? para ?Monsanto?. Sus esfuerzos ?colonizadores? dieron sus frutos: más del 95% de la producción local de soja es ?transgénica?, producidas con semillas RR, y la facturación de la firma en el país aumentó de $326 millones en 1998 a $584 millones en el 2001. Anticipándose al derrumbe financiero y la devaluación, ?Monsanto? inauguró en la localidad bonaerense de Zárate una nueva planta destinada a la elaboración de ?Glifosato?, hasta ahora importado de Estados Unidos.
Las semillas de soja, al igual que en el caso del trigo, pueden ser extraídas de las plantas y reutilizadas sin que se deterioren los rendimientos. ?Monsanto? señaló que se concentrará en el maíz de la variedad ?Roundup Ready?, que todavía debe ser aprobado por el gobierno, y en nuevas variedades de semillas de girasol y sorgo. Pese a que estos cultivos vienen perdiendo terreno a expensas de la soja, sus semillas no pueden ser reutilizadas sin poner en riesgo los rendimientos, lo que implica que los productores deberán pagar por nuevas semillas cada año.
La filial argentina de ?Greenpeace? denunció que la verdadera intención del gigante norteamericano de los transgénicos es quedarse con una parte de los beneficios del productor local y legalizar el ?Maíz rr?, ?liberado clandestinamente a principios del 2001?. ?Greenpeace? acusó a ?Monsanto? de ?chantajear? al gobierno en un intento desesperado para quitarle al productor la libertad de guardar semillas de ?Soja rr?.
?Monsanto? ataca directamente al pequeño productor y presiona al gobierno para que se olvide de la ilegalidad en la que la compañía estuvo involucrada con el ?Maíz rr? y se lo apruebe lo antes posible. Este híbrido evitaría a ?Monsanto? no sólo que el productor se guarde semilla para la próxima cosecha sino mejorar las ventas de su herbicida estrella, el ?Glifosato?.
Esta compañía había entablado un proceso comercial por dumping contra la importación de ?Glifosato? desde China, pero finalmente el Gobierno decidió que no existió daño en la industria nacional y desestimó la aplicación de sobrearanceles.
Más que una presunción es que ?Monsanto? busca hacer punta en Brasil, segundo productor mundial de soja. En este país la venta de ?soja transgénica? aún es ilegal, aunque los productores están sembrando semillas que ingresaron de forma ilegal desde Argentina y Paraguay. En este ciclo productivo el gobierno brasileño autorizó a los productores a sembrar la oleaginosa genéticamente modificada hasta que se apruebe una norma más amplia que regule este tipo de cultivos. Brasil pronto superará a Estados Unidos en la producción de soja, a partir de la expansión de su área de siembra en el sector de ?Cerrados? y los bosques naturales del ?Amazonas?. ?Monsanto? ya anunció oficialmente su desembarco en este país.
El régimen de patentes es una modalidad de dominación. Los patentamientos, las licencias, constituyen formas de restricción a la circulación de información y saber: las apropiaciones por patentamiento constituyen nuevas formas de privatización de lo público.
Los sistemas de patentes de los países industrializados tienden a incluir en ellos partes de plantas, plantas y variedades vegetales. El efecto inmediato es que los titulares de tales derechos obtienen mayor control sobre, por ejemplo, la producción agrícola.
La ?Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas? de Argentina permite al productor guardar parte de su cosecha para resembrar en la campaña siguiente, sin lesionar el derecho de propiedad intelectual del obtentor. En contraposición, las compañías biotecnológicas han instalado una obligación de pago por parte del productor, llamada ?regalía extendida?, consistente en el abono de un plus, a modo de contrato entre privados, para la autorización de nuevas resiembras. Al finalizar la cosecha el productor debe informar a la compañía los kgs. obtenidos, acondicionados y guardados para ser utilizados para ?uso propio?, así como también el plano de ubicación donde estará almacenada y el plano donde será sembrada la semilla, la cual podrá ser inspeccionada por la compañía.
Las compañías entran en conflicto con la ley argentina en cuanto ésta considera el ?privilegio del agricultor?, que permite utilizar el material de reproducción o multiplicación para ?uso propio? (por ejemplo, producir semillas para la producción de cosechas en la misma finca), algo tan natural desde que el hombre cultiva su propio sustento.
No sólo se han quedado ahí, las compañías tienen el control de la venta de semillas tanto como la compra y su posterior exportación. La venta de la cosecha a la misma compañía asegura descarga directa a puerto, plan canje de semillas por otras semillas, el cobro (90% al contado y 10% a 120 días) y ?notas de crédito? por consumo que son ?pagadas? en litros de ?Roundup? (con la consiguiente evasión impositiva). El objetivo final de las compañías, a partir de la invención de los nuevos ?paquetes tecnológicos?, es tomar el control de la cadena alimentaria global desde el campo hasta el plato, poniendo en riesgo el ambiente, la biodiversidad y la seguridad alimentaria.
La semilla de ?Soja rr? se introdujo en Argentina, sin un debate profundo sobre sus riesgos, con un simple decreto de la ?Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca? (SAGyP) en el año 1996. Actualmente se cultivan unos 13 millones de hectáreas de soja, de las cuales más del 95% son ?transgénicas?. Ésto no pasa en Estados Unidos, que sólo está permitida un 30%, y menos en Europa que está totalmente prohibida. Lamentablemente, los fallos consideran los ?derechos del inversor? por sobre los ?derechos humanos? como principio rector de la operatoria legislativa y judicial.
La ?soja transgénica? no debe ser consumida por personas pues no se tiene certeza de todos los efectos que puede producir en la salud humana a largo plazo. Los animales criados con granos transgénicos y los alimentos que incluyen en sus ingredientes productos transgénicos debieran ser estudiados en forma minuciosa durante muchos años para poder evaluar sus riesgos reales. Mientras tanto debe indicarse en cada alimento su composición y si posee o puede llegar a poseer material transgénico, esto debe hacerse mediante etiqueta con información clara para que los productores de alimentos y consumidores puedan tomar decisiones estando bien informados.
El Dr. Rubens Nodari, catedrático de Fitotecnia de la ?Uniersidad Federal de Santa Catarina?, Brasil y asesor científico de la ?CNTBio?, comisión de bioseguridad de Brasil, afirma refiriéndose a los transgénicos que ?la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia de riesgos?. El Dr. Terje Traavik, catedrático de la Universidad de Tromso y director del ?Centro de Ecología Genética? en Noruega señala que es fundamental la investigación pública e independiente pues ?el 95% de los biotecnólogos del mundo está directa o indirectamente financiado por empresas multinacionales con intereses comerciales en el sector. Ésto explica la prisa por introducir transgénicos al mercado, pese a la falta de evaluación de riesgos y pruebas -incluso las más básicas- que se deberían hacer en estricto confinamiento para no poner en riesgo la salud humana y animal, y el medio ambiente?.
Aunque ya hay antecedentes, por ejemplo son numerosos los casos de reacciones alérgicas. La ?soja transgénica? de la compañía ?Pioneer? del ?Grupo Dupont? causó en Estados Unidos la muerte de 27 personas y dejó más de 1.500 afectados. En una investigación con ratones, la ?papa transgénica? mostró que altera el sistema inmunológico y retarda el crecimiento. La toxina Bt y sus subespecies israelensis (Bti) y kurstaki (Btk), tal como lo indican los resultados de la investigación del laboratorio ?Tayabali y Seligy?, son causantes de toxicidad en células humanas expuestas. Según la cantidad consumida, las consecuencias pueden ir de irritación en la piel e infecciones, hasta debilitamiento del sistema inmunológico.
En el ?Protocolo de Bioseguridad de Cartagena?, la comunidad internacional reconoce que los cultivos transgénicos son distintos a los convencionales dado que éstos poseen riesgos para el ambiente, la biodiversidad y la salud humana. Por estos motivos, o por cualquier otra consecuencia no esperada, el ?Protocolo? requiere que se los trate con precaución. Los cincuenta países que son firmantes del protocolo tienen el derecho a prohibir el ingreso de transgénicos cuando existe incertidumbre científica sobre la seguridad de estos organismos a largo plazo. También explicita el derecho de las partes a prohibir las importaciones y a imponer estándares de seguridad más altos. El ?Protocolo? surgió bajo la órbita de la ?Convención sobre Diversidad Biológica? (CBD) de la ONU, y se adoptó en enero de 2000 en Montreal, Canadá
La Argentina es parte de la CDB y suscriptora del ?Protocolo?, aunque aún no lo ha ratificado. Los Estados Unidos, siguiendo su costumbre de ignorar acuerdos de la ONU, no se ha adherido; siendo su objetivo legitimar a la OMC por encima del ?Protocolo?, definiendo las restricciones a los transgénicos como ?barreras comerciales?, con lo cual, buscará bloquear el camino a la implementación del ?Protocolo?.
El ?Protocolo? establece el ?Principio Precautorio?, éste es una regla general para situaciones en las que existe potencial para amenazas serias o irreversibles a la salud o al medioambiente, y requiere de la toma de medidas para evitar tales amenazas, aún en los casos en que no exista todavía una prueba definitiva de daño. Detiene la falta de certeza científica que hoy está siendo utilizada para demorar la acción preventiva. El enfoque ?precautorio? también introduce un análisis científicamente más riguroso, dentro de un ámbito más amplio y una mayor variedad de expertos. La ?precaución? está involucrada en todos los pasos de la toma de decisiones en las que la acción puede producir efectos severamente dañinos, desde la práctica de la ciencia y los planes de investigación, hasta las regulaciones y los gobiernos.
Se ?vende? la idea del consumo de soja como un producto puramente natural y saludable. Además de ser introducida como la panacea a los problemas del hambre, la han instalado con falsos atributos nutricionales en miles de personas vegetarianas.
En mayo de 2002 se realizó en Buenos Aires el ?Foro Nacional de Alimentación?, en el que participó la ?Asociación Argentina de Nutricionistas?, algunas de sus conclusiones fueron que ?la soja es una excelente proteína y tiene un elevado valor energético... Pero es deficitaria en muchos nutrientes, y por su alto contenido de ?fitatos? interfiere en la absorción del hierro y el zinc, tampoco es una buena fuente de calcio. La soja no es una panacea nutricional y sólo debe considerarse como parte de la alimentación de la población, incluyéndola como el resto de las legumbres?.
Los niños de Tucumán no sólo son víctimas de la desnutrición, son también las víctimas inocentes de la implementación de planes alimentarios con soja transgénica. La mal llamada leche de soja es totalmente carente de calcio y hierro, y por lo tanto proveerla a niños anémicos es absolutamente contraindicada, en especial porque le inhibe al niño la incorporación de calcio que pueda hallar en otros alimentos.
?La soja como solución del hambre?, así titula la ?Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa? (AAPRESID) la campaña de donación de soja que realiza para la alimentación de las poblaciones más pobres (www.sojasolidaria.com.ar). Analicemos un discurso cargado de hipocresía (la ?cursiva? es agregado del autor): ?El incremento sostenido de la desnutrición calórico-proteica en los niños menores de 5 años, la profunda crisis económica actual, la importancia que tienen los factores socioculturales en relación a la alimentación, las creencias, los hábitos y costumbres de una población, son conductas imperantes en la responsabilidad del individuo respecto a alimentación de su familia. Es en este contexto que AAPRESID presenta el programa ?la soja en la alimentación? destinado a capacitar a las personas ?haciendo foco en los sectores carenciados? para mejorar su alimentación y ?adquirir un nuevo hábito alimentarios.
?En la economía familiar, si bien debe ser aprovechado por todas las clases sociales, esta ?orientado a las familias de ingresos bajos? o que no cumplen con la cuota diaria de alimentación?. ?Socio-culturalmente: El hecho de que sea esencial la capacitación le da al beneficiario un incentivo para que ponga en funcionamientos distintos aspectos que sin duda no pondría si se tratara sólo de un regalo o ayuda. Además, de esta manera existe la necesidad de interactuar constantemente con un grupo vecinal, escolar, etc., lo que es parte fundamental de la vida social?. (N. del A.: La alimentación enraizada en lo cultural brinda certezas biológicas y adaptaciones saludables, si el regalo se tratara de alimentos ?en serio? no habría que proponer ningún incentivo sociocultural artificial).
?La crisis por la que atraviesa Argentina es muy grande; pero ello no justifica que en un país que presenta uno de los mayores niveles de producción de ?alimentos? por habitante haya hambre. Resolver el problema no es una responsabilidad exclusiva del gobierno. Es tarea de todos, y en este sentido, los productores agropecuarios podemos ser parte de la solución?. (N. del A: debiera utilizarse el singular ?alimento? en un país con una creciente tendencia al monocultivo).
?Analizado desde esta óptica, el desafío que nos toca resolver para paliar el hambre en Argentina no es tecnológico, pero sí organizacional y básicamente, institucional. ¿A qué nos referimos con esto? Tecnológicamente los productores argentinos hacemos punta a nivel mundial; por tanto, el problema no pasa por estas órbitas. Parte de la solución se encuentra en que todos los que nos sintamos actores del destino del país nos organicemos tras un objetivo simple, claro y trascendental: aportar lo que cada uno puede o sabe hacer para brindar ?un plato de comida y una taza de dignidad??. (N. del A.: ¿Un plato de comida es igual a un plato de alimento balanceado?, ¿una taza de dignidad es igual a brindar una poción que el mismo no se digna a consumir?).
?La soja, principal cultivo sembrado en Argentina, constituye un alimento de alta calidad para la alimentación humana, ya que posee proteínas de alto valor biológico. Es decir, es rica en todos los aminoácidos esenciales, pudiendo prácticamente reemplazar a la carne en nuestra dieta. Sin embargo, por nuestras raíces culturales basada en una alimentación con elevada proporción de carne vacuna, no se desarrolló el hábito del consumo de soja. Pero ha llegado el momento de hacerlo. Esta puede ser parte de la solución del hambre que sufren muchos habitantes argentinos?. (N. del A.: No existe ninguna sociedad humana que utilice la soja y sus derivados como base principal de la pirámide alimentaria, aquí se está confundiendo alimentación con ?alimentaje?; además, más del 95 por ciento de la soja cultivada en Argentina es ?transgénica?, y no hay suficientes datos que aprueben este tipo de legumbre para consumo humano).
El economista inglés Thomas Malthus (1766-1834) escribió en su libro ?Primer Ensayo sobre la Población? que ?la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre; la población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica y los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética?. ?Estimando la población actual del mundo, por ejemplo en mil millones de seres, la especie humana crecería como los números 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512, etc., en tanto la producción de alimentos haría como 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, etc., al cabo de dos siglos la población a los alimentos sería como 512 a 10?.
La predicción de Malthus falló. En el siglo XVIII la población se duplicaba cada 25 años creciendo al ritmo de 2,81 por ciento anual, mientras que la producción de alimentos lo hacía al 1,62 por ciento. Malthus no pudo imaginar que, gracias a la aparición de métodos de control anticonceptivos, se redujera drásticamente la tasa de natalidad. Tampoco pudo imaginar el geométrico avance tecnológico aplicado a la producción de alimentos. Por ejemplo, la producción cerealera aumentó el 94 por ciento entre 1970 y 1990 con apenas un 6 por ciento de aumento de las hectáreas cultivadas, o sea, un aumento del rendimiento del 83 por ciento en 20 años.
Ambos avances de la ciencia se consolidaron en la segunda mitad del siglo XX y combinados hicieron invertir las proporciones: la producción de alimentos aumentó en porcentajes mucho mayores que la población. Por lo tanto, desde 1950 a la fecha, el precio internacional del trigo bajó el 63%, el del arroz el 64%, el del sorgo 66 por ciento y el del maíz el 68 por ciento. ¿No hay comida para todos?.
Hoy, autores de la importancia de Giovanni Sartori retoman los términos anacrónicos de la discusión (por ejemplo, en ?La Tierra explota?, G. Sartori y G. Mazzoleni, Editorial Taurus, 2003). Rodolfo Bertoncello, geógrafo, experto en población, docente de la ?Universidad de Buenos Aires? (UBA) e investigador del CONICET, hace el siguiente análisis: ?¿la responsabilidad está en el crecimiento poblacional o en el estilo de desarrollo?, ¿el hambre, el agotamiento de recursos o la contaminación se deben a que somos muchos o que unos pocos consumen demasiado?. Su opción es clara: el problema es el crecimiento poblacional y la única solución es frenarlo. En la justificación de esta opción se hace evidente el carácter político del texto. Los autores descartan poner frenos al consumo de los ricos, pues siendo democracias sería inviable implementar estas medidas; de esto se desprendería que sí sería viable imponer el control natal entre los países pobres y ?menos democráticos?, cosa que en efecto proponen. Afirman que incentivar el desarrollo del subdesarrollo (para frenar el crecimiento poblacional, como pasó en los países ricos) es imposible, porque el tiempo requerido lleva a una situación ambientalmente insostenible; niegan así a una parte de la humanidad el derecho a hacer lo que la otra ya hizo?.
?Los autores retoman así una larga tradición malthusiana que, colocando el tema en términos de determinación natural, impide observar el carácter necesariamente social de todo lo humano. Así, los autores transforman el ?problema? del crecimiento poblacional en algo cuya solución está en implementar a tiempo medidas de anticoncepción, sin considerar los intereses y voluntades de los pobres, cosas que sí tienen en cuenta al considerar a los prósperos y democráticos?.
Al argumentar que la sobrepoblación es un problema porque afectaría los límites naturales de la Tierra, terminan justificando, por razones naturales, un determinado orden social y un conjunto de acciones políticas. Se naturaliza así el mantenimiento de un orden social que, como mínimo, podría ser cuestionado.
En Latinoamérica el crecimiento poblacional estuvo hasta ahora lejos de constituir un obstáculo económico, para las cuatro décadas que siguieron al fin de la segunda guerra mundial, México multiplicó su población tres veces y media, el PBI a mediados de la década de1980 alcanzó un valor nominal en dólares sesenta y tres veces el de cuarenta años antes; Brasil, cuya población creció en un 340%, lo multiplicó cincuenta veces; Argentina, cuya población menos que duplicó en esta etapa, lo multiplicó dieciséis veces. La ventaja se mantuvo en cuanto al producto ?per capita?; el de México creció dieciséis veces, cerca de diez el brasileño y ocho el argentino.
Frente a esto, cabría preguntarse si el crecimiento poblacional no es utilizado como estrategia para defender y justificar un determinado orden social. La alarma respecto al ?futuro de la humanidad? suele instalarse en momentos de alarma por ?nuestro presente?; suele ser una excelente estrategia para defender este presente y cristalizarlo a futuro, y para justificar acciones sobre quienes lo amenazan, que siempre son ?los otros?. La defensa del libre comercio internacional que hacen los autores o sus críticas a los movimientos sociales progresistas, unida a la negativa implícita a revisar las pautas de crecimiento económico y de consumo de las sociedades ricas, quizá sean indicios de cuál es el orden que defienden.
La globalización -o mundialización- expresa una fase del capitalismo que se caracteriza por la libre circulación de flujos financieros y bienes económicos; expresa también una situación nueva en que la lógica de mercado se ha extendido a casi todo el planeta. Se trata de un proceso al que concurre un desarrollo incesante de nuevas tecnologías de la comunicación e información, tecnologías que le han quebrado la mano al tiempo, al espacio y a la geografía, generando lo que algunos llaman un mercado-mundo y otros, aldea global. La globalización implica grados crecientes de comunicación e interdependencia en todos los niveles de la vida y entre todas las sociedades del planeta, lo que produce una trasnacionalización inédita de los procesos históricos. En lo económico ?los estados nacionales han perdido soberanía?; la liberalización de los mercados expone a cada país a una creciente interrelación y a efectos en cadena; en este contexto los resguardos se ejercen a través de la fortaleza de la propia economía o por la vía de bloques, pactos, mercados regionales o subregionales. ?La globalización es un fenómeno fundamentalmente asimétrico, en que hay globalizadores, globalizados y también excluidos?.
Uno de los objetivos por el cual se creó la Unión Europea (UE) fue el de alcanzar la ?soberanía alimentaria?. Hoy, Argentina subsidia a los países europeos la producción de carnes, al injustificable costo del despoblamiento del medio rural, degradación de los suelos aptos para la agricultura, mayores impactos negativos de las inundaciones, una creciente pobreza y hambre.
El primer lugar al que llegó la soja en la Argentina fue en la provincia de Tucumán, hace ya varias décadas, no sorprende entonces el actual estallido de la hambruna. ?Es su consecuencia directa?. En el año que comienza no sólo deberemos importar lentejas, arvejas, garbanzos y tantos otros alimentos, sino también leche, porque ya no podremos abastecer el mercado interno dado que los tambos se reconvierten masivamente a los monocultivos de soja.
En la escuela primaria se nos enseñaba sobre los inconvenientes de los monocultivos, se daba como ejemplo la caña de azúcar en la provincia de Tucumán, y de cómo ésto podía provocar, ante una falta de demanda o una mala cosecha, infinidad de problemas. Ahora, el ?modelo de dominación? es mucho mayor con los ?paquetes biotecnológicos?. El ?modelo de la soja? abarca no sólo esa provincia sino que gran parte de la Argentina y los países del ?Mercosur?. ?Hasta aquí, parte del poroterío..., y el cartón no está lleno?.
APM
Agencia Periodística del Mercosur, Internet, 29-6-04